En su discurso, difundido a través de la televisora palestina Al-Aqsa TV, Ismail Haniyeh, anuncia que el Hamas atacará Israel hasta que el régimen sionista cese de colonizar más territorios palestinos.
El mundo entero es testigo pasivo de nuevos enfrentamientos entre Israel y los palestinos y sigue sin mover ni un dedo ante el derramamiento de sangre. La secuencia de hechos demuestra que potencias extranjeras –Estados Unidos, Irán y Turquía– añaden leña al fuego. Pero ese conflicto es diferente de las demás guerras que se suceden desde hace 73 años en la medida en que estamos ante el posible inicio de una guerra civil en Israel. La cuestión es saber si se trata de un incendio espontáneo o si es provocado.
El Día
Internacional de Jerusalén
El 7 de mayo de 2021, cuarto viernes del ramadán (el mes sagrado del islam), era el tradicional Día Internacional de Jerusalén, instituido por el imam Khomeini. Su sucesor, el Guía Alí Khamenei, pronunció en esa ocasión un discurso para poner nuevamente la cuestión de Jerusalén –el tercer lugar sagrado más importante del islam– en primera línea de las relaciones internacionales, una cuestión que Khamenei estima como de primordial importancia para el mundo islámico [1].
En su
discurso, el ayatola Khamenei reiteró que Irán reconoce el genocidio perpetrado
por los nazis contra los judíos de Europa. Según Khamenei,
los europeos crearon Israel para deshacerse de los judíos que habían
sobrevivido (lo cual es falso, como demuestra el caso del Exodus),
robando para ello una tierra que no les pertenecía y haciendo
así pagar a los palestinos el crimen que los propios europeos
habían cometido. Agregó que los europeos demostraron así que
en realidad no les importan los derechos humanos y que
capitalistas y comunistas mostraron entonces sus verdaderos rostros.
Recordó que Irán nunca ha reconocido el Estado de Israel, ni
en tiempos del shah Reza Phalevi, ni tampoco desde
la proclamación de la República Islámica, y profetizó que Israel
desaparecerá antes del año 2040, no por causa de Irán sino por
«su propia arrogancia».
El
ayatola Khamenei afirmó que Israel caerá cuando la Nación islámica se una.
Alabó a los mártires de esa causa, desde los sunnitas de la
Hermandad Musulmana hasta sus propios discípulos chiitas, comenzando por
el jeque Ahmed Yassin y el general Qassem Suleimani. Denunció,
sin nombrarlos, el «Trato del Siglo» y los «Acuerdos de
Abraham», impulsados por la administración Trump, y la normalización de
las relaciones entre varios países musulmanes e Israel.
El Guía
iraní terminó su discurso recordando su propuesta –presentada a
la ONU– de organizar un referéndum para que todos los habitantes
de Palestina, sin importar su religión, y los palestinos
refugiados en el extranjero –incluso los que viven en Latinoamérica,
Australia etc.– puedan decidir su futuro común.
La expulsión programada de los palestinos del barrio
Cheikh Jarrah
Durante todo el ramadán y principalmente desde el discurso del ayatola Alí Khamenei, ya era palpable en Jerusalén una fuerte tensión alrededor de la posible expulsión de 4 familias palestinas del barrio Cheikh Jarrah [2].
Desde 1948,
Israel ha venido expulsando, casa por casa, las familias
palestinas residentes en Jerusalén, invocando para ello leyes de
la época de la ocupación otomana, conservadas desde entonces por
los británicos y por el régimen actual. Esa maniobra está
confinando a los palestinos en la pequeña barriada de Kfar-Aqab, en
Jerusalén-Este, ya aislada del resto de la ciudad por un muro de
concreto. Pero en el caso específico de estas 4 familias palestinas,
los tribunales se basan en una ley israelí que viola el acuerdo
concluido hace 65 años entre Jordania –entonces a cargo de
esa parte de la ciudad– y las Naciones Unidas.
Todo el
mundo sabe ya cuáles serán las próximas decisiones de la “justicia” israelí,
dado el hecho que, desde 1967, Israel proclamó unilateralmente
Jerusalén su «capital eterna e indivisible», en violación de las resoluciones
de la ONU.
