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martes, 2 de mayo de 2017

Nacimiento, grandeza, decadencia y ruina de la NACIÓN MEXICANA

EL BOICOT- 1926
 (Continuación)


Duramente afectada, la Cámara de Comercio, Industria y Minas de Guadalajara, dirigió al Congreso un memorándum señalando la situación angustiosa de sus miembros, lo que le valió ser expulsada por orden presidencial de la Confederación Nacional.
"En Guadalajara los militantes de la UP, de la U.P. de la A.C.J.M. de la A.C.F.M. de las Empleadas Católicas de Comercio, se dividían el trabajo en cuatro comisiones: fiestas, comercio, transportes y escuelas, y Guadalajara se convirtió en una ciudad de peatones, una ciudad enlutada, una ciudad paralizada económica y socialmente. 800 maestros de enseñanza primaria dimitieron para no servir al gobierno, y 22,000 niños, de 25,000 en edad escolar, dejaron de ir a la escuela. La U.P. se encargaba de alojar y alimentar a los maestros dimisionarios, en tanto que el ejército tenía que proteger la Ciudad de Méjico, gran almacén propiedad de un francés, que se negó a obedecer las órdenes de cierre y que fue salvado de la ruina por la intervención del Caballero de Colón Efraín González Luna.


LOS LEVANTAMIENTOS Julio 1926



"En los pueblos, guardando las proporciones, el espectáculo era el mismo. En Pénjamo, organizado dentro del marco de la U.P. por Luis Navarro Origel, se alumbraban con velas, a tal punto que la planta de electricidad se vio obligada a parar. El matadero se limitaba a sacrificar dos vacas cada tres días (para los enfermos), en lugar de doce vacas diarias como antes. Ninguna mercancía entraba en el territorio del municipio, y éste, privado de sus recursos fiscales tuvo que dimitir, así como la policía.
Los reemplazaban un zapatero y un sastre pagados por el pueblo. "El boicot, a pesar de algunas debilidades y condescendencias en la estricta aplicación del mismo por parte de los dirigentes, no fue un fracaso. Fue insuficiente para doblegar la voluntad de la tiranía.
Continuando y combinando con una posible lucha armada urbana, hubiera sido un magnifico y eficaz complemento de la resistencia armada que ya había iniciado el pueblo.
        El Episcopado había previsto y dispuesto: "No se cerrarán los templos, para que los fieles prosigan haciendo oración en ellos. Dejamos los templos al cuidado de los fieles y estamos seguros de que ellos conservarán con toda solicitud los santuarios que heredaron de sus mayores, o los que, a costa de sacrificios, construyeron y consagraron ellos mismos para adorar a Dios." Pero la tiranía ordenó que en cuanto un sacerdote abandonara un templo, las autoridades municipales se hicieran cargo de él, y junto con un inventario se lo entregaran a una comisión de diez vecinos nombrados por el Presidente Municipal, mientras se determinaba el uso al cual debía destinársele "en beneficio de los intereses públicos".
"Y por ningún motivo se hará la entrega a la Junta de vecinos o a los individuos que señalen o nombren los sacerdotes o los obispos católicos." El episcopado prohibió a los católicos formar parte de esas comisiones formadas por los presidentes municipales.
La popular oposición enérgica a los inventarios y a la ocupación o cierre de los templos, la aprehensión y asesinato de sacerdotes, y otros desmanes, dieron lugar en ciudades y pueblos a motines, resistencia y ataque a la fuerza pública, a los primeros levantamientos armados y al principio de la espontánea insurrección armada.
El 31 de Julio hubo un motín en Oaxaca. El dos de agosto una multitud amotinada en Acámbaro linchó a dos ingenieros a quienes confundió con militares. En represalia, tres hombres fueron fusilados sin formación de causa.
El mismo día treinta y uno de julio (1926) corrieron rumores de que se iba a ocupar el Santuario de Guadalupe de la ciudad de Guadalajara, y la población se aprestó a su defensa ocupando el templo y sus alrededores. Se establecieron vigilantes y nadie podía pasar sin contestar el ¿Quién vive? con el grito de ¡Viva Cristo Rey! La campana avisaba a los vecinos de los otros barrios en caso de alarma, y" acudían con las armas de que disponían: pistolas, cuchillos, garrotes o piedras. El día tres de agosto se supo que el ejército iba a intervenir, ya las nueve de la noche, los ocupantes de un coche, entre quienes se encontraba el comandante militar de la plaza vestido de paisano, se negaron a contestar el ¿Quién vive? El coche continuó su marcha y un niño le arrojó una piedra. Entonces el Comandante ordenó al chofer detenerse. Descendió e hizo un disparo que fue contestado por algunos hombres de entre la multitud. Acudió más gente y llegaron cincuenta soldados que ordenaron a la multitud dispersarse, y abrieron fuego. Los hombres abandonaron el atrio y se replegaron dentro del templo. De entre la muchedumbre que quedó fuera, una muchacha se acercó a un oficial y le hundió un puñal por la espalda, le quitó la pistola y la espada, y se las entregó a los hombres que estaban dentro del templo, diciéndoles: "Tengan esto para que se defiendan." Atacan los soldados el templo siendo recibidos con una descarga cerrada que los obligó a replegarse, fueron reforzados con 200 hombres. Entonces se entabló un combate cuerpo a cuerpo entre la multitud que se encontraba fuera y los soldados a quienes arrebataban los fusiles.
