HISTORIA
DEL TIEMPO DE SEPTUAGESIMA
SU IMPORTANCIA. —
El tiempo de Septuagésima abarca las tres semanas que
preceden inmediatamente a la Cuaresma. Constituye una de las principales
divisiones del Año Litúrgico, y se desarrolla en tres secciones semanales, de las
que la primera se llama propiamente Septuagésima, la segunda Sexagésima y la
tercera Quincuagésima. Es evidente que estos nombres expresan mera relación
numérica con la palabra Cuadragésima de la que se deriva la palabra española
Cuaresma. Ahora bien, la palabra Cuadragésima señala la serie de cuarenta días
que hay que recorrer para llegar a la solemnidad de la Pascua. Las
"palabras Quincuagésima, Sexagésima y Septuagésima nos anuncian la misma
solemnidad en una lejanía más acentuada; mas no por eso la Pascua deja de ser
el gran asunto que empieza a considerar la Santa Madre Iglesia y
que ésta propone a sus hijos como fin a que desde luego han de enderezar todos
sus deseos y esfuerzos. Exige, pues, la Pascua como preparación cuarenta días de recogimiento y penitencia; este
tiempo es la palanca más potente de que echa mano la Iglesia para remover en el
corazón y en el espíritu de los fieles el vivo sentimiento de su vocación.
Asunto de capital importancia para ellos es no dejar que este período de
gracias transcurra sin provecho en el mejoramiento, en la renovación de toda su
vida. Era, por tanto, conveniente disponerlos a este tiempo de salud, ya
de suyo una preparación, a fin de que, amortiguándose poco a poco en sus
corazones las algazaras mundanales, escuchasen con atención el grave aviso que
la misma Iglesia les dará al imponerles la ceniza en la cabeza.
ORIGEN. —
La historia de la Septuagésima se halla íntimamente
ligada con la de Cuaresma. En efecto, en pleno siglo v, la Cuaresma comenzaba
el domingo VI antes de Pascua (actual domingo I de Cuaresma), y comprendía los
cuarenta días finalizados el Jueves Santo, considerado en la antigüedad cristiana
como el primer día del Misterio Pascual. No se ayunaba el domingo; y, por
consiguiente, no había, hablando con exactitud, más que 34 días de ayuno efectivo
(36 con el Viernes y Sábado Santo). El deseo de imitar el ayuno del Señor, indujo a algunas almas más fervorosas
a comenzarle algunos días antes.
QUINCUAGÉSIMA. —
Vemos aparecer por primera vez esta observancia completa
en el siglo V San Máximo de Turín, en su Sermón 26 predicado hacia el año 451,
la reprueba y advierte que la Cuaresma empieza el domingo de Cuadragésima; pero
en el Sermón 36 del año 465 la autoriza, considerándola muy generalizada entre
los fieles. En el siglo VI escribe San Cesáreo de Arlés, en su Regla a las
Vírgenes, que se ha de empezar el ayuno una semana antes de 1a. Cuaresma. Desde entonces, pues, existe la
Quincuagésima, al menos en los monasterios. El primer concilio de Orleans,
celebrado el año 511, ordena que antes de Pascua observen los fieles la Cuadragésima
y no la Quincuagésima, a fin de "mantener, dice el canon 26, la unidad de
los usos". Los concilios de Orange, de 511 y 541 respectivamente, censuran
el mismo abuso y prohíben ayunar antes de Cuadragésima. Hacia el año 520 señala
el autor del Líber Pontificalis la costumbre de anticipar una semana la
Cuaresma; mas parece que esta costumbre estaba aún poco extendida.
SEXAGÉSIMA. —
Pronto se amplió el período consagrado al ayuno, y
una nueva semana vino a sumarse a la Quincuagésima. Hallamos mencionada
por primera vez la Sexagésima en la Regla de San Cesáreo para Monjes, antes de
542. El IV concilio de Orleans, en 541, la menciona en son de defensa del ayuno
anticipado.
SEPTUAGÉSIMA. — Viene finalmente en Roma la Septuagésima al terminar el siglo VI o al
empezar el VII. La menciona San Gregorio Magno (594-604) en sus homilías. Poco
a poco se extendieron los usos litúrgicos a la Italia septentrional con Milán a
la cabeza, y después, mercer a la acción de los carolingios, a toda Europa
occidental. Inglaterra los aceptó al fin del siglo VII e Irlanda después del
siglo IX. Aunque se observaba el ayuno en Quincuagésima y Sexagésima, parece
ser que Septuagésima consistía en sus comienzos en la mera celebración
litúrgica, sin ayuno, hasta que le impusieron en el siglo IX los concilios
francos.
SUPRESIÓN DEL
ALELUYA. — Vemos
por Amalarlo que a principios del siglo ix se suspendía el Alleluia y el
Gloria in excelsis Deo en Septuagésima Se avinieron los monjes a esta
costumbre aunque San Benito disponía lo contrario. Algunos son de parecer que
San Gregorio VII (1073-1085) suprimió el oficio aleluyático, en uso hasta
entonces en el domingo de Septuagésima. Se trata de las antífonas aleluyáticas
de Laudes. San Gregorio VII, al parecer, las reemplazó por las del oficio de
Sexagésima y dotó a este
último de nuevas antífonas. Da testimonio del hecho el Ordo Ecclesiae
Lateranensis del siglo XII. Gregorio VII fue, quizás, quien anticipó la
supresión del aleluya al sábado anterior a Septuagésima. Así llegó a fijarse
definitivamente, tras varios tanteos, este tiempo del Año Litúrgico. Dependiente
de la fecha de Pascua, está sujeto, por tanto, al avance o retroceso
consiguiente a la movilidad de dicha fiesta. Se suelen llamar el 18 de enero y
el 22 de febrero Llaves de Septuagésima porque el domingo de este nombre
no puede caer ni antes de la primera fecha ni después de la segunda.
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