Capítulo 9
La Virgen María
Santo Tomás evoca los grandes privilegios de la Virgen María con
motivo de la misión del Verbo a este mundo por su Encarnación (III, 31-35). El
lugar de María en la realización de la obra de la salvación de la humanidad por
el Verbo encarnado es tal, que merece ser evocada de manera muy particular.
Sí María, por su “fiat”, se convirtió milagrosamente en
Madre de Dios, en Madre del Salvador, por el mismo hecho se convertía también
en Madre de su Cuerpo místico, es decir, de todos los que habían de vivir de la
vida de Jesús en esta tierra y en la eternidad. También se convirtió en Reina
de los ángeles, y en Adversaria definitiva de los demonios.
Nosotros nos hemos hecho hijos suyos por el bautismo, y nos
alimentamos de su carne y de su sangre en la Eucaristía. Ella es realmente
nuestra Madre espiritual. Esta maternidad divina le ha valido privilegios
únicos, y ante todo su inmaculada concepción con la plenitud de gracia desde el
instante de su concepción. Ella es la única creatura humana exenta de las
consecuencias del pecado original.
Otro privilegio inaudito: ella es Madre de Jesús y permanece
virgen antes, durante y después del parto. Nada es imposible para Dios, como le
dijo el Ángel Gabriel. El Niño Jesús salió del seno de la Virgen “ianuis
clausis”, sin destruir su himen; Ella no sufrió los dolores de la
maternidad. ¡Cuántos errores hay en los catecismos modernos sobre este punto! Ella
quedó exenta, por lo tanto, de toda debilidad y de toda enfermedad, que son
consecuencias del pecado original.
Y por fin, puesto que su cuerpo no era susceptible de corrupción,
fue resucitado y llevado al Cielo: es el privilegio de su Asunción. Desde
entonces Ella es la Reina del Cielo y de la Tierra. Ella es también, gracias a
su Maternidad divina, la Mediadora de todas las gracias que se nos conceden; su
Maternidad espiritual es universal. Si Jesús es la Cabeza del Cuerpo místico,
María es su cuello, como dicen los Padres de la Iglesia.
Siendo María la Madre del Sacerdote eterno,
ejerce una maternidad particular sobre todos los que participan del sacerdocio
de Jesús. ¡Dígnese la Virgen María formar en nosotros sacerdotes a imagen de su
divino Hijo! Que la devoción a María tenga un lugar de honor en todas las casas
de la Fraternidad y en los corazones de todos sus miembros. María nos
conservará en la fe católica. Ella no es liberal, ni modernista, ni ecumenista.
Ella es alérgica a todos los errores, y con mayor razón, a las herejías y a la
apostasía.
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