En la
tarde del viernes 7 de mayo, hubo enfrentamientos en la Explanada de
las Mezquitas –el Monte del Templo, según la terminología de Israel.
Esos choques ya fueron más violentos que los registrados en 2017.
El sábado también hubo enfrentamientos en Cisjordania (gobernada por
la OLP) y en la línea de demarcación entre Gaza (gobernada por
el Hamas, movimiento vinculado a la Hermandad Musulmana) y
en Israel. El ejército de Israel dispersó las multitudes con gases
lacrimógenos y disparando balas de goma. Cuando se produjeron envíos
de globos incendiarios y el lanzamiento de un cohete hacia Israel,
el ejército israelí respondió destruyendo un puesto militar del Hamas en
el sur de la franja de Gaza. El Hamas llamó entonces
los palestinos a ocupar la Explanada de las Mezquitas hasta el fin
del ramadán, el jueves 13 de mayo.
El
Tribunal Supremo israelí pospuso por tiempo indefinido la audiencia sobre la
expulsión de las 4 familias palestinas de Cheikh Jarrah, que estaba
prevista para el 10 de mayo.
Arabia
Saudita, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Jordania, Marruecos,
Pakistán, Sudán, Túnez y Turquía condenaron el comportamiento
de Israel y llamaron a la desescalada. Finalmente, el Cuarteto (Rusia,
Unión Europea, Estados Unidos y la ONU) publicó un comunicado donde
resaltaba «con seria preocupación la posible expulsión de familias
palestinas de sus hogares, en los que han vivido durante varias
generaciones» y expresaba su «oposición a actos unilaterales que sólo
conducen a una escalada en un ambiente ya tenso» [3].
Súbitamente, la situación evolucionó hacia un escenario de guerra, con el Hamas lanzando cohetes hacia Israel y el ejército israelí bombardeando Gaza con numerosos helicópteros y aviones –o sea, con medios 10 veces más letales.
Todas
las facciones armadas palestinas entraron rápidamente en modo bélico,
exceptuando la Autoridad Nacional Palestina, que, por el contrario,
reprimió manifestaciones populares en Cisjordania.
Los
palestinos están actualmente huérfanos de democracia… y de República.
No han tenido elecciones en 15 años. La Autoridad Palestina
anuló las que estaban previstas para este mes de mayo cuando Israel
rechazó que la consulta se realizara también en Jerusalén-Este.
El
martes 11 de mayo, el líder del Hamas, Ismael Haniyeh, pronunció un discurso en
televisión y relacionó la cuestión de Jerusalén con la de Gaza. Definió Al-Quds (Jerusalén)
como el corazón de la nación palestina, denunció las expulsiones de
las familias palestinas de Cheikh Jarrah y presentó los enfrentamientos en la
Explanada de las Mezquitas como ataques “judíos” contra la mezquita Al-Aqsa,
lo cual es falso –la policía israelí penetró efectivamente en la mezquita
y disparó allí gases lacrimógenos al perseguir manifestantes que
protestaban, legítimamente, contra la expulsión de las 4 familias
palestinas de Cheikh Jarrah. Ese discurso sorprendió a
los israelíes en la medida en que el Hamas
no se presenta ya como un movimiento de resistencia que aporta una
respuesta simbólica ante Israel sino como una fuerza que espera
poner fin al avance de la colonización de más territorios palestinos
por parte de Israel.
El presidente turco Recep Tayyip
Erdogan denuncia desde hace años la apropiación de territorios palestinos
por parte de Israel. La declaración donde Erdogan menciona la
posibilidad de “dar una lección” a Israel puede haber sido inspirada por
el Pentágono. Posiblemente Erdogan cree poder salvar su propio país
desviando hacia Israel la cólera de Estados Unidos.
Comienza la guerra
En la tarde del martes, Israel derribó el edificio Al-Shuruk (de 12 pisos), en pleno centro de Gaza, bombardeándolo con artefactos penetrantes. Ese inmueble albergaba, entre otras oficinas, el canal de televisión del Hamas, Al-Aqsa TV. Era la respuesta de Israel al mensaje de Haniyeh. El Hamas –que cuenta con el apoyo de Turquía y Qatar– y la organización Yihad Islámica –con respaldo de Irán– respondieron lanzando una lluvia de cohetes sobre Tel Aviv y también contra Asdod, Ascalón y los límites de Jerusalén.
