CONFIRMASE LA DOCTRINA
CON UN EJEMPLO
RECIENTE.
211.- Oye lo que sucedió,
no ahora mil años, sino en nuestra edad, porque sepas que en todos tiempos ejecuta
sus rigores la Justicia Divina. En Cíngolo hubo una peste tan cruel,
que, entre los innumerables que morían, cupo una buena parte a un Convento de Religiosos
Observantes, del cual digo que subieron al cielo en pocos días 14
religiosos. Y digo subieron con certeza; porque las guardas de la ciudad
miraban bajar del cielo un globo de luz muy resplandeciente sobre el Convento
siempre que alguno moría. Con que se certificaban, lo uno, que había muerto
Religioso; lo otro, que habla ido al cielo, pues hacía tales muestras de
alegría, manifestando su gloria, y enviaba su Ángel a que le acompañase, que
por tal tenían la luz ardiente que bajaba.
212.- Más sucedió que a
los dichos siguió un Fraile Lego, y los del pueblo no vieron la dicha
luz que bajó a los referidos, con que entraron en sospecha, y preguntaron a
los frailes en que opinión tenían al difunto, respondieron que en buena, porque nunca le vieron
hacer cosa mala, antes siempre observante y ajustado a su regla. Residía
en el Convento un Religioso anciano, conocido por su devoción y piedad, a quien
Nuestro Señor hacía singulares mercedes, el cual entró en cuidado oyendo lo
referido y ofrecía a DIOS continuos sacrificios, orando con muchas lágrimas
por el difunto.
213.- Este le apareció una noche en
medio de una llama espantosa, atado con cadenas de fuego, a cuya
vista quedó el anciano asombrado y le preguntó quién era. Respondió con voz llorona
y sobremanera triste: ¡Ay de mi desdichado, yo soy
aquel religioso Lego, que murió entre vosotros los días pasados!
Quedó más espantado de su respuesta, y replicó diciendo:
214.- ¿Por ventura, hermano, haste
salvado? A que el difunto respondió: ¡Oh! ¡Maldito sea el día en que
nací! ¡Maldito el día en que mi madre me parió! ¡Y maldito el hombre que le
llevó a mi padre la nueva de que le había nacido un hijo, y no me mató antes de
nacer, para que mi madre fuera mi sepultura, y su vientre mi túmulo sempiterno!
¡Ay de mí, para qué salí a luz! ¡Ay de mí para qué me criaron los pechos de una
ama, como a los demás! ¡Que, a no ser así, ni me hubiera alcanzado la sentencia de muerte eterna que
hoy tengo sobre mí, ni me poseyera este fuego infernal, en que arde contra mí
la sentencia divina!
215.- ¿Qué me preguntas por mi salvación? ipregúntame antes por mi
condenación, infeliz, pues por justo juicio de DIOS estoy condenado al infierno,
POR TODO EL ESPACIO DEUNA ETERNIDAD!
216.- ¡Ay, desdichado fraile!,
replicó el anciano, y ¿de dónde te vino tanta desdicha? De
5 rosarios que me dio un amigo y
recibí sin licencia de mi Prelado, con ánimo de repartirlos a mis deudos, y nunca
se los manifesté, para tenerlos lícitamente con su permisión, y menos lo
confesé, por no
parecerme culpa considerable, aunque algunas veces sentía las
reprensiones de mi conciencia, excusando siempre el delito con que la materia
era poca; pero en el juicio de DIOS es gravísimo
cargo el que a los hombres parece pequeño, y muchas veces ninguno, y
llegado a el lo conocí muy a costa mía, y que no era leve la materia, ni de
poca monta el negocio, sino grave y de más importancia que yo juzgaba.
Tanto que por él, y por
no haberlo confesado como debía, remordiéndome tanto la conciencia, fui
condenado al infierno.
217.- Y, para mayor
evidencia de lo que digo, hallarás los rosarios debajo del escaño que está en
el Oratorio. Dicho esto desapareció, dejándole sobremanera triste. Venida la
mañana dio parte al Superior de lo referido, y ambos fueron al Oratorio, y hallaron los 5 rosarios en el lugar señalado, y de valor y
precio bastante para su condenación.
218.- Mírate en este espejo y
considera cuán estrecha y menuda es la cuenta de aquel juicio en que presto te
has de hallar, y qué peligro corre tu alma. Si la de un Religioso
tan observante fue condenada por culpa, a sus ojos poco grave, y mayor que a
los nuestros en los ojos de Dios, que por ventura fue la primera y última que
cometió en su vida, y por no haberla confesado y hecho de ella la penitencia
que debía, la hace ahora
tan rigurosa, como has visto, y hará eternamente en el infierno; mira si
has hecho tú muchos pecados, y mayores que no éste, y, si él se condenó, mejor lo
mereces tú, y si él se halló atajado en la cuenta, mucho más te hallarás tú, si
no hicieres penitencia, confesando enteramente tus pecados.
219.- Atiende al, remordimiento de tu
conciencia y a las aldabas que da DIOS a tu corazon, responde a sus
inspiraciones, y acaba de resolverte en mejorar de vida, si quieres gozar la
eterna, Carga un rato el peso de la consideración en la terribilidad de aquellas llamas, y en las
tremendas cadenas con que está preso en aquellos obscuros y penosos calabozos,
en compañía de los demonios y condenados, el que
vivió en la de tales y tan buenos Religiosos, y había de reinar con los Ángeles
y Santos en el cielo.
220.- Cava en la acerbidad de
aquellas penas; mírale delante de ti gimiendo su desventura,
sin esperanza de alivio, y sin que le valga la buena intención que tuvo de
ayudar en el espíritu a sus parientes; porque no hay excusa para quebrantar los mandamientos de DIOS,
con cuya infinita misericordia se compadece tan acerba pena, por un pecado
cometido, y no llorado, dilatada
por una eternidad sin fin. Y pues te da a ti el tiempo y ocasión que
negó a
este, lógrale tú, haciendo debida penitencia de tus culpas, y
ordenando tu vida de tal suerte, que te halle siempre el Señor
aparejado para darle buena cuenta, y llevarte consigo a la
bienaventuranza de su gloria.
este, lógrale tú, haciendo debida penitencia de tus culpas, y
ordenando tu vida de tal suerte, que te halle siempre el Señor
aparejado para darle buena cuenta, y llevarte consigo a la
bienaventuranza de su gloria.
No hay una relación directa si así lo quieren ver, pero para mi si la hay porque la situación actual en el mundo ya en sí misma es una pena horrible debido no solo al olvido de DIOS sino lo mas grave a la cantidad de pecados que cometemos contra el mismo Dios.
No es de extrañar que Él descargue su ira con un castigo ejemplar en donde lleguen a morir muchas personas, incluso la que esto escribe, porque a estas alturas el hombre ha colmado el vaso de la ira divina.
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