Nos
permitimos presentar ahora la traducción de un comentario, escrito por Hugh
Ross Williamson, anglicano convertido al Catolicismo, que nos demuestra la
terrible denuncia de los teólogos romanos:
1.-El objetivo de Cranmer.
Un historiador inglés está capacitado para fundar sus sospechas sobre los recientes cambios litúrgicos en la Iglesia Católica. El conoce lo que ha sucedido, en su país, en el pasado y las consecuencias de esos acontecimientos explican muy bien sus antecedentes religiosos. Lo que él no siempre comprende es que sean tan pocos, aunque especialistas en estos asuntos, los que estén interesados en circunscribir este tema histórico y que sean muchos los que, no por mala fe, sino por ignorancia, se adhieran a opiniones que la verdad condena generalmente. Por eso, me propongo exponer aquí, con un método simple, el camino por el cual la fe fue destruida en Inglaterra, por órdenes, cuya responsabilidad principal recae sobre Thomas Cranmer, el Arzobispo de Canterbury, quién gozó de todo poder en la esfera religiosa, de 1547 a 1553.
(Thomas
Cranmer (Aslockton, 2 de julio de 1489jul.-Oxford,
21 de marzo de 1556jul.)ab
fue un sacerdote inglés y arzobispo de Canterbury durante los
reinados de Enrique VIII, Eduardo VI y María I —por poco más de un año—. Colaboró
en la anulación del
matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón, que fue una de las causas del cisma de
la Iglesia de Inglaterra con la Santa Sede.
Junto a Thomas Cromwell, apoyó el principio de la supremacía real, en la que el monarca era
considerado soberano sobre la Iglesia dentro de su reino.
Durante su mandato como arzobispo de Canterbury fue responsable
de establecer las primeras estructuras doctrinales y litúrgicas de la iglesia
reformada. No hizo cambios radicales en la Iglesia durante el
reinado de Enrique VIII, debido a los conflictos de poder entre conservadores y
reformistas religiosos. No obstante, tuvo éxito en la publicación del primer
oficio religioso autorizado en lengua vernácula, Exhortación
y letanía. Cuando Eduardo VI llegó al trono, Cranmer pudo promover reformas
importantes. Escribió y compiló las dos primeras ediciones del Libro de Oración
Común, una liturgia especial para la Iglesia de Inglaterra. Con
la ayuda de varios reformadores continentales, a los que dio refugio, cambió la
doctrina en áreas como la eucaristía,
el celibato clerical,
el rol de las imágenes en
los lugares de culto y la veneración de santos. Cranmer promulgó las
nuevas doctrinas a través del Libro de Oración Común, el Libro
de homilías y otras publicaciones.
Fue enjuiciado por alta traición y herejía cuando
ascendió al trono la católica María I. Encarcelado durante más de dos años y
bajo presión de las autoridades eclesiásticas, Cranmer hizo varias
retractaciones y, aparentemente, se reconcilió con la Iglesia católica. Sin embargo, en el día de su
ejecución, se retractó de sus palabras en la cárcel y pereció como un hereje para
los católicos y mártir para los reformistas ingleses. La muerte de Cranmer fue
inmortalizada en El libro de los mártires y su
legado sigue vivo dentro de la Iglesia de Inglaterra en su Libro de
Oración Común y los «treinta y nueve artículos», una
declaración de la fe anglicana basada en su obra.)
Cranmer
fue sincero al declarar sus intenciones y no pretendió nunca ocultar su
opinión, según la cual, el poder "de la gran prostituta, esto es, la
pestífera Sede de Roma" descansa "en la doctrina popal de la
"transubstanciación", de la Real Presencia de la carne y sangre de
Cristo, en el sacramento del altar (como ellos lo llaman) y en el sacrificio y
la oblación de Cristo, hecha por el sacerdote, para salvación de los vivos y de
los muertos". Esto era lo que había que destruir. El pueblo debe saber que Cristo no está en el
Sacramento, sino sólo en los que dignamente lo reciben. "El comer y
beber la carne y la sangre de Cristo, no debe entenderse, según el sentido
ordinario, con la boca y los dientes, para comer una cosa que está presente,
sino con una fe viva, en el corazón y en la mente, para digerir algo que está ausente". El nuevo rito, que Cranmer
inventó para substanciar esta creencia, "la administración de la Santa Cena" no
debía tener nada que se asemejase a la "nunca suficientemente execrada
Misa". Y el que en la Misa "se ofreciese a Dios Padre un Sacrificio,
a saber, el Cuerpo y la Sangre del Señor, real y verdaderamente, en orden a
obtener el perdón de los pecados y a obtener la salvación de vivos y muertos
(3)" fue declarado por Cranmer como una herejía, merecedora de la pena de
muerte.