La
destrucción intencional de un canal de televisión es un crimen de guerra.
La Corte Penal Internacional, que recientemente se declaró
competente para juzgar los crímenes de guerra perpetrados en los
territorios palestinos, ha sido por consiguiente puesta al tanto
de ese hecho.
El
Consejo de Seguridad de la ONU se reunió 2 veces, por videoconferencia
y a puertas cerradas. En ambos encuentros virtuales,
Estados Unidos se opuso a la emisión de cualquier declaración
oficial, alegando que las expulsiones de familias palestinas residentes en
Jerusalén-Este son un «asunto interno israelí», lo cual cuestionan
todos los demás miembros del Consejo de Seguridad.
Por su
parte, la Liga Árabe estimó que las expulsiones de las familias palestinas
no son un simple litigio inmobiliario y que quienes tienen memoria son
los únicos que no se equivocan.
Rusia
exigió una reunión inmediata del Cuarteto (ONU, Rusia, Unión Europea,
Estados Unidos).
Al no
haber podido llegar el Consejo de Seguridad a una posición común,
4 de sus miembros –Francia, Estonia, Irlanda y Noruega– emitieron un
comunicado donde llaman Israel «a cesar sus actividades de
colonización, demolición y expulsión, incluso en Jerusalén-Este».
El
presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que suministra armas al Hamas, denunció
la inacción del Consejo de Seguridad y llamó a «dar una lección
a Israel».
Por
primera vez, se produjeron choques en ciudades mixtas israelíes (pobladas
por musulmanes, cristianos y hebreos), principalmente en la ciudad obrera
de Lod, donde se registró el linchamiento de un joven padre de
familia musulmán israelí a manos de compatriotas judíos armados.
El presidente israelí Reuven Rivlin denunció el hecho como un «pogromo»
antimusulmán. El primer ministro Benyamin Netanyahu condenó
enérgicamente el crimen e instauró en Lod el estado de emergencia.
Durante los funerales de la víctima, hubo más enfrentamientos en
18 ciudades mixtas. Ahora se habla no sólo de una guerra entre
israelíes y palestinos sino también de una posible guerra civil
en Israel entre judíos y goys (los no judíos). Estados
Unidos intensificó sus contactos con Israel para obtener una desescalada.
Esfuerzo inútil. Washington, que se dispone a reanudar oficialmente los
contactos con Irán –cuando se hayan concretado la elección del próximo
presidente iraní y la firma de un nuevo acuerdo nuclear, en contra del
deseo del gobierno israelí–, no parece dispuesto a ejercer más presión
sobre Israel. Sin embargo, con la esperanza de lograr algo,
Estados Unidos se opuso a una tercera reunión del Consejo
de Seguridad por videoconferencia, ganando así tiempo para su aliado.
El reglamento del Consejo de Seguridad prevé que la presidencia
rotatoria del Consejo, este mes en manos de China, puede
imponer la realización de una reunión con la participación física de todos
los miembros, pero Pekín se abstuvo de utilizar esa prerrogativa.
Todos los observadores imparciales concuerdan en considerar que la política israelí de colonización, demolición de viviendas de pobladores palestinos y expulsión de estos últimos violan el Derecho Internacional y las resoluciones de la ONU. Se trata de hecho de una forma de conquista de territorios, no por vía militar sino mediante la aplicación de una legislación viciada.
Benyamin
Netanyahu, hijo del secretario particular de Vladimir (Zeev) Jabotinsky, el
fundador en 1925 del Partido Revisionista –el principal partido de la
derecha nacionalista sionista–, encarna el proyecto del «Gran Israel»
(Eretz Israel), desde el Nilo hasta el Éufrates.
Netanyahu promueve una forma de supremacismo judío. Ya no es mayoritario
en su país, pero sigue siendo primer ministro.
Todos
concuerdan también en considerar que los lanzamientos cohetes al azar
sobre aglomeraciones urbanas son un crimen de guerra contra poblaciones
civiles.
