DOMINGO V
DESPUES DE PASCUA
En este último domingo de
pascua preciso es centrar nuestra atención en la ascensión del Jesucristo, dado
que es el tema principal de la liturgia de la Iglesia, la preparación para ese día
tan solemne que contiene mucho significado espiritual para nuestras almas
sedientas de las cosas eternas más que de las terrenas. Las cosas de la tierra
son semejantes a aquellas algarrobas que el hijo prodigo comía, pero a pesar de
ello seguía teniendo hambre y por eso, suspiraba por la casa del padre)
subirá delante de ellos él les abrirá el
camino; así se dice en Miqueas, c.2. En estas palabras, el
profeta incluye el misterio correspondiente a la solemnidad que estamos por
celebrar, considerando dos cosas, de las cuales la primera consiste en la
exaltación de la naturaleza humana, a la
que se alude cuando se dice: Subiré, y la
segunda en la apertura de la; puerta del cielo, respecto de lo cual se dice: Les abrirá el camino.
1. Viniendo, pues, a lo primero, el profeta dice subirá,
advirtiendo que la subida la realiza no sólo Cristo; sino otros con El, (Pues aquí deben incluirse los
bienaventurados que estaban en el limbo de los justos como los corazones de los
apóstoles y al final los nuestros si perseveramos en su doctrina) en
conformidad con lo que se añade: Delante de ellos. Cristo, en efecto, sube
delante de ellos para dirigirlos, animados, ayudarlos y prepararles aposento (y en esto solo Él puede hacerlo en virtud
de aquellas palabras: “Sin mí no podéis por eso era necesaria su aparición para
animarlos, ayudarlos y finalmente darle una noción mas completa de la vida
eterna hacer nada y en verdad nada podían hacer aun por sus vidas los que
estaban muertos de miedo abarrotados en el cenáculo). De otra manera también se puede decir; son
dirigidos los que deliberan, para que puedan juzgar rectamente; son animados los que emprenden, para que empiecen
con decisión ; son ayudados los que se ejercitan, para que sean capaces de
consumar la obra, y, por último, se prepara aposento a los que perseveran, para
que puedan gozar en la bienaventuranza eterna.
Tenemos, pues, que Cristo sube delante de ellos
para. dirigirlos o mostrarles el camino, como aquí en el texto alegado, se
dice: Subirá delante de ellos el que les abrirá o enseñará el camino. Efectivamente: antes de que
Cristo nos precediese, nos eran desconocidos los caminos de la vida; pero El
mismo nos hizo conocerlos, enseñándonos la justicia, la misericordia y
la verdad, las cuales, al decir de San Agustín en el sermón acerca de la resurrección,
son caminos que nos conducen a la vida. Y
está escrito en el Éxodo, c.13: El Señor iba delante
de ellos para mostrar el camino, de día en columna de nube y de noche en
columna de fuego, de suerte que fuese guía del camino en uno y en otro tiempo.
Donde advertirás que Cristo fue a la cabeza como quien lleva de noche el
cirio delante de los magnates.
Además, Cristo sube delante de ellos para animarlos,
en significación de lo cual se dice en el Éxodo, c.33: Si no vienes tú
delante, no nos saques de este lugar. (Palabras que se refieren a Moisés
cuando, por orden del Señor, los saco de Egipto) Y en verdad, malo era el
camino y las aguas del vado profundas, y por eso Cristo se puso delante, como
quien los explora. Era preciso, en efecto, pasar por el torrente de los padecimientos
principalmente de la cruz, empresa harto peligrosa e insegura. Lo cual hallarás
prefigurado en lo que de Judas dijo Timoteo, en el libro primero de los
Macabeos, c.5: Si al llegar Judas al torrente le
permitiéramos pasar hasta nosotros, no podríamos resistirle, porque tiene una
fuerza incontrastable; y he aquí que, según sigue diciendo el
sagrado texto, atravesó Judas el torrente el primero
contra los enemigos, y todo el pueblo en pos de él, y los gentiles fueron
derrotados.
Además subió delante de ellos para ayudarlos, como
suele acontecer con los peregrinos, entre los cuales los más robustos toman la
delantera a los demás, y son los primeros que reponen el foso para tenderles la
mano en plan de ayuda. En referencia a lo cual dice el Deuteronomio, c.33: El que sube sobre los cielos es tu protector. Asimismo
Oseas, c.11: Yo enseñé a andar a Efraín y le llevé
sobre mis brazos. Ni fue otro el modo como
Jesús tendió la mano a Pedro cuando empezó a hundirse.
