En
tercer lugar, la Sagrada Teología nos enseña que aunque la gracia, la fe, la
esperanza y la caridad difunden sus celestiales influjos y sus divinos
movimientos sobre las otras facultades de la parte inferior del alma, tienen
sin embargo su sede especial y su verdadera y natural morada en la parte
superior. De donde se sigue que esta misma parte es el verdadero corazón del
alma cristiana, porque la divina caridad no puede tener otra mansión que el
corazón del alma que la posee, según estas palabras de San Pablo: "la caridad de Dios se ha difundido en
nuestros corazones" (3).
En
cuarto lugar, ¿no oís a este mismo Apóstol que clama a todos los cristianos: "Puesto que sois hijos de Dios, él ha
enviado el Espíritu de su Hijo a vuestros corazones” (4); y que les asegura
que él dobla la rodilla delante del Padre de Nuestro Señor Jesucristo para
obtener de él que su Hijo habite en sus corazones? (5). Ahora bien... ¿qué es
este corazón, os pregunto, sino la parte superior de vuestra alma puesto que el
Dios de gracia y de amor no puede ocupar otro lugar en un alma cristiana que
aquél en que la gracia y la caridad tienen su residencia? Todas estas cosas
hacen ver claramente que el verdadero y propio corazón del alma racional, es la
parte intelectual que se llama espíritu, la porción mental, la parte superior.
Siendo
esto así, es claro que el Corazón espiritual de la bienaventurada
Virgen, es esa parte intelectual de su alma que comprende su memoria, su
entendimiento, su voluntad y la más alta cumbre de su espíritu. Este
corazón es el que se expresa en estas primeras palabras de su admirable cántico:
"mi alma glorifica al Señor, y m¡
espíritu se alegra en Dios mi Salvador" (6). Porque es al espíritu,
que es la primera y la más noble parte del alma, a quien pertenece primera y
principalmente glorificar a Dios y alegrarse en él.
De
este Corazón maravilloso es de quien, por hablar el lenguaje de San Pablo,
tengo que decir grandes cosas (7); pero todo lo que de él pudiera decirse por
todas las lenguas humanas y angélicas estaría siempre muy por debajo de sus
perfecciones.
2. LAS MARAVILLAS DEL CORAZÓN ESPIRITUAL
DE LA GLORIOSA VIRGEN
Si el
Corazón virginal que está en el pecho sagrado de la Virgen de las vírgenes y
que es la parte más excelente de su santo cuerpo, es tan admirable, como hemos
visto poco ha, ¿cuáles son las maravillas de su Corazón espiritual del que
tratamos aquí, que es la parte más noble de su alma? ¿No es verdad que cuanto
la condición del alma se eleva por encima de la del cuerpo, otro tanto el
corazón espiritual sobresale por encima del corporal? Hemos visto arriba las
perfecciones y las prerrogativas del corazón corporal; ¿pero quién podría
comprender y expresar los dones incomparables y los tesoros inestimables de los
que el corazón espiritual está lleno? Son inconcebibles e indecibles.
Solamente
quiero poneros delante de los ojos un pequeño compendio, para excitaros a
bendecir a aquél que es la fuente de tantas maravillas, a alabar a la que se ha
hecho digna de tantas gracias, y a honrar su sacratísimo Corazón, que les ha
conservado tan fielmente y que ha hecho de ellas un perfectísimo uso.
La
divina bondad ha preservado milagrosamente a este Corazón de la Madre del
Salvador, primeramente, de la mancha del pecado, el cual
nunca tuvo parte en ella. Porque Dios la ha llenado de gracia desde
el momento de su creación, y la ha revestido de una pureza tan grande, que no
se puede imaginar otra mayor, más grande, después de la de Dios. Su divina
Majestad la ha poseído tan perfectamente desde este instante que no ha habido
nunca un momento sin ser toda de él, y sin amarle más puramente que todos los
corazones del cielo y de la tierra. Este es el sentir de muchos grandes teólogos.
En
segundo lugar, el Padre de las luces ha llenado este bello sol de
todas las luces más brillantes de la naturaleza y de la gracia.
Porque si se trata de luces naturales, el Padre de los espíritus ha dado a la
que ha elegido para ser la Esposa de su Espíritu divino, un espíritu natural
más claro, más vivo, más fuerte, más sólido, más profundo, más elevado, más
extensivo y más perfecto en todas las formas que cualquier otro espíritu. Un
espíritu digno de la Madre de Dios; digno de la que debía gobernar la Sabiduría
eterna; digno de la que debía ser la gobernadora de la Iglesia y la Reina
regente del universo; digno de la que había de conversar familiarmente en la
tierra con los ángeles del cielo, y lo que es más, con el Rey de los ángeles,
por el espacio de treinta y cuatro años; digno, en fin, de la más sublime
contemplación, y de las más altas funciones a las que debía de ser dedicada.
