1 DE AGOSTO
SAN PEDRO AD
VINCULA
CADENAS
LIBERTADORAS. — Roma, haciendo un dios del hombre que
la había esclavizado, consagró el mes de Agosto a la memoria de César Augusto.
Cuando Cristo la hubo libertado, colocó como monumento de su libertad
reconquistada, a la cabeza del mismo mes, la fiesta de las cadenas que Pedro,
Vicario de Cristo, había llevado para romper las suyas Sabiduría divina que
imperas en este mes, no podías inaugurar más auténticamente tu imperio. Fuerza
y dulzura conjugadas son el atributo de tus obras, y precisamente en la
flaqueza de tus elegidos, triunfas de los poderosos. Tú mismo, para darnos la
vida padeciste la muerte; para libertar la tierra que le estaba confiada, Simón,
hijo de Juan, quedó cautivo. Primero Herodes, y Nerón después dieron a conocer
el precio de la promesa que recibió en otra ocasión de atar y desatar lo mismo
en la tierra que en los cielos; en cambio, debió tener el amor al Supremo Pastor
hasta tal extremo que tenía, como El, que dejarse cargar de cadenas por su
rebaño y ser llevado a donde El no quería. Cadenas gloriosas que nunca haréis
temblar a los sucesores de Pedro, vosotras seréis ante los Herodes, los Nerones
y los Césares de todos los tiempos, la garantía de la libertad de las almas.
¡Con cuánta veneración os honra el pueblo cristiano!
CADENAS DE PEDRO
Y PABLO. — Los eslabones que habían sujetado los
brazos del Doctor de las naciones, fueron también recogidos después de su
martirio. Desde Antioquía, exclamaba San Juan Crisóstomo que deseaba ir a Roma
para venerarlos: "¿Qué cosa más excelente que estas cadenas? Ser
prisionero por Cristo es un título más glorioso que el de apóstol, evangelista
o doctor. Estar atado por Cristo mejor es que habitar en los cielos; ocupar uno
de los doce tronos es menor honor. Si
alguno ama, ya me entiende. Mas ¿quién penetrará estas cosas como el coro
santísimo de los apóstoles? Por lo que a mí toca, si se me diese a elegir entre
estos hierros o el cielo entero, no dudaría un instante, pues en ellos está la
dicha. Quisiera encontrarme ahora mismo en esos lugares donde dicen que se
conservan todavía las cadenas de esos hombres admirables. Si me fuese dado el estar
libre de cuidados, tener un poco más de salud, no titubearía un solo momento en
emprender este viaje solamente para contemplar las cadenas de Pablo. Si se me
dijese: ¿Quién preferirlas tú haber sido, el ángel que libertó a Pedro o Pedro
encadenado?; yo preferiría mejor ser Pedro por causa de sus cadenas'". La
cadena de Pablo, siempre venerada en la augusta basílica que cubre su tumba, no
ha sido objeto, sin embargo de ello, de una fiesta especial en la Iglesia como
la de Pedro. Esta distinción fué debida a la preeminencia del que recibió solo
la llave del Reino de los cielos, y que continúa él solo por medio de sus
sucesores ligando y desligando en su soberanía. La colección de las cartas de
San Gregorio Magno demuestran cómo en el siglo vi se había extendido
universalmente el culto de las santas cadenas en tal manera, que el más rico
presente que los Soberanos Pontífices tenían costumbre de ofrecer a las iglesias
más insignes y a los príncipes a quienes querían honrar, eran unas pequeñas
limaduras encerradas con llaves de oro o plata. Constantinopla, en una época
imprecisa, estuvo también dotada de una porción de estas preciosas cadenas; fijó
la fiesta de las mismas en el 6 de Enero exaltando con esta ocasión al Apóstol
San Pedro como el ocupante de la primera Sede, fundamento de la fe y
base inconmovible del dogma.
GLORIOSA
CAUTIVIDAD. — "Mete tus pies en los cepos de la
Sabiduría y tu cuello en su argolla, una vez cogida no la sueltes, porque al
fln hallarás en ella tu descanso y tu gozo y serán para ti sus cepos defensa
poderosa, y su argolla adorno glorioso y sus anillos la salvación. LaSabiduría
encarnada aplicándote ella misma este oráculo, oh Príncipe de los Apóstoles,
anunciaba que en testimonio de tu amor llegaría un día en el que tú conocerías,
en efecto, la sujeción y las cadenas. La prueba, oh Pedro, ha sido contundente
para esta Sabiduría eterna, que sabe calcular sus exigencias a la medida de su propio
amor. Mas tú también la has hallado fiel: en los días del temible combate, en
el que quiso mostrar su poder en tu debilidad, no te abandonó ella en los
hierros; en sus brazos dormías tú un sueño tan sosegado en la prisión de
Herodes; contigo descendió al calabozo de Nerón allá te tuvo cual flel
compañera hasta el momento en que, sometiendo los perseguidores al oprimido,
colocó el cetro en tus manos y la triple corona sobre tu frente.
SÚPLICA POR LA
LIBERACIÓN. — Desde el trono en que te sientas junto
al Hijo de Dios en los cielosporque acá en la tierra seguístele en la angustia
y el dolor, desata nuestras cadenas que, por desgracia, no son gloriosas como
las tuyas. Rompe los grillos del pecado que nos sujetan a Satanás, estas
ligaduras de todas las pasiones que nos impiden emprender el vuelo hacia Dios.
