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martes, 31 de octubre de 2017

Al-Raqa: ¿se inicia la “remodelación” del Medio Oriente?




El planteamiento premonitorio sobre los intentos de fragmentar Siria parece estar cumpliéndose.

Cabe recordar que el plan de Reordenamiento del Medio Oriente realizado en 2004 por el teniente coronel estadounidense, Ralph Peters (1), ponderaba la necesidad de establecer una región autónoma o un Estado en Siria e Irak que permitiera construir un centro de poder independiente de las naciones soberanas en dicha zona (tomando parte de Irán inclusive), proyecto que no se ha logrado consolidar especialmente al perder Afganistán, Libia y la gran derrota de las bandas ultra radicales Daesh-ISIS y Al-Qaeda. La creación del Sunistán o el Estado Kurdo es parte de este diseño.

Esta hipótesis se confirma claramente por cuatro hechos:


La ocupación de Siria e Irak por parte de la Coalición anti- ISIS, con el supuesto fin de combatir el terrorismo, sin embargo, con la intención profunda de desarrollar la caórtica o teoría del caos- orden, a través de acciones armadas reiteradas en la región.
El crimen de miles de civiles, la destrucción total de infraestructura, el apoyo a bandas takfiríes, el ataque a las fuerzas liberacionistas, han sido documentados incontrastablemente.

Uno de los brazos armados de la Coalición es la FDS (Fuerzas Democráticas Sirias), organización compuesta de kurdos, mercenarios y extranjeros, cuyo objetivo es derrocar al gobierno legítimo y formar una región-país que permita tener un ejército y leyes propias. Es de recordar que las FDS, creada en 2015 con el apoyo de la Coalición anti-EIIL liderada por EE.UU., no coordina sus acciones con el Ejército sirio, siendo frecuentemente vinculada con los grupos terroristas Frente Al-Nusra, Fatah Al-Sham y Daesh.
El abandono de Raqqa por Daesh a través de negociaciones con la Coalición (abriendo altos interrogantes sobre dicho proceso), no provocó un cruento enfrentamiento como en otras batallas memorables y encarnizadas del Ejército Árabe Sirio con los terroristas, permitiendo obtener una victoria con mayor facilidad, aunque con bombardeos indiscriminados y fósforo blanco que han causado una destrucción inmensa de la ciudad y muertes inocentes.
El inmediato apoyo de Francia, EE.UU., Alemania, a la reconstrucción y negocio en esta urbe, el aval a los Consejos Locales y su beneplácito a la FDS como el legal ocupante, indica que se intentará ocultar el bombardeo criminal realizado y formar una isla occidental en un núcleo vital del Oriente Medio.
Es de destacar la inmensa campaña mediática dando como triunfador indiscutible a la alianza “kurdo-norteamericana”, destacando la lucha de USA como liberador y la legalización de la intervención en Siria, ocultando la victoria siria gracias al sacrificio de la población, los mártires y la responsabilidad integral de naciones soberanas como Rusia e Irán, junto a componentes militantes.


Al-Raqa ACTUALMENTE

Al momento de la toma de Al-Raqa, la FDS confirmó que el futuro de dicha provincia sería determinado por su pueblo dentro del marco de una Siria descentralizada, federal y democrática, en el norte, creada por ellos, protegiendo las fronteras de la provincia contra cualquier amenaza externa, confirmando que gozaban de pleno apoyo logístico, financiero y armamentístico de EE.UU. y de la Coalición, advirtiendo que el gobierno sirio carecía del derecho a oponerse a la adhesión de la referida urbe al sistema federal. Por el contrario, las autoridades legalmente constituidas han manifestado que el futuro de Al-Raqa sólo puede discutirse “como parte de la estructura política final del Estado sirio”.

La información sobre el control del importante yacimiento petrolífero de al-Omar por la FDS y la unión con miembros locales de ISIS, junto con las negociaciones para entregarle la orilla oriental del río Éufrates, ratificarían el intento de apoderarse de infraestructura de petróleo y gas, ampliando su territorio. El hecho que el régimen estadounidense haya permitido que comandantes y la mayor parte de la fuerza operacional de ISIS abandone Raqqa, trasladándose al sureste de Siria producto de un acuerdo secreto (tal como se hizo en Tabqa), permitió una débil defensa y un mínimo de bajas para los atacantes. Así, el mensaje de Trump sobre expulsar de la tierra a los yihadistas no ha resultado coherente.

Pese a lo peligroso de dicha estrategia, Donald Trump podría comprender que el conflicto con Bashar al-Assad no debería llevar a EE.UU. a una guerra, aceptando que Al-Raqa debe ser parte de la unidad nacional, lo que es conveniente para no embarcar a su pueblo en una escalada sin fin, de innegables consecuencias mundiales. La otra opción es “reconocer” a Al-Raqa como una entidad con legislación y fuerzas armadas propias, que no pertenece a Siria, con lo cual la confrontación sería inevitable…para bien de las élites financiero-militar-industrial.


La Humanidad y la gente pacífica del mundo ansían que pronto finalice la guerra contra el terrorismo, lo que sería un triunfo de la solidaridad internacional. Por el contrario, el denominado “Estado Profundo”, como impulsor del caos controlado, sufre la angustia de que el propósito fraterno se imponga paulatinamente puesto que sus negocios y zona de influencia están en riesgo. Se espera que el planeta reaccione y se encamine hacia la paz sostenible, verdadera, sin espíritu bélico. Esa debe ser la tendencia universal.

