Nota. Mons. Marcel Lefebvre hablo del tema que
hoy tratamos en este artículo en el mes de julio de 1975 recién fundada la
Fraternidad San Pío X. En la actualidad, por desgracia, a la que otrora llamábamos
la Fraternidad San Pío X, ahora llamamos Neo Fraternidad porque ya no defiende la
doctrina de Jesucristo que fue arduamente defendidos por su fundador, ni
tampoco tienen el espíritu combativo de Mons. Marcel Lefebvre por el cual murió
“excomulgado” por el modernismo.
En fin, este es tema de otro artículo que vendrá
enseguida de este para probar lo aquí dicho. Será el principio de las pruebas
que aportare para que quede clara la situación actual de esta congregación por mas de ellos digan lo contrario.
A todos los que se interrogan sobre nuestra
obra, sobre el seminario de Ecóne, sobre nuestra actitud en la persecución que
soportamos por parte de los obispos, y ahora de Roma, les pedimos responder a
estas cuestiones tan sencillas para unos fieles de la Iglesia Católica: ¿Por
qué la Iglesia? ¿Por qué el sacerdocio, el Santo Sacrificio de la Misa, ¿los
Sacramentos?
Si su respuesta es conforme a la doctrina de
la Iglesia tal como siempre ha sido enseñada, tendrán la respuesta al porqué de
Ecóne.
Ésta es la primera respuesta esencial y fundamental.
Un segundo problema se nos ocurre de inmediato:
¿cómo es concebible que la jerarquía actual pueda contradecir esta doctrina?
La primera respuesta es dada por nuestra Fe
católica, la segunda es dada por la historia religiosa de los últimos siglos
que han sufrido la influencia del protestantismo.
El protestantismo, por sus teorías liberales,
suscitó en todos los campos una revolución total contra la cristiandad, concebida
según los principios de la sana filosofía y de la Fe católica.
Las teorías resumidas en las tres palabras:
“Libertad, Igualdad, Fraternidad”, concebidas contra la autoridad de Dios y
contra toda autoridad, han traído la ruina de la sociedad civil católica, la
ruina de la economía organizada, y poco a poco, la laicización de los Estados
con todas las consecuencias inmorales, enemigas de la ley de Dios y de la
Iglesia.
Ahora bien, estos mitos sanguinarios del
liberalismo han seducido siempre a unos cató-licos sentimentales y cuya fe era
poco ilustrada. Las filosofías liberales, las organizaciones revolucionarias
han tenido también un fuerte poder de atracción sobre los medios intelectuales
y populares descristianizados.
Esta atmósfera liberal ejerció también una
creciente influencia en la Iglesia por medio de las universidades, los falsos
teólogos, los organismos católicos, y se difundió en los seminarios, el clero y
los obispos y hasta en los medios eclesiásticos romanos. Que se piense
simplemente en el “Sillón”, luego en Emmanuel Mounier, en Maritain y,
finalmente, en Teilhard de Chardin.
El liberalismo persigue con encarnizamiento un
maridaje imposible entre la Verdad y el Error, la Virtud y el Vicio, la Luz y
las Tinieblas, entre la Iglesia Católica y el mundo con todos sus desenfrenos.
Los Papas lo comprendieron bien hasta Juan XXIII y si uno u otro cedieron a
veces a las presiones de los liberales como León XIII y Pío XI, lo lamentaron
enseguida y sus sucesores procuraron reparar los errores cometidos.
Ahora bien, es evidente que el Concilio Vaticano
II permitió a las ideas liberales tener derecho de ciudadanía en la Iglesia.
Las ideas de libertad, de primacía de la conciencia, de fraternización con el
error por el ecumenismo, la libertad religiosa, la laicización de los Estados,
pueden encontrar apoyo en la orientación general del Concilio.
Léase el diario del Concilio de Fesquet y se
comprenderá por qué los francmasones, los protestantes y hasta los comunistas
aplaudieron las orientaciones de este Concilio.
La aplicación del Concilio es, por otro lado,
una prueba evidente de esta influencia liberal —el ecumenismo es el leitmotiv
de las reformas.
Ahora bien, lo propio de los liberales es
afirmar la tesis y obrar según la hipótesis sin acordarse más de los principios
afirmados, de dónde esa doble faz ortodoxa y heterodoxa. Así en la práctica,
los liberales no tienen enemigos a la izquierda, pero luchan encarnizada-mente
contra los defensores de la ortodoxia, contra los que obran en conformidad con
los principios católicos.