Si es
necesario hablar de las luces sobrenaturales, este corazón luminoso de la
sapientísima Virgen ha estado tan lleno, que el docto Alberto el Grande,
nutrido en la escuela de la Madre de Dios, dice elogiosamente con muchos otros
santos doctores, que ella no ha ignorado nada; sino que ha tenido todas las
especies de ciencia infusa, y en un grado mucho más eminente que todos los más
sabios espíritus que han existido (8). Estos santos Padres aseguran:
1. Que
ha tenido un conocimiento perfectísimo de la divina Esencia, de las
perfecciones divinas, y del misterio inefable de la Santísima Trinidad;
y que también ha visto a Dios en su esencia y en sus personas divinas, en el
instante de su concepción inmaculada y en el momento de la Encarnación del Hijo
de Dios en ella. Y no hay por qué extrañarse si la Reina de los santos ha
gozado de este privilegio, puesto que según San Agustín y muchos otros ha sido
concedido a Moisés y a San Pablo.
2. Que
ha conocido perfectamente el misterio de la Encarnación.
3. Que
ha tenido conocimiento de las infinitas gracias que Dios le ha
otorgado, y también de su predestinación eterna. Porque si un San
Francisco y muchos otros santos han estado ciertos de su salvación por
revelación divina, cuánto más la que es Madre del Salvador, sobre todo si se
considera particularmente que el Hijo de Dios no ha hecho ninguna gracia a
ningún santo que no la haya comunicado más excelentemente a su santísima Madre.
4. Que
ha tenido conocimiento y visión de las almas y de los
ángeles en su propia especie.
Porque
si ha visto la esencia de Dios, ¿qué dificultad hay en creer que haya visto la
de las almas y la de los ángeles? Y si San Pablo en su arrobamiento al tercer
cielo, ha visto las Jerarquías celestes, de las cuales ha dado conocimiento a
su discípulo San Dionisio Areopagita, ¿puede uno tener dificultad en creer que
la Reina del cielo y la Soberana de los ángeles no ha sido privada de este
favor?
5. Que
no ha ignorado ninguna de las cosas "que pertenecen" a la vida
presente y que puedan ayudar a perfeccionarla, sea por medio de la acción, sea
por el de la contemplación.
6. Que Dios la ha manifestado todas las cosas que le debían acontecer,
porque ya que ha hecho esta gracia a algunos de sus servidores, ¿cómo no había
de hacerla a su preciosísima Madre?
7. Que
Dios la ha hecho ver por revelación todas las cosas que conciernen al estado de
la vida gloriosa y bienaventurada de que gozan los habitantes del cielo.
8. Que ha tenido ciencia infusa por medio de la cual la ha hecho conocer
todas las cosas naturales que existen en el universo. Porque si esta
luz ha sido dada al primer hombre con tan gran perfección que ha conocido todas
las propiedades de todos los animales que existen en la tierra, de todos los
pájaros que existen en el aire y de todos los peces que están en la mar, por
medio de la cual él ha puesto los nombres que a cada uno le convenía; y si el
conocimiento de todas las obras de Dios, desde la tierra hasta el cielo, desde
el hisopo hasta el cedro de Líbano, ha sido dado a Salomón por una ciencia
infusa: la Madre de aquél que es la luz eterna y que encierra en sí todos los
tesoros de la ciencia y de la sabiduría de Dios, ¿habrá sido privada de estos
dones y luces; aquélla, como digo, en la que la divina Bondad ha acumulado
todos los favores que ha repartido a los otros?
9. Que
no ha ignorado tampoco lo que pertenece a las artes tanto mecánicas como
liberales; sino que la sabia en tanto que le eran necesarias y convenientes
para sí y para el prójimo, para la acción y para la contemplación.
10. Que ha tenido revelaciones casi continuas, y las más altas que jamás
hayan existido. Por esta razón San Andrés de Candía la llama fuente
inagotable de divinas iluminaciones (9); y San Lorenzo Justiniano, que sus
revelaciones debían sobrepasar tanto a las de los santos, que las gracias que ella había recibido sobresaliesen por
encima de las que les habían sido comunicadas (1O).
11.
Que su ocupación ordinaria, fuera de la oración, era según S. Agustín (11), S.
Ambrosio (12), y San Gregorio de Nisa (13), la lectura de la Escritura Santa,
que entendía perfectamente por una luz infusa del Espíritu Santo.
12. En
fin, que sabia a la perfección toda la Teología y todos los
misterios que comprende.
Pero
quién podría decir el uso santo que ha hecho de todos estos sus conocimientos.
Verdad es lo que dice San Pablo: que la ciencia cuando no se junta con el
espíritu de piedad y humildad, es madre de la vanidad y del orgullo. Pero
también es verdad que es fuente de muchas grandes virtudes, cuando está animada
del espíritu de Dios, y especialmente cuando es Dios mismo quien la da por
infusión; porque entonces él quita el veneno que se podría infiltrar, y da la
gracia de usarla santamente.
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