El Hamas
no cuestiona la colonización de Palestina –a diferencia de
al-Fatah– sino únicamente el hecho que una tierra musulmana sea
gobernada por judíos, lo cual constituye una forma de supremacismo
musulmán. En todo caso, esta «sección palestina de la Hermandad
Musulmana» –así se indicaba hasta hace poco en la bandera del
Hamas– fue creada por el jeque Ahmed Yassin, con ayuda de Israel,
para debilitar el movimiento al-Fattah, encabezado por Yasser Arafat.
Todo lo
anterior nos muestra que tanto el Likud israelí como el Hamas
palestino reivindican ideologías obsoletas y que ambos recurren a prácticas
criminales, lo cual aleja toda perspectiva de paz y de convivencia
entre las partes.
Todos
los Estados miembros de las Organización de las Naciones Unidas –exceptuando a
Israel– reconocen el «derecho inalienable» de los palestinos
no a regresar a las viviendas de las que fueron expulsados
en 1948 sino a regresar a su tierra como ciudadanos plenos.
Al reconocer a los palestinos ese derecho, todos los Estados
miembros de la ONU se oponen teóricamente a la «solución de los
dos Estados», a pesar de que los países occidentales han apoyado
esa solución desde 2007. Al alimentar esa contradicción,
las potencias occidentales son responsables de la perpetuación del
conflicto.
Los
enfrentamientos actuales se desarrollan todos en el espacio de la
“Palestina geográfica”, o sea tanto en Israel como en los
territorios de la Autoridad Palestina. Pero no deben hacernos olvidar que
en el pasado los dirigentes palestinos abandonaron
su reclamo de vivir en tierra palestina para tratar de conquistar
Jordania (durante el llamado «Septiembre Negro») y posteriormente
el Líbano (durante la guerra civil), cometiendo así crímenes que los
desprestigiaron.
La única
solución es el Estado binacional cuya creación se previó al final de
la Segunda Guerra Mundial por parte de las Naciones Unidas.
Esa fórmula pondría fin al apartheid implantado por Israel,
como escribió el ex presidente estadounidense James Carter hace ya 15 años [4],
y garantizaría el derecho de los palestinos al retorno.
El problema es que no hay hoy israelíes ni palestinos capaces
de asumir papeles similares a los que desempeñaron Frederik de Klerk y
Nelson Mandela. Y los enfrentamientos intercomunitarios que hoy
se desarrollan en las ciudades mixtas de Israel hacen esta solución
cada vez más difícil de alcanzar.
El coronel estadounidense Ralph Peters publicó en 2005 este mapa del estado mayor de Estados Unidos. El 12 de septiembre de 2001 había escrito: “Después de todo, ¿sería beneficiosa para Estados Unidos una solución pacífica de los conflictos en Medio Oriente? Israel, que ya no depende de Estados Unidos como su último defensor, podría mostrar una preocupante independencia.” (Parameters, n° 31).
Resulta difícil de creer que el desgaste del tiempo basta para explicar los enfrentamientos entre las comunidades que viven en Israel. Israelíes y palestinos aspirar a convivir en paz… exceptuando a los que militan en el Likud o en Hamas. Yo quisiera entonces plantear aquí una hipótesis sobre esa región que los estrategas estadounidenses llaman «Gran Medio Oriente» o «Medio Oriente ampliado».
Resulta
extraño el incidente ocurrido el 14 de mayo en Jaffa, donde desconocidos
lanzaron un coctel Molotov dentro de la casa de una familia árabe,
provocando graves quemaduras a un niño de 14 años. Ese ataque
antiárabe fue seguido de un centenar de acciones antijudías en la ciudad,
acciones que a su vez suscitaron nuevos ataques antiárabes.
Sin embargo, según la policía, el incidente inicial no fue
perpetrado por judíos extremistas sino por dos árabes. Cabe entonces
la siguiente interrogante: ¿Eran sólo imbéciles que se equivocaron
de casa y agredieron así a su propio bando o en realidad eran
mercenarios que realizaron una acción premeditada del tipo false flag,
o sea “bajo falsa bandera”, para incentivar la escalada de violencia?
