Milagros y devoción
de la Virgen de Guadalupe
mexicana
Es verdad que los milagros son muchas veces respuesta a nuestra fe. Pero esas grandes devociones a una imagen o aparición de la Virgen, a un santo, se deben siempre a los milagros obtenidos por su intercesión. Cronológicamente no es primero lugar de numerosas peregrinaciones un santuario, por ejemplo, y por eso en él se reciben gracias prodigiosas, sino al revés, porque allí se han recibido gracias especiales, acuden las multitudes. El que empieza siempre es Dios: «Él nos ama el primero».
Y si Dios comienza a
santificar con tales gracias un lugar, ello ordinariamente será prueba de la
autenticidad de la aparición que se venere, como los milagros obtenidos por la
intercesión de una persona muerta en olor de santidad, son argumentos para su
beatificación.
Parece poco acorde con un
concepto profundo de la Providencia paternal y sapiente de Dios: que eligiese
un lugar históricamente apócrifo (Tepeyac, el Pilar, Santiago de Compostela...)
para convertirlo en centro de peregrinaciones; lo cual al menos originaría en
muchos el error de creer su origen auténtico. Como decimos: Si Cristo no
hubiera querido conferir el primado a Pedro, no hubiera empleado tales
palabras. «Apacienta mis ovejas», etc., sabiendo que de hecho muchos de buena
fe las iban a interpretar en ese sentido).
El milagro físico más
extraordinario de la Virgen de Guadalupe es la prodigiosa estampación y
conservación de su imagen en una tilma india. Pero no menos extraordinario y,
en su orden, superior, fue el milagro moral de la conversión de los pueblos
mexicanos: el mayor éxito misional de la historia: en siete años se hicieron
cristianos cinco millones de indios (otros dicen ocho millones, pero parece no
era tanta la población) dejando la poligamia, sus ídolos y prácticas paganas,
para abrazar libremente la religión de sus conquistadores. Cuentan los
historiadores que hubo día que se convirtieron 15.000. Y diez millones al año
es hoy el número de peregrinos que van a venerarla, siendo el segundo lugar
religioso más visitado, después de Roma, sobrepasando a Fátima y a Lourdes.
Esta inundación de gracias
fue posible por la acertada reacción de la Jerarquía. Fray Juan de Zumárraga,
una vez convencido de la aparición de la Virgen (no la creyó sin más, pero
tampoco se negó a indagar y a escuchar al indio, que le decían era un
embaucador), la llevó inmediatamente a su oratorio privado. En dos semanas se
construyó una ermita provisional, de paja y adobe, en el lugar que pidió la Sma.
Virgen: junto al lado de Texcoco (ahora desecado) al pie del Tepeyac, donde se
había aparecido la última vez a Juan Diego. Y el mismo diciembre, día 26, una
solemne procesión, con el obispo y todas las autoridades, trasladaba la sagrada
imagen a su nuevo santuario.
En 1532 el obispo de
Zumárraga tuvo que viajar a España. Mientras, la imagen estuvo expuesta sobre
la puerta mayor de la catedral. Cuando volvió en 1534, salió con Hernán Cortés
a pedir limosna para construir el primer templo de Guadalupe, junto al cual
estuvo la habitación donde fue a vivir Juan Diego, y lo recuerda hoy una
inscripción del siglo XVII.
El sucesor de Zumárraga
amplió la ermita en 1555. En 1609 se puso la primera piedra de un nuevo templo
terminado en 1622; de bastante capacidad, con dos torres. En 1666 se construyó
la capilla llamada de Cerrito, en el alto donde se apareció la Virgen al
principio. Todavía les pareció poco y en 1694 se trasladó la imagen a la
primera ermita llamada de los indios, para derribar el templo y hacer otro
mejor, acabado en 1709, y que con sucesivas ampliaciones todavía subsiste, pero
la imagen fue trasladada el 12 de octubre de 1976 a la nueva basílica
construida en la misma plaza con una capacidad para 10.000 personas.
Los Sumos Pontífices le han
ido concediendo una serie de privilegios, como los de la Santa Casa de Loreto.
