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martes, 28 de junio de 2016

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28 DE JUNIO

VIGILIA DE LOS SANTOS APOSTOLES,
PEDRO Y PABLO
TESTIMONIO DE JUAN Y DE LOS APÓSTOLES. 

II Clase – ornamentos morados
Epístola – Act. III, 1-10
Evangelio – San Juan XXI, 15-19


Juan Bautista, puesto en el límite de los dos Testamentos, cierra la era profética en que reinaba la esperanza, y comienza la era de la fe que posee, sin verle en su divinidad, al Dios por tanto tiempo esperado. Por eso, antes de que termine la Octava en la que celebramos a S. Juan, la confesión apostólica se va a unir con el testimonio dado por el Precursor del Verbo luz. Mañana, todos los ecos de los cielos repetirán la palabra que Cesarea de Filipo oyó la primera: Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo; y Simón, hijo de Juan, por haber pronunciado el oráculo, será puesto como base de la Iglesia. Mañana morirá, sellando con su sangre su declaración gloriosa; pero sobrevivirá en los Pontífices romanos, para guardar íntegramente el precioso testimonio, hasta el día en que la fe dé lugar a la visión eterna. Asociado a los trabajos de Pedro, el Doctor de los gentiles compartirá su triunfo; y Roma, más deudora a sus dos príncipes que a los guerreros que sojuzgaron el mundo, verá que su doble victoria afirma para siempre sobre su augusta cabeza la diadema de la realeza de las almas.


PREPARACIÓN A LA FIESTA DE MAÑANA. — Regocijémonos y, juntamente con la Iglesia, preparemos nuestros corazones mediante la celebración litúrgica de esta Vigilia, procurando suplir con el espíritu las austeridades de otros tiempos, que la Santa Iglesia, piadosa Madre, no ha creído oportuno exigirnos a nosotros. Pensemos que el rigor que sabe imponerse un pueblo en determinados días de preparación, es una señal de que conserva la fe; con ello manifiesta que comprende la grandeza del objeto que la Liturgia propone a su culto. Nosotros, cristianos de Occidente, cuya gloria delante de Dios y de los hombres son Pedro y Pablo, fijémonos en la Cuaresma que los griegos cismáticos comienzan al día siguiente de las solemnidades pascuales, en honor de los Apóstoles, y que no termina hasta hoy. El contraste será tal, que nos hará dominar las inclinaciones de una molicie, en la que la ingratitud tendría no poca parte. Por lo menos, procuremos compensar con fervor, con acciones de gracias y amor, las privaciones que tantas Iglesias han conservado, a pesar de su separación de Roma.

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