30 DE JULIO
SAN ABDON Y SENEN, MARTIRES
BIENAVENTURANZA
DE LOS PERSEGUIDOS. — La Iglesia ha elegido en este día
el Evangelio de las Bienaventuranzas para poner ante nuestra consideración la
felicidad de los que son de Dios, de los que no titubean un instante en
abandonarlo y en sufrirlo todo para serle fieles. Y de estas ocho bienaventuranzas
que nos hace leer, la postrera es la más inesperada: "Bienaventurados los
que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos." "¿Qué hay que temer de hombres que se apartan del mundo, que
limitan en lo que pueden las asperezas de ambiciones terrenas y renuncian a
toda rivalidad; de hombres misericordiosos y pacíficos que sólo obran el bien?
Se llevan bien con sus prójimos, son inofensivos, ¿porqué perseguirlos,
pues?" La leyenda de los Santos Abdón y Senén nos dice que eran ambos cristianos
y que tenían la costumbre de enterrar dignamente a los mártires. ¿Qué motivo tenía
nadie para odiarles por ello? Y, sin embargo, fueron detenidos, encarcelados y
conducidos a la muerte por solo estos crímenes. "La historia nos enseña,
efectivamente, que los hombres difícilmente soportan un espíritu que no es el
suyo y, sobre todo, principios que superan a los suyos. Se dan entonces las
persecuciones sufridas "por la justicia" por la sola adhesión a Dios y
a su voluntad. El odio de Dios y del bien podrá parecer inexplicable, mas es
real. Hay personas que sólo son perseguidas y molestadas por su virtud, por
causa de Aquel a quien sirven y representan. "Mas, ¿cómo explicar la
bienaventuranza relacionada con los perseguidos? Porque, sencillamente, el
padecimiento es una etapa momentánea; por otro lado, la promesa divina es de
tales proporciones que borra todo temor. A más de esto, solo hay verdadera
dicha uniéndose a Dios, por lo que nosotros debemos considerar como una gran
fortuna todo aquello que nos acerca más a El"'. Esta fué la felicidad y el
gozo de nuestros mártires y su herencia por toda una eternidad.
VIDA. —
Poco sabemos sobre los santos Abdón y Senén. Las pinturas de su cripta
sepulcral nos hacen pensar que eran nobles persas. Sus nombres prueban que eran
de origen oriental, mas su sepultura en las inmediaciones de un barrio obrero y
junto a los almacenes de un gran puerto, ha hecho suponer que más bien eran
comerciantes o bien obreros, o quién sabe si esclavos. Verosímilmente vertieron
su sangre por Cristo bajo Decio o Valeriano, mediado el siglo III. Sus cuerpos
fueron sepultados en el cementerio de Ponciano y en su honor se levantó una
basílica junto a la vía de Porto. En el siglo ix el Papa Gregorio IV depositó sus
reliquias en la basílica de San Marcos. Créese que una parte de estas reliquias
fué trasladada al Monasterio de Notre-Dame, en Arles-sur-Tech, en la diócesis de
Perpignan. Su fiesta, mencionada en el calendario de 354, es una de las más
antiguas de la liturgia romana.
PLEGARIA. —
Recitaremos en su honor el antiguo y hermoso Prefacio que el Sacramentario gregoriano
asigna para este día. "Verdaderamente es digno y justo que te alabemos, oh
Dios, y que cantemos tu magnificencia en tus Santos. Tú les has predestinado
para gloria eterna desde antes de la creación del mundo a fin de mostrar a esta
tierra por medio de ellos la luz de tu verdad. Tú les has amado por el Espíritu
de la verdad para que fueran capaces de vencer el temor de la muerte en su
carne débil. En medio de todos estos Santos se encuentran tus mártires Adbón y
Senén que han florecido cual rosas y lirios en el jardín de tu Iglesia. Sangre
de tu único Hijo era la que corría sobre ellos al tiempo que combatían y daban
el testimonio de tu nombre y, en recompensa de sus sufrimientos, El les ha
revestido del blanco esplendor de los lirios."
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