El mundo, hoy más que nunca, esclavizado en la golosina de su errónea libertad
que le ha hecho olvidar la verdadera, tiene más necesidad de la liberación que
en el tiempo de los Césares paganos. Sé, pues, tú, su libertador, tú que
únicamente puedes serlo. Sobre todo, sea Roma la que experimente la virtud de
emancipación que reside en tus cadenas, pues ha caído ella más bajo por haber
sido precipitada desde mayor altura; ellas han venido a ser como una señal para
reconocerse sus fieles en las pruebas postreras. Cumple aquello que dijeron
antiguamente sus poetas: "rodeada de cadenas siempre será ella
libre".
EL
MISMO DÍA
MEMORIA
DE LOS MARTIRES MACABEOS
EL SÍES DE LA
SABIDURÍA. — Todo resplandece con la luz de la más
brillante de las constelaciones. Ya en el siglo vi el Concilio de Tours había notado
que las fiestas de los santos llenaban todo este mes "Tengo mis
delicias en estar con los hijos de los hombres" dijo la
Sabiduría; parece que en el mes en que resuenan sus enseñanzas haya puesto su
gloria en rodearse de hombres bienaventurados3 que, caminando con ella por los
senderos de la justicia al hallarla han
encontrado en ella la vida y la salud que viene del Señor. Noble corte
presidida por la Reina de toda la gracia, cuyo triunfo, al consagrar la mitad
de este mes, hacía recaer sobre ella las predilecciones de esta Sabiduría del
Padre, que no se ha separado de María desde que en ella levantó su trono. ¡Qué
efusión de los dones divinos promete a nuestras almas la esplendidez de estos
días que vamos a atravesar. Nunca se han enriquecido tanto los graneros del
Padre de familia como en estos días de madurez para las mieses del cielo y de
la tierra!
LOS SIETE
HERMANOS MÁRTIRES. — Un septenario brilla en el cielo
mientras que aquí abajo la Iglesia, al inaugurar estos días benditos, se adorna
con la cadena de Pedro como de la alhaja más preciosa. En la arena sangrienta,
los siete hermanos Macabeos siguieron a la Sabiduría antes de que ella hubiese
manifestado en la carne sus atractivos divinos. La causa sagrada por la cual
ellos fueron atletas, su fuerza de alma en los tormentos, sus sublimes
respuestas a los verdugos de tal modo ofrecieron el tipo representado después
por todos los mártires, que ya en los primeros siglos de la Iglesia cristiana se
vió a los Padres reivindicar para ella en estos héroes de la Sinagoga que
habían sacado su valor en la fe del Cristo esperado. Sólo ellos, entre todos
los santos personajes de la antigua alianza, encontraron por esta razón lugar
en el ciclo cristiano y todos los martirologios, los fastos de Oriente como de
Occidente, atestiguan la universalidad de su culto. En el tiempo en que con la
esperanza de una resurrección mejor, rehusaban rescatar sus vidas ante los
tormentos, otros héroes de la misma sangre, inspirados con una misma fe,
corrían a las armas y libraban a su país de una crisis terrible. Muchos hijos
de Israel, olvidándose de las tradiciones de su pueblo, habían ambicionado para
él las columbres de las naciones extranjeras, y el Señor, en castigo, dejó caer
sobre ellos con todo su peso el yugo de una legislación profana que ellos
habían cometido el error de admitir Pero cuando el rey Antíoeo, explotando la
traición de algunos, y la indiferencia de la mayor parte, pretendía con sus
edictos eliminar la ley divina, que es la que totalmente puede dar poder al
hombre sobre los demás hombres, Israel, despertado de pronto, opuso al tirano
la reacción simultánea de la rebelión y del martirio. Judas Macabeo, en
inmortales combates, reivindicaba para Dios, la tierra de su heredad, mientras
que por virtud de su generosa confesión, los siete hermanos, émulos de su
gloria, salvaban, de este modo, como dice la Escritura, a la ley de
la servidumbre de los re-yes y de las naciones. Bien pronto Antíoeo,
aunque había pedido perdón sin poderlo obtenermoría devorado por gusanos como
más tarde debían también morir los perseguidores de los cristianos: Herodes,
Agripa y Galerio Maximino.
LA MADRE DE LOS
MÁRTIRES. — El Espíritu Santo, que se reservaba el
transmitir él mismo a la posteridad los actos del protomártir de la ley nueva,
no obró de otro modo por la pasión de los gloriosos precursores de festeban,
(167 antes de Cristo). Por lo demás, fué también él quien las palabras, tanto
como el velar a estos valientes hermanos y a esta madre más admirable aún, que
ante sus siete hijos entregados el uno después del otro a terribles tormentos,
no encontraba para cada uno de ellos más que exhortaciones ardientes a morir.
Rodeada de sus cuerpos afrontosamente mutilados, se reía del tirano cuya falsa
piedad quería al menos que persuadiese al más pequeño a salvar su vida; inclinándose
sobre este último superviviente encomendado a su cariño le decía: "Hijo
mío, ten piedad de mí que te llevé nueve meses en mi seno, que te alimenté
durante tres años con mi leche. Te ruego, hijo mío, que mires al cielo y a la
tierra y a todo lo que contienen; comprende que Dios ha hecho todo eso de la
nada así como a los hombres. No temas, pues, al verdugo, muéstrate digno de tus
hermanos, recibe como ellos la muerte a ñn de que te encuentre con ellos por la
divina misericordia que debe devolvérmelos." Y el niño intrépido corrió
inocente al encuentro de los suplicios; y la incomparable madre siguió después
a sus hijos.
ORACIÓN. —
"Alégrenos, Señor, la fraterna corona de tus Mártires: la cual preste a
nuestra fe el incremento de las virtudes y nos consuele con su múltiple
sufragio. Por Jesucristo Nuestro Señor." Amén.
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