EL SANTO ABANDONO. DOM VITAL LEHODEY

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS

Santa Teresita del Niño Jesús preconiza un camino de infancia espiritual todo amor y confianza, tomando, como no podía menos, por base la humildad. Su práctica y sus lecciones pueden resumirse en estas palabras: amar a Dios y ofrecerle muchos pequeños sacrificios, abandonarse en sus brazos como un niño, y en este obedecer como un niño ser humilde como un niño. Se hace con este fin la sirvienta de sus hermanas, se esfuerza por obedecer a todas sin distinción, y no abriga otro temor que el de conservar su voluntad. Se propone no elevarse por el orgullo, sino permanecer siempre pequeña por la humildad, tan pequeña que nadie piense en ella, que todas la puedan poner bajo los pies y que el divino Niño la trate como a juguete sin valor. ¡Qué muerte a si misma, qué humildad, sobre todo, se necesita para llegar a esto! No es de extrañar que Dios glorifique a un alma tan humilde y tan generosa, haciéndola la gran taumaturga de nuestros días.
Monseñor Gay, hablando de esta infancia espiritual había dicho: « ¡Qué perfecta es! Lo es más que el amor de los sufrimientos, pues nada inmola tanto al hombre como ser sincera y tranquilamente pequeño. El orgullo es el primero de los pecados capitales: es el fondo de toda concupiscencia y la esencia del veneno que la antigua serpiente ha inoculado en el mundo. El espíritu de infancia lo mata más eficazmente que el espíritu de penitencia. El hombre vuelve a hallarse a si mismo fácilmente cuando lucha con el dolor, pudiendo creerse allí grande y admirarse a sí mismo; si es verdadera mente niño el amor propio se desespera... Prensad este fruto de la santa infancia, no extraeréis otra cosa que el abandono. Un niño se entrega sin defensa y se abandona sin oponer resistencia.
¿Qué sabe? ¿Qué puede? ¿Qué entiende? ¿Qué pretende saber, entender o poder? Es un ser al que se domina por completo; por eso, ¡con qué precaución se le trata y cuántas y qué caricias se le hacen! ¿Obramos de esta suerte con los que se guían por sus propias luces?»
2. LA FE EN LA PROVIDENCIA
«El justo vive de la fe», y para elevarse hasta el Santo Abandono, es necesario que esté penetrado de una fe viva y arraigada. Ahora bien, la fe se clarifica en la medida que el hombre se purifica y crece en virtud. Mas sólo al elevarse el alma a la vida unitiva, a aquel grado de adelantamiento en que, bien limpia y rica ya en virtudes, vive principalmente del amor y de la intimidad con Dios, es cuando llega a ser especialmente luminosa y penetrante. Se hacen entonces las sombras menos densas y a través del velo se transparentan sus claridades; Dios oculto siempre, deja, sin embargo, adivinar su presencia haciendo a las veces sentir con mucha viveza su amor y sus ternuras; y cual otro Moisés, trata con el Invisible como si le viese cara a cara. Por medio de esta fe viva, el abandono se toma fácil; sin ella no es posible elevarse a él de un modo habitual.
Nada sucede en este mundo sin orden o permisión de Dios; todo cuanto existe ha sido creado por El, y todo lo creado lo conserva y gobierna enderezándolo hacia su fin. En tanto que rige los astros y preside las revoluciones de la tierra, concurre a los trabajos de la hormiga, al menor movimiento de los insectos que pululan en el aire y al de los millones de átomos contenidos en la gota de agua. Ni la hoja del árbol se agita, ni la brizna de hierba muere, ni el grano de arena es transportado por el viento sin su beneplácito. Vela con solicitud sobre las aves del cielo y sobre los lirios del campo, y pues nosotros valemos más que una bandada de pájaros, menos podrá olvidar a sus hijos de la tierra. Al padre de familia, a la vigilante solicitud de las madres pasarán inadvertidos mil detalles; Dios, empero, por su inteligencia infinita, posee el secreto de ordenar los incidentes de poca monta como los acontecimientos de mayor importancia. Y tanto es así, que todos nuestros cabellos están contados y ni uno solo cae de nuestra cabeza sin el permiso de Nuestro Padre que está en los cielos. ¿Cabe imaginar cosa más insignificante que la caída de uno de nuestros cabellos? Dios, sin embargo, piensa en ello. Con cuánta más razón pensará Dios en mí y proveerá a todo, «si tengo hambre, si tengo sed, si emprendo un trabajo, si he de elegir un estado de vida, si en este estado se ofrecen ciertas dificultades, si para resistir a tal tentación o cumplir tal deber necesito su gracia, si en mi camino hacia la eternidad tengo necesidad del pan cotidiano del alma y del cuerpo, si en los últimos momentos me es necesario un acrecentamiento de gracias; si postrado en el lecho de muerte, a punto de exhalar el postrer suspiro y abandonado de todos, me veo perdido.» De suerte que yo, que no soy sino un átomo insignificante del mundo, ocupo día y noche, sin cesar y en todas partes, el pensamiento y el corazón de mi Padre que está en los cielos. ¡Qué verdad más conmovedora y llena de consuelo! Mas si la Providencia combina por si misma sus designios sobre mí, confía su ejecución, por lo me nos en gran parte, a las causas segundas. Emplea el sol, el viento, la lluvia; pone en movimiento el cielo y la tierra, los elementos insensibles y las causas inteligentes. Pero como las criaturas no tienen acción sobre mí, sino en cuanto la reciben de Él, he de Ver en cada una de ellas un receptáculo de la Providencia y el instrumento de sus designios. Por consiguiente, «en el frío que me encoge yo descubriré la Providencia; en el calor que me dilata, la Providencia; en el viento que sopla y empuja mi navío lejos o cerca del puerto, la Providencia; en el éxito que me anima, la Providencia; en la prueba de la adversidad, la Providencia; en este hombre que me aflige, la Providencia; en este otro que me causa placer, la Providencia; en esta enfermedad, en esta curación, en este curso que toman los negocios públicos, en estas persecuciones, en estos triunfos, la Providencia, siempre la Providencia». Nada más justo que ver así a Dios en todas las cosas, y ¡qué tranquila y santificante es esta manera de pensar y obrar! Nuestro Padre celestial es en verdad un Dios escondido. Al modo que ha velado su palabra bajo la letra de las Sagradas Escrituras y que Jesucristo oculta su presencia bajo las especies eucarísticas, así Dios, queriendo permanecer invisible para proporcionarnos el mérito de creer, nos oculta su acción bajo las criaturas. «He aquí una enfermedad que nos invade. ¿Cuál es su causa? En apariencia es un capricho del aire, es el rigor de la estación; en realidad es Dios quien ha ordenado a estos elementos que nos pongan enfermos. Aun así Dios persiste entre sombras y nosotros no hemos visto su rostro. Sin embargo, la enfermedad seguirá su curso, unas veces se agravará y otras cederá a los remedios. ¿Quién es el autor de esta agravación o de esta curación? Nosotros decimos que el médico, su habilidad o su imprudencia. ¡Tal vez! Mas lo cierto es que Dios está por encima de las causas segundas, y que El es, en definitiva, el que causa la curación o la muerte. Si, mas nosotros no lo vemos, y ese nuestro Dios continúa sin mostrarse... Y más difícil nos es descubrir al Agente supremo cuanto es mayor la claridad con que se muestran las causas segundas.
Mediante una fe viva, se miran las criaturas no en sí mismas, sino en la causa primera de la que reciben toda su acción; se adivina cómo «Dios las ordena, las mezcla, las reúne, las pone, las empuja hacia el mismo fin por opuestos caminos». Se entrevé al Espíritu Santo sirviéndose de los hombres y de las cosas para escribir en las almas un Evangelio viviente. Este libro no será del todo comprendido sino en el gran día de la eternidad, lo que nos parece tan confuso, tan ininteligible, nos maravillará entonces; ahora con la firme persuasión de que «todo tiene sus movimientos, sus medidas, sus relaciones en esta divina obra», hemos de inclinarnos con respeto, a la manera que ante la Sagrada Escritura adoramos al Dios oculto y nos abandonamos a su Providencia. Más si es débil nuestra fe, ¿cómo ver a Dios en las desgracias que nos hieren y principalmente a través de la malicia de los hombres? Todo se atribuye al acaso, a la mala fortuna, y se rechaza.
EL SANTO JOB
El acaso no es sino una palabra vacía de sentido, o mejor aún es «la Providencia de incógnito», pero para los corazones maleados que quisieran prescindir de la sumisión de la oración y del reconocimiento, es la laicización de la Providencia.
«Nada sucede en nuestra vida por movimientos al acaso, sabedlo bien, todo cuanto acontece contra nuestra voluntad no sucede sino en conformidad con la voluntad de Dios, según su Providencia y el orden que El tenía determinado, el consentimiento que El da y las leyes que ha establecido.» Así habla San Agustín.
