2.° PERFECCIÓN DE DIOS EN PARTICULAR
a) Perfección de la naturaleza
1. °
De la bondad divina (cc. 37 al 41). —Visto ya cómo las perfecciones divinas
existen en Dios y se identifican, sigamos al Angélico en la exposición
particular de alguna de ellas: bondad, unidad, infinitud, verdad, etc.
Las
perfecciones particulares se pueden referir a la naturaleza o a sus
operaciones. En cuanto a lo primero, Santo Tomás estudia la bondad, la unidad e
infinitud. La bondad divina es considerada por Santo Tomás en sí misma y en
relación a los demás seres. Respecto a lo primero, pregunta si la bondad
conviene a Dios, para terminar afirmando que Dios es su misma bondad.
Dios
es bueno (c. 37).
Trátase
de la perfección del ente. El ente y el bien se identifican. Este bien tiene
dos aspectos, que podríamos llamar psicológico y ontológico, respectivamente.
En el primer aspecto se define el bien: ―Lo que todos los seres apetecen. En el
segundo: ―Una cosa es buena cuando es perfecta. Este es el bien al que ahora
nos referirnos, y que ha hecho que Santo Tomás no guarde el orden que
lógicamente conviene a las perfecciones divinas; por lo que después de tratar
de la perfección divina, y como quiera que de la perfección se viene al
conocimiento del bien, pues bueno es lo perfecto, trata de la bondad de Dios; a
continuación de la unidad. El mismo motivo le ha guiado en la ―Suma Teológica‖,
donde trata de la perfección y de la bondad divina en las cuestiones 4, 5 y 6
de la primera parte. Hecha esta advertencia, oigan al Santo:
Probado
que la bondad es una exigencia de la perfección, Santo Tomás pasa a demostrar
que Dios, a fuer de perfecto, es bueno (c. 37). Aduce cuatro argumentos, dos de
tipo metafísico: 1,) y 4); y otros dos de tipo psicológico: 2) y 4) en parte.
El 1)
concluye: Dios es perfecto, luego es bueno: ―Aquello, en efecto, por lo que un
ser se dice bueno, es su propia virtud; pues la ―virtud hace bueno al que la
tiene y convierte en buena su operación‖. Pero la virtud es una perfección,
pues decimos que un ser es perfecto cuando ha llegado a su propia virtud. Por
consiguiente, un ser es bueno en cuanto es perfecto. Y de aquí que todo ser
desee su propia perfección como su propio bien.
En
estos argumentos queda más que probada la bondad divina, y no menos queda
excluida de la naturaleza divina toda posible sombra de mal (c. 39). No
hablamos del mal moral, sino del opuesto al bien metafísico. Pruebas: las ya
aducidas. Dios es su misma bondad. Si en Dios pudiera darse cabida al mal, Dios
podría dejar de ser, ya que lo que contraría a la esencia de uno no puede
fundamentarse sino sobre el no ser del mismo, como la irracionalidad no puede
apoyarse en el hombre sino en cuanto falla como tal. La esencia de Dios es la
bondad, y todo lo que hay en Dios está esencialmente. En Dios no cabe
imperfección ninguna. El mal es privación o la supone. En Dios no hay potencia,
luego no hay privación.
Santo
Tomás pasa a estudiar la bondad de Dios comparándola con la bondad de los demás
seres (c. 40), para concluir diciendo que Dios es el sumo bien. Es decir, que
en primer lugar estudia la divina bondad como principio de toda otra bondad y a
continuación estudia la excelencia de la misma.
En
cuanto a lo primero, hace notar como Dios es el bien de todo bien, sin que por
ello tenga que contradecir a lo que dijo en el capítulo 27 de que Dios no era
forma de ningún ser; por consiguiente, dejando en pie aquel capitulo y
viéndonos precisados a buscar otra bondad distinta de la proveniente de la
forma, ocurre distinguir entre bondad intrínseca, formal, y bondad extrínseca,
bien sea efectiva, bien sea final o ejemplar. Dios, pues, es el bien de todo
otro bien, en cuanto es causa del mismo y fin al que se ordena.
Tres
argumentos: a) En Dios están todas las perfecciones de los seres..., luego
todas las bondades. Porque la bondad no es sino la perfección del ser.
b)
Todo es imagen de la bondad divina, porque es el único bueno por esencia, al
paso que lo demás lo es por participación, y lo que es ―tal‖ por participación
es ―tal‖ porque tiene semejanza con quien es ―tal‖ por esencia.
c)
Dios es el fin de todo ser. El bien tiene razón de apetecible, de deseable, y
todo lo deseable lo es bajo la razón de fin, bien sea total, bien parcial;
luego el fin último, Dios, tiene en sí toda la razón de bien de todos los
seres.
Excelencia
de la bondad divina.—Aquí toma el Angélico la palabra excelente en su sentido
vulgar y llano. Excelente es todo lo que por un concepto u otro sobresale.
