Quitad esto de aquí, y no hagáis de la casa de mi Padre una casa de negocios. |
L U N E S
de la cuarta semana de Cuaresma
La Estación se celebra en la antigua Iglesia llamada de los Cuatro
Coronados, es decir de los Santos Mártires, Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino
que murieron en la persecución de Diocleciano. Sus cuerpos descansan en este
santuario que se honra también de poseer la cabeza del gran mártir S.
Sebastián.
COLECTA
Suplicámoste, oh Dios
omnipotente, hagas que, al celebrar con anual devoción esta sagrada,
abstinencia, te agrademos con el cuerpo y con el alma. Por el Señor.
EPISTOLA
Lección, del
libro de los Reyes.
En aquellos días fueron dos
mujeres rameras al Rey Salomón, y se plantaron delante de él, y dijo una de
ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer habitábamos en una casa, y yo parí junto
a ella en la habitación. Y, al tercer día, después que parí yo, parió también ésta:
y estábamos juntas, y no había nadie más con nosotras en la casa, excepto
nosotras dos. Y murió el hijo de esta mujer una noche, porque, mientras dormía,
lo ahogó. Y, levantándose a media noche, quitó mi hijo de mi lado y lo puso en
su seno: y su hijo, que estaba muerto, lo puso en mi seno. Y, cuando me levanté
por la mañana, para dar el pecho a mi hijo, apareció muerto; pero, examinándolo
con más diligencia a la clara luz, reconocí que no era el mío, el que yo engendrara.
Y respondió la otra mujer: No es así como dices, sino que tu hijo murió, y el
mío vive. Por el contrario, ella decía: Mientes: porque mi hijo vive, y tu hijo
murió. Y de este modo altercaban ante el rey. Entonces dijo el rey: Esta dice:
Mi hijo vive, y tu hijo murió. Y ésta responde: No, sino que tu hijo murió, y el
mío vive. Dijo, pues, el rey: Traedme una espada. Y, cuando presentaron la
espada ante el rey: Dividid, dijo, el niño vivo en dos partes, y dad media
parte a una, y media parte a otra. Entonces dijo la mujer, cuyo hijo estaba
vivo delante del rey (porque se conmovieron sus entrañas por su hijo): ¡Por favor,
señor! ¡Dadle a ella el niño vivo, y no lo matéis! Por el contrario, la otra
decía: No sea ni para mí, ni para ti; sino que se divida. Respondió el rey, y
dijo: Dadle a aquélla el niño vivo, y no se le mate: porque ella es su madre.
Oyó, pues, todo Israel el juicio, que había hecho el rey, y temieron al rey, viendo
que la sabiduría de Dios estaba en él para hacer justicia.
NUESTRA MADRE LA IGLESIA. — S. Pablo nos explicaba en la
Epístola de la Misa de ayer el antagonismo de la Sinagoga y la Iglesia y cómo
el hijo de Agar persigue al hijo de Sara, a quien ha preferido el Padre de
familia. Hoy, estas dos mujeres que comparecen ante Salomón nos recuerdan esta
misma idea. Se disputan un hijo; este hijo representa a la Gentilidad que
comienza a conocer al verdadero Dios. La Sinagoga figurada por la mujer que dejó
morir su hijo, es decir, el pueblo a ella confiado, reclama injustamente a
aquel que no pudo llevar en su seno; y como esta reclamación no se le inspiraba
su amor de madre sino su orgullo, le es
indiferente que se le mate, con tal que le sea arrebatado a su verdadera madre
la Iglesia. Salomón, el Rey Pacífico, figura de Cristo entrega el
hijo, a quien después de concebirle le dió a luz y le alimentó; de este modo quedó
avergonzada la madre falsa; amemos, pues, a nuestra santa madre la Iglesia, Esposa
de nuestro Salvador. Mediante el bautismo nos ha hecho hijos de Dios, nos ha
alimentado con el Pan de Vida, nos ha infundido el Espíritu santo, y,
finalmente, cuando hemos tenido la desgracia de recaer en pecado, nos ha devuelto
la vida, mediante el poder divino de las llaves. El amor filial para con la
Iglesia es la señal de los elegidos, la obediencia a sus mandamientos es la
nota de un alma, en que reina Dios en ella.