Este
era el objetivo de Cranmer. Los tres medios principales que él usó para llevar
a cabo su programa fueron: el uso de la lengua vernáculo, la sustitución del altar por la santa mesa
y los cambios hechos en el Canon de la Misa.
La
traducción hecha por William Tyndale, uno de los asociados de Cranmer, fue
quemada por las autoridades católicas. Cuando Santo Tomás Moro fue interrogado
sobre esto, él respondió: "Es para
mí una gran sorpresa que cualquier cristiano, que tenga un poco de inteligencia
en su cabeza, pueda maravillarse o quejarse de que ese libro haya sido quemado,
si es que conocía a fondo el asunto. Los que llamaban al Nuevo
Testamento, lo
llamaban con un nombre erróneo debían llamarlo el Testamento de Tyndale o el
Testamento de Lutero. Porque Tyndale, siguiendo el consejo de Lutero, ha
corrompido y ha cambiado a su antojo el Nuevo Testamento, la buena y saludable
doctrina de Cristo, para enseñar las diabólicas herejías, inventadas por ellos,
que, en buenas palabras, son lo opuesto de lo que Cristo ha enseñado". Buscando Santo Tomás Moro algunos ejemplos
para demostrar estos cambios perniciosos, hechos por Tyndale, en su traducción,
escoge y señala estas tres palabras: La primera, escribe, es la palabra
"sacerdote"; la segunda, la palabra "Iglesia", y la
tercera, la palabra "caridad". A los "sacerdotes" Tyndale
siempre los llama "los más antiguos"; a la
"Iglesia" siempre la denomina "la congregación", "la asamblea";
y la "caridad", "el amor".
Ahora bien, esos nombres, en nuestra lengua inglesa, no expresan, en manera
alguna, las cosas que quieren ser expresadas por ellos; y claramente se ve,
teniendo en cuenta las circunstancias, que él tiene una mente dañina, al hacer
estos cambios".
Tyndale
proveyó su traducción con notas abundantes, como la que afirma que la Misa,
como se celebraba antes de sus reformas, era "un
saludar con la cabeza, un gruñir, un hacer señas, un juego de monos". Los
que todavía creemos en la fe tradicional, los que queremos practicarla, somos,
según Tyndale, "bestias que no tienen el
Espíritu de Dios, sino que están marcadas con el sello de la BESTIA y con
conciencias gangrenadas".
Pero,
mucho más dañosas, que éstos sarcásticos comentarios, fueron, como lo hace
notar Santo Tomas Moro, las falsas traducciones de Tyndale y Cranmer, que le
siguió, en una traducción suya publicada seis años después, deliberadamente
hechas con el fin manifiesto de desarraigar del pueblo la doctrina católica.
Las palabras de la Sagrada Escritura, que significaban "los ídolos",
ellos las traducían como "imágenes", para combatir de esta manera la
veneración tradicional de las Sagradas Imágenes, el culto de los santos y el
culto de latría, que la Iglesia católica tributa a la Humanidad Sacratísima de
Cristo. La palabra confesión, que en el lenguaje tradicional sugería el
sacramento de la Penitencia, se convierte, en su lenguaje, en
"reconocimiento". Las grandes y fundamentales palabras del Evangelio
"gracia" y "salvación" se traducen como "favor" y
"salud". La palabra, que debería designar al "sacerdote" se
interpreta como "el más antiguo", y el de "Iglesia" como el
de "congregación" o "asamblea". Y añade: "Por la
palabra "sacerdote", en el Nuevo Testamento, no se entiende otra cosa
que "el más antiguo para enseñar al más joven".