«Hay algunos casos fortuitos, accidentes inesperados; mas son fortuitos e inesperados solamente para nosotros..., en realidad son un designio de la Providencia soberana, que ordena y reduce todas las cosas a su servicio.» «Dios, al guiar a sus criaturas, no les manifiesta sus designios; ellas van y vienen cada cual en su camino. La fatalidad quiere que unos encuentren en su camino la ocasión de hacer fortuna y otros causas de pérdidas y de minas; fatalidad es ciertamente para el hombre que no ha visto todas las combinaciones, mas para Dios, que ha determinado hasta ese punto las circunstancias, todo ha sido providencial.»
En las desgracias que nos hieren es preciso ver a Dios.
«Yo soy el Señor, nos dice por boca de Isaías, yo soy el Señor y no hay otro; yo soy el que formó la luz y creó las tinieblas, que hago la paz y creo los males». «Yo soy, había dicho antes por Moisés, yo soy quien hace morir y quien hace vivir, el que hiere y el que sane» «El Señor quita y da la vida, se dice también en el cántico de Ana, madre de Samuel; conduce a la tumba y saca de ella; el Señor hace al pobre y al rico, abate y levanta». ¿Sucederá algún mal -dice Amós- que no venga del Señor?». «Los bienes y los males, asegura el Sabio, la vida y la muerte, la pobreza y las riquezas vienen de Dios» Yo, podrá decir alguno, admito esto en cuanto a la enfermedad y a la muerte, al frío y al calor y mil parecidos accidentes producidos por causas desprovistas de libertad, pues estas causas obedecen siempre a Dios. El hombre, por el contrario, le resiste; cuando alguien habla mal de mí, me arrebata los bienes, me hiere, me persigue, ¿cómo podré yo ver en ese mal proceder la mano de Dios, puesto que, muy lejos de aprobarlo, lo prohíbe? No puedo, pues, atribuirlo sino a voluntad del hombre, a su ignorancia o a su malicia. En vano se atrincheran tras este razonamiento para no abandonarse a la Providencia, ya que Dios mismo se ha explicado acerca del particular y hemos de creer, fiados de su palabra infalible, que El obra en esta clase de acontecimientos no menos que en los otros; nada sucede en ellos sino por su voluntad.
Cuando quiere castigar a los culpables, escoge los instrumentos que bien le parecen, los hombres o los demonios.
Peca David, y en la casa del príncipe y entre sus hijos es donde Dios suscitará los instrumentos de su justicia. Cada vez que los israelitas se endurecían en el mal, el Señor les manifestaba que había escogido a los pueblos vecinos, ya al uno, ya al otro, para reducirlos al deber mediante un terrible castigo. Asur, en particular, será la vara del furor divino y su mano el instrumento de la indignación de Dios. Nuestro Señor predice la destrucción de Jerusalén deicida e impenitente: Tito será indudablemente el brazo de Dios para derribarla de arriba abajo y no dejar en ella piedra sobre piedra. Más tarde, Atila podrá llamarse con razón el azote de Dios. Saúl peca con obstinación, el Espíritu de Dios se retira de él y un espíritu malo, enviado por el Señor, le domina y agita.
Para probar a los justos y a los santos, Dios emplea la malicia del demonio y la perversidad de los malvados. Job pierde hijos y bienes, cae de la opulencia en la miseria y dice: « El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; se ha hecho lo que le era agradable; ¡bendito sea el nombre del Señor! ». No dijo -según acertadamente observa San Agustín-: «El Señor me lo dio y el diablo me lo quitó, sino el Señor me lo dio y el Señor me lo quitó; todo se ha hecho como agrada al Señor y no al demonio. Referid, pues, a Dios todos los golpes que os hieran, porque el diablo mismo nada os puede hacer sin la permisión de Dios» Los hermanos de José, al venderle, cometen la más negra iniquidad; mas él lo atribuye todo a la Providencia, y así lo manifiesta repetidas veces: «Por vuestra salud me ha enviado el Señor ante vosotros a Egipto... Vosotros formasteis malos designios contra mí, mas no me encuentro aquí por vuestra voluntad, sino por la de Dios, a la que no podemos resistir».
Cuando Semeí perseguía con sus maldiciones a David fugitivo y le tiraba piedras, el santo Rey sólo quiso ver en esto la acción de la Providencia, y calma la indignación de sus siervos diciéndoles: «Dejadle; Dios le ha mandado maldecirme», es decir, le ha elegido para castigarme.
En la Pasión del Salvador, los judíos que le acusan, Judas que le entrega, Pilatos que le condena, los verdugos que le atormentan, los demonios que excitan a todos estos desgraciados, son desde luego la causa inmediata de este terrible crimen. Mas, sin ellos sospecharlo, es Dios quien ha combinado todo, no siendo ellos sino los ejecutores de sus designios. Nuestro Señor lo declara formalmente: « Ese cáliz lo ha preparado mi Padre; Pilato no tendría poder alguno si no lo hubiera recibido de lo alto. Mas ha llegado la hora de la Pasión, la hora dada por el cielo al poder de las tinieblas».
San Pedro lo afirma con su Maestro: «Herodes y Pilato, los gentiles y el pueblo de Israel se ha coligado en esta ciudad contra Jesús, vuestro santísimo Hijo; mas todo para dar cumplimiento a los decretos de vuestra Sabiduría». Así, pues, la Pasión es obra de Dios y aun su obra maestra. «Imposible dudar; allí está la voluntad de Dios, esa voluntad tan luminosa que se oculta en esta noche profunda; esta voluntad invencible es el alma de esta total derrota; esta voluntad tan justa, tan buena, tan amante, no deja de ser reina y señora en este castigo sin medida y del todo inmerecido por aquel a quien se inflige; en una palabra, esta voluntad tres veces santa permanece en el fondo de este prodigio de iniquidad.
Vivimos en esta creencia..., y después nos parece un exceso reconocer la voluntad de Dios, no digo en los males de la Santa Iglesia o en las calamidades públicas, sino en las pérdidas particulares, en esas humillaciones, esas decepciones, esos contratiempos, esos pequeños males, esas nonadas que llamamos nuestras cruces y que son nuestras pruebas habituales.»
Y, ¿por qué la mano de Dios no andará en todo esto? En el pecado hay dos elementos: material y formal. Lo material no es sino el ejercicio natural de nuestras facultades y Dios concurre a él como a todos nuestros actos. Este concurso es de toda necesidad, pues si Dios nos lo negara, quedaríamos reducidos a la impotencia, y habiéndolo juzgado conveniente otorgarnos la libertad prácticamente nos la quitaría. Empero el mérito o la falta es lo formal del acto; y en el pecado, lo formal es el defecto voluntario de conformidad del acto con la voluntad de Dios. Este defecto no es un acto, es más bien su ausencia. Dios no concurre a él, al contrario, ha señalado preceptos, hecho promesas y amenazas. Ofrece su gracia, solicita al alma para conducirla a su deber; ha hecho, pues, todo para impedir el pecado, pero no quiere llegar al extremo de violentar la libertad. A pesar de todo lo hecho por Dios, el hombre, abusando de su libre albedrío, no ha adaptado su voluntad a la de Dios; Dios, por tanto, no ha prestado su concurso sino a lo material del acto. No hay cooperación al pecado, considerado como tal; lo ha permitido en cuanto que no lo ha impedido por medio de la violencia, sin que esta permisión sea una autorización, pues El detesta la falta y se reserva el castigarla en tiempo oportuno. Más entretanto, cabe en sus designios hacer servir el mal para el bien de sus elegidos, utilizando para esto la debilidad y la malicia de los hombres, sus faltas hasta las más repugnantes. No de otra suerte se muestra un padre que, queriendo corregir a su hijo, toma la primera vara que le viene a mano y después la arroja al fuego; otro tanto hace un médico que prescribe sanguijuelas a su enfermo, aquéllas tan sólo pretenden hartarse de sangre y, sin embargo, las sufre con confianza el paciente enfermo, porque el médico ha sabido limitar su número y localizar su acción.
Así, pues, la fe en la Providencia exige que en cualquier ocasión el alma se remonte hacia Dios. «Si el justo es perseguido es porque Dios lo quiere; si un cristiano por seguir su religión empobrece, es porque Dios lo quiere también; si el impío se enriquece en su irreligiosidad, es por permisión divina. ¿Qué me sucederá si soy fiel a mi deber? Lo que Dios quiera.» Nuestras pérdidas, nuestras aflicciones, nuestras humillaciones jamás debemos atribuirlas al demonio ni a los hombres, sino a Dios, como a su verdadero origen. Los hombres pueden ser su causa inmediata, y aunque tal suceda por una falta inexcusable, Dios aborrece la falta, pero quiere la prueba que de ella resulta para nosotros.
« Convengamos que si en medio de tantos accidentes de todo género de que está llena la vida humana, supiéramos reconocer esa voluntad de Dios, no obligaríamos a nuestros ángeles a ver en nosotros tantas admiraciones poco respetuosas, tantos escándalos sin fundamento, tantas iras injustas, tantos descorazonamientos injuriosos a Dios, y desgraciadamente, tantas desesperaciones que a veces nos exponen a perdernos.»



