Las Dos Últimas
Rosas de la Corona
¡Rosas encarnadas salpicadas
con gotas de sangre generosa de mártires! ¡Rosas perfumadas con el delicado
aroma de la virtud hasta el heroísmo! ¡Rosas encendidas por el amor a Dios y a
su hijo Jesucristo Rey, cuajadas del rocío de las lágrimas, que arrancara el
dolor a las madres sin hijos, a las esposas sin esposo, a los hermanos sin
hermanos, a las ovejas sin pastor! ¡Rosas de martirio y de gloria! ¡Rosas de
pasión y de resurrección! (Sin duda
alguna estas cuantas líneas definen no el martirio de sangre sino el martirio
moral que en la actualidad se padece. La revolución se canso de proporcionar
santos a la Iglesia Católica e invento otra tortura más cruel e inhumana, pues
si bien aquel martirio dura unas horas o quizá días antes de que se consume, cuánto
puede durar este? Toda la vida o hasta que se apostate y se pasen a la nueva
religión modernista que no tiene nada de CATOLICA y si de revolucionaria porque
nació o es producto de todos aquellos “pensadores” iluministas y los que le
siguieron hasta plasmar su obra en el Conciliábulo Vaticano II, desde entonces las
cosas ya no son las mismas de antes. Lo han cambiado TODO) todas ellas los
mexicanos católicos desde 1927 a 1932 tejieron continuamente una esplendidísima
corona, para ofrecerla sobre su misma cruz bendita al Rey de Reyes y Señor de
Señores, a quien osaban negar sus derechos en nuestra patria, los miserables
directores y cómplices de la conspiración contra el orden cristiano de nuestros
días . . .Y cuando los verdugos toparon con ese doble muro de los valientes soldados
de Cristo Rey, en las montañas abruptas de nuestra Sierra Madre, y el de los
corazones no menos enamorados de Jesucristo, en los pacíficos habitantes de
nuestras rancherías, aldeas y ciudades; cuando el grito vibrante de ¡Viva
Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! resonaba cada vez más pujante en las
campiñas, y lo devolvían en sus ecos más sonoros las quebradas de los montes
acompañados por el estruendo de la fusilería; cuando el miedo a la derrota
final se iba infiltrando cada vez más en los malhechores enemigos de Cristo;
idearon acogerse como tabla de salvación en el inminente naufragio a la otra
especie de la misma táctica inspirada por Satán a todos los perseguidores de la
Iglesia . . . Primero, el terror y el martirio. . . y si ya no da resultado, la
hipocresía, la ofrenda de la oliva de la paz, debajo de la cual se esconde el
puñal de la traición. Primero Nerón y Tiberio bañándose en sangre. . . después
Juliano el Apóstata, infiltrando el veneno de la escuela pagana.
Después de la muerte de
Obregón, el Lic. Emilio Portes Gil, Gran Oriente de la masonería, subió
provisionalmente al poder. Astutamente hizo manifestaciones de que deseaba
terminar el conflicto entre la Iglesia y el Estado, y devolver la paz religiosa
a nuestra nación. (Esta solución la tomo
como dice el autor de este libro astutamente porque la derrota del gobierno por
los cristeros ya se anunciaba y antes de ser derrotados mejor era pactar con el
enemigo mediante unos “arreglos” malditos arreglos por un lado y benditos por
el otro pues trajo un mayor número de mártires que los que murieron en el campo
de batalla) El pueblo en masa se guiaba por el proverbio popular:
"Piensa mal y acertarás. . ." Pero la Iglesia, al fin es una madre, y
aprovecha el menor signo de bondad para oír las súplicas del hijo pródigo. El
señor Delegado Apostólico Dr. D. Leopoldo Ruiz y el señor Arzobispo de México
Dr. D. Pascual Díaz, no quisieron desaprovechar aquellas insinuaciones de
Portes Gil...(Pobres Obispos no quiera
culparlos ni juzgarlos pues ya lo hizo el divino Redentor. Dos obispos
contrarios a la guerra cristera, que no tuvieron en cuenta a los lideres
cristeros y que con facilidad ingenua se dejaron llevar por las mentiras de un
gobierno que siempre ha mentido como fiel vasallo de Satanás) ¿Cómo, se
decían, podremos pensar que un abogado, es decir un defensor de la justicia, no
hará honor a su palabra?...Y vinieron los arreglos, el modus vivendi...Voluntariamente,
piadosamente quisieron ignorar que los mismos grandes jefes de la masonería,
tienen órdenes superiores del poder oculto, que han de cumplir, quiéranlo o no.
. . Y el gobierno prometió la amnistía a condición de que los cristeros bajaran
de las montañas y volvieran a sus pacíficos trabajos, que dieran sus direcciones
y noticias de sus grados militares, y entregaran sus armas. En cambio se abrirían las
iglesias al culto... y se concedía el derecho de petición a las Cámaras para la
reforma de las leyes. Por cierto que este derecho, también lo había ¡concedido!
Calles y ya sabemos con cuál resultado. Por amor a la paz, la Iglesia
sacrificaba casi todo: el Estado prometía ¡casi nada... Y en efecto en un convite
ofrecido a Portes Gil por la masonería, éste declaraba "Mientras el clero
se había rebelado contra las instituciones y las leyes, el gobierno debía
combatirlo tanto cuanto fuere necesario; mientras que el clero negaba a nuestro
país y a nuestro gobierno el derecho de tener sus leyes (???) y el deber de
hacerlas respetar, era un deber del gobierno hacer desaparecer al clero...