Dice
también que los dos sacramentos, ordenados por Cristo, el bautismo y la santa
comunión, no son otra cosa que "la predicación de las promesas de Cristo". Así también
para poner otro ejemplo - el aviso apostólico, en la Carta de Santiago, que
dice: "¿Está enfermo alguno entre
vosotros? Llame a los sacerdotes de la Iglesia y oren por él, ungiéndole con
aceite, en el nombre del Señor, estas palabras son una obvia referencia al
sacramento de la Extremaunción y por más que diga Tyndale, no pueden
interpretarse de otra manera, sino "sacerdotes de la Iglesia". El
mismo Wyclif, en su primera traducción, no aceptó el sentido que Cranmer y los
suyos le darían después, sino que correctamente tradujo "sacerdotes de la
Iglesia". Pero, en las versiones de Tyndale y de Cranmer, en vez de
"sacerdotes", se puso "los más antiguos de la asamblea".
Podrían,
pues, los protestantes apelar a la Biblia, en su traducción vernácula y así
traer el testimonio del Nuevo Testamento, que no es ninguna referencia legítima,
para justificar sus enseñanzas anticatólicas y las prácticas de las doctrinas
en disputa. Y, cuando esas tendenciosas y falsas traducciones de la Biblia
fueron, con toda razón, impugnadas y suprimidas por las autoridades católicas,
los católicos fueron además acusados de "querer impedir al pueblo el leer
la Biblia". Así de simple fue su ardid; y la efectividad de esta doble
mentira quedó tan firme, que, después de cuatro siglos, todavía escuchamos su
eco.
La
palabra griega anamnesis, que es traducida como "en memoria de", es difícilmente
interpretada en el lenguaje inglés. Palabras como "memoria", "recuerdo",
"memorial" implican la existencia de algo que está ausente en
sí mismo, mientras que anamnesis tiene el sentido de "recordar",
"re-presentar" (hacer nuevamente presente) un hecho pasado, de tal
manera que vuelve a estar presente activamente. Esta idea, este sentido no está
adecuadamente expresado ni siquiera en la palabra latina "memoria".
Las palabras inglesas "recal" y
"represent" son insuficientes, sin una mayor explicación, aunque sean
escritas "recal", "represent", y "recuerdo", "memoria" y
"memorial" por su uso convencional y común sentido, son
actualmente equívocas y, por lo mismo, inadmisibles.
"La
inteligencia de la expresión eucarística "por la anamnesis de Mí"
como una representación o recuerdo activo, delante de Dios, del único
sacrificio de Cristo, en toda la plenitud de su realización y de sus efectos
está, como un teólogo dice, claramente expresada en todas las tradiciones de la
primitiva Iglesia". En las palabras de San Juan Crisóstomo: "Nosotros ofrecemos también ahora, lo
que fue ofrecido, lo que no puede ser agotado.
Esto
es hecho por una anamnesis de lo que se hizo entonces, porque dijo Jesús: "Haced esto, por una anamnesis
de Mí". No ofrecemos, pues, nosotros un diferente sacrificio, como el Sumo
Sacerdote lo hacía en el Antiguo Testamento, sino que ofrecemos el mismo
sacrificio.
O, mejor dicho, ofrecemos la anamnesis
del Sacrificio". (Estas últimas
palabras hacen referencia al rito tridentino, pero de ninguna manera al rito
nuevo. En el escrito: “Es valida o invalida la nueva misa” esta la definición
del verdadero Sacrificio y lo que introdujo Paulo VI, les dejo esta referencia
para comprender lo que Cranmer quiere decir aquí)
Cranmer,
que quería arrancar de raíz toda idea de la Misa
como un sacrificio, para sustituirlo por la teoría de una mera cena-memorial, en la cual Cristo no está
realmente presente, a no ser espiritualmente, en el corazón de los fieles,
no pudo encontrar una bomba más potente que la supresión del Canon silencioso,
en favor de su Institución narrativa en inglés, su reiterada fórmula
"Haced esto en memoria de Mí". En el gran silencio con que se decía
el antiguo Canon, cualquier fiel medianamente instruido en el significado de
tan grande Momento, sabía, aunque no supiese formulario, lo que estaba pasando.