La imagen fue coronada canónicamente con toda solemnidad el 12 de octubre de
1895. Pío X el 24 de agosto de 1910 la declaró Patrona de toda América Latina;
y Pío XII el 12 de octubre de 1945 Patrona de toda América. En 1752
comisionaron al P. Juan Francisco López, S.J., quien como procurador de la
provincia jesuítica debía ir a Roma, para que obtuviese de la S. Congregación de
Ritos lo que desde 1663 deseaban todos: oficio y misa propios; lo cual
consiguió dicho padre en 1754, fijándose el 12 de diciembre como fiesta de
Ntra. Sra. de Guadalupe. Años más tarde Benedicto XIV, a petición de Fernando
VI, extendió la concesión anterior a todos los reinos y dominios de España.
Está la imagen dentro de tres
marcos, el primero de oro de 13 cms., de ancho, el segundo del mismo ancho, de
plata, y el más exterior de bronce de 35 cms. Sobre el marco de oro hay una
copia de la corona de oro, sostenida por ángeles; la original, con que se
coronó, está llena de piedras preciosas, fue labrada en París y es una de las
joyas más valiosas del mundo.
Por los testimonios que nos
quedan, desde el principio fue enorme, y siempre creciente, la devoción a Ntra.
Sra. de Guadalupe en México. Los mismos virreyes antes de tomar posesión solían
pernoctar allí. El P. Florencia, S.J., escribía en 1686 lo que ha seguido
ocurriendo desde entonces: «No hay casa en México que no tenga con especial
adorno una imagen de Guadalupe; no se encontrará un templo, con tantos como
hay, en que no haya imagen o altar dedicado a esta Señora». En el siglo XVIII
la aceptaron como Patrona todas las ciudades del virreinato de Nueva España,
con aprobación de Benedicto XIV el 25.V.1754.
La devoción a la Virgen de
Guadalupe mexicana se ha extendido por todo el mundo. Ya en Lepanto (7.X. 1571)
Andrea Doria llevaba una copia de su imagen; ante ella S. Pío V, antes de la
batalla, añadió al Avemaría: «ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».
Cirilo IX, Patriarca de Antioquía consagró a la Virgen de Guadalupe el Oriente
Cristiano.
Esta devoción, nacida de la
aparición de la Virgen y de la conversión del pueblo indio, fue avivada, según
los cronistas, por los numerosos milagros realizados a lo largo de su historia.
Expusimos el milagro de la conservación de la imagen, aun contra las bombas, y
del contenido de sus ojos. Narraremos otros, para alabanza de su maternal
solicitud y nuestra mayor confianza en Ella. (Ya decimos al final de EL
ESCA-PULARIO DEL CARMEN, y en otras apariciones de esta colección, que, según
la Sagrada Escritura y la tradición, deben ser narrados a gloria de Dios sus
milagros, quien sin duda hace muchos más de los que se publican, a veces con
exámenes tan rigurosos como los de Lourdes o los admitidos para las
beatificaciones y canonizaciones).
He aquí algunos milagros de
los muchos que se han obtenido por su poderosa intercesión ya que nos es
imposible ponerlos todos en este artículo.
• CUANDO POR primera vez la
llevaron al Tepeyac, luego que se concluyó su templo aconteció el primero de
todos los milagros que ha hecho. Hubo entonces una gran procesión, en que la
llevaron absolutamente todos los eclesiásticos que había y varios de los
españoles en cuyo poder estaba la ciudad, así como también los señores y nobles
mexicanos y demás gente de todas partes. Se dispuso y adornó todo muy bien en
la calzada que sale de México hasta llegar al templo. A poco que se mostró la
Señora a Juan Diego y muy prodigiosamente se apareció su preciosa imagen, hizo
muchos milagros. Según se dice, también entonces se abrió la fuentecita, que
está a espaldas del templo de la Señora del Cielo, hacia el oriente; en el
punto donde salió al encuentro de Juan Diego, cuando éste dio vuelta al
cerrillo, para que no le viera la Señora del Cielo. El agua que allí mana,
aunque se levanta, porque burbujea, no por eso rebosa, y no camina mucho sino
muy poquito: es muy limpia y olorosa, pero no agradable; es algo ácida y
apropiada a todas las enfermedades de quienes la beben de buen grado o con ella
se bañan. Por eso son incontables los milagros que con ella ha hecho la
Purísima Señora del Cielo nuestra preciosa Madre Santa María de Guadalupe.
