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DE JULIO
SAN
PANTALEON, MARTIR
Misa
– Laetábitur
Epístola
- II Timoteo; II, 8-10 y III, 10-12
Evangelio
– San Mateo; X, 26-32
UN MÉDICO SANTO. —
La Iglesia oriental celebra hoy uno de sus mayores mártires. Médico de los
cuerpos y conquistador de las almas, dícese que, su nombre, que significa
fortaleza del león, fue trocado por Cristo, en el instante en que se disponía a
morir, en el de Pantaleón que quiere decir, todo misericordioso, símbolo
de los bienes que la liberalidad del Señor se disponía a esparcir por la tierra
y de la misericordia que obtendrían quienes la demandasen por su intercesión. Sus
reliquias fueron distribuidas en numerosas iglesias occidentales y su fama le
colocó entre los santos auxiliadores. En la Colecta pide la Iglesia para
nosotros la salud corporal tan útil como frecuente en el servicio de Dios y del
prójimo.
VIDA. —
Verosímilmente Pantaleón procedía de Su
muerte se coloca ordinariamente en los comienzos del siglo IV, hacia el 305, es
decir, durante la gran persecución de Diocleciano y Maximiano. Después de haber
padecido numerosos suplicios, créese murió decapitado. Su culto se popularizó
en seguida extendiéndose por Occidente. Roma le consagró cuatro iglesias. Conservase
en Ravello, cerca de Amalfi, una ampolla que contiene su sangre, la cual se
torna en estado líquido, como la de San Genaro, todos los años en el día de su
fiesta. Es uno de los patronos de la corporación de los médicos.
PLEGARIA. — "¿Qué
hay más dulce que la miel, y más fuerte, que el león?" ¡Oh santo Mártir, tú más fuerte que
Sansón planteaste y resolviste en ti mismo el enigma: de la fortaleza
ha salido la dulzura. Oh león, que caminas intrépidamente en pos del
León de Judá, tú también supiste imitar su inefable mansedumbre; y así
como mereció ser llamado eternamente el Cordero, así ha querido que su misericordia
resplandezca en su nombre imperecedero por el que, transformando
el tuyo terreno, ha querido invitarte al eterno festín de los cielos.
Por el honor del que es tu timbre de gloria suplicamos te justifiques
tu nombre más y más. Sé propicio con los que te imploran, con los
desgraciados a quienes la triste consunción aproxima cada día a las
puertas de la tumba, con los médicos que, como, tú, se desviven
por la salud de sus hermanos; ayúdales a hacer llevaderos los
padecimientos físicos, a sanar los cuerpos; enséñales, sobre todo, a
curar las llagas morales, a salvar sus almas.
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