lunes, 30 de octubre de 2017

"La guerra en Corea comenzará después de los Juegos Olímpicos" ¿BROMA O REALIDAD’?



La paranoia de Washington no tiene nombre; juzgue usted.
Corea del Norte y EEUU no paran de intercambiar amenazas. Mijaíl Jodariónok, columnista de Gazeta.ru y experto militar, reflexiona cuándo y cómo podría comenzar la guerra entre los estadounidenses y el régimen juche.
El 19 de octubre, Pyongyang declaró que la guerra nuclear podría empezar en cualquier momento. Por su parte, Donald Trump, presidente de EEUU, aseguró que harán "lo que debe hacerse" en referencia a las acciones de combate en la península coreana.
En general, todas las declaraciones políticas por parte de Pyongyang y Washington ya se han hecho, opina Jodariónok. Además, algunas incluso contuvieron insultos mutuos imperdonables.
Para EEUU, es inaceptable perder su reputación político-militar, por lo tanto, las declaraciones de Washington deben tomarse muy en serio, subraya el autor del artículo.
"La Casa Blanca no podría dejar al ofensor de EEUU sin consecuencias fatales. Así que se puede decir que ya se ha decidido el castigo del régimen de Kim Jong-un", escribe el periodista.
El autor resume los objetivos militares y políticos de la Casa Blanca y el Pentágono en la próxima posible campaña: derrocar militarmente al régimen de Kim Jong-un lo más rápido posible; realizar el desarme nuclear de la RPDC; establecer una administración militar temporal en el territorio de Corea del Norte por medio de las Fuerzas Armadas de Corea del Sur; unir ambos estados y celebrar elecciones generales en un futuro próximo.
Al mismo tiempo, Washington debe evitar explosiones nucleares, bajas civiles, grandes daños y pérdidas significativas del personal de las Fuerzas Armadas de Corea del Norte.


Si al menos uno de estos cuatro puntos no se cumple, todos los esfuerzos de la Casa Blanca no tendrán sentido; el precio sería irrazonablemente alto, señala el experto militar.

Los primeros días de la operación militar.
El analista opina que el Pentágono está elaborando actualmente el plan de las próximas acciones militares.
Según Jodariónok, EEUU prevé provocar pérdidas considerables de armas y maquinaria bélica al régimen de Kim Jong-un durante el primer día de la campaña.