Y, por último, Jesús subió delante de ellos para
prepararles morada, como se dice en San Juan, c.14: Voy
a prepararas el lugar. Y en el mismo capítulo a continuación se
añade: Cuando yo me haya ido y os haya preparado el
lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde estoy, estéis también
vosotros.-Consta, por lo tanto, que Cristo subió delante de ellos
intentando cuatro finalidades inherentes a su biografía, de las cuales la primera se realizó en su vida, la segunda en su pasión, la tercera en su resurrección y la
cuarta en su ascensión, A cuya causa, por razón de lo primero, debemos
ser prudentes al elegir; por razón de lo
segundo, intrépidos al emprender; por razón
de lo tercero, varoniles al proseguir, y,
por razón de lo cuarto, codiciosos al consumar,
a fin de que, terminados los trabajos, podamos entrar en aquella morada que nos
está preparada y donde todos los bienes están a nuestro alcance, como se dice en
San Mateo, c.22: Todo está pronto.
II. Debemos, pues, darnos prisa, y máxime al
ver cómo se nos abre hoy la puerta y cuán numerosos son los que entran en la
fiesta. Y no dejes de recordar aquí a los que iban al banquete. Mas porque
entre los que llaman a la puerta, no todos consiguen ingresar en el reino, tal
es la sentencia del Señor en San Mareo, c.7: No todo
el que dice: 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos- por eso
hemos de procurar ser de manera que se nos conceda el ingreso en pos del Señor,
que subirá el jueves delante de su pueblo abriéndole el camino. Esforcémonos
por ser reconocidos como miembros de su familia o como su pueblo, pues no abandona el Señor su heredad. Y pensemos
que uno es reconocido como familiar de un poderoso unas veces por proclamarse partidario suyo, otras por ser portador de sus cartas, otras por
asociársele como compañero inseparable y otras, por último, por ir trajeado con vestido de paño idéntico al del
poderoso. Cuádruple desmembración, donde la primera significa la confesión de fe de los laicos; la segunda, la sabiduría de
los clérigos; la tercera, la soledad de los religiosos, y la cuarta, la imitación
de los perfectos.
En cuanto a lo primero, debemos decir que algunos
son reconocidos por el Señor y recibidos en su morada por pregonarse
partidarios suyos, como es de ver en San Lucas, c.12: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del
Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Pero has de
advertir que muchas veces el que se dice partidario de alguno es desconocido si
no va acompañado de la insignia o sea, de la imitación de Cristo. Y ya se sabe
que insignia de la fe son las obras, como se infiere de Santiago, c.2, que
dice: Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo
tengo fe si no tiene obras? Que es como si dijera: mida, pues no
lleva insignia. A esto se alude en la Carta a Tito cuando se dice: Alardean de conocer a Dios, pero con las obras lo niegan.
Todo lo cual queda aclarado con el ejemplo del
clérigo, a quien, se preguntó: ¿Dónde están tus obras?
En cuanto a lo segundo, debemos decir que algunos
son recibidos por ser portadores de las cartas del Señor, sin las cuales no se
admiten los clérigos, como consta por Oseas, c.4:
Por haber rechazado tú la ciencia, te
rechazaré yo a ti del sacerdocio a mi servicio. Lo mismo se dice
en Baruc, c.4. Consulta acerca de estas cosas la segunda carta a Timoteo, c.3,
de quien se dice: Desde la infancia conoces las
Sagradas Escrituras. Y ten presente asimismo el ejemplo sacado de
San Jerónimo. Mira, sin embargo, que es necesario
que las cartas lleven el sello de la caridad, pues de otra manera no son
auténticas, como se infiere del Cantar de los Cantares: Ponme como sello
sobre tu corazón, ponme en tu brazo como sello. Donde es de notar el sello,
adviniendo, por otra parte, que no lo llevan los hipócritas, los cuales
falsifican la penitencia. Y verás cómo deben sellarse las cartas cuyos
portadores son los clérigos.
En cuanto a lo tercero, debemos decir que algunos
son recibidos por el Señor por adherírsele como socios y compañeros inseparables,
y éstos son los que todo lo dejaron por Cristo, de los cuales se dice en San
Lucas, c.22: Vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas, y yo dispongo del reino en favor vuestro,
como mi Padre ha dispuesto de él en favor mío; y San Juan, c.12: Si alguno me sirve, que me siga. Y siguen
señalados aquellos de quienes se dice: Ve, vende
cuanto tienes, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme; y
en otro lugar: Y
donde yo estoy, allí estará también mi servidor.
Y, por último, algunos son recibidos por el Señor
porque van vestidos como Él, y éstos son merecedores de mayor honor, y son
imitadores de su pasión, cosa que pertenece a los perfectos, en referencia a
los cuales se dice en el Apocalipsis, c.22: Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho
al, árbol de la vida y a entrar por las puertas que dan acceso a la ciudad. Notamos
que todos vamos vestidos con ropas de paño semejante al de Cristo, pero no
todos lo llevamos teñido con el color que tiñe a Cristo.-Tenemos, pues, que
entran en el reino después de Él, los laicos que le confiesan fielmente, los
clérigos que lo predican verazmente, los religiosos que le acompañan perseverantemente
y los perfectos que le imitan varonilmente. Concédanos esta gracia el Señor.
Amén.
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