La
bondad divina sobresale, sobrepuja por encima de toda otra bondad por muchas
razones, entre las que Santo Tomás, escoge estas cuatro: a) La bondad divina es
a las demás lo que el universal al particular. Lo universal es más excelente
que lo particular. El bien común es más digno que el particular.
b) Lo
predicado esencialmente tiene más de bondad que lo predicado accidentalmente o
por participación.
c)
Todo es bueno por lo que de Dios ha recibido.
d) En
Dios no cabe el mal ni en acto ni en potencia.
2.° De
la unidad divina (c. 42).—Ya vimos por que motivo Santo Tomás infringió el
orden lógico de este tratado, anteponiendo la bondad a la unidad. Ahora, una
vez demostrado que Dios es el bien sumo, a cuya bondad participada deben los
demás seres el ser bueno, concluye lógicamente la unidad de dicho orden.
Santo
Tomás dedica un largo capítulo a la bondad divina.
Después
de leído este capítulo, uno se apercibe que propiamente no se trata de la
unidad de Dios, por la que Dios se predicaría indiviso en sí y distinto de todo
otro ser. No. Sino de la unicidad de Dios. Esto quiere decir que el titulo de
este capítulo no debería traducirse por ―Dios es uno, sino por este otro: ―Sólo
hay un Dios ―Dios es único, pues vemos que Santo Tomás al final del capítulo se
hace eco del politeísmo y del dualismo; errores ambos que atacan la trinicidad
divina y, por ende, claro está, su unidad; cosa que no se verificaría a la
inversa, pues si lo único es uno, lo uno no es único; v. gr., cualquier ser es
uno en si y, no obstante, puede no ser único dentro de su género o especie, al
paso que único quiere decir que, dentro de su naturaleza, género o especie,
sólo existe él y no hay otro.
Exposición
filosófica de Santo Tomás. Para nuestro Doctor, esta verdad es indiscutible
después de todo lo dicho en los capítulos anteriores.
Muchas
son las razones con las que se puede demostrar dicha verdad. En la ―Suma
Teológica‖ nos da tres: 1) su simplicidad; 2) su perfección infinita; 3) la
unidad del mundo (1, q. 2, a. 3).
Puede
demostrarse por cada uno de los atributos a que nos conducen las cinco vías de
Santo Tomás, como lo ha probado el P. Muñiz (introd. a la cuestión 11 de la.
1.a p., B. A C., p. 358).
En
este capítulo es donde Santo Tomás ha recogido más argumentos en pro de la
unicidad de Dios. Pone como introducción la conclusión del capítulo anterior:
Dios es sumo bien. Si es sumo, es único; pues lo sumo no puede convenir a dos,
como es natural.
Dios
es absolutamente perfecto, luego único, porque, en caso contrario, su
perfección es idéntica a la de otro u otros dioses..., y, por lo tanto, no hay
distinción posible entre ellos, y es absurdo admitir la pluralidad de dioses.
3)
Cuando con uno hay bastante, las cosas se hacen peor si se ponen muchos a
hacerlas. Todos los seres pueden ordenarse a uno; luego no multipliquemos los
entes sin necesidad.
4) El
movimiento continuo y regular es inútil atribuirlo a varios motores a la vez,
pues o mueven al compás y equivalen en este caso a un solo motor perfecto,
suponiendo que no lo sea en si; o no mueven a la par, en cuyo caso uno se mueve
cuando está el otro parado, movimiento alterno, irregular; luego hemos de
admitir un solo motor que esté siempre en movimiento; de lo contrario, alguna
vez no movería, y alguna vez no habrá movido. Sería irregular y alterno su
movimiento. El movimiento primero, según los filósofos (VIII Physicorum‖, c. 7
y ss.), es regular y continuo; luego el primer motor tuvo que ser único, etc.
3.° De
la infinitud de Dios (c. 43).—Secuela de la unicidad divina es la infinitud o
ilimitación. Dios, al ser único, no encuentra límites, no puede encontrarlos.
El encontrarlos equivaldría a no ser único, pues otro igual o superior a él
seria quien delimitara su ser, su operación.
Infinito,
signo negativo de significación positiva, es aquello que no tiene límites o
término; puede carecer de término en absoluto, y puede carecer respecto a sólo
determinado género de seres. Santo Tomás prueba con diez argumentos que carece
en absoluto de limites. En ellos explica de qué clase de infinitud se trata y
cómo conviene a Dios.
Primeramente
centra el problema distinguiendo entre infinitud multitudinaria y de cuantidad
o continuidad, ambas corporales; por consiguiente, no atribuibles a Dios, que
es uno y espiritual, e infinitud de grandeza espiritual.
Admitiendo
esta infinitud como única posible en Dios, el Santo subdistingue infinitud de
poder o virtud e infinitud de bondad de naturaleza y de perfección, toda vez
que la virtud o potencia es la expresión activa de la naturaleza. Y, supuesta
la afirmativa en pro de la tesis, el Angélico avanza más y nuevamente distingue
entre infinitud privativa e infinitud negativa.
