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viernes, 26 de julio de 2019

ACUERDATE QUE NO TIENES MAS DE UN ALMA. SANTA TERESA DE JESUS



NI HAY MAS DE UNA GLORIA Y ESTA ES ETERNA (FINAL)
231.- Verdaderamente que, como dice S. Agustín, es tal aquella felicidad que, por un solo día de gloria se habían de pasar innumerables penas, iY SE COMPRARLA BARATA!
232.- S. Juan Crisóstomo añadió lo que parece encarecimiento, y no lo es, conviene a saber, que es de tan subidos quilates aquella felicidad, que, si fuera necesario padecer todos los días gravísimos tormentos, y los del mismo infierno por algún tiempo; los debiéramos sufrir, por ver y gozar de DIOS, en compañía de sus Ángeles.
233.- Aquí parece que tiró el Santo la barra a todo cuanto se puede decir, porque ninguna cosa de las penosas tiene comparación con el infierno, así por la acerbidad de las penas, como por la crueldad de los verdugos, y la compañía de los atormentados, y horribilidad del lugar, que cada cosa de por sí es terrible de llevar- y la bienaventuranza es de tan subido precio, que todo es poco, y nada en su comparación.
234.- Considera, pues, tú, ahora, que Reino te espera, que Paraíso te tiene DIOS preparado, y para qué felicidad te crió, mira con atención la silla que tienes señalada en el cielo, la cual está prevenida para tu descanso; medita despacio en la grande anchura y longitud de aquel lugar, la luz inaccesible que le baña, la hermosura y variedad de sus moradores, la hermandad de sus vecinos, la paz y quietud que gozan, la tranquilidad interior, el gozo inexplicable que llena sus corazones poseídos por la bondad de DIOS.
235.- Oye un rato aquellas músicas que dan al Celestial Cordero, mira los coros tan concertados con que le festejan, y el agrado con que mira a todos desde aquel trono celestial.
236.-Considérate presente sentado en tu silla en aquel coro glorioso a todo lo que allí pasa, vestido de inmortalidad; coronado de flores y con palma de vencedor en la mano, como has de estar eternamente tú, que estás leyendo esta escritura Para ti compró DIOS con su propia sangre el Cielo, a ti mismo te espera, y podrá ser que se llegue tu hora de ir allá cuanto antes.
237.- Contempla de espacio otro sí qué gozo será el de tu corazón, cuando te halles en aquel lugar, qué felicidad será la tuya cuando entres por aquellas puertas, y te salga a recibir aquella celestial milicia, repartida en escuadrones.
238.- ¿Qué responderás cuando te den el parabién de tu dicha
aquellos santos moradores?, y ¿qué alegría bañará tu alma cuando oigas aquella voz de boca del Salvador? : ¡Oh buen siervo y fiel amigo, que diste tan buena Cuenta de lo poco, Yo te ensalzaré sobre lo mucho, entra' en el gozo de tu Señor! ¡Oh, cómo se derretirán tus entrañas al sonido de esta voz! ¡Qué poco te parecerá todo lo trabajado en comparación de la gloria poseída! Por cuánto quisieras no haberla perdido, y, si la perdieras, ¿a qué precio la compraras?
239.- Lo mismo dirás tú cuando recibas el galardón de tus obras: ¡dichosa oración, dichosa obediencia, dichosa penitencia, dichosa paciencia, dichosa limosna y dichosa caridad, que, tal premio ha tenido! ¡Oh quién: hubiera servido más y mejor a un DIOS tan bueno, que tanto merece, y de esta suerte premia a los que le sirven!
240.- De esto solo dice S. Francisco que tuvieran los bienaventurados dolor, si fueran capaces de él, de no haber servido más a DIOS y de no haber merecido mayor premio en la bienaventuranza.
 DARAS DE MANO A MUCHAS COSAS
241.- Común proverbio es, y sentencia trillada entre los filósofos, que cada cosa descubre su valora vista de su contrario: lo blanco campea más junta a lo negro, y lo negro se descubre más a vista de lo blanco. De la misma manera descubre su brevedad lo temporal a vista de lo eterno, y su vileza lo terreno cotejado con lo celestial.
Por lo cual, si quieres conocer el valor de todo lo de acá abajo, considérate como decía, en la gloria, y mira qué poco caudal harás entonces de lo que el mundo adora.
242.- ¡Qué viles te parecerán las riquezas, qué vanas las honras, qué menguados los deleites, qué falsos los placeres, y qué engañoso y aparente todo lo que acá se estima! ¡Qué ese engaño tendrás a la luz de aquella claridad inaccesible!
243.- Y pues te hallas ahora en tiempo de ganar tan crecida felicidad, no te engañe el oropel que brilla en el mundo, mira por ti, y a vista de tan crecido premio desprecia el mundo, atesora en el cielo, y no en la tierra, trabaja por lo eterno, y no gastes tu vida en buscar lo temporal; obra: con fervor, y trabaja por llegar con brevedad a aquel descanso.
244.- No te descuides; porque no se lleve otro tu corona; que, si tú la pierdes, no le faltarán a Dios muchos que poner en tu lugar.
Acuérdate de S. Pedro; el cual con una sola gota de este licor  quedó tan embriagado, que no quería volver al mundo más, y rogaba al Señor que se quedasen en el Monte Tabor; Señor, bien estamos aquí; no bajemos más al siglo, porque todo en él no vale por un'instante de estar aquí.
245.- Pues si a S. Pedro le dio en rostro todo lo terreno" por sola una gota que gustó de la gloria de CRISTO, ¿qué fastidio tendrás tú cuando goces de aquel río de gloria, que vio S. Juan correr desde el trono de DIOS? ¿Qué hartura tendrá tu corazón, cuando bebussin medida de aquel licor celestial de la gloria del Señor?
246.- Verdaderamente dijo bien S. Bernardo que por falta de consideración de este premio andaban los hombres engañados buscando los placeres terrenos; porque, si le consideraran como es, sin duda que los despreciaran todos, y no hubiera cosa, por áspera que fuese'! que no tuvieran por leve en su comparación.
247.- Por lo cual el Redentor del mundo, no habiendo hecho ostentación en su vida de las penas del infierno; la hizo en el Tabor de la gloria, para que a vista de ésta tuviesen los mortales por leve y fácil la cruz, y se animasen a buscarla, conociendo a vista de ojos su grandeza.
248.- Si la vista de la hermosa Raquel disminuyó el trabajo de la servidumbre a Jacob, de manera que 14 años de servicio le parecían pocos en su comparación, ¿cuánto menos les parecerán los trabajos presentes a vista de la hermosura de la gloria futura a los que la miran y desean?
249.- No la olvides, y todo será fácil de sufrir; contémplala de espacio y te robará el corazón, mide su grandeza , y todo será corto en su comparación; medita su belleza, y tendrás por feo cuanto el mundo adora; piensa en su valor, y conocerás lo poco que vale 10 terreno; habita con el alma en el cielo, y despreciarás la tierra, y, como dice nuestra Santa, acuérdate que no tienes más que una gloria, y darás de mano a muchas cosas, porque, si la pierdes, no te queda adónde apelar.
250.- Y, si allí no hallas entrada, has de dar contigo forzosamente en los calabozos del infierno. Mira qué diferente es aquella suerte de ésta, coteja la una con la otra, y, pues tienes tiempo, esfuérzate a obrar bien y merecerla.
251.- Sólo resta, para el complemento de la doctrina de este aviso, que deslindemos en singular qué cosas son estas muchas a que dice nuestra Santa que dará de mano el que rumiare las verdades propuestas. Y lo primero, de los deleites sensuales, ya hemos visto que son los primeros señalados en este Catálogo, 252.- Porque lo uno, viendo el dejo tan amargo que tienen en la muerte, y la costa tan crecida a que se compran en las penas del infierno, y el sinsabor de sus culpas, a los avisos de la eterna, todos pierden el gusto, y, como dice S. Gregorio, son desabridos al paladar, como los otros manjares, después de haber gustado miel; y así los da de mano y los fastidia quien rumia con la memoria las verdades dichas.
AVISOS ESPIRITUALES FIN

