“Mira Señor y ten compasión de mí,
porque estoy solo y pobre. Mira mi bajeza y mis trabajos y perdona todos mis
pecados”
Estas palabras
sentidas están tomadas del introito de este domingo y son como las que nos
marcan el camino para nuestro siguiente sermón del presente domingo.
Esta frase
es una de las tantas utilizadas por las Escrituras Sagradas cuyo fin es avivar
en nosotros y mover el engranaje espiritual de nuestro alma partiendo desde un
principio real y eficaz para todas las almas espirituales.
“Mira señor, y ten compasión de mi”, se
pone de manifiesto, en estas palabras, la inutilidad de la criatura respecto a
su creador, del siervo asía su señor, del esclavo asía su amo y del desgraciado
a quien todo lo puede. Y, a la verdad estas palabras nacen de un corazón abatido,
de un corazón humillado y de un corazón sincero, no hay nada más hermoso a los
ojos de Dios que la disposición de este corazón ni nada imposible que Él pueda
hacer por el alma de estos hombres espirituales. Dicha petición no nace sino
del conocimiento de SI MISMO, DE SU IMPOTENCIA Y DE SU NADA, es decir de un corazón
vacio de sí mismo y de la luz derramada por Nuestro Señor con el fin de hacerle
conocer su nada y su miseria. Es imposible que, quien se encuentra saturado de sí
mismo, saque una súplica semejante porque piensa insensatamente no necesitar
nada de Dio y engañase a si mismo porque entonces es la criatura más miserable
del mundo, para estas almas no hay posibilidad de obtener de Dios las riquezas
insondables de su Sacratísimo Corazón afirma esto el himno sublime cantado por
la bienaventurada virgen Maria en su magníficat , en donde dice con suma
claridad: Esurientes implevit bonis et divites dimisit inanes””A los pobres los
llena de bienes y a los ricos los despide vacios” entiéndase bien cuando habla
de ricos no hace alusión exclusiva a los ricos propiamente hablando sino a todo
género de alma ya soberbia, ya vanidosa, ya, en fin, llena de los pecados capitales
que proporcionan una “riqueza odiosa a los ojos de Nuestro buen Dios a toda
esta caterva de “ricos” están dirigidas la frase del Mafnificat.
Hoy más
que nunca la cizaña de esta calaña está muy entrelazada con el trigo en el
campo del mundo, somos humildes a NUESTRO MODO, decimos ser sabios a NUESTRA
MANERA y otras tantas cosas como que si Dios aprobara esa conducta, pero dime
hermano, cuando la injuria injusta te ataca o cuando alguien señala tus
defectos, pregunto, donde está tu humildad? Cuando alguien te dice ignorante
donde está tu cordura espiritual? Entonces no están dirigidas a ti las palabras
primeras del introito de este dia. Bienaventurados los corazones a quien el
Señor visita arrancando de los mas profundo de sus almas esta primera petición.
“Porque estoy solo y pobre” Esta es
estimados hermanos el lamentable estado permanente de nuestra alma cuando esta
alejada de Dios y añora su presencia la cual le da verdadero sentido a su alma
y desata en ella u deseo enorme de tenerlo como uno de sus principales
comensales, pero no lo tiene. Razón de sobre tiene para lamentarse de tamaña
soledad porque al fin sus ojos del alma descubren tan enorme ausencia, podrá estar
rodeado de muchas criaturas, podrá tener muchas cosas, pero ellas no le
proporcionan lo único más importante al ser supremo a Dios quien lo es todo en
todos y sin Él gime como una miserable tórtola sin consuelo sin escuchar la voz
de su amado y o paradoja está rodeada de todo, pero se siente muy sola y, a la
vez muy pobre por más de que sus arcas estén rebosando de oro. Esta soledad es
un escalón más en el conocimiento de Dios como principio de nuestras almas y
como fin de ella. Por fin comprendió que las criaturas sean racionales o de
cualquier otra índole so son sino estorbos cuya presencia le impiden adentrarse
más en el conocimiento de si mismo y de Dios en donde se encuentra la verdadera
sabiduría de la cual se nutrieron los grandes sontos tanto del Antiguo como del
nuevo testamento. La sabiduría para Dios es no saber nada de la que el mundo,
demonio y carne nos ofrecen y ser un analfabeta ante Nuestro Buen Dios quien se
constituye en nuestro verdadero Maestro porque “sus palabras tiene vida eterna”
así lo afirmo san Pedro cuando lo dejaron solo por una gran verdad dicha;: “Acaso
también vosotros queréis dejarme?” “Señor, dice San Pedro, a quien iremos, TÜ
solo tienes palabras de vida eterna.
Santa
Teresa de Jesús nos señala cual es nuestra verdadera riqueza cuando dice: “…Quien
a Dios tiene, nada le falta solo Dios basta. Este es el tesoro que nos saca de
la pobreza, nos aleja de la falsa pobreza y nos cimenta en la verdadera riqueza
imperecedera y, por la cual, dejamos de ser pobres, por eso dice la Santísima Virgen:
“A los pobres llena de bienes”, donde esta entonces la pobreza? Los bienes como
bien sabéis no son materiales sino espirituales, pero, no por ellos los otros
dejan de venir porque este buen Padre cuida mucho que nada nos falte. Y finalmente
dice:
“Mira mi bajeza y mis trabajos y
perdona todos mis pecados”
Cuando
Adán y Eva salieron del paraíso, en donde todo tenían, al principio no captaron
la profundidad del castigo fulminado por Dios no fue sino cuando este castigo comenzó
a surtir “efecto fue ahí donde comprobaron lo estéril de sus labores, lo
extenuado de sus trabajos y ello les mostro la bajeza en la cual habían caído de
tenerlo todo en el paraíso a no tener nada en la tierra de maldición, agravo más
de lo imaginado la muerte de su estimado hijo Abel y la maldición fulminada
contra el hijo homicida, ¡Que desgracia irreparable! Y nadie podía mitigar sus
dolores ni hacer más ligeros sus trabajos. Ya era tarde para enmendar el error
o el pecado cometido ya no se podía volver atrás era necesario resignarse a la
voluntad divina y llevar su cruz hasta el fin de sus vidas y, si se pudiera
decir, aun mas allá de la muerte por la
triste herencia dejada a la humanidad representada por ellos. Quien no ve en
ello la bajeza de nuestra condición? De HIJOS A ESCLAVOS, de comensales a
mendigos y menesterosos, en fin una, bajeza sin nombre delante de Dios y es
esta la que clama al señor: “Mira mi bajeza” y al final menciona la palabra
clave para salir de todos sus infortunios: “y perdona todos mis pecados” He aquí el núcleo
de esta hermosa oración del introito de esta Misa, he aquí en donde el
soberbio, vanidoso y amante de este siglo no obtiene dicho perdón de sus
pecados y con ello la gracia inestimable de ser ya no esclavos del pecado y
enemigos de Dios sino hijos y herederos de la vida eterna manifestada en
Nuestro Señor Jesucristo, ¡cuán tan difícil es confesar nuestros pecados? ¡Cuán
tan difícil es doblar nuestra cerviz ante la omnipotencia divina! ¡Cuán tan
pocos, en la actualidad, reciben el fruto hermoso de ser consolados por nuestro
buen Padre, gozar de su incomparable compañía y sentir que nuestros pecados nos
son perdonados!
Quiera
Dios en su infinita bondad, sea uno de ellos en este tercer domingo después de Pentecostés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario