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miércoles, 17 de mayo de 2017

LA RELIGION DEMOSTRADA


“Yo no sé por qué se quiere atribuir al progreso de la filosofía la hermosura moral de nuestros libros. Esta moral, sacada del Evangelio, era cristiana antes de ser filosófica”. J.J. ROUSSEAU.
 
 
§ 2° NECESIDAD DE LA REVELACIÓN

Muchos de nuestros “sabios modernos” han descendido a un nivel más bajo que los antiguos. En nombre de la razón, han enseñado los errores más monstruosos y degradantes, como el ateísmo, el panteísmo, al materialismo.

Si los filósofos espiritualistas modernos no han admitido errores tan graves, se debe a que han vivido en pleno Cristianismo y han aprendido el catecismo en su infancia. “Yo no sé por qué se quiere atribuir al progreso de la filosofía la hermosura moral de nuestros libros. Esta moral, sacada del Evangelio, era cristiana antes de ser filosófica”. J.J. ROUSSEAU.

2° Los filósofos jamás han querido instruir al pueblo. Se rodeaban de algunos discípulos escogidos, menospreciando a la plebe. Al contrario, acababan de desviarla de la verdad, rindiendo públicamente a los falsos dioses un culto hipócrita, del que después se burlaban con sus adeptos. Nuestros filósofos modernos (V. Cojín, J. Simón) confiesan que la filosofía se dirige a un número reducido y corre peligro de quedar sin gran eficacia sobre las costumbres.

3° Finalmente, aunque ellos hubieran querido instruir al pueblo, se habrían hallado impotentes para hacerlo. Sus doctrinas eran contradictorias: tantas escuelas, tantos sistemas. Su vida desmentía su doctrina. ¿Y qué misión, qué autoridad fuera de eso, para imponer sus enseñanzas a los demás hombres? “Yo no conozco, dice Voltaire, un filósofo que haya reformado las costumbres, no digo ya de su ciudad, ni siquiera las de la calle en que vive”. La revelación de la religión natural era, pues, moralmente necesaria.

SE DICE TAMBIÉN: Mi razón me basta; no sé qué hace de la revelación.

R. 1° La razón no ha bastado a los más grandes genios del universo para conocer el conjunto de las verdades y deberes religiosos; ¿cómo podría bastaros a vos?

2° La razón ni siquiera es capaz de resolver todas las cuestiones que deben necesariamente formar parte de una religión: a) Debemos un culto a Dios, pero, ¿cuál es la forma de ese culto? – b) Cuando hemos violado la ley moral, tenemos una cuenta que rendir a la justicia divina; pero, ¿podemos esperar el perdón y en qué condiciones? – c) Hay una vida futura con galardones y penas; ¿cuál es la naturaleza de esos galardones y de esas penas? La sola razón no puede responder a estas grandes cuestiones y a otras semejantes.

3° La razón tampoco basta, si Dios revela misterios que creer y si dicta preceptos positivos; en ese caso debemos creer en su palabra divina, acatar sus leyes: nada más justo.

Pero todo esto no prueba que la razón sea inútil; tan lejos está de ser así, que más bien se deduce su imprescindible necesidad, porque ella es la que debe examinar si la religión que se le presenta como proveniente de Dios, lo es en realidad. Aunque la fe, esté por encima de la razón, jamás puede existir entre ellas contradicción alguna real, porque ambas vienen de Dios mismo, fuente inmutable de la eterna verdad, y así ellas mutuamente se auxilian. La razón prueba, protege y defiende la verdad de la fe; la fe, a su vez, libra a la razón de todos los errores, la ilumina en el conocimiento de las cosas divinas, las vigoriza y perfecciona.

2. Necesidad absoluta de la revelación para la religión sobrenatural. – La religión sobrenatural comprende: 1°, misterios, es decir, verdades que creer, a las que nuestra razón no alcanza; 2°, preceptos positivos, que dependen de la libre voluntad de Dios; 3°, un fin sobrenatural, que sobrepasa todos los recursos y todas las exigencias de la naturaleza humana, y aun de toda la naturaleza creada; 4°, medios convenientes para la consecución de este fin sublime.

Ahora bien, es evidente que, sin la revelación, el hombre no puede descubrir estos misterios, ni las órdenes de Dios, ni el fin sobrenatural, ni los medios para conseguirlo. Nuestra razón no tiene más luces que las que brotan de la creación, y en la naturaleza no hay nada que pueda manifestarnos las cosas sobrenaturales. Si place a Dios imponernos esta religión sublime, debe hacérnosla conocer, y el hombre debe creer en la palabra infalible de Dios y someterse a su dominio soberano.