252.- Porque lo uno, viendo el dejo tan amargo que tienen en la muerte, y la costa tan crecida a que se compran en las penas del infierno, y el sinsabor de sus culpas, a los avisos de la eterna, todos pierden el gusto, y, como dice S. Gregorio, son desabridos al paladar, como los otros manjares, después de haber gustado miel; y así los da de mano y los fastidia quien rumia con la memoria las verdades dichas.
253.- También dará de mano a las honras, viendo su brevedad, y conociendo su vanidad con la luz de la última candela, pues entonces se desvanecen todas y se convierten en humo que atormenta y mucho más a vista del juicio, del infierno y de la gloria, en que descubren que no fueron más que sombras aparentes y sueños de la imaginación.
254.-En tercer lugar entra la hacienda, y el afán y cuidado de adquirirla, a que da de mano el que medita con atención las verdades evangélicas, a cuyos resplandores conoce cuán poco valor tiene todo en el acatamiento de DIOS, el cual no hace diferencia del oro al lodo, ni de la plata al estiércol, ni de las piedras diamantes a las piedras que pisamos; y que, al pasar los  puertos de esta vida, nos desnudan de todo; y que, cuando nos acompañaran, no pudieran servimos de cosa alguna para el cuerpo y el alma.
255.- ¡Desengaño grande! para los fieles, con que reciben aliento para pisarlo todo y atesorar el cielo solamente. En esta lista entran también las pretensiones del siglo, los valimientos con los que pueden y mandan, el aprecio del linaje y de la sangre, las noblezas que tanto el mundo adora, el cuidado de adquirirlas y el ansia de aumentarlas, mirando, a los avisos de lo eterno, cuán frágil y mentiroso es todo.
256.- ¡A cuántos ha derribado en el infierno, conociendo su inconstancia, sus sinsabores y amarguras, el poco tiempo que duran y la hiel que se bebe con todo ello!
257.- ¿Qué diré de los mandos y prelacías? ¿Qué de los bandos y parcialidades? ¿Qué de la ambición de los puestos y de salir con la suya, que a tantos ha condenado en el Tribunal de DIOS?
258.- Todo lo desprecia y da de mano el que aprecia los bienes celestiales, y no se le da nada de los hombres, ni de sus amistades y favores, contento con el de DIOS. Da de mano también a las cortesías y pundonores del mundo, a las habilidades y dotes naturales, a la hermosura del cuerpo, conociendo a estas luces que es un muladar cubierto de nieve, y que a un sol o un aire se deshace y se pudre y hierve en gusanos. Y finalmente da de mano a todo lo que el mundo aprecia, y sólo estima lo que DIOS estima, con que vive libre de los cuidados de este siglo, superior a todo lo terreno, y su corazón alegre en las moradas del Cielo, cuya paz y tranquilidad empieza a gozar desde acá, como ciudadano suyo y peregrino en la tierra.




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