CAPÍTULO II
Qué entendemos por Corazón
de la Santísima Virgen
4.-
Expresa, además, la voluntad libre de la parte superior y racional del alma, que es la más noble de sus
potencias, la reina de las otras restantes facultades, la raíz del bien o del
mal, la madre del vicio o de la virtud. A este corazón se refiere Nuestro Señor
cuando dice: "El hombre bueno – es decir- la buena voluntad del hombre
justo, es un rico tesoro del cual no puede salir más que toda clase de bien;
pero el mal corazón", o sea, la mala voluntad del hombre perverso,
"es fuente de toda clase de males" (4).
5.- Se
entiende por él la parte suprema del alma que los teólogos llaman "punta
del espíritu" mediante la cual se realiza la contemplación que consiste en
una sola mirada, una simplicísima visión de Dios, sin discurso ni razonamiento,
ni multiplicidad de pensamientos. A esta parte del alma entienden los Santos
Padres que se refieren las palabras que el Espíritu Santo pone en boca de la
Santísima Virgen: "Yo duermo, y mi corazón está en vela" (5). Porque
el descanso y sueño de su cuerpo no impedía, afirma San Bernardino de Sena, y
otros muchos, que su Corazón, es decir, la parte superior de su espíritu,
estuviese siempre unido a Dios en altísima contemplación (6).
6.- A
veces se quiere dar a entender todo el interior del hombre; quiero decir, todo
lo que con el alma se relaciona, lo mismo que la vida interior y espiritual, de
conformidad con las palabras del Hijo de Dios al alma fiel: "Ponedme como
un sello sobre vuestro corazón y sobre vuestro brazo» (7); es decir, imprimid
por una perfecta imitación, la imagen de mi vida interior y exterior en vuestro
interior y en vuestro exterior, en vuestra alma y en vuestro cuerpo.
7.-
Significa también al Espíritu divino, que es el Corazón del Padre y del Hijo, y
que ellos nos quieren dar para que sea espíritu y corazón nuestro: "Yo os
daré un corazón nuevo, e infundiré un espíritu nuevo en vuestro pecho"
(8).
8.- Al
Hijo de Dios se le llama en la Sagrada Escritura, Corazón del Padre eterno; y
de este corazón habla el Padre a su divina Esposa, la purísima Virgen, cuando
le dice: "Llagaste mi corazón, hermana y esposa" (9). 0 como traducen
los Setenta: Prendiste mi corazón. Este mismo Hijo de Dios es también llamado
en la misma Escritura, "espíritu nuestro" (10), o sea, alma de
nuestra alma, Corazón de nuestro corazón.
Todos
estos corazones se encuentran en la Madre del amor, en la que forman un Corazón
único, ya porque las facultades de la parte superior e interior de su alma han
estado siempre perfectamente compenetradas, ya porque Jesús, -Corazón de su
Padre-, y el Espíritu Santo - Corazón del Padre y del Hijo , le han sido
entregados como espíritu de su espíritu, alma de su alma, y Corazón de su
Corazón.
§ 2.
TRES CORAZONES Y UN SOLO CORAZÓN
Con
objeto, sin embargo, de conocer mejor lo que entendemos por Corazón de la
Santísima Virgen, bueno será tener en cuenta que, así como, en Dios adoramos
tres Corazones, siendo en realidad un solo Corazón lo que adoramos; así como en
el Hombre-Dios adoramos tres Corazones que no forman más que un único Corazón,
de parecida manera veneramos tres Corazones en la Madre de Dios, que no son más
que un solo Corazón.
El
primer Corazón que reside en la Santísima Trinidad, es el Hijo de Dios, que es
el Corazón del Padre, como queda dicho más arriba. El segundo es el Espíritu
Santo, que es el Corazón del Padre y del Hijo. El tercero, es el Amor divino,
uno de los atributos de la esencia divina, que constituye el Corazón del
Padre,, del Hijo y del Espíritu Santo; tres Corazones que vienen a constituir
tan sólo un único y mismo Corazón, con el que las Tres divinas Personas se aman
entre sí con amor tan grande como se merecen, amándonos igualmente a nosotros
con una caridad incomparable.
El
primer Corazón del Hombre-Dios es un Corazón corporal, deificado, al igual que
las demás partes de su sagrado cuerpo, por la unión hipostática que mantiene
con la divina persona del Verbo eterno. El segundo, es su Corazón espiritual,
la parte superior de su santa alma, que comprende su memoria, entendimiento y
voluntad, y que se halla especialmente deificado por la misma unión
hipostática. El tercero, es su corazón divino, que es el Espíritu Santo, que ha animado eternamente su adorable humanidad en forma más vívida que su misma
alma y su propio Corazón; tres Corazones en este admirable Hombre-Dios que no
son más que un solo Corazón, pues por ser su Corazón divino, alma, corazón y
vida de su Corazón espiritual y corporal, los instala en una unidad tan
perfecta con él, que los tres Corazones no forman sino un único corazón,
desbordante de amor infinito hacia la Santísima Trinidad, y de una
incomprensible caridad hacia los hombres.
El
primer Corazón de la Madre de Dios, es -su Corazón corporal encerrado en su
pecho virginal. El segundo, su Corazón espiritual, el Corazón de su alma,
indicado en las palabras del Espíritu
Santo: "Toda la gloria de la Hija del Rey se difunde desde su
interior", es decir, en el corazón y en lo más intimo de su alma, de
que hablaremos ampliamente más adelante. -El tercer Corazón de esta Virgen
divina es el que ella nos muestra cuando dice: "Yo duermo, pero mi Corazón
vela"; es decir, según la explicación de muchos Santos Doctores, mientras
concedo a mi cuerpo el descanso que necesita, mi Hijo Jesús, que es mi Corazón
y como a tal le amo, está de continuo velando por mí y sobre mí.