Desde el
11 de septiembre de 2001 (con excepción del paréntesis creado por la
administración Trump), el Pentágono ha venido aplicando la doctrina
Rumsfeld/Cebrowski [5],
lo cual implica adaptar las fuerzas armadas de Estados Unidos a las
exigencias del capitalismo financiero y de la globalización del intercambio.
Para empezar, el estado mayor estadounidense se planteó como
objetivo destruir las estructuras mismas de los Estados en
los países del «Gran Medio Oriente», para poder explotar
a fondo los recursos de esos países sin enfrentar obstáculos
políticos. Sólo habrían de preservarse los Estados en Israel, Líbano
y Jordania.
Así
vimos, a partir de entonces, la destrucción de los Estados en Afganistán,
Irak, Libia, Siria y Yemen. Nos “vendieron” todas esas guerras
como «revoluciones», sin que ninguna fuese tal cosa. También
nos “vendieron” esas guerras como conflictos que durarían algunas
semanas, pero ninguna ha terminado aún porque en realidad
son parte de lo que el presidente estadounidense George
Bush hijo enunció como la «guerra sin fin». Ahora
nos “venden” esas guerras como «guerras civiles». Hace
2 años que el mismo proceso está en marcha en Líbano, pero
esta vez sin recurrir a las armas. Eso significa que se ha
modificado el mapa del estado mayor estadounidenses publicado
en 2005 (ver imagen arriba). Por consiguiente, podemos pensar que
esa peste puede extenderse a Israel.
Según el
almirante Arthur Cebrowski, lo más difícil en la aplicación de su doctrina es
evitar que se extienda el incendio. Es por eso que
Cebrowski delineó la región «Medio Oriente ampliado» basándose
no en los recursos de sus territorios sino en la cultura de
sus habitantes. Partiendo de esa base, ¿era realmente posible
dinamitar todos los Estados de esa región –sin importar que
sus gobiernos fuesen amigos o aliados de Washington– sin “tocar” la
Palestina geográfica?
Esta
hipótesis incluye 2 variantes:
en la primera, la
“contaminación” de Israel viene de los pueblos movidos por
sus pasiones;
en la segunda, el
incendio se extendería a Israel por voluntad del Pentágono.
En todo
caso, si las consecuencias de los hechos que hoy están desarrollándose llegase
a confirmar esta hipótesis en los próximos meses, sería porque lo que hoy
vemos modifica la naturaleza misma del conflicto y lo proyecta
decididamente hacia el infinito.
El
Pentágono se opuso a la política exterior del presidente Trump. Varios
generales se jactaron incluso de haberlo engañado y de haber hecho fracasar la
retirada de las fuerzas que Estados Unidos mantiene ilegalmente
en Siria. Esos militares no aceptaron que Siria escape
al control de Estados Unidos para quedar bajo la protección
de Rusia. También en contra de la voluntad de Donald Trump,
retomaron la doctrina Rumsfeld/Cebrowski, aplicándola contra el Líbano, donde
han utilizado las rivalidades internas para poner ese país en crisis
sin utilizar abiertamente tropas estadounidenses.
En Estados Unidos,
el Partido Demócrata está volviéndose antisraelí, bajo la influencia del grupo
de congresistas encabezado por Rashida Tlaib, Ilhan Omar, Cori Bush, Ayanna
Pressley y Alexandria Ocasio-Cortez. El Pentágono, que desde el
año 2001 ve en Israel un aliado que se ha hecho demasiado
independiente, alcanzaría su revancha destruyendo el Estado hebreo.
En sólo
días, sobre todo después del bombardeo israelí contra las oficinas de
Associated Press en Gaza, la prensa estadounidense, habitualmente
proisraelí, pasó a ser propalestina. Un cambio tan fulgurante es
forzosamente sospechoso.
[2] Cheikh Jarrah (o sea «el cirujano»)
fue, junto al rabino Moisés Maimonida, uno de los médicos de Saladino, quien
arrebató Jerusalén a los cruzados.
[3] “Joint
statement of the Middle East Quartet on the situation in East Jerusalem”, Voltaire
Network, 9 de mayo de 2021.
[4] Palestine: Peace Not Apartheid,
Jimmy Carter, Simon & Schuster, 2006.
[5] «El
proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry
Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
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