EVANGELIO
Continuación
del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel tiempo, estaba cerca
la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén: y encontró en el templo a
los que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y a los cambistas sentados. Y,
haciendo como un azote de cuerdas, los arrojó a todos del templo, y también las
ovejas, y los bueyes, y derramó el dinero de los cambistas, y derribó las
mesas. Y, a los que vendían palomas, les dijo: Quitad esto de aquí, y no hagáis
de la casa de mi Padre una casa de negocios. Y recordaron sus discípulos que
estaba escrito: El celo de tu casa me comió. Pero respondieron los judíos, y
dijeron: ¿Qué pruebas nos das, para poder hacer esto? Respondió Jesús, y dijo:
Destruid este templo, y en tres días lo reedificaré. Dijéronle entonces los
judíos: En cuarenta y seis años fué edificado este templo: ¿y tú lo
reedificarás en tres días? Pero El lo decía del templo de su cuerpo. Por eso,
cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus discípulos esto que había
dicho, y creyeron en la Escritura, y en las palabras que dijo Jesús. Y, cuando
estuvo en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su
nombre, viendo los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque
los conocía a todos, y porque no necesitaba que nadie le diera testimonio de
hombre alguno: pues El mismo sabía lo que hay en el hombre.
EL ALMA TEMPLO DE DIOS. — El martes de la primera semana vimos ya cómo el
Señor arrojó a los vendedores del templo. La Iglesia insiste sobre este hecho
en la Cuaresma, porque nos presenta la severidad que usa Jesucristo con el
alma, dominada por las pasiones terrenas. ¿Pues qué son nuestras almas sino el
templo de Dios? Las ha creado y santificado para que sean su morada y por tanto
quiere que todo sea digno de este sublime destino que se las ha dado. En estos
días en que examinamos nuestras almas, ¿cuántos vendedores profanos vemos que
habitan en la casa del Señor? Expulsémosles cuanto antes; pidamos al Señor que
también El los arroje con él. Látigo de su justicia. Pronto llega el día de
obtener el perdón; vigilemos para hacernos libre de recibirlo.
CONVERSIÓN PROFUNDA. — ¿Nos hemos Ajado en lo que dice el Evangelio de
aquellos judíos, que más sinceros que los demás, creyeron en El, a causa de los
milagros que le veían obrar? Y sin embargo Jesús no se fiaba de ellos
porque los conocía muy bien a todos. Hay hombres que hasta llegan a
creer, a reconocer a Cristo, sin que esto sea motivo para que su corazón se
cambie. ¡Oh corazón duro del hombre! ¡Oh
cruel congoja para la conciencia de los ministros de la salvación! Hay
pecadores, gente del mundo, que en estos días se acercan al tribunal de la penitencia;
creen, confiesan sus pecados; y la Iglesia no se fía de su arrepentimiento. Ya
sabe que, poco después de la Comunión Pascual, se convertirán en lo que eran el
día que se les impuso la ceniza de penitencia; tiembla al pensar en el peligro
que estas almas, divididas entre Dios y el mundo, incurren recibiendo sin
preparación, sin conversión sincera al Santo de los santos; por otra parte, se
acuerda de que está escrito que no hay que apagar la mecha que aun humea, ni de
acabar de romper la caña ya nacida'. Roguemos por estas almas cuya suerte es tan
inquietante y pidamos para los pastores de la Iglesia algunos rayos de esta luz
en que Jesús conocía todo ¡o que había en el hombre.
ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios.
Suplicámoste, Señor, escuches
benigno nuestros ruegos: y, a los que les concedes el deseo de pedir, dales el
auxilio de tu protección. Por el Señor.
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