El
primero de estos Corazones es el corporal, aunque plenamente espiritualizado
por el espíritu de gracia y por el Espíritu de Dios de que rebosa.
El
segundo es el espiritual, pero divinizado, no por la unión hipostática como el
Corazón espiritual de Jesús, a que antes nos referimos, sino por una
eminentísima participación de las divinas perfecciones, como podremos ir viendo
a lo largo de esta obra.
El
tercero es divino, Dios mismo, ya que es el Hijo de Dios.
Estos
tres corazones de la Madre de Dios no son más que un solo Corazón, en la unión
más santa y más estrecha que ha podido o pueda darse jamás, después de la unión
hipostática. A estos tres Corazones, mejor aún, a este único Corazón se
refieren las palabras por dos -veces pronunciadas, del Espíritu Santo:
"María conservaba todas estas cosas en su Corazón" (12).
Pues,
ante todo, María conservaba todos los misterios y maravillas de la vida de su
Hijo hasta cierto punto en su Corazón sensible y corporal, principio de la vida
y asiento del amor y demás pasiones; porque todos los movimientos y latidos de
este virginal Corazón, todas las funciones de la vida sensible que de él
procedían, las aplicaciones todas de las pasiones susodichas, estaban dedicadas
a Jesús y a todo cuanto en él tenía lugar: el amor, para amarle; el odio, para
odiar cuanto le era contrario, a saber, el pecado; la alegría, para gozarse en
su gloria, en sus grandezas; la tristeza, para condolerse por sus trabajos y
sufrimientos; y así de todos los demás sentidos.
En
segundo término, las conservaba en su Corazón, es decir, en la parte más noble
de su alma, en lo más intimo de su espíritu. Porque todas las facultades de la
parte superior de su alma se hallaban ininterrumpidamente aplicadas a la
contemplación y adoración de cuanto acontecía en la vida de su Hijo, aun lo más
insignificante.
En
tercer lugar, las conservaba en su Corazón, en su Hijo, espíritu de su espíritu
y corazón de su Corazón: Jesús las conservaba para ella, sugiriéndoselas y
confiándoselas a su memoria cuando lo creía conveniente, ya para que le
sirviesen de alimento a su alma para la contemplación, en la que le rendía los
honores y adoraciones debidas, ya para que pudiese referirlas a los Apóstoles y
Discípulos, que habían de predicarlas a los fieles.
Esto
es lo que entendemos por Corazón admirable de la predilecta de Dios, que viene
a ser imagen exacta del adorable Corazón de Dios y del Dios-Hombre, como vamos
a ver con mayor claridad inmediatamente.
Tal es
el tema egregio de que voy a tratar en este libro. Los tres siguientes
capítulos os evidenciarán con toda claridad lo que es en particular el Corazón
corporal de la Madre del Salvador, lo que representa su Corazón espiritual, y
su Corazón divino. A lo largo de toda la obra podréis ir encontrando infinidad
de asuntos referidos a su Corazón corporal, otros que convienen al Corazón
espiritual, cosas que se refieren tan sólo a su corazón divino, y otras que
hacen alusión a los tres. De todas ellas podrá beneficiarse vuestra alma si las
leéis después de haber elevado vuestro espíritu al Espíritu de Dios, con
intención de aprovecharos.
A este
fin, tendréis que tener presente en la lectura el levantar de vez en cuando
vuestro corazón a Dios, para alabarle por la gloria que se da y se estará dando
por toda la eternidad a Sí mismo por esta maravillosa obra maestra de su divino
amor; para bendecirle por todos los favores con que ha enriquecido este
augustísimo Corazón; para darle gracias por las incontables gracias que por su
medio ha otorgado a los hombres; y para ofrecerle vuestro corazón pidiéndole a
un tiempo que lo modele según este Corazón, destruyendo cuanto le desagrada en
él, y esculpiendo en él una imagen del
Santísimo
Corazón de la Madre del Santo de los Santos, a quien os exhorto ofrecer con
frecuencia vuestro corazón con idéntico fin.
§ 3.
INVOCACIÓN
¡Oh
Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María! Bien veis que estoy trabajando
en una empresa que escapa infinitamente a mis alcances; pero la he emprendido
por amor vuestro y de vuestra dignísima Madre, por la confianza que tengo en la
bondad del Hijo y en la caridad de la Madre.
Bien
sabéis, Salvador mío, que no pretendo otros fines que los de agradaros, y
rendiros a Vos y a vuestra divina Madre, un insignificante reconocimiento de
tantas y tan grandes misericordias como he recibido de vuestro paternal
Corazón, por intercesión de su benignísimo Corazón. Veis asimismo que de mi
parte no soy más que un abismo de indignidad, de ineptitud, de tinieblas, de
ignorancia y de pecado, por lo cual renuncio con toda mi alma a cuanto me
pertenece; me entrego a vuestro divino espíritu y santa iluminación, me
entrego al inmenso amor que tenéis a vuestra querida Madre; me entrego al celo
ardentísimo que tenéis por vuestra gloria y por su honor. Sostened y animad mi
espíritu, esclareced mis tinieblas, consumid mi corazón, conducid mi mano,
dirigid mi pluma, bendecid mi trabajo, y dignaos serviros de él para
acrecimiento de vuestra gloria, honor de vuestra bendita Madre, e imprimir en
los corazones de los lectores de este libro una devoción sincera a su
amabilísimo Corazón.
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