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DE AGOSTO
SAN
BARTOLOME, APOSTOL
Epístola
– I Cor; XII, 27-31
Evangelio
– San Lucas; VI, 12-19
El Evangelio de San Juan,
desde sus primeras páginas, nos presenta al Apóstol cuya fiesta celebra hoy la Iglesia.
Su verdadero nombre es Natanael, que significa don de Dios. Mas parece que por
costumbre se le designaba únicamente con el nombre de Bartolomé, que quiere
decir hijo de Tolima. Natanael fué verdaderamente un don de Dios para los
innumerables paganos a los que, con peligro de su vida, llevó la buena nueva de
la salvación.
LA VOCACIÓN DE SAN BARTOLOMÉ. — Formó parte del grupo
de los cinco Apóstoles privilegiados que Jesús reunió antes de comenzar su vida
pública y que fueron testigos de su primer milagro. Jesús, en efecto, estando
todavía cerca del lugar de su bautismo, había retenido junto a si a Juan y a Andrés,
que el Bautista le había enviado; a Pedro, llevado por su hermano, y a Felipe,
a quien había llamado El mismo. Y parece que fué entonces, de camino para las
bodas de Caná, cuando Felipe, ardiendo ya en el deseo de ganar almas a
Jesucristo, presintió la vocación de su amigo Natanael, a quien, «en viéndole,
habló del Mesías en estos términos: "Hemos hallado a aquel de quien
escribió Moisés en la ley y los profetas, a Jesús, Hijo de José de
Nazaret". Esta profesión de fe, tan sencilla pero tan firme, no llegó a
convencer al piadoso Natanael, aunque procedía de un amigo en quien no podía
tener duda. El nombre de Nazaret le disgustó. Nazaret era una pequeña ciudad de
mala fama. Escéptico, respondió: "¿Puede salir algo bueno de
Nazaret"? Felipe entonces tuvo el arranque de todo verdadero discípulo de
Jesús. En vez de entrar en discusiones, invitó a su amigo a juzgar por sí
mismo: "Ven y verás." Ningún corazón recto que encuentre a Jesús
puede permanecer indiferente. Al momento queda conquistado. Los Apóstoles mejor
que nadie lo pudieron comprobar. Sabían que su actividad para nada valía si no
iba acompañada de la de Cristo. No hay hombre que pueda hacer nacer la fe
sobrenatural o el amor divino en el corazón de otro hombre. Eso es obra de Dios
solo. El Señor es el único autor de la gracia. Únicamente pide a los Apóstoles
que le traigan las almas y El las hará hijas de Dios. El Apóstol, servidor dócil
y fiel, desaparece humildemente ante su Maestro. Sabe que una vez que ha dicho:
"Ven y verás", ha cumplido todo su ministerio.
EL ACTO DE FE DE SAN BARTOLOMÉ. — El amigo de
Felipe, tocado ya en el fondo de su corazón por la llamada del Padre "que
lleva las almas al Hijo" y preso de una profunda conmoción, se acercó a
Jesús. Y Jesús, al verle llegar, le saludó jubilosamente: "He aquí un
verdadero Israelita, en quien no hay dolo." ¡Magnífica declaración de
parte del Supremo Juez, cuya mirada penetra los más íntimos repliegues de las
conciencias! Por entonces, téngalo presente el lector, la casuística farisaica
había cambiado en muchos puntos la moral natural y había convertido a los
Judíos en ergotistas, falsos, hipócritas; por lo cual, la lealtad profunda de
Natanael era ya una virtud rara en el pueblo de Dios. Y se explica la explosión
de alegría en el Mesías al encontrar, en medio de su pueblo corrompido, un
verdadero Israelita. Pero Bartolomé era además una alma humilde. Aquel elogio
público y repentino le asustó; tal vez hasta le desagradó. Buscó el modo de aminorarle
discutiendo su verdad: "¿De qué me conoces"?, replicó; ¿cómo puedes
saber lo que valgo? Y Jesús, mirándole con una mirada divina y humana que
penetraba en lo más hondo de las almas para saciarlas en su sed de Dios le
respondió sencillamente: "Antes de llamarte Felipe, cuando estabas bajo la
higuera, te vi." Misteriosa respuesta que sólo podía darla el que lee en
las conciencias. La continuación del diálogo nos deja entrever a qué
preocupaciones secretas de Natanael debió de responder el Señor. Poco antes,
oculto en la sombra de una higuera, Bartolomé se había puesto en oración. Como
buen Israelita, había pedido a Dios que salvase a su pueblo de la esclavitud y
cumpliese la profecía de Daniel enviando al "Hijo del hombre", a quien