Pero ahora, él puede oír y saber que se está celebrando
una cena-memorial. La Biblia así lo dice. Ahora se le invita a recordar
algo que sucedió hace dos mil años, en el pasado. Y esta interpretación, en la
liturgia de Cranmer, está enfatizada con las palabras que el ministro decía al
dar la Comunión: "Toma
y come esto en recuerdo de que Cristo murió por tí, y aliméntate en El, en tu
corazón por la fe, con la acción de gracias”.
La
imposición del nuevo Prayer Book, en vernáculo tuvo lugar en todo el país el 9
de junio de 1549, domingo in albis. Al día siguiente, el cuerpo de los campesinos
de Devonshire, después de haber contemplado el nuevo rito, obligaron a su
párroco a restablecer la antigua Misa. En diez días, el pueblo armado
(posiblemente eran unos seis mil es difícil precisar el número) se apoderaron
de Crediton y amenazaban a Exeter. Sus demandas eran simples y precisas, y
estaban relacionadas únicamente con la fe. Exigían la restauración de la Misa
"como antes" y que el Santísimo Sacramento debía ser de nuevo
reservado en un lugar prominente. "No aceptaremos, decían, los nuevos ritos, porque
son como un juego navideño, sino que tendremos nuestros antiguos ritos, los
Maitines, la Misa, las Vísperas y las Procesiones (letanías de Nuestra Señora)
en latín y haremos que cada predicador en su sermón y cada sacerdote en su Misa
pidan nominalmente por las almas del purgatorio, como lo hicieron nuestros
antepasados". El Bautismo debería ser administrado "lo mismo
entre semana que en los domingos y días festivos". Deben restablecerse las
bendiciones acostumbradas y practicadas por la Iglesia, así como deben distribuirse
las palmas y la ceniza, en los tiempos establecidos, con "todas las
antiguas ceremonias hasta ahora usadas por nuestra Madre, la Santa
Iglesia" (que Cranmer había suprimido como "supersticiosas.)
Cranmer
se enfureció, no sólo por estas demandas, sino, todavía más por el hecho de que
ignorantes campesinos, "Hob, Will y Dick", se hubieran atrevido a poner
en duda su teología. Por eso les escribió: "Oh,
ignorantes hombres de Devonshire y Cronwall, tan luego como supe vuestros
artículos, pensé que estabais siendo engañados por algunos astutos papistas,
que os persuadieron a exigir lo que vosotros mismos no comprendíais estabais
exigiendo. Declarad qué espíritu pudo mover a esa gente para persuadiros de que
la palabra de Dios no es otra cosa sino un juego de Navidad. Es más que un
juego y uno ridícula comedia el oír al sacerdote hablar en voz alta al pueblo
en latín. En los servicios dichos en inglés no hay otra cosa que la Eterna
Palabra de Dios. Si a vosotros os parece un juego navideño, pienso que no
debéis ser culpados por esto, sino los sacerdotes papistas, que han abusado de
vuestra sinceridad.
¿Os gustaría mejor ser como urracas o como loros, que son
enseñados a hablar, sin que nunca lleguen a entender una palabra de lo que
dicen, o ser verdaderos cristianos, que piden con fe a Dios?" (¿No se
les dijo casi o mismo a los que se pusieron al “nuevo rito” y lo continúan
diciendo ahor a quienes quieren retomar o el rito antiguo? Es muy probable que
se digan peores epítetos que los que Cranmer refirió a estos campesinos)
Los rebeldes, en su simple fe, no hicieron caso al sabio
Arzobispo. Cranmer tuvo que acudir a la fuerza de las armas. Extranjeros mercenarios, principalmente luteranos
alemanes, fueron empleados, en territorio inglés, por vez primera en
trescientos años y el último baluarte de la fe fue abatido en la batalla.
"La matanza, según las palabras memorables de Hilaire Belloc, fue
indiscriminada: "cuatro mil personas fueron acribilladas o arrastradas o
ahorcadas, antes de que los hombres de Devon aceptasen, sin ningún entusiasmo,
la exquisita prosa de Cranmer". y la historia nos dice que los aventureros
italianos y españoles, que reforzaban las filas de alemanes, cuando se dieron
cuenta de lo que había ocurrido, se dirigieron al Nuncio Imperial para pedir la
absolución de lo que habían hecho.
