28 de
junio
San
Ireneo, obispo y mártir.
(†202)
El
apostólico obispo, antiquísimo escritor y fortísimo mártir de Cristo, san
Ireneo, dicen algunos que fué francés de nación; pero lo más cierto es que nació
en Asia, porque él mismo escribe de sí, que siendo muchacho, oyó a san
Policarpo, obispo de Esmirna y discípulo de san Juan Evangelista, y conoció y
trató a Papías y otros varones del tiempo de los apóstoles. Llámanle leonés,
porque fue obispo de León de Francia, a donde fue enviado desde Asia por san
Policarpo su maestro, para alumbrar con la luz del Evangelio aquella ciudad.
Siendo aún presbítero, fué enviado como legado de aquella iglesia al sumo
pontífice san Eleuterio, el cual le recibió con grande benignidad, y con esta
ocasión se informó el santo de todos los ritos, costumbres y tradiciones que
los gloriosos príncipes de los apóstoles san Pedro y san Pablo habían ensebado
a la Iglesia romana. Habiendo sido martirizado Fotino obispo de León, por
voluntad de Dios fué elegido san Ireneo de todo el pueblo cristiano por sucesor
de Fotino. Procuró primeramente recoger la grey de Cristo que estaba asombrada
y descarriada con la persecución, y desarraigó la gentilidad de las provincias
comarcanas, enviando a la ciudad de Besanzón a Ferreolo, presbítero, y a
Ferrución diácono, y a la de Valencia a Félix presbítero, y Aquileo diácono y
Fortunato. Y porque los herejes Valentino, Marción y otros monstruos
inficionaban la Iglesia católica, san Ireneo escribió en griego divinamente
contra ellos, deshaciendo sus errores, y declarando la sincera y verdadera
doctrina, que él había aprendido de los varones apostólicos. Habiéndose levantado
aquel tiempo en la Iglesia una muy reñida cuestión, acerca del día en que se
había de celebrar la Pascua de Resurrección, queriendo algunas iglesias de
Oriente que se celebrase a los catorce días de la luna de marzo, como la
celebró Cristo, según la ley vieja, y la celebran los judíos, y queriendo por
otra parte el papa san Víctor, que se celebrase el primer domingo siguiente en
que el Salvador había resucitado, (por haberlo enseñado así el Príncipe de los
apóstoles) san Ireneo se puso de por medio, y escribió a los prelados y a las
iglesias que se sujetasen a la Iglesia romana, ya que era maestra y cabeza de
las demás. Finalmente en el tiempo que Septimio Severo derramó tanta sangre de
cristianos especialmente en León de Francia, donde, corno dice san Gregorio Turonense,
corrían arroyos de sangre por las calles, san Ireneo como pastor celoso murió
en esta persecución con casi toda la ciudad, siendo de edad de noventa años.
Reflexión: Para que los libros en que san
Ireneo escribió la sincera y verdadera doctrina que había aprendido de los varones
apostólicos, fuesen trasladados fielmente, puso el santo en ellos al fin esta
cláusula: «Yo te conjuro, dice, a ti, que trasladas este libro, por Jesucristo nuestro
Señor, Dios y Hombre verdadero, y por su glorioso advenimiento, por el cual ha
de juzgar a los vivos y a los muertos, que después que le hubieres trasladado,
le confieras y enmiendes diligentísimamente con el original de donde le
trasladaste. Esto es de san Ireneo: donde se echa de ver con cuanta solicitud quería
se guardase las tradiciones de los apóstoles, que son el arma más fuerte contra
los herejes, y contra las nuevas invenciones de los que se apartan del camino de
su salvación.
Oración: ¡Oh
Dios! que concediste al bienaventurado Ireneo, tu mártir y pontífice, la gracia
de vencer a los herejes y asegurar felizmente la paz de la Iglesia, rogamos te
des a tu pueblo constancia en la santa religión, y la paz deseada en nuestros
tiempos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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