el profeta habla visto caminar sobre las nubes, rodeado de Angeles, y a quien
se le había dado "el señorío, la gloria y el imperio" sobre todos los
pueblos, por toda la eternidad Había también pedido la venida tan deseada del
verdadero rey de Israel. Entonces, en contacto con el Señor, a la mirada divina
de sus ojos, se sintió comprendido y atendido en las pocas palabras de su
respuesta. Su primera duda se desvaneció para dar lugar al borbotar de la fe y
del amor, y de lo más profundo de su ser, exclamó entregándose por completo:
"Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Esta es
la gloria auténtica de San Bartolomé. Nos dió un ejemplo de fe cristiana, aun
antes que el mismo San Pedro, si bien es cierto que de una manera menos solemne
y menos completa. Su espontaneidad, su arranque, a la vez que la delicadeza de su docilidad a los primeros toques de la gracia, todo nos revela un alma entregada totalmente a la voluntad divina. Y Jesús recompensó
al instante la fe de Natanael con
magnificas promesas. "¿Porque te he
dicho que te vi debajo de la
higuera, crees? Verás cosas mayores." Y, en efecto, presenciará los
milagros de la vida pública del Mesías, en su predicación, en su resurrección y
en su ascensión. Luego, volviéndose
Cristo hacia los otros discípulos y dirigiéndose en ellos a todos los que
después habían de creer en El, añadió: "En verdad, en verdad os digo que
veréis abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el
Hijo de hombre." Jesús afirmaba así bien claramente que El era el Mesías
esperado. Cupo, pues, a San Bartolomé, el insigne privilegio de dar origen con
su acto de fe al primer testimonio que el Mesías dió de sí mismo y que nos ha conservado el Evangelio. Luego de
haber referido circunstanciadamente la vocación de Natanael, las Escrituras no
vuelven a decir nada de este Apóstol; pero lo dicho es bastante para hacerle amar y, por eso, la Iglesia celebrará con gratitud
su memoria hasta el fin de los tiempos.
VIDA.
— San
Bartolomé era oriundo de Caná de Galilea, compatriota de San Simón y amigo de
San Felipe. Los Evangelios dicen
poco de él: se sabe tan sólo que
tomó parte en la última pesca milagrosa, después de la resurrección del Señor. Desplegó su apostolado en Armenia y
probablemente en Persia también. Tal vez de aquí llevasen sus discípulos más
lejos su predicación, esto es, a
Etiopía y aún a las Indias! Tradiciones
antiguas afirman que murió desollado vivo' y que fué decapitado por orden de Un rey pagano.' En el siglo vi se encuentran sus reliquias en
Daras, en Mesopotamia. En el IX se veneran en el mediodía de Italia:
primeramente en Lipari y luego en Benevento. Por fin, en el siglo xi, se las trasladó a Roma. San
Bartolomé es el patrón de
Armenia. En Occidente también le - reconocen por patrono las corporaciones de carniceros, curtidores y
encuadernadores.
ORACIÓN POR LA UNIDAD. — Enséñanos, oh gran
Apóstol, a dejarnos guiar en todo por el espíritu de fe. Del mismo modo que tú
respondiste con docilidad a Felipe, que te invitaba a acercarte a Jesús y dar su vida por
El, alcánzanos que seamos también nosotros dóciles a los sucesores de los Apóstoles,
a la Iglesia, al Papa, que con sus enseñanzas y sus mandatos nos guían a
Cristo, nos enseñan a vivir en su amor, a recibirle en los sacramentos, de
forma que un día podamos contemplar en el Cielo la gloria de nuestro Redentor.
Y tú, de quien Roma se gloría por guardar tus restos preciosos, lleva a Pedro '
las naciones que evangelizaste; justifica las esperanzas de universal unión que
en nuestros días se van reavivando; ayuda a los esfuerzos que hace el Vicario
del Hombre-Dios para juntar bajo, del cayado del pastor a los rebaños disidentes,
cuyos pastos secó el cisma. Todos unidos, podamos disfrutar en común de los
tesoros de nuestras tradiciones concordes e ir a Dios a costa de todas las privaciones, por el procedimiento a la vez tan
amplio y tan sencillo que
nos enseñan tu sublime teología y tus ejemplos.
nos enseñan tu sublime teología y tus ejemplos.
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