 

§ 3° EL HECHO DE LA REVELACIÓN

 

77. P. ¿Ha hablado Dios a los hombres?

R. Sí; y es tan cierto que Dios ha hablado a los hombres, como lo es que el sol brilla al mediodía en un cielo sin nubes. La revelación es un hecho histórico mil veces más cierto que todos los que nos presenta la historia.

Tenemos como prueba la historia de los grandes pueblos: el pueblo judío y el pueblo cristiano, que cuentan con más de 1000 millones de hombres esparcidos por todas las partes del orbe.

La revelación es un hecho histórico y, como todos los hechos, debe ser probado por el testimonio y los monumentos auténticos. Por el contrario, la divinidad de la revelación se demuestra por las señales divinas que la han acompañado, es decir, por los milagros y las profecías.

1° El primer testimonio del hecho de la revelación es el pueblo judío, uno de los pueblos más antiguos del mundo. Los judíos afirman que Dios habló al pueblo de Israel por el ministerio de Moisés, y le prometió enviar otro profeta, el Mesías, al que esperan todavía. Toda la historia del pueblo judío supone la revelación divina.

2° Como segundo testimonio del hecho de la revelación, mira en torno tuyo y ve en el mundo entero la humanidad civilizada: más de 1000 millones de hombres, católicos, cismáticos, protestantes, nos dicen a gritos: Dios ha hablado, particularmente por medio de Jesucristo, su Hijo divino hecho hombre, al que nosotros adoramos, y por eso somos cristianos: Jesucristo es el Mesías prometido a Moisés y a los profetas.

Esta incontable generación de nuestros días ha sido precedida por otra generación anterior; ésta por otra, y así sucesivamente durante veintiún siglos. Cortando solamente tres generaciones de 500 millones de cristianos por siglo, tenemos más de, tenemos más de veinte mil millones de hombres que han creído y creen todavía que Dios ha hablado a los hombres. La humanidad cristiana es para nosotros un testimonio perpetuo e irrefutable de la revelación divina.

3° Existe un libro admirable, el más antiguo, el más venerable, el más importante que se conoce en el mundo: se llama la Biblia, o sea, el libro por excelencia.

La Biblia, más que un libro, es una colección de libros que se dividen en dos grandes categorías: los del Antiguo Testamento, anteriores a la venida de Jesucristo, y los del Nuevo Testamento, escritos después de Jesucristo. Estos libros compuestos en distintos tiempos y lugares y por autores diferentes, forman un todo: se encadenan, se explican y se complementan los unos a los otros.

Los cinco primeros libros de la Biblia, llamados el Pentateuco, no cuentan menos de 3.400 años de existencia; resultan, pues, anteriores en más de 500 años a los anales escritos de los pueblos más antiguos. Moisés, autor de los cinco primeros libros, vivió más de mil años antes de Herodoto, el historiador profano más antiguo cuyos escritos hayan llegado hasta nosotros. Lo que da a Moisés una autoridad incomparable es que, después de transcurrir 4.000 años, la ciencia misma viene a confirmar sus narraciones, a pesar de haber intentado mil y mil veces desmentidas. Los recientes descubrimientos hechos por los sabios en Egipto, en Caldea, en Palestina, hacen resaltar aún más la veracidad de la Biblia.

El Antiguo Testamento encierra 40 libros, divididos en tres clases: libros históricos, libros didácticos y libros proféticos.

Los últimos libros de la Biblia, que forman el Nuevo Testamento, datan de hace 2.000 años, y nos narran el nacimiento, la vida, las obras y la doctrina sublime de Jesucristo, el Mesías prometido y anunciado en los primeros libros de la Biblia.

El Nuevo Testamento contiene los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, veintiuna cartas o Epístolas y el Apocalipsis.

Nadie puede dudar de la autoridad, del valor histórico y de la veracidad de la Biblia: los proclama la voz de dos grandes pueblos, el pueblo judío y el pueblo cristiano, cuya existencia sucesiva comprende un lapso de tiempo de más de 3.500 años. Millones de judíos y de cristianos han dado la vida por sostener la veracidad de este libro; y otros millones están prontos a morir por la misma causa. ¿Dónde hay un libro, fuera de la Biblia, cuya veracidad haya sido testificada por millones de mártires?