Pero la tarea más importante es destruir el potencial nuclear de la RPDC, lo que se haría durante la primera hora de la operación militar de EEUU, cree el experto.


A continuación, durante 7-10 días se espera derrotar con ataques masivos los restos de las fuerzas de resistencia y trasladar al territorio de la RPDC las formaciones militares de la República de Corea.
En los primeros minutos de la guerra, el Pentágono planea paralizar el control estatal y militar de la RPDC, así como incapacitar los puntos de gestión más importantes y las redes de comunicación, según el periodista.
El analista militar asegura que el Ejército norcoreano equipado con tanques obsoletos, aviones de combate y sistemas de artillería de la Segunda Guerra Mundial, no sería capaz de hacer frente a EEUU.

"Durante los primeros minutos de la guerra, el ataque principal contra las instalaciones de Kim Jong-un se realizaría con los misiles de crucero marinos y aéreos. Son el principal medio del llamado 'ataque global rápido'. Desde 1991, los misiles de crucero se utilizaron como las principales armas del primer día", afirma el columnista.

Actualmente, estos misiles ya son capaces de destruir estructuras fortificadas: puestos de comando y almacenes de armas subterráneos, así como lanzadores balísticos.
Atacar desde el mar y el aire
El experto no duda que durante la posible campaña estadounidense contra Corea del Norte, se lanzarían miles de misiles de crucero lanzados.
Asimismo, el analista asegura que la campaña involucraría decenas de destructores con misiles guiados, cruceros tipo Ticonderoga y submarinos nucleares como Ohio, Virginia y Los Ángeles.
Además, según el experto, al menos 4-5 grupos de aviones de ataque se dirigirían a las zonas de la operación. Se sabe que cada bombardero estratégico B-52N es capaz de llevar hasta 20 misiles de crucero, y el B-2A — hasta 16.

El periodista añade que también estarían listas para el desembarco las unidades de marines y las fuerzas de operaciones especiales de las Fuerzas Armadas de EEUU, además del contingente que ya está desplegado en Corea del Sur.
De acuerdo con Jodariónok, EEUU prevé fortalecer la defensa antiaérea y antimisiles de todas las principales ciudades de Corea del Sur, principalmente Seúl. La tarea es evitar la caída incluso de una bomba, una ojiva o un misil balístico de alcance medio norcoreanos.
El columnista opina que los misiles balísticos intercontinentales de Kim Jong-un serían neutralizados desde los buques estadounidenses, que tienen el potencial de defensa antimisiles estratégica, es decir, están equipados con el sistema Aegis y SM-3 antimisiles.
Los aliados de Estados Unidos se unirían a la posible operación. Al menos, Japón, Australia, Gran Bretaña, y por supuesto la República de Corea, agrega el periodista.
Cuándo empezaría la guerra
"Actualmente, se puede pronosticar que EEUU ya ha comenzado una operación especial para socavar la unidad moral y política de los dirigentes de las Fuerzas Armadas de la RPDC, especialmente aquellos que están involucrados en la gestión de las fuerzas nucleares estratégicas", opina Jodariónok.
Es posible que los generales norcoreanos ya hayan recibido un paquete de propuestas de EEUU, añade.
No obstante, del 9 al 25 de febrero de 2018, en Pyeongchang, se celebrarán los XXIII Juegos Olímpicos de Invierno. Es poco probable que EEUU empiece su operación contra Corea del Norte antes de su celebración, opina el autor.
"Nadie puede descartar que se produzca al menos una explosión nuclear activa (o pasiva) del numeroso arsenal del líder de Corea del Norte. Además, nadie puede dar una garantía absoluta de que contra Corea del Sur no caiga una lluvia proyectiles de artillería y misiles de lanzacohetes múltiples de la RPDC, lo que provocaría muchas víctimas entre la población civil y grandes destrucciones", explica.
En este caso, la pérdida de reputación de Estados Unidos sería enormes. La comunidad mundial, incluidos los aliados más cercanos de Washington, no podrían perdonar a la Casa Blanca por los Juegos Olímpicos suspendidos, las víctimas y la destrucción en la península de Corea, opina el columnista.
Sin embargo, EEUU tampoco puede posponer la operación a largo plazo. El número de municiones nucleares de Kim Jong-un va creciendo día a día.
"Además, es demasiado grande la tentación de la Casa Blanca y el Pentágono de demostrar al mundo que actualmente no existen medios de defensa efectivos contra EEUU. Ni siquiera las armas nucleares pueden garantizar la soberanía nacional. Para demostrarlo a la comunidad internacional, la Casa Blanca apenas estará preocupada por el precio", concluye Mijaíl Jodariónok.


