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jueves, 25 de mayo de 2023

EN EL DIA SANTO DE PENTECOSTES.

 

El Espíritu del Señor ornó los cielos (entiéndase adornó los cielos) job 26,13. Para luego continuar, como especificando a que cielos se refiere: Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu del Padre es el que habla en vosotros. Mat, c. 10

Así pues, vemos que las dijo el divino Salvador para precavernos contra la presunción de nuestras fuerzas, nos dio a conocer cuan insuficiente es la pequeñez humana, y para llevarnos a la confianza en sus dones, nos sugirió cuan influyente es la divina largueza. Y, ciertamente, llegar a la conclusión de como la palabra de Dios nunca es de la cosecha del ingenio humano sino más bien fruto de la munificencia divina. de ahí es porque, al anteponerse las palabras: No sois vosotros los que habláis se alude a lo insuficiente o indigente que es la pequeñez humana y porque, cuando se añade: Es el Espíritu de vuestro Padre el que habla por vosotros se indica lo que es la divina largueza. Lejos de nosotros, por lo tanto, carísimos, ser del número de los que dijeron: con nuestras lenguas triunfaremos nuestros labios nuestros son. Por donde se deduce que este don es solo exclusivo de darlo el Padre eterno a quienes sean realmente HUMILDES supuesto necesario en el alma para recibir cualquiera de los siete dones del Espíritu Santo, solo los espíritus soberbios y llenos de sí mismos son excluidos de estos dones y hasta del don de lenguas. Este último solo se da cuando Dios quiere, a quien quiere y cuando ÉL quiere, esto se dice en virtud de la donación divina a la que no están llamados todos sino a aquellos que sean elegidos por Dios y para un FIN ESPECIFICO de tal manera que no a cualquiera se da como que si fuesen caramelos. Esto se dice para que el alma no se engañe de haberlo recibido porque puede, con facilidad, caer en las ilusiones del diablo y confundirlo como dones del Padre eterno. Estad pues advertidos no sea que os sorprenda el diablo diciendo, ¡Es don de Dios, es don de Dios cuando en realidad es un engaño del diablo por donde os conduce al infierno!

Supliquemos, por el contrario, unánimes al Señor dador de todos los bienes, que por su gracia y clemencia tenga a bien librarnos de la insuficiencia de la pequeñez humana, librarnos de las ilusiones y engaños del demonio y se digne, aunque indignísimos, comunicarnos su largueza divina, a fin de que, en fuerza de la misma, séanos dado hablar y escuchar cosas concernientes a la alabanza y gloria del Omnipotente y a la gracia y consolación de cada uno de los oyentes.

Al principio se dijo: El Espíritu Santo ornó lo cielos. El Espíritu Santo, artífice soberano como quisiese encerrar en los apóstoles, sus cielos, como en sagrados vasos, el nombre de Cristo, delicioso como el maná del cielo y oloroso como el aroma divino. Los adorno primero, en el día de Pentecostés con la hermosura de formas matizadas de esplendores celestiales. Tal es el don comunicado a la Iglesia, y la Iglesia nuestra madre, lo recuerda el día de hoy más solemnemente en esta solemnidad más que en otras solemnidades, al celebrarlo cuando dice: El espíritu del Señor ornó los cielos palabras que describen de verdad, y no sin orden, la gracia del día desde tres puntos de vista. Considerándola en efecto, en relación con el principio efectivo (Aquí se denomina al Espíritu Santo como causa de toda esta solemnidad), nombrándolo personalmente; en relación con el sujeto receptivo (Aquí se designa a los apóstoles como los receptores de los dones) y con relación al acto intermedio exortivo (Los milagros que se obraron por medio de los apóstoles después de que las lenguas de fuego se posaron sobre ellos). Y es así como se adecua muy bien en este orden lo que arriba se dijo: lo primero El Espíritu del Señor; segundo Los cielos que, como dijimos se habla de los apóstoles y tercero; Ornó, es decir, adorno. Y, en verdad, excelentes y singulares fueron los dones y virtudes con que fueron ornamentados los apóstoles.