Por la
primera entiende nuestro Santo aquella infinitud predicable de cantidad
dimensiva o numeral, que de suyo debe tener limites y que precisamente cuando
se le substraen dichos limites connaturales llámase infinita; suponiendo, por
consiguiente, dicha infinitud sin forma que la delimite, determine, le dé el
ser.
Infinitud
negativa es aquella que no reconoce límite ninguno a su perfección. Esta es
suma y todo lo trasciende. Esta es la que predicamos de Dios, y que Santo Tomás
prueba con diez argumentos, que dejamos a la consideración del atento lector.
b)
Perfección de las operaciones divinas
Prosiguiendo
su labor lógicamente, el Angélico, después de ofrecernos un tratado sobre la
existencia divina y otro sobre la naturaleza de Dios y un tercero sobre la
perfección del ser divino, y como quiera que al ser sigue el obrar, nos brinda
con el tratado de las operaciones.
El
principio o la causa se estudia antes que el efecto, pero aquello encierra en
sí la necesidad de exponer éste; y porque toda operación sigue al ser, si Dios
es una naturaleza viva, ha de tener sus operaciones, cuyo estudio aborda aquí.
El
conocimiento que de Dios tenernos lo alcanzamos por sus efectos. De aquí que
atribuyamos a Dios todo cuanto de bueno, de perfecto, hay en las criaturas. De
éstas las más perfectas son las espirituales; lo que nos permite concluir: Dios
es espíritu. Ahora bien, la criatura espiritual goza de dos potencias:
entendimiento y voluntad; luego Dios tiene entendimiento y voluntad. Además,
una de las criaturas espirituales—nos referimos a la criatura humana—tiene
ciertas prolongaciones debidas a dichas perfecciones, dado el contacto que
tiene con la materia; son las pasiones y las virtudes. ¿Tiene Dios pasiones? ¿
Tiene virtudes?
Como
en el hombre, en Dios— causa—el querer sigue al en tender, porque la voluntad
es una potencia ciega que se adhiere al objeto que se le presente como tal.
Nadie puede presentárselo sino el entendimiento. De aquí aquel aforismo filosófico:
―Nada es querido si antes no ha sido conocido‖. Así se explica el que Santo
Tomás estudie este apartado de las operaciones divinas, para seguir con la
voluntad, que son manifestaciones de vida, y terminar estudiando la misma vida
divina (c. 97). Este es el orden del Angélico.
Mientras
que Santo Tomás en la ―Suma Teológica‖ trata de la ciencia de Dios (contenido),
aquí nada dice de la ciencia, sino que detiene su atención sobre el inteligente
(sujeto) y al articulo ―si hay en Dios ciencia‖ (1, q. 14, a. 1) corresponde el
capítulo 44. Dios es inteligente.
Vamos
a exponer por partes el tratado de la ciencia de Dios, tratado quizás que más
polémicas ha suscitado a lo largo de la historia de la teología, y que nosotros
ladearemos, por no ser propio de una breve introducción suscitar cuestiones
adormecidas, aunque como a cuestiones problemáticas no les debemos negar la
ocasión de un mayor esclarecimiento.
Desde
luego que da la impresión de que Santo Tomás, al escribir su ―Contra Gentes‖,
escribiría una especie de guión de la ―Suma Teológica‖, por lo que aquí trata
sucintamente problemas a los que allí concede una mayor extensión. Pueden
cotejarse, por ejemplo, los capítulos que traemos entre manos y las cuestiones
14 a la 18 de la primera parte de la ― Teológica‖.
Según
trae Santo Tomás en este capítulo 44, el nombre de Dios, ―Theos‖ en griego,
proviene de ―Theaste‖, que significa ver, mirar. Todas las gentes, aun los
paganos que admitían un sinnúmero de dioses menores, inconscientes o ciegos,
reconocían la existencia de uno principal entre todos, a quien nada se escondía
de cuanto sucedía por el mundo.
1.°
Potencias intelectuales. — A) Entendimiento. Exposición filosófica de Santo
Tomás sobre la existencia de conocimiento o de ciencia en Dios.
Para
probar la existencia de Dios arrancábamos de un dato universal, de algo que se
diera en todo género de cosas, v. gr., el movimiento de la potencia al acto,
del ser esto al ser aquello.... la eficacia, etc. Como esto era una propiedad
común veníamos a la conclusión de un motor inmóvil, de una causa primera, de un
ser necesario. Pues bien, establecida ya la existencia de Dios, nos vemos
obligados a usar de un proceso inverso para probar sus diversos atributos. Así,
partiremos del principio asentado de la existencia de un motor inmóvil, de un
ser necesario, de una primera causa; para probar que Dios es inteligente, tiene
amor, es infinito, etc. No puede parecer peregrino este proceso. Santo Tomás lo
ha empleado muchas veces, tanto en la ―Suma contra Gentes‖ como en la ―Suma
Teológica‖ y demás obras. La razón es clara. No podemos probar la existencia de
Dios sino por sus efectos. Conocida la existencia, ignoramos su esencia. Se
impone, por consiguiente, reanudemos nuestras lucubraciones filosóficas allí
donde las hemos cortado.
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