Este libro rodeado del mayor respeto, guardado con religioso cuidado, como tesoro divino que encierra la palabra de Dios, transmitido a través de los siglos, ya

por los judíos, ya por los cristianos, no podía sufrir alteración alguna. Era tan imposible alterar la Biblia, como sería imposible, hoy día, alterar el Código civil de una nación cuyos ejemplares se hallan en poder de todos.

Podemos, pues, concluir que los hechos narrados en la Biblia son absolutamente ciertos. Es así que la Biblia nos narra las obras de Dios, su alianza con el hombre y sus divinas revelaciones. Luego es cierto que Dios ha hablado a los hombres.

N. B. – En todos los apologistas modernos, Cauly, Rutten, Devivier, Poey, Gouraud, etc., pueden verse detalladas las pruebas de la autenticidad, integridad y veracidad de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. La crítica moderna no se atreve ya a negar la autoridad de los Libros Santos, porque tienen caracteres de veracidad mil veces más notables y seguros que todas las historias del mundo.

RELIGIÓN NATURAL Y POSITIVA

 

78. P. ¿Se ha contentado Dios con revelar una religión meramente natural?

R. No; Dios ama tanto al hombre, su criatura privilegiada, que ha querido establecer con él relaciones más íntimas, relaciones sobrenaturales y divinas, llamarlo a su fin sobrenatural, que no es otra cosa que la visión intuitiva del mismo Dios en el cielo. Esta religión sobrenatural no es otra que la religión cristiana.

1° El hombre, por su origen y naturaleza, es solamente criatura y ser servidor de Dios. Dios, por una bondad inefable y completamente gratuita ha querido elevarle a una dignidad más alta, la de hijo adoptivo. Más de una vez se ha visto a un príncipe, noble y rico, elegir a un niño pobre para tomarle por hijo adoptivo y heredero de su nombre, de su dignidad y de sus bienes. Más poderoso que estos señores de la tierra, Dios no se contenta con otorgar, a los que adopta, títulos y esperanzas; les comunica una participación de su propia naturaleza, ennoblece y transforma su alma por la gracia santificante. Como el hierro en la fragua toma el brillo y el calor de fuego; como el globo de cristal que encierra una luz, brilla con las claridades de ésta, así, por la gracia santificante que acompaña la adopción divina, el alma recibe una participación de la naturaleza y de la hermosura de Dios.

2° Tal es la gracia de la adopción divina. Este favor lleva otro en pos de sí; el hijo adoptivo se convierte en heredero. Adoptándonos por hijos, Dios nos señala por herencia una participación de su propia felicidad, la visión, cara a cara, de su esencia infinita en el cielo.

3° ¿Estos beneficios son debidos a la naturaleza humana? La misma palabra adopción nos dice que estos favores son dones gratuitos a los que el hombre, no tiene derecho alguno. La adopción, por su naturaleza, es un acto libre de generosidad. El extraño y el siervo, por más que hagan, no pueden adquirir el derecho de ser recibidos en el número de los hijos. Con mayor razón, el hombre no podría naturalmente pretender la filiación divina, porque respecto de Dios toda criatura es infinitamente inferior, esencialmente esclava y dependiente. La herencia celestial, pues, es una participación de la felicidad íntima de Dios, y ni las exigencias de nuestra alma ni los méritos naturales de sus facultades pueden darle derecho alguno a ella. Son beneficios superiores a su naturaleza, y su conjunto constituye un orden que se llama orden sobrenatural, por oposición al orden natural.

N. B. – 1° La religión natural y la religión revelada son distintas; la una no es la otra; pero son inseparables. La religión natural es cimiento y sostén del edificio; la religión sobrenatural es la perfección y el coronamiento.

2° La religión revelada encierra todos los dogmas y todos los deberes de la religión natural; sin embargo, ésta nunca ha existido sin aquella porque Dios, desde el principio, quiso someter al hombre a una religión revelada con un fin y medios sobrenaturales.

3° No solamente no puede existir contradicción entre ellas, sino que reina armonía perfecta, porque una y otra son obra de Dios, autor del orden natural como del orden sobrenatural.

 
 “Yo no conozco, dice Voltaire, un filósofo que haya reformado las costumbres, no digo ya de su ciudad, ni siquiera las de la calle en que vive”.

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