 las declaraciones del autor no reflejan la posicion del blog

JUANA TABOR 666. HUGO WAST


MUERTE DE S. S. PIO XII

CAPÍTULO VIII
La Fuga de los Últimos Novicios
Cuando uno miraba al hermano Pánfilo se decía: “Ya lo he visto otra vez”, aunque no lo hubiera visto nunca.
Porque aquel cráneo pelado, aquellas mejillas descarnadas y cetrinas, aquellos ojos sonámbulos que fosforecían entre las cejas hirsutas como dos luciérnagas enredadas en un matorral, los labios apretados y exangües, el haz de tendones de su pescuezo, las manos extáticas, la barba cenicienta nunca bien rasurada, y la cogulla y las sandalias, eran cosas muy vistas en algún famoso cuadro de Zurbarán o de Ribera;
y uno, al hallarse con el lego de cuerpo presente, se creía delante de un viejo conocido.
Había ingresado de monago para ayudar a la misa de los frailes cuando tenía diez años, y hacía ya sesenta que vivía en el convento absorto en sus modestísimos quehaceres, que cada día le pesaban más por ser menos los que le ayudaban y más flacas sus fuerzas.
Cuando entró en el año 1920, huérfano de padre y madre y abandonado de sus parientes, propusiéronle estudiar la carrera eclesiástica; mas por modestia prefirió profesar de hermano lego.
Satisfechas sus ambiciones terrenas y puesta en el cielo su suprema esperanza, había sido enteramente feliz, de no tener ante los ojos la lenta agonía de la orden a la que amaba como a su propia madre.
Recordaba los tiempos en que él y otros cuatro o cinco motilones no daban abasto para ayudar a las misas de los quince o veinte sacerdotes de la comunidad, y tenían que llamar a los coristas, estudiantes de filosofía y aun de teología.
Llegó la hora satánica, y sobre la humanidad cayó una nube de cenizas estériles que sofocó la mayoría de las vocaciones religiosas. Treinta años, cuarenta años. Unos tras otros fueron cerrándose los conventos.
En 1978, cuando los espíritus fuertes celebraban el segundo centenario de la muerte de Voltaire —apoteosis que el desventurado presenció con macabra risa desde el fondo de la eternidad— tuvo lugar la fiesta en que los gregorianos consagraron siete sacerdotes.
Pues bien, de los siete no quedaba en 1990 más que uno, fray Simón de Samaria.
Los otros seis se habían hecho clérigos constitucionales —según se llamaba a los que salían de una orden para atender una parroquia por una pingüe mesada oficial— haciéndose la ilusión de servir a Dios al mismo tiempo que al Gobierno.
Atendían las parroquias que la persecución contra los sacerdotes seculares y las órdenes religiosas dejaba desiertas, oficiaban misas e impartían sacramentos, aunque la Santa Sede había censurado aquel culto, que se realizaba a espaldas de los obispos, y había excomulgado a los sacerdotes constitucionales.
Ahora el hermano Pánfilo, echando las cuentas, no hallaba en su convento más que dos frailes de misa y cuatro coristas próximos a ordenarse, amén de una media docena de sirvientes, de los cuales sólo dos eran legos profesos.
El hermano Pánfilo quería a sus cuatro coristas como a hijos, los mimaba en cuanto la severa regla se lo permitía y hacía la vista gorda a sus pequeñas infracciones.
¡Con qué impaciencia aguardaba el día de la ordenación, que los ataría para siempre a la Iglesia!
El hermano Pánfilo pasaba largas horas rezando ante el Santísimo para que no permitiera la extinción de su orden, pero el Señor, en sus inescrutables designios, no parecía dispuesto a escucharlo.
Una noche se levantó a las once y media como de costumbre, y fue al rincón de la campana con que despertaba a la comunidad.
No la halló. El resplandor del cielo alumbraba muy bien el sitio, permitiéndole ver en el techo el agujero por donde antes pasaba la cuerda. Al anochecer del día anterior él mismo había tañido esa campana, dando al convento la señal de reposo. Si la cuerda se hubiera cortado sola, la encontraría allí, sobre los ladrillos de la galería enroscada como una víbora.
Al no ver señales de ella, presumió que uno de los motilones, por jugarle una mala pasada, la hubiera cercenado y llevándosela. No valía la pena perder tiempo buscándola.
Comenzó, pues, a recorrer las celdas para llamar de viva voz a los coristas.
ELECCION DE JUAN XXIII
En la primera no tuvo que despertar a nadie: halló la puerta de par en par y ausente su dueño. La tabla del camastro estaba fría.
Mas dado que fray Palemón, el joven teólogo de la primera celda, era el mejor estudiante del convento y gustaba de levantarse antes de la hora para irse a la rica y silenciosa biblioteca a proseguir sus estudios, el hermano Pánfilo no se alarmó.
La segunda correspondía a fray Nilamón, el dormilón más intrépido que el sacristán hubiese conocido.
Casi siempre, después de haberlo llamado a la puerta, tenía que volver una o dos veces a sacudirlo por los hombros.
Esa vez, empero, no tuvo necesidad de despertarlo. También su celda estaba abierta y frío el camastro.
— ¡Santísima Virgen de Pompeya! —exclamó el lego, santiguándose—. ¿Qué significa esto?
En la tercera celda la misma historia, y en la cuarta no hay para qué decirlo.
Desesperado, recelando que los cuatro coristas hubiesen hecho lo que hicieron otros, que colgaron los hábitos y se largaron sin decir adiós, corrió a avisar del tristísimo asunto, no al superior, con quien no tenía tanta confianza, sino a fray
Plácido.
Descubrió entonces, arrimada a la pared que daba a la calle, una escalera de mano.
Se aproximó y divisó atada al último barrote la punta de la cuerda de su campana, colgando hacia una callejuela del profano mundo.
— ¡Por aquí se han largado! ¡Palemón, Filemón, Nilamón, Pantaleón! ¿Adónde vais, desventurados jóvenes?
Traspasado el corazón de pena, despertó a fray Plácido y le dio la amarga noticia.
El viejo examinó los rastros de los fugitivos y comprendió que no podía pensarse otra cosa. Encomendó al lego que lo dijera al superior y se encerró en su celda. Se desnudó, cogió las feroces disciplinas de tres cuerdecillas con bolitas de plomo en las puntas y las hizo zumbar sobre sus flacas espaldas de noventa años, para que Dios tuviera piedad de aquellos ilusos en quienes se cumplía la dolorida queja de Jehová:
“Dejáronme a mí, que soy fuente de agua viva, para cavar para sí cisternas rotas que no detienen las aguas.”
Acabó acezante la primera tanda de zurriagazos, descansó un par de minutos y reanudó la carnicería, esta vez a fin de que el Señor se apiadara de él mismo y de los que, investidos de autoridad, no habían sabido custodiar la viña que les confió la
Providencia: “Pusiéronme guarda de viñas; mi viña no guardé”, conforme al lamento de la Esposa en el Cantar de los cantares.
Terminó, besó las disciplinas ensangrentadas y las colgó detrás del postigo; se echó el hábito sobre las carnes molidas, y cuidando que ninguna gota de sangre manchara su blancura, ciñóse el cinturón de oro y fuese adonde lo aguardaba el desolado sacristán para ayudarle a celebrar misa. Se revistió con los sagrados ornamentos, y al aproximarse al altar vio el confesionario del superior bloqueado de penitentes, y entre ellos a Juana Tabor con su cinta roja en la frente.
¿Qué hacía de nuevo allí, pues no era católica? A lo menos fray Plácido no tenía noticias de su conversión, como antes la tuvo de sus primeros coloquios.
Dijo su misa, rogando por aquellos cuatro locos: Palemón, Filemón, Nilamón y Pantaleón, que más fatuos que el hijo del asno montés, habían abandonado el santo pesebre para correr al desierto.
Después de la acción de gracias pidió al sacristán que le avisara cuando Fray Simón se dispusiera a recibirle, se fue a su celda donde tenía un receptor de radio, y sintonizó la onda latina del Vaticano.
Ése era su único medio de información acerca de lo que sucedía en el mundo, ya que las otras emisoras solo transmitían en esperanto.
Escuchó un rato. Su imaginación se iba detrás de los fugitivos, siguiéndoles en el camino de la apostasía.
De repente se puso a atender las noticias. La humanidad parecía tocar los umbrales del Apocalipsis. El mundo era una inmensa marmita donde las brujas de Macbeth estaban cocinando la más espantosa mezcolanza de horrores.
En los últimos cuatro o cinco años las naciones habían hecho febriles preparativos para la próxima guerra, que a la menor chispa podía estallar y que sería no sólo universal —porque ni la fría Groenlandia ni la ardiente Liberia se salvarían de ella—sino la última guerra, que aniquilaría toda cultura, toda belleza y todo sentimiento.
Por eso las gentes vivían espiando los signos anunciadores de la definitiva catástrofe.
Esa noche dos noticias fijaron la atención de fray Plácido. Primeramente la Vaticana que dijo que el papa estaba enfermo. Era el Pastor Angélico.
Cualquier flaqueza en la salud de aquel anciano más que centenario tenía que alarmar a los fieles.
La vacancia de la silla pontificia presentábase llena de peligros, por la tendencia de los emperadores y reyes a inmiscuirse en la elección del sucesor.
La otra noticia que le alarmó fue la de que en el Cáucaso había aparecido un joven príncipe que se hacía pasar por descendiente de David y se decía destinado a restaurar el templo y el trono de Israel.
Ya no era uno de tantos impostores como en los veinte siglos del cristianismo han explotado la credulidad del pueblo, desde Bar-Kosibá hasta Sabbatai-Ceví.
El nuevo Mesías presentábase con caracteres tan extraordinarios de inteligencia y de hermosura que en pocos años había soliviantado regiones enteras del Asia.
Realizaba curaciones portentosas, resucitaba muertos, hablaba a aquellas poblaciones primitivas en su idioma local y les prometía el paraíso en la tierra si lo adoraban.
Millares y millares de hombres y mujeres aguardaban días y meses de rodillas al borde de los caminos, esperándole.
Fray Plácido, vencido por la fatiga y el sueño, se durmió en su sillón de vaqueta.
A eso de las cuatro de la mañana, según la hora antigua, el hermano Pánfilo le avisó que el superior se encontraba ya en su celda.
Era el mes de tischri. En las alquerías de la campaña cantaban los gallos al alba fresca que venía salpicando de diamantes las arboledas y los sembrados.
Fray Plácido golpeó con los nudillos la secular puerta de algarrobo, que armonizaba con las gruesas paredes de adobe y la pesada estructura del convento.
Nadie le contestó. Golpeó más fuerte y aguardó unos instantes. Bien distraído debía de hallarse el de adentro para no sentir aquel llamado.
Por la memoria del viejo pasó el amoroso reproche del Señor: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo.”
Pero ¿cómo podía escuchar ningún llamado aquel para quien todos los rumores del mundo, aun la voz de la conciencia, se apagaban bajo la pequeñísima voz de su radio que le hablaba a él solo? Fray Simón de Samaria había introducido en la ranura del aparato un film rojo, y escuchaba el alado mensaje.
Dos días antes había estado en la quinta de Martínez y comentado con Juana Tabor el capítulo XXI del Evangelio de San Juan, donde el Señor pregunta a su discípulo: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, y él responde: “Señor, vos sabéis que yo os amo.”
Al atardecer de ese mismo día un mensajero trajo al superior no un film sino una carta que olía a rosas de Estambul, con esta sola pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”
Era la letra de Juana Tabor, firme y exótica tal como ella. En ese tiempo, personas de su posición ni leían ni escribían, pero ella era instruida y amaba el estudio y los libros.
Fray Simón sintió como un vahído. Aquella impetuosa pregunta exigía respuesta inmediata.
El mensajero aguardaba a la puerta, en su avión marcado con el emblema de Juana Tabor sobre la cifra de moda: 666.
Fray Simón se fue a su celda y en el mismo papel, abajo de la pregunta, escribió nervioso esta palabra:
“El hijo de Juan respondió: ‘Señor, tú sabes que sí te amo.’ En cambio yo no respondo nada. Pero sí yo le respondo: Si usted intentara hacerse católica, no por el solo amor de Dios, sino por otro amor, yo la despreciaría.”
UN ASPECTO DEL CONCILIO VATICANO II
Al ir a cerrar el sobre se detuvo, y lentamente agregó estas líneas para endulzar la dureza de la contestación: “Si usted no ha comprendido mis palabras, jamás comprenderá mi angustia.”
Ensobró de nuevo el papel y fue en persona a entregarlo al mensajero.
Ignorando qué impresión habría producido su respuesta, pasó el día siguiente en una cruel incertidumbre.
Dos o tres veces se encontró con los cuatro coristas que andaban desazonados y ansiosos de hablarle, pero no los atendió. Su pobre corazón lo torturaba. Ya se encogía al temor de algo que podría sobrevenir; ya se dilataba con una esperanza loca sin nombre, sin definición, sin substancia.
Quiso rezar y pasó una hora ante el Santísimo. Pero su imaginación voló hasta la arboleda de la antigua quinta de los jesuitas.
Se encerró después en su celda y escribió en su diario:
“Me siento más unido a esta alma en las cosas religiosas que al alma de muchos católicos cuya intransigencia me repugna ¡Cómo asimila ella las lecciones del Evangelio! Y sin embargo, ni siquiera es bautizada.
“Ayer le he hecho llegar una palabra de la que casi me arrepiento. Pero no podía ser de otro modo.
“¡Oh, mujer misteriosa y milagrosa, de quien está escrito que mi mano te bautizará! Vuelvo a pensar que nuestra amistad es un milagro que muestra la desaparición de los afectos impuros.
“Tengo la conciencia de que llevo conmigo un principio suficiente para vivificar razas enteras, para transformar la Iglesia y la humanidad. ¡Todas las energías de una Iglesia nueva! La renovación del viejo catolicismo existe ya en este germen.”
Esa misma noche, mientras él escribía eso, colgaron sus hábitos los cuatro últimos coristas gregorianos; y cuando al alba, después de una noche de abrumadoras visiones, en vez de leer su breviario se puso a hojear un libro que ella le diera, halló adentro un film.
Puso la pequeña lámina de baquelita en la ranura de su radio y escuchó la voz que acallaba todas las voces de la tierra y del cielo. Decíale así:
“El otro día, cuando usted almorzó conmigo, hablamos de una profecía de un monje del siglo XII, Joaquín Flora, que anunciaba tres Iglesias. La primera, la de San Pedro o de la Autoridad (Edad Media). La segunda, la de San Pablo o de la Libertad (Reforma). La tercera, la de San Juan o de la Caridad (los últimos tiempos).
Yo pienso que el apóstol de la Iglesia de San Juan será usted. Acuérdese de esta profecía que le hago: Usted será el próximo pontífice de la Iglesia Romana. Y usted realizará, por fin, la unión de las almas en la tierra. Eso es la Iglesia de Jesucristo.
“La Iglesia está en usted y en mí.”
Fray Simón detuvo un momento la máquina, ahogado por la emoción.
Luego la puso otra vez en movimiento y escuchó estas palabras exquisitas:
“El otro día, bajo los árboles de mi parque, hablábamos del nombre nuevo que será dado al vencedor según este pasaje del Apocalipsis: ‘Al que venciere le daré una piedrita blanca y en ella esculpido un nombre nuevo, que nadie lo sabe sino el que lo recibe.’ Y yo le dije a usted, padre mío y mi amigo: ‘He tenido la idea de que yo todavía no he recibido mi verdadero nombre.’ Y usted me contestó: ‘Algún día yo la bautizaré y la llamaré Estrella de la Mañana.’ Y por ese espíritu de contradicción que a veces me mueve, le repliqué: ‘Si me bautizara, perdería el derecho de usar mi cifra de platino (666) Nunca me bautizará.’ A lo que usted, que ha aprendido de ese viejo fray Plácido todos los profetas, me contestó con un versículo de uno de ellos, Oseas:
‘Yo la conduciré al desierto y le hablaré al corazón.’ “¡Bueno, sí! Condúzcame al desierto y hábleme al corazón; bautíceme y llámeme Estrella de la Mañana.
“Yo no sabía lo que era un amor virginal y cristiano antes de haber conocido su alma. Y ahora yo le pregunto si de veras piensa usted que algún día nuestras oraciones se elevarán perfectamente unidas en el templo de la naturaleza —donde yo rezo— o en el templo más santo de la Iglesia —donde reza usted—.”