"Ahora, queridos hermanos,
(los hijos de la viuda) el clero ha plenamente reconocido al estado y ha
declarado que se someterá estrictamente a las leyes y sin reservas. . ." Esto
es absolutamente falso, y Portes Gil lo sabía bien. El Papa en su Encíclica
Acerba Animi del 29 de septiembre de 1932 lo declararía solemnemente con estas
palabras: "Los Obispos en tales circunstancias, no aprueban la ley, no dan
su consentimiento a lo decretado. Se someten a los decretos inicuos, como se
dice, materialmente, a fin de apartar el obstáculo que se opone al ejercicio
del culto sagrado". Y Portes Gil proseguía: "En
México, durante estos últimos años el estado y la masonería han sido una misma
cosa (¡qué confesión, santo Dios!), dos entidades, que han ido siempre una al
lado de la otra. Nos toca pues oponer armas contra armas. La batalla no debe
causarnos miedo. Es preciso obrar, obrar
enérgicamente, con el puño cerrado, si es preciso. Y así solamente, hermanos,
se ganará la batalla que dará a la humanidad su suprema felicidad". Y entonces se vio qué clase de
espíritu era el que animaba a los luchadores por Cristo Rey. .
Los valientes cristeros, habían
ido a los combates con la sonrisa en los labios, cantando jubilosos el ¡Tú
Reinarás!, al enfrentarse con la muerte. . .Ahora, con las lágrimas en los ojos
y el corazón como una pasa, bajaron de las montañas para rendir sus armas que
tantas veces les dieran la victoria y dar sus direcciones a los traidores ... ¡Ante
todo debían obedecer a las autoridades eclesiásticas! y... ¡obedecían! La
victoria final no la habían logrado. . . pero ¡estaban seguros de que ahora,
inermes e indefensos, darían su vida y su sangre por la misma causa! Porque los martirios seguirían
quizás en mayor número; porque ya no temerían a los cristeros los verdugos de
la Iglesia. . .Y en efecto siguieron... Al cabo de un año de aquella paz. . .
más de quinientos antiguos cristeros, entre los cuales casi la mitad de los
jefes del ejército libertador ¡habían sido asesinados cobardemente!
¡Ah, que no tenga yo la lista
completa de estos mártires de nuevo cuño! Sólo tengo los siguientes: el mayor
Félix Ramírez, jefe en la batalla del Borbollón, asesinado el 13 de octubre de
1930; retirado pacíficamente a su casa de Ciudad Guzmán, adornaba su casa con
farolillos en la festividad de San José, cuando fue acribillado a balazos
rubricando con su sangre lo que había dicho: "Yo no pido al Señor sino una
sola cosa: que me permita trabajar mucho por su santa causa, y que después me
ayude y me conserve fiel a ella. No le demando, que prolongue mi vida, ni que
me envíe la muerte. El sabe lo que ha de hacer
conmigo en esta vida y en la otra". El capitán Joaquín Guerrero, asesinado
dentro de su propia casa junto con su asistente y un hermano suyo. Los
capitanes Enrique Mendoza y Agustín Carrillo. Los subtenientes Margarito García
y J. de Jesús Chávez... etc. Y entre los seglares mi querido amigo y
condiscípulo, hombre bueno si los hay, ingeniero José González Pacheco,
asesinado en la carretera de México a Pachuca juntamente con el ingeniero y
general Luis G. Alcorta. El primero había sido segundo Vice-Presidente del
Comité Directivo de la ahora, inermes e indefensos, darían su vida y su sangre
por la misma causa! Porque los martirios seguirían quizás en mayor número; porque
ya no temerían a los cristeros los verdugos de la Iglesia...Y en efecto
siguieron... Al cabo de un año de aquella paz... más dequinientos antiguos
cristeros, entre los cuales casi la mitad de los jefes delejército libertador ¡
habían sido asesinados cobardemente! ¡Ah, que no tenga yo la lista completa de
estos mártires de nuevo cuño! Sólo tengo los siguientes: el mayor Félix
Ramírez, jefe en la batalla del Borbollón, asesinado el 13
de octubre de 1930; retirado pacíficamente así casa de Ciudad Guzmán, adornaba
su casa con farolillos en la festividad de San José, cuando fue acribillado a
balazos rubricando con su sangre loque había dicho: "Yo no pido al Señor
sino una sola cosa: que me permita trabajar mucho por su santa causa, y que
después me ayude y me conserve fiel a ella. No le demando, que prolongue mi
vida, ni que me envíe la muerte. El sabe lo que ha de hacer conmigo en esta
vida y en la otra". El capitán Joaquín Guerrero, asesinado dentro de su
propia casa junto con su asistente y un hermano suyo. Los capitanes Enrique
Mendoza y Agustín Carrillo. Los subtenientes Margarito García y J. de Jesús Chávez...etc.
Y entre los seglares mi querido amigo y condiscípulo, hombre bueno si los hay,
ingeniero José González Pacheco, asesinado en la carretera de México a Pachuca
juntamente con el ingeniero y general Luis G. Alcorta. El primero había sido
segundo Vice-Presidente del Comité Directivo de la Liga de Defensa, y el
segundo, representante en México del generalísimo cristero, Enrique Gorostieta
Velarde. Sus cadáveres atrozmente mutilados y atados de pies y manos con
alambre, fueron encontrados en el canal del desagüe cerca de San Cristóbal
Ecatepec el 2 de noviembre de 1932.
Entre los sacerdotes ya he dado
los nombres de algunos también asesinados en tiempo de paz. . . ¡para recuerdo
sin duda! de la persecución sangrienta. Y Dios había reservado como a una de
las últimas rosas del martirio para la corona del homenaje mexicano a una
genuina representante de la mujer mexicana la jovencita María de la Luz
Camacho.
CONTINUARA...
No hay comentarios:
Publicar un comentario