A las diez de la noche el pueblo seguía ocupando el templo y el atrio. El ejército ocupó el jardín alrededor del templo y las manzanas adyacentes, cerrando las bocacalles para impedir la afluencia de gente. A las seis de la mañana se negoció la rendición de los defensores del Santuario. Las mujeres y los hombres menores de quince años quedaron libres. Trescientos noventa hombres se entregaron como prisioneros, después de ocultar sus armas en la caja del órgano que después fueron recuperadas. Los prisioneros fueron conducidos al cuartel entre las aclamaciones del pueblo que gritaba ¡Viva Cristo Rey!
Por una circunstancia providencial y extraña en esas circunstancias, el gobernador provisional, amigo del vicario de la parroquia del Santuario, a los tres días dejó en libertad a los prisioneros, cuyo jefe era el poco después general cristero don Lauro Rocha.
El dos de agosto, con motivo del inventario del templo, hubo un tumulto en Cocula. El juez encargado de efectuarlo fue atacado furiosamente y las autoridades municipales sólo se salvaron por la intervención del sacerdote. El día cinco se presentaron 35 soldados.
Las campanas tocaron a rebato y acudieron miles de gentes que se impusieron obligando a los soldados a retirarse.
"En Cocula (Jalisco), desde ello de agosto la iglesia estaba custodiada permanentemente por 100 mujeres en el interior y 150 hombres en el atrio y en el campanario, de noche y de día. Los cinco barrios de Cocula se relevaban por turno y a cada alarma se tocaba el bordón. Entonces, todo el mundo acudía al instante, como refiere Porfiria Morales. El 5 de agosto tocó la campana cuando ella estaba en su cocina. Su criada, María exclamó: ¡Ave María Purísima! Se quitó el delantal, tomó su rebozo y un garrote, y cuando aquella le preguntó a dónde iba, le contestó: ¡Qué pregunta de mi ama! ¿Qué no oye la campana que nos llama a todos católicos de la Unión Popular? ¡Primero son las cosas de Dios! Y salió dejando las cacerolas al fuego."
El mismo dos de agosto, también por el inventario, hubo un levantamiento armado en Ciudad Hidalgo, encabezado por José María Orozco quien heroicamente murió durante el primer combate.
El cuatro de agosto se quiso cerrar el templo parroquial de Sahuayo, entonces una población de absoluta unidad católica y de ejemplar moralidad familiar y social. Habiendo sido sus habitantes acérrimos enemigos del liberalismo y de las hordas juaristas, eran también acérrimos enemigos de las hordas constitucionalistas llamadas "autoridades constituidas".
Incapaces por sí solas las autoridades municipales y la corta guarnición federal, de hacer el cierre, las milicias "acordadas" del Cerrito y de Huaracha recibieron la orden de reforzarlas. Estas se unieron a la popular reacción católica expulsando a las autoridades municipales y a la guarnición federal, las cuales se hicieron fuertes en el Cerrito Blanco, donde se libró un reñido combate, siendo derrotadas. Varios batallones fueron mandados a reconquistar la plaza que fue tomada a sangre y fuego. Varias personas fueron fusiladas, entre ellas don José Sánchez Ramírez, hermano de don Ignacio Sánchez Ramírez, quien llegó a ser general cristero. Estos combates de Sahuayo pueden ser ya considerados como el principio de la insurrección armada cristera.
Dos semanas después de la suspensión del culto público, el jefe de operaciones de Zacatecas, temiendo un levantamiento popular, ordenó la aprehensión del señor cura párroco de Chalchihuites, don Luis G. Bátíz, junto con los acejotaemeros Manuel Morales, Salvador Lara y David Roldán. El pueblo comenzó a reunirse para liberar a su párroco. Pero este les pidió calma y siguió humilde mente a sus aprehensores. Como los vehículos que conducían a los prisioneros eran seguidos por la multitud, el jefe de la escolta ordenó hacer fuego sobre ella, hiriendo a siete personas. Al llegar a un lugar llamado E! Baluarte, los prisioneros fueron obligados a descender de los vehículos y se les comunicó que serían fusilados en el acto.



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