Con esto cesó la voz. Fray Simón quedó como en éxtasis, y ése fue el momento del primer llamado de fray Plácido, que iba a conversarle sobre la fuga de los coristas, Sólo al tercer golpe lo oyó y lo hizo pasar.

domingo, 29 de octubre de 2017

EN LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY. (Domingo vigecimo primero d. de P)


ERGO REX ES TU? TU DICIS QUIA REX SUM EGO, EGO IN HOC NATUS SUM, ET AD HOC VENI IN MUNDUM…(San Juan cap. 18, 37)
Al hablar de la realeza de Jesucristo nos referimos a su título personal de REY. Pero un título, si es verdadero, debe responder a una realidad en la persona. Nuestro trabajo va a concentrarse en el estudio de esa realidad: conviene, pues, de todo punto, investigar antes la altísima significación de esa realidad que hay en Cristo.
Las ideas que de Dios tenemos son necesariamente análogas e imperfectas, si bien verdaderas, como quiera que de Dios no poseamos un conocimiento intuitivo (propio de los Ángeles). Para este conocimiento analógico de Dios, tenemos que echar mano de los datos que recogemos de las creaturas.
Por lo que mira al conocimiento del Dios-Hombre, Jesucristo, si bien podemos adquirir de El algunas ideas propias y adecuadas, en cuanto a su humanidad, por hallarse revestido de nuestra propia carne; todavía, aun para la adquisición de una idea o concepto claro acerca de Jesucristo en cuanto hombre, es necesario antes consultar los conocimientos que, respecto a esa idea, tenemos en los objetos y personas humanas; y la razón es, porque; la cualidad humana, al presentarse viviente en Jesucristo, persona divina, es elevada también a un plano divino. Procedamos gradualmente.
l.-El Concepto humano de Rey.
Nuestra palabra castellana rey se deriva de la latina "rex", sustantivo que, a su vez, se origina del verbo "rego" que significa regir, dirigir, gobernar. Atendida, pues, la sola etimología, rey es el hombre que rige, dirige, gobierna.
Santo Tomás nos da esta definicion real y completa:
"Rex est qui unius multitudinem civitatis vel provinciae et propter bonum commune regit". (El rey es el que gobierna a una multitud, ciudad o provincia por el bien común o hacia el bien común)
Definición que el Angélico Doctor deduce de la naturaleza social del hombre y de la naturaleza de la sociedad. Por donde se ve que el cargo de rey exige excelencia de virtud y prioridad, o cierta primacía sobre los miembros de la sociedad. Porque si es propio de la virtud hacer que por ella sea buena la obra del hombre, debe ser mayor la virtud por la cual se espera un bien mayor. "Mayor y más divino -dice otra vez Santo Tomás-, es el bien de la multitud que el de uno solo". Además regir es ordenar y mover a otros hacia su fin. Y si todo motor tiene prioridad o primacía sobre lo que mueve, el oficio de rey debe tenerla sobre los miembros de una sociedad, a quienes mueve hacia su fin.
Pero junto con la excelencia y la prioridad es esencial al rey el poder -"regia potestas" (potestad reia)-, que es una forma de autoridad civil, ya que la autoridad civil es, por definición: "Jus societatem civilem ad finem suum dirigendi". (Es el derecho de la sociedad civil que es dirigida a su fin)
O también: "El derecho de poder obligar a los miembros de la sociedad civil a cooperar al bien común”.
Siendo la autoridad el derecho de obligar a los asociados a conseguir el fin común, se sigue que debe residir en un sujeto, pues todo derecho exige un sujeto para que pueda actuarse y ejercerse. El sujeto puede ser una persona física o moral. En el primer caso tenemos la monarquía, en el segundo la poliarquía, la que a su vez se subdivide en aristocracia y democracia.
JESUS ANTE PILATO
Según Aristóteles tres son las formas de suma autoridad: Monarquía (él la llama Reino), o el gobierno de uno; Aristocracia, o el gobierno en que participen los mejores; República o el gobierno en el que participan todos los ciudadanos. De estas tres formas de autoridad consta, por la historia sagrada y profana, que la monarquía es la más antigua.
De la definición de Santo Tomás se infiere también que la potestad regia está destinada a ejercerse, como tal, en una sociedad perfecta, y no en sociedades imperfectas, como la familia, el patriarcado o la tribu 1.
El hecho de la existencia entre los hombres de la potestad regia y de su anterioridad con respecto a otras formas de gobierno, puede confirmarse por la historia, como dijimos antes; el modo, en cambio, cómo los primeros reyes que existieron llegaron a serlo, se disputa en Ética.
Además de las cuestiones de hecho y de derecho en general, podemos inquirir en un rey humano, tomado ya en concreto, la naturaleza de su potestad y el origen proximo de esa potestad.
En la naturaleza de la potestad regia humana, tomada en su concepto propio y adecuado  se incluye necesariamente la triple potestad legislativa, ejecutiva y judicial, porque sin ella el fin de la sociedad no se conseguiría. En efecto: hay que imponer a la comunidad una norma obligatoria para que los asociados consigan, con sus obras, el fin social, incumbencia que pertenece a la potestad legislativa. Es menester, en segundo lugar, poner en ejecución todo aquello que manden las leyes, acudiendo, si fuere preciso, a la fuerza coactiva. Esto se obtiene por la potestad ejecutiva. Finalmente es indispensable dirimir en cada caso las controversias sobre el derecho, o aclarar autoritativamente si fue o no lesionado por alguno, lo cual se consigue por la potestad judicial.
El mayor de todos estos poderes es el legislativo, por dimanar y depender los otros dos de él.
La potestad regia puede ser de dos órdenes distintos, en cuanto que tiende a procurar la prosperidad material y temporal de la sociedad, o su bien espiritual y eterno, como fin propio a que los hombres deben ser encaminados. La primera es potestad temporal, que ha de ejercerse en todo reino o sociedad civil; la segunda es potestad espiritual que ejerce su dominio en todo lo referente al bien y salvación de las almas.
Por lo que mira a otras subdivisiones de la potestad regia: directa e indirecta, in actu primo et in actu secundo, preferimos dejarlas para el segundo volumen de nuestra obra, donde tienen su propio lugar, ya que aparecieron con las controversias de los Teólogos.
En cuanto al origen próximo de la potestad regia lo, podemos afirmar con certeza: ningún hombre de suyo nace rey. Decimos de suyo, porque puede darse otra razón extrínseca a su naturaleza de hombre, por ejemplo, la herencia. La conclusión en este punto es incontrovertible: la realeza o potestad regia entre los hombres nunca nace con la naturaleza humana, sino que a lo más nace "per accidens" en este hombre determinado, es decir, que siempre se encuentra en el hombre por un título meramente extrínseco, ya sea hereditario, electivo o adquisitivo.
MOUMENTO A CRISTO REY MEXICO
En su pleno significado y en el ejercicio total de sus funciones; no aminorada, impedida o frustrada con parlamentos, primeros ministros o alidos. El original último y radical sabemos que se encuentra en Dios.
Estas nociones acerca de la idea de rey entre los hombres nos han sido proporcionadas por la Filosofía y la historia profana. Una consulta a las Sagradas Letras, no sólo confirmará lo expuesto, sino que hará mayor luz sobre cuanto llevamos dicho.
La antigüedad de la institución real es manifiesta en la Biblia.
Poco después de que el Señor separó para sí a Abraham para hacerlo el tronco de su pueblo escogido y progenitor del Mesías, Abraham descendió a Egipto donde habitaba un pueblo organizado y civilizado que tenía por rey a Faraón. El Génesis nos informa de muchos reyes, cuyos dominios apenas si abarcaban una ciudad; en cambio el poder de otros se extendía a vastos territorios y aun a otros reinos conquistados.
Encontramos también en las Sagradas Páginas el proceso natural en la formación y constitución de la sociedad perfecta y del poder civil. Desde Abraham hasta Salomón se distinguen con toda claridad estas cuatro etapas: familia, patriarcado, tribu y reino.
Ya si en particular nos fijamos en la institución del poder real entre los judíos, advertimos, por una parte, causas y circunstancias humanas y naturales, por otra, la voluntad y providencia de Dios que siempre prepara los medios mejores para sus fines. Las causas naturales se encuentran fácilmente: los antiguos Patriarcas trataron muchas veces con reyes; los israelitas vivieron largos años bajo el yugo del Faraón; y, libres ya de la esclavitud de Egipto y en camino para la tierra prometida, tuvieron que luchar contra muchos reyes. Establecidos en Palestina cayeron muy pronto en la cuenta de que todos los pueblos circunvecinos eran gobernados por reyes. Y por imitar a esos pueblos paganos anhelaron un rey, y los ancianos de Israel, como niños antojadizos, acudieron con esta petición a Samuel:
"Ecce senuisti, et filii tui non ambulant in viís tuis: constitue nobis regem, ut judicet nos, sicut et unioersa« habent nationes".
Mira que ya estás viejo y tus hijos no van por tus caminos: establece entre nosotros un rey para que nos juzgue, como tienen todas las naciones 15.
Este dato sólo revela la antigüedad del gobierno monárquico y su universalidad.
Tal gobierno monárquico entre los hebreos, que en su concepto humano iba a preparar providencialmente el concepto humano-divino de Cristo Rey, ya había sido previsto por el gran legislador Moisés en el Deuteronomio. Y reyes judíos gobernaron por siglos al pueblo elegido. Por tal manera la bondad y misericordia de Dios allanaban el camino para que, primero los judíos, y, pasados los siglos, también los cristianos, fueran capaces de entender y comprender más fácilmente, en su carácter de Rey, a su Divino Hijo Jesucristo. Por eso, cuando los Profetas predican al Mesías, al REY, en sus cantos sagrados nos presentan a un Rey Divino con rasgos humanos: con la majestad, con el esplendor, con todos los arreos orientales de los grandes monarcas judíos. Y, en parte, ésta fue la raíz del equívoco para los descendientes de Abraham duros de cerviz, que sólo pararon mientes en lo humano del Mesías y se olvidaron de lo divino. La desilusión fue asaz sangrienta, cuando en vez de un nuevo David victorioso, descubrieron al hijo de un carpintero...
Antes de proseguir recojamos brevemente lo que hemos descubierto en el concepto humano de potestad regia:
1°-Significa siempre excelencia y primacía sobre los miembros de la sociedad.
2°-Es una forma de autoridad, o sea un poder moral de jurisdicción ordenado a dirigir a los asociados al fin común.