En cuanto al primer punto debes saber que el Espíritu Santo tiene en sí tres propiedades, según las cuales es principio y causa de otros tantos dones, que contribuyen radical y esencialmente a la gracia de este día. Tiene, en efecto, verdad infalible, caridad comunicable y poder insuperable. De esta manera al ser verdad suma es la fuente del resplandor de la inteligencia creyente hablando del hombre, por ser caridad suma dado que de Él procede el amor benevolente (como se dice en el credo de los apóstoles Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo…), y bienhechor; y, por último, por ser potencia suma es la fuente de donde procede el vigor varonil y constante en cuya virtud se fortalece la voluntad. Y que para salvarse sean necesarios estos tres requisitos en el hombre, sea cual fuere su condición, su sexo, su edad, es cosa que no se puede negar. La razón es porque todo adulto, si se ha de hallar en estado de salvación, debe creer en lo que se le propone en las Sagradas Escrituras y este es un acto de la inteligencia, caridad benevolente y bienhechora lo cual es un acto de la voluntad y constancia perseverante en la esperanza. Y estos tres dones por los cuales el hombre se asemeja a las personas trinitarias, fluyeron de ella, como secretísima fuente, y se comunicaron el día de hoy como primicias a los apóstoles. Y conste que este ternario de dones corresponde al ternario de males en que incurrieron por razón del primer pecado, de los cuales el primero es la ignorancia tenebrosa, el segundo la envidia maliciosa y el tercero la impotencia morbosa.

Así pues, el Espíritu Santo por ser VERDAD INFALIBLE produce un conocimiento claro en nuestro entendimiento quitando las tinieblas de la ignorancia. Por donde se dice en San Juan: Cuando venga aquel, el Espíritu de verdad, os enseñara toda la verdad c, 16. Y esto lo hizo al descender, según la promesa de Cristo, sobre los apóstoles, iluminándolos de manera excelente y perfecta que los elevo, según era posible, a conocer y especular con límpida mirada el misterio de la divinidad. Pues, ¿Qué? ¿Acaso no fue en el día de Pentecostés profundísimo el conocimiento de los apóstoles, lanzados a predicar con palabras diáfanas que Cristo es hijo de Dios y que resucito de entre los muertos, argumento que, bajo tegumento de palabras oscuras, palabras y enigmas quedo predicho por los profetas? Dime, pues, por favor, ¿Quién fue el que los enseño a hablar de cosas tan arcanas con tanta sencillez y evidencia? ¿Acaso el oficio que tenían de pescadores? ¿Acaso la carne o la sangre? No, por cierto. Demos pues por conclusión, que debemos prestar asentimiento indubitable, no a cuento de viejas, ni a sofismas de filósofos ni a embustes de magos, sino a la verdad cierta del Espíritu Santo.

Pues el Espíritu Santo es doctor y doctor tan versado y comprobado por antiquísima experiencia en todo género de conocimientos, que su doctrina es inaccesible a la condición y a la repulsa irreductible al apretado momento lógico de la redargución, pues el Espíritu Santo no puede engañar ni puede engañarse.

En cuanto a lo segundo, que es la suma Caridad, obra en lo afectivo, llámese voluntad del hombre, en contra posición de la envidia maliciosa, con benevolencia ancha y bienhechora, por donde se dice en la carta a los romanos: Porque el amor de Dios ha sido derramado en nosotros por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado c. 5. Y la caridad de Dios se derrama en nuestros corazones cuando, naciendo del corazón no superficial, sino entrañable y medularmente, dilata el afecto y mueve todas las fuerzas del alma a la dilección de todos los elegidos, ¡Oh cuan larga y anchamente de difundió por todo el mundo la caridad de los apóstoles, los cuales en favor de todos los elegidos desearon dar su vida, entregándose a la muerte! Mas porque por el exceso de maldad se enfrió la caridad en muchos (¿Si en tiempos de san Buenaventura se nos dice esto, cuanto más en los tiempos actuales en donde la caridad brilla por su ausencia? Ahora la suplanto el filantropismo masónico y criminal).

En cuanto a lo tercero el Espíritu Santo con su poder insuperable en contraste con la impotencia morbosa, dio capacidad vigorizante y consistencia a toda prueba, dicho de otra manera, les dio la intrepidez y la valentía suficientes, según se dice en los Hechos de los Apóstoles:  Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, como si dijera la fortaleza, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra.

Nuestro Señor Jesucristo, cuando envió a los apóstoles para luchar contra la violencia de los tiranos y contra la astucia de los demonios, quiso primero equiparlos con los dones del Espíritu Santo con dones o armas espirituales y fortalecerlos con la virtud del Espíritu Santo. Sobre esto comenta San Gregorio: “La virtud de los cielos se recibió por el Espíritu, a fin de que no presumieran enfrentarse con las potestades de este mundo sin haber sido consolidados por la fortaleza del Espíritu Santo”

FUENTE: SAN BUENAVENTURA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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