• A UN MORADOR de esta ciudad de México, le dolían fuertemente la
cabeza y las orejas, que parecían que iban a reventar; nada le hacía bien y ya
no podía sufrirlo. Mandó que le llevasen a la bendita casa de la Purísima,
nuestra preciosa Madre de Guadalupe. Luego que llegó a su presencia, le rogó
con todo el corazón que le favoreciera y le sanara; e hizo voto de que, si le
sanaba le haría la ofrenda de una cabeza de plata. Y acababa de llegar cuando
sanó. Casi nueve días permaneció en la casa de la Señora del Cielo; y se volvió
a la suya contento; ya nada le dolía.
• UNA JOVEN, llamada Catalina, estaba hidrópica. Viendo que nada
le hacía bien; que estaba muy grave y que los médicos decían que no se había de
levantar, sino que moriría, suplicó que la llevasen al templo de la Señora del
Cielo, nuestra preciosa Madre de Guadalupe. Así quejándose la llevaron, le rogó
con todo el corazón que le diera la salud; fueron luego a cogerla y la sacaron
dos hombres; ella puso todo su empeño en llegar a donde está la fuente; con
toda confianza bebió el agua que allí mana, y quedó sana al punto. Parecía que
por todas partes le salía el aire, mayormente por la boca, en cuanto bebió el
agua. Ya estaba sana, no le dolía nada cuando visitó el templo de la Señora.
• UN FRAILE descalzo de San Francisco, llamado fray Pedro de
Valderrama, tenía muy malo el dedo de un pie: nada le podía ya remediar, si no
se lo cortaban, porque tenía cáncer pestífero. Apresuradamente le llevaron a la
bendita casa de la celestial Señora de Guadalupe; y así que llegó a su
presencia, desató el trapo con que estaba envuelto el dedo de su pie, que mostró
a la Señora del Cielo, rogándole con todo el corazón que le sanara. Al momento
sanó, y a pie se volvió gozoso a Pachuca.
La
voz de Miliza Korjus
Detengámonos algo más en uno
de los milagros atribuidos a la Virgen de Guadalupe en México:
La célebre cantante vienesa
Miliza Korjus, en la cumbre de su apogeo iba a perder, según el diagnóstico de
los mejores especialistas, la mitad de su vida: su voz. Esa voz que le había
dado tantos triunfos, y que ya sólo quedaría en las cintas cinematográficas
como «El Gran Vals».
La gira iniciada por México
en 1946 quedaría interrumpida, así como tantos otros contratos pendientes. ¿Qué
hacer en aquellas circunstancias? Humanamente todo estaba perdido.
Entonces fue cuando empezó a
cobrar nuevo valor en su mente agitada el recuerdo turístico de los 15.000
peregrinos que pasaban cada día por la Basílica del Tepeyac. Ella misma,
protestante, había presenciado en sus visitas aquel espectáculo, pero
admirándolo sólo con ojos turísticos, y como motivo típico. Ahora el fervor mariano
de aquel abigarrado pueblo la hizo invocar confiadamente a la Virgen de Guadalupe,
pidiendo que la curase. Llegó el día fijado para la ineludible operación. Antes
de practicarla, los médicos hicieron rutinariamente el examen previo. La admiración
se dibujó en sus rostros. Miraron otra vez y confirmaron atónitos que era
verdad.
—Pero, ¿qué ha hecho usted?
—Tomé las medicinas que me
indicaron para prepararme a la operación.
—No, no. ¿Qué ha hecho usted
para curarse?
—Le pedí a la Virgen de
Guadalupe que me sanara.
—¿Y ha probado ya su voz?
—Ustedes me prohibieron que
cantara.
—Pues vea si puede cantar.
La voz de la artista resonó
limpia y armoniosa. La examinaron cuidadosamente y la declararon completamente
sana.
Al día siguiente una
peregrina más se sumaba al río de gente que iba a arrodillarse a los pies de la
Virgen de Guadalupe.
Otra placa de mármol blanco
aparecía, días después, a la entrada de la sacristía de la Basílica. Decía
solamente: «Gracias, Madre mía - Miliza Korjus».
La víspera de su vuelta a
Europa declaró a un periodista: «Vine protestante y vuelvo católica, porque
todo lo que he pedido a la Virgen de Guadalupe me lo ha concedido».
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