3°-Esencialmente está constituida por tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
4°-En cuanto a su origen, nunca es connatural al hombre, sino que proviene por un título o fundamento extrínseco.
5°-Su extensión en el tiempo y en el espacio siempre es limitada.
6°-Se ejerce, como tal, en una sociedad perfectamente organizada.
•          Siloester Maurus in Aristotelis Opera Omnia, Paris 1866,11, p. 57!.
•          "Initium reges (nam in terris nomen imperii id primum fuit) divorsi pan ingenium, alii corpus exercebat". (G. C. SALLUSTIUS, Betlum Catilinarium, México, 1945, c. 2). Entre los testimonios profanos citamos éste de un historiador romano. En cuanto a la Historia Sagrada nos referiremos más adelante.
• Queda descartado cualquier nombre metaf6rico de rey que suelen atribuir los hombres a una persona que sobrepuja a los demás por sus riquezas (Rey del Petróleo, del Acero), o por su arte (Rey de los Poetas,
Rey de la Sinfonía), o por alguna otra cualidad.
• VICTOR CATHREIN, S. J" defiende como probable la sentencia que sostiene un derecho histórico-natural: "Determinatio originaria subjecti potestatis civilis fieri potest variis de ea usis, quae alicui personae in con-
cretis circumstantiis tantam moralem praeponderantiam et autoritatem conferant, ut ipsa sola ad regendam societatem idonea sit; inter has autem causas praecipua est dignitas patriarchalis, conjuncta cum dominio fundorum (Op. cit., p. 401). o Empleo estos términos porque quiero significar la potestad regia
79-Hist6ricamente, es la forma más antigua de gobierno.
89_•Es un principio de estabilidad social y precede a otras formas de gobierno perfecto, por ejemplo al de los Jueces en el A. T.
g9-La Sagrada Escritura, sobre todo en el Antiguo Testamento, nos ilustra acerca de su establecimiento, de su ejercicio,. de su magnificencia, de sus virtudes y defectos.
Con estos conocimientos de la realeza humana tenemos abierto el camino para entender, apreciar y amar con más prontitud y facilidad la Divina Realeza de Jesucristo los conceptos de rey y de reino en general.
Antes de investigar la significacion del concepto de Cristo Rey, hacemos notar la correlacion de los términos rey y reino; de manera que, en teoría, no puede darse uno de ellos, sin que necesariamente incluya y suponga el otro. Así, si alguien es en verdad rey, supone, por lo mismo, un reino, o sea el sujeto sobre el cual cae su dominio regio, a saber los súbditos y cierto territorio. Inversamente un reino jurídicamente no puede existir sin la presencia exigitiva física, o, al menos moral, del rey.
Atendido el fin de nuestro trabajo, no juzgamos necesario ocupamos directa y formalmente del Reino de Cristo, ya se le considere como reino interior de la gracia, o exterior y organizado en la Iglesia, o de consumación y de gloria eterna, como el reino de los cielos. Pero precisamente por la correlación de los términos antes explicada, tendremos que hacer alusiones necesarias al Reino de Cristo en la tierra, como objeto sobre el cual recae o se ejerce su potestad regia.
Va, pues, a circunscribirse nuestra labor primordialmente al estudio de la POTESTAD REGIA del Hombre-Dios, a su Realeza, a su Carácter y Oficio de Rey. Nuestra posición se justifica plenamente, ya que el reino, al constituir el sujeto u objeto sobre el que cae o se ejercita la potestad, necesariamente se distingue de ella. La posición teológica que asumimos se equipara, en cuanto al fin, a la que asumiría el historiador que estudiara por separado la persona de un monarca, por ejemplo, Felipe II, considerando en él su poder y dignidad, y después tratara del reino, es decir, de los súbditos y extensión de sus territorios, de los españoles de la Península y de los habitantes en los reinos de Hispano-América.
III.-El Concepto de Cristo Rey.
Los conocimientos que al estudiar las creaturas acumulamos, los podemos referir y aplicar a Dios conforme a esta ley: si incluyen una perfección, ésta se encuentra en Dios en grado infinito; si incluyen imperfección, de cualquier orden, tal conocimiento de ningún modo puede convenir a Dios, si no es en sentido puramente negativo. Así la bondad que palpamos y nos cautiva en las creaturas, podemos y debemos referirla y aplicarla a Dios en grado infinito; por el contrario la ignorancia, el pecado, no sólo no pueden encontrarse en Dios, sino que repugna en El la existencia de cualquiera imperfección y del mal moral.
Ahora bien; el Cap. primero nos ha proporcionado conocimientos claros, siquiera sea abstractos, acerca de la realeza entre los hombres. De esos mismos conocimientos vamos a hacer escala para subir al claro y distinto conocimiento de la potestad regia de Cristo.
Supuesta, en estos momentos, la existencia de la Realeza de Jesucristo, nos preocupa sólo esclarecer el modo como esa realeza se verifica en el Dios hecho hombre. Es decir cómo se realiza el concepto humano de rey en el Dios Hombre. Con esto hemos llegado a la cuestión culminante de esta primera parte de nuestro estudio: el concepto metafísico de la Realeza de Cristo, o en otras palabras: los constitutivos esenciales de ese concepto.
Antes de analizar así los constitutivos esenciales como los accidentales de la Realeza de Cristo, conviene recordar lo que queda dicho respecto de la potestad humana: que exige un sujeto, una persona en concreto, física o moral, que actúe sobre los asociados para hacerles conseguir el fin común. Al aplicar esta noción a la potestad regia de Cristo, si inquirimos teológicamente sobre el sujeto adecuado y completo de la potestad regia, como en Jesucristo hay dos naturalezas, la humana y la divina, no se puede decir ni que la naturaleza humana sola, ni que la naturaleza divina sola son el sujeto adecuado y completo de la Realeza en Jesucristo, sino el compuesto teándrico, es decir: Cristo, Dios-hombre.
Haciendo pie en todo lo que dejamos explicado en páginas anteriores decimos que el concepto de Cristo Rey excluye todo lo que de imperfecto y limitado encontramos en el concepto de realeza humana, e incluye cualquier género de perfección en un grado infinito. Desentrañemos un poco esta afirmación.
Perfecciones son en el rey humano: la excelencia y la primacía entre los miembros de la sociedad: perfección es su autoridad o poder moral de jurisdicción y perfección es su triple poder de dar leyes, de hacerlas ejecutar y de castigar y premiar; perfección es que ejerza su potestad sobre una sociedad perfecta: todas estas perfecciones se encuentran en Cristo Rey en grado infinito.
Imperfección, o por lo menos limitación, es en el rey humano el recibir su realeza por un título extrínseco a su naturaleza. Semejante imperfección no existe en Jesucristo Rey, al contrario: de Su misma naturaleza, de la unión sublimemente misteriosa de su humanidad con la divinidad nace el UNGIDO por excelencia, Hombre-Dios Rey por esencia.
Imperfección es también en los reyes humanos el que vean su poder real muy limitado en el tiempo y en el espacio, y sujeto a muchas peripecias de la fortuna.
Cfr. p. r a,
lJ Cuando de conceptos se trata, y sobre todo teológicos, es necesario evitar toda ambigüedad en las expresiones. Se insiste, y con razón, que en la Realeza de Cristo se trata de su Realeza como hombre --como Verbo sería una cuestión superflua, ya que como Dios es Creador, Dueño, Señor y Rey de todas las cosas por esencia-, pero como hombre unido hipostáticamente a la divinidad. Solamente une así los actos de Cristo Rey, las cualidades de Cristo Rey son divinos e infinitos. Siempre que hablemos, pues, de la Realeza de Cristo a lo largo de toda nuestra obra, nos referiremos a una Realeza que tiene por sujeto a Cristo con sus dos naturalezas, divina y humana, unidas en una persona Divina. "Christi vox, et apellatio, neque solí Deo Verbo; neque soli homini, tanquam a Verbo persona disjuncto, ut ex Nestorii haeresi consequens erat, attribuitur; sed Verbo incarnato, sive Verbo secundum assumptam hominis naturam; ut Cyrillus aliique Patres asseverant" (D. PETAVIUS, S. J" Dogmaia Theologica, Parisiis, 1867, t. VI, p. 456) .-Es cierto que a veces, sobre todo los Padres, usan el nombre de Cristo indistintamente para significar: a) su divinidad, b) su humanidad, c) el compuesto teándrico; y la razón nos la da S. ATANASIO: "Quippe Christus Dominus duo perfecta nominatur, Deus et horno, propter amborum perfectionem. Sic igitur Christi salutaris appellatio, nunc solam divinitatem significat, tanquam nulla re indigentem, et perfectam; nunc humanitatem solam, tanquam nulIa re in sua constitutione defectam; nunc utrumque ut et duarum naturarum discrímen, et unitatis inusitatae insecabilis persona monstretur" (Citado por D. PETAVIUS,
op. cit., p. 457).
Si nos fijamos en el poder de jurisdiccion, o sea el que confiere la superioridad, la potestad pública de dirigir los miembros de la sociedad perfecta a su fin, y cuán gran diferencia encontramos entre la jurisdicción de los hombres y la de Cristo. La jurisdicción de un rey humano es limitada: a)-en cuanto al número de súbditos; b) -en cuanto a la extensión del territorio. Las expresiones que encontraremos en el profeta Daniel; en las que Nabucodonosor para ponderar su poder; se atribuye hiperbólicamente la sumisión de "todos los pueblos, lenguas y naciones", son propias del lenguaje oriental, y, en realidad, falsas. (Cfr. Dan. 3, 4, 98); c)-en cuanto a las acciones externas e internas de los súbditos; d)-en cuanto a las cosas de los súbditos, pues El, como Dios las ha creado y tan sólo se las ha dado en usufructo; el-finalmente- su jurisdicción traspasa los límites del tiempo y persistirá durante toda la eternidad.
No debemos omitir que la raíz principal de las diferencias entre la jurisdicción humana de los reyes y la jurisdicción humano-divina de Cristo Rey, es la finalidad primordial de ambas jurisdicciones: la jurisdicción de los reyes se dirige a conseguir el bien común material de los súbditos: la Jurisdicción de Jesucristo Rey persigue primordialmente -no. únicamente-, el bien espiritual sin omitir el otro.
Los hombres perversos, instrumentos del Demonio, y el Demonio mismo con sus legiones del mal, pueden jactarse momentáneamente -mil años se reducen a un día en la presencia del Señor-, de haber vencido a las huestes de Cristo Rey. .. ¡Insensatos! Hasta ahora la sangre de mártires ha sido siempre semilla de cristianos, y el tirano y perseguidor, a la hora tremenda de la muerte, muy a su pesar, habrá de gritar su derrota: "¡Venciste, Galileo! ... "
ESCULTURA DE CRISTO REY QUE CORONA O REMATA EL TEMPLO A CRISTO REY EN MEXICO