Tiene
mil veces razón cuando llega a la conclusión: "Toda la ciencia del mundo
no vale una onza de prudencia y el progreso técnico más vertiginoso queda corto
si el hombre no
lo
domina cualitativamente. Dicho de otro modo: ¿qué le sirve al hombre ganar al
mundo entero si llega a perder su alma?" Hace tres siglos Pascal decía ya,
en un lenguaje incomparable: "Todos los cuerpos juntos, y todos los
espíritus juntos, y todas sus producciones, no valen el mínimo movimiento de
caridad. Esto es de otro orden infinitamente más elevado."
Vista de conjunto
Tendríamos,
a nuestro entender, un cuadro de nuestro mundo actual enteramente falso si
confundiéramos la oposición este-oeste con el confrontamiento: Satán contra
Dios; si separáramos al planeta en dos zonas absolutamente distintas: la del
Diablo en China y en Rusia y en los otros países comunistas y la de Dios, que
sería el lado nuestro.
Vamos
a dar la palabra a un ruso como prueba. Hemos leído, hace poco, a uno de ellos
en nuestros diarios. Se trata de un ingeniero soviético que ha venido a Europa
occidental con una misión científica y que pasa entre nosotros una temporada
relativamente larga.
Y
decía: "En el fondo ustedes los occidentales son materialistas. Pueden con
el dinero obtener todos los bienes, satisfacer todos los deseos. Pero justamente,
no piensan más que en eso. La vida, la actividad, la ciencia, la técnica, todas
las ocupaciones y preocupaciones, las consagran ustedes a este objetivo físico:
acrecentar el bienestar, mejorar la comodidad. Automóvil, heladera eléctrica,
televisión: he ahí para la inmensa mayoría de ustedes la razón de vivir." ¿Quién
se atrevería a decir que no hay una parte de verdad en esta acusación? El
materialismo no es solamente tara del comunismo, también lo es del capitalismo.
Si hemos de creer al mismo ingeniero, la decadencia infligida al hombre por el
capitalismo sería mucho más grave que en el régimen comunista. Veamos, en
efecto, la continuación de su razonamiento: "Para nosotros, por el
contrario, todas estas cuestiones no existen (quiere decir, la búsqueda del
bienestar). La comodidad de ustedes nos es prácticamente desconocida. Porque no
tenemos esa posibilidad, ni siquiera pensamos en ello. Han matado en nosotros
el deseo de estos bienes materiales, que los acapara por entero a ustedes. Y al
hacer esto, nos han liberado. Toda la energía que ustedes malgastan en la
búsqueda de cosas fútiles, nosotros la empleamos en leer, en la música, en
reflexionar, en soñar. ¿Qué otra cosa quieren que hagamos cuando por la noche
regresamos a nuestro departamento estrecho, un poco, si quieren, como un monje
a su celda?" Y terminaba con estas palabras: "Sí; tenemos todavía el
tiempo para pensar y el gusto del pensamiento, pero <?y ustedes?"
¡Qué
consoladoras serían estas palabras si entre las ocupaciones que este ruso tiene
a bien reservarse hubiera, a continuación de las palabras: "leer, música,
reflexionar, soñar" esta pequeñísima indicación: rezar! No obstante, se
advierte que el ideal de este ingeniero es más elevado que el de los dirigentes
comunistas: alcanzar y superar a los Estados Unidos en productividad, riquezas
materiales, millones de toneladas de acero, de carbón, de kilovatios, de
automóviles, de estaciones de televisión, etc. Lo que este ingeniero desprecia
— y que nosotros despreciamos como él en la medida en que todo esto se opone al
desarrollo espiritual del ser humano— es justamente lo que los jefes de su
pueblo y de las otras naciones comunistas han tomado como objetivo final. ¿El
comunismo no está acaso definido en China?: "¿A cada cual según sus
necesidades?", y nuestras necesidades en esta fórmula ¿no son ante todo
nuestros deseos materiales? Pero no tenemos que oponer comunismo a capitalismo.
El uno y el otro están inspirados por Satán, en la medida en que niegan a Dios
y el alma. El comunismo, en total, no ha hecho otra cosa que retomar la
filosofía "burguesa". Es fruto de ella. La lleva al extremo.
Si es
verdad que no existe ni Dios, ni el diablo, ni el espíritu, y que todo es
materia, el capitalismo y el comunismo no son más verdad el uno que el otro
¡porque no hay más verdad en el sentido cabal del vocablo, todo es mentira,
todo es satánico! Después de esto, sin alegría, pero sin miedo tampoco,
denunciamos aquí como marcas indudables de la presencia de Satán entre nosotros
algunos rasgos de nuestra "civilización" contemporánea que nadie
puede negarse a ver: la mediocridad de nuestros grandes medios de difusión,
cinematógrafo, radiotelefonía, televisión; mediocridad que no reside en el
poder de la propaganda, sino en la nobleza y la belleza de la acción ejercida
sobre las almas; 29 el erotismo ambiente que se despliega en las novelas, en
las piezas de teatro, en las canciones, en todo lo que resumen estas palabras: "los
espectáculos", "las distracciones" en el sentido pascalino, "los
ocios"; la degradación del arte moderno, que parece no tener ya el gusto
de lo bello, sino únicamente de lo feo o de lo obscuro.
Al
final de este capítulo, que hubiera sido fácil prolongar, ¿qué vemos? Satán en
obra por todas partes. Frente a él, una sola fuerza real: Jesucristo. Por una
parte, el materialismo ateo, la mentira, el desprecio de la vida humana, la
sangre de Abel derramada por Caín.
Por la
otra, la fe, la caridad, la inmensidad del amor, en la oración, en la
adoración, en el rechazo del odio satánico, en el deseo de la extensión
universal del reino de Dios, en el entusiasmo de la demanda incesante de
corazones: "Vénganos tu reino."
La
visión de la historia universal no ha cambiado: Ciudad de Dios contra Ciudad de
Satán, ¡Ciudad del Amor contra Ciudad del Odio! Hay dos estandartes: el de
Satán y el de Jesucristo.
Cosa
extraña, el cristiano que hace profesión de despreciar la vida presente, porque
sabe que existe otra, eterna, practica, sin embargo, el respeto más absoluto
por la vida humana y por la persona humana.
En
cambio Satán que convence a sus adeptos que la vida presente es la única, que
no existe otra, después de ésta, la cual constituye el bien supremo del hombre,
Satán manifiesta por esta misma vida, que es todo, un desdén que se traduce ;en
campos de concentración, en ejecuciones en masa, en hornos crematorios, en
torturas deshonrosas!
¡Vale
decir que la mentira está siempre asociada al asesinato!
Pero
el reproche más grande que hacemos a los adeptos de Satán, es la mutilación que
infligen al hombre, negándole el infinito, rehusándole la inmortalidad.
La
estrechez de espíritu de los incrédulos es lo más lamentable que hay en ellos.
A ellos debemos repetir el grito de Tertuliano, a los heréticos de su época:
"Parce orbis unicae spei!" ("¡Cuidad la única esperanza del
universo!") Si queremos, en efecto, un día poseer este universo mismo que
no vale nuestra alma ¡es nuestra alma la que hay que salvar por la fe y el
amor! ¡Qué puesta formidable la de la lucha entre Satán y Cristo!
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