Cuando
llegó a Londres la noticia de la victoria de la lengua vernácula, Cranmer
"hizo una Cena en el coro de Paulo por la victoria" y en el sermón
delante del Lord Mayor y Regidor, el Arzobispo Cardenal amonestó a sus oyentes,
diciéndoles: "la plaga de la división entre nosotros, cuyo deleite no se
había oído desde la Pasión de Cristo, nos ha venido por instigación del Demonio,
por no haber sido diligentes oidores de la Palabra de Dios, que nos ofrecen sus
verdaderos predicadores, sino nos hemos dejado arrastrar por los sacerdotes papistas".
Es evidente que era falso que el pueblo no entendiera la Misa latina. La circulación de libros de devoción y de instrucción en una población de tres millones puede calcularse por el hecho de que, en el holocausto de la ciencia y la piedad católica, que fue parte de la política protestante, se quemaron más de un cuarto de millón de libros litúrgicos. Un año después de la dictatorial imposición del primer Prayer Book, en 1550, Cranmer envió comisionados a las universidades. En Oxford, miles de libros fueron destruidos. Cambridge sufrió un más lento, pero más drástico despojo, que puede sospecharse por el hecho de que, al principio del reinado de Isabel, no se encontraron sino unos 177 volúmenes “semi destruidos y manchados". (No en balde se dice que la “Misa Nueva” es un retroceso a las reformas de Cranmer porque desde su imposición por Pablo VI se han destruido infinidad de Misales en lengua latina, devocionarios y tantos otros libros cuyo delito era estar escritos en LATIN al que tanto odio manifestaron estos reformadores. Podríamos preguntarnos, ¿Cuantos Misales escritos con el venerable rito latino se encuentran en el mundo? Cada año que pasa nos es más difícil encontrarlos y si se encuentran, pocos son los que están en excelente estado, ¿que nos quiere decir esto? Que los modernistas son peores que todos estos reformadores.) El resultado era inevitable. Un predicador protestante, en un sermón predicado delante del rey, afirmó:
"Está
entrando en Inglaterra más ignorancia ciega, superstición e infidelidad, que
hubo jamás bajo el gobierno de los obispos romanos. Vuestro reino (lo afirmó
con pesar) se hará más bárbaro que el de Scythia". Otro, deplorando la
multiplicidad de las sectas, consecuencia inevitable de la política de Cranmer,
se quejaba: "Hay arrianos, marcionistas, libertinos, davistas y otras numerosas
monstruosidades semejantes ¡hemos necesitado ayuda contra los sectarios y epicúreos
y seudo-evangélicos, que han empezado a hacer estremecer nuestras iglesias con
mayor violencia que nunca.
Una de las razones de la destrucción de los libros fue la ley
dada por Cranmer, porque "se había divulgado y difundido la noticia de que
la gente volvería a tener su antiguo rito latino" y ero necesario el hacer
que el pueblo "desechase por completo la vana expectación de volver a
tener el servicio público y la administración de los sacramentos en la lengua
latina". La ley ordenaba el entregar todos los libros litúrgicos o
devocionales en latín a las autoridades "para mutilarlos y destruirlos,
para que nunca pudiesen ya servir al uso a que estaban destinados".
Había una excepción: las copias en latín o inglés del Primer Ministro de
Enrique VIII eran permitidas, con tal de que toda mención de los santos fuera
suprimida.
Porque Cranmer odiaba a los santos, casi como odiaba la Misa y una de las ventajas de sus traducciones
vernáculas fue la de poder publicar una nueva letanía, en la que se omitieron
todos los nombres de los santos así como de las advocaciones de la Virgen
Santísima, y en las que se añadía la petición: "De la tiranía del Obispo
de Roma y de todas sus detestables enormidades, buen Señor, líbranos", la
cual súplica fácilmente podía ser "entendida por el pueblo", cada vez
que se decía, los miércoles y los viernes".
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