Y esto nos explica por qué Ecóne y todos los
verdaderos católicos son duramente perseguidos por la Roma ocupada por los liberales.
—Puesto que nombramos a Roma, ¿cómo conciliar
la difusión y la ejecución de los errores liberales por Roma y la infalibilidad
de la Iglesia y del Papa?
Esto será un tema de tesis para los futuros
doctores en teología. Se necesitaría sí hallar una solución y ya algunos han
tratado de darla, pero yo diría de buena gana que eso nos importa poco cuando
se trata de juzgar hechos o escritos. La malicia de los actos o de las
afirmaciones contrarias a la Fe no se juzgan con relación a la infalibilidad.
Guando alguien escribe que “la libertad religiosa pide que los grupos
religiosos no sean impedidos de manifestar libremente la eficacia singular de
su doctrina para organizar la sociedad y vivificar toda la actividad humana”,
me veo obligado a concluir que esta persona profesa el indiferentismo religioso
condenado por la doctrina y el magisterio de la Iglesia. Ahora bien, esto es un
ejemplo y de los menores de lo que profesa el Vaticano II. Se podrían citar páginas
enteras de textos imbuidos de los errores liberales.
—Ante esta difusión de los errores liberales
por los organismos oficiales de la Santa Sede y, lo que está en la lógica del
liberalismo incluso católico, ante la persecución violenta contra los fieles
ortodoxos ¿qué hacer?
Mantener la Fe católica y las instituciones
divinas o tradicionales para la conservación y la propagación de la Fe católica
y de la vida divina en las almas: familias católicas, escuelas católicas,
parroquias católicas, seminarios católicos, facultades católicas, esperando que
Roma sea liberada de los liberales que la ocupan.
Vivir de la Fe sobrenatural en la oración, en
el Santo Sacrificio de la Misa, los Sacramentos, la oración constante, una
confianza indefectible en Nuestro Señor y la Virgen María.
Predicar la Fe, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo,
en todas las ocasiones, especialmente por ejercicios espirituales.
—¿Que hará el Seminario de Ecóne y su
Fraternidad?
Ellos continuarán y continúan, porque la
Iglesia liberal y modernista que ocupa la ver-dadera Iglesia amordazada no
tiene ningún derecho a ser obedecida, más aún, se debe desobedecerla al no ser
sus órdenes y sus orientaciones las de la Iglesia Católica. Ellos destruyen a
la Iglesia. No podemos colaborar
en la destrucción de la Iglesia, no queremos
volvernos protestantes.
—¿Qué harán más tarde los sacerdotes de Ecóne?
Multiplicarán los seminarios para la conservación
y la multiplicación del sacerdocio católico, porque éste es el fin principal de
la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.
Luego, se harán misioneros en los prioratos,
donde agrupados de a tres o cuatro, rezarán juntos, irradiarán sobre una región
para predicar a Nuestro Señor Jesucristo y llevar los Sacramentos,
especialmente el Santo Sacrificio de la Misa.
Sostendrán espiritualmente las escuelas verdaderamente
católicas.
En el priorato, una casa de ejercicios espirituales
les permitirá santificar a los fieles de toda edad y de toda categoría. Las
religiosas y los hermanos los ayudarán en este apostolado.
De esta manera, reconstruirán la cristiandad,
establecida sobre una Fe viva y actuante.
Éste es un programa entusiasta para todo
sacerdote digno de ese nombre: recrear la cristiandad en torno y por medio del
altar del Sacrificio. De este modo se resuelven todos los problemas familiares,
sociales y políticos.
Para la
gloria de Dios, de Nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu Santo, para el honor
de la Iglesia Católica, para el honor del Sucesor de Pedro, para la salvación
de las almas, suplicamos a los sacerdotes que tienen conciencia de la gravedad
de la crisis que padece la Iglesia, se unan a nosotros para salvar el
sacerdocio católico, la Fe católica y para la salvación de las almas.
Mantener la Fe y las instituciones que durante
dos mil años han santificado a la Iglesia y a las almas no puede ser en ningún
caso una causa para romper la comunión con la Iglesia, al contrario, éste es el
criterio de la unión con la Iglesia y con el Sucesor de Pedro. Es, por otra
parte, este mismo criterio el que juzga de la legitimidad de la sucesión sobre
la sede de Pedro y las sedes episcopales.
El liberalismo persigue con encarnizamiento un
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