Duración del Reino de los Santos
Hemos visto que, según la predicción de Daniel (7,
26-27), inmediatamente después de la muerte del Anticristo no se acabará el
mundo, sino que seguirá la Iglesia, compuesta de judíos y gentiles y extendida
por toda la tierra, y los santos ejercerán el poder y la soberanía y a ellos
servirán y obedecerán todos los reyes del orbe. Esta interpretación del texto
de Daniel no es universalmente reconocida, pero sí la más común y autorizada y
más conforme a las palabras del profeta.
Pero, ¿Cuánto tiempo ha de durar este reino de los
santos en la tierra? Esto es ya objeto de discusión; del texto daniélico no
puede sacarse nada, pues, aunque Daniel dice que su reino será sempiterno, es
porque nos presenta este reino de los santos en la tierra continuándose con el
del cielo, el reino de los santos anterior al juicio final, continuándose con
el de después del juicio. Mas ahora hablamos solamente del reino de los santos
en la tierra, del reino de los santos anterior al Juicio Final: y éste, claro
está que no ha de ser eterno. Pero ¿Cuánto tiempo ha de durar?
Algunos intérpretes, aun de los que admiten el reino
de los santos en la tierra, dicen como Tirini, a Lapide y otros que este reino
ha de durar breve tiempo; otros no hablan de su duración; otros suponen o
afirman que durará largo tiempo; y esto último parece más conforme con la mente
de Daniel, pues que nos presenta un reino en la tierra, debajo del cielo, y lo
contrapone a los otros cuatro reinos anti teocráticos figurados por las cuatro
bestias, que son, según la interpretación común de los Santos Padres y de los
buenos intérpretes, el reino o imperio babilónico, el medo-persa, el griego y
el romano.
Pero, en fin, Daniel nada nos dice de la duración de
este reino de los santos en la tierra. Y, por consiguiente, de las palabras de
Daniel no podemos sacar cuánto durará, si breve, si largo tiempo. Si, pues, hay
otro texto en la Sagrada Escritura que nos determine de algún modo la duración
del reino de los santos, la sabremos, si no, no la sabremos.
En este punto los milenaristas, fundándose en el
Apocalipsis (20, 1-9), admitieron después de la muerte del Anticristo un reino
de Cristo y de los Santos en la tierra que había de durar mil años. Pero los
milenaristas eran de dos clases. El milenarismo herético y judaizante, cuyo
fundador fue Cerinto, de los que admitían un reino de Cristo terreno con
placeres y deleites materiales y sensuales, o asimismo un reino judaizante en
el que se restablecería la circuncisión y los sacrificios, ritos y ceremonias
de la ley mosaica.
El otro milenarismo admitía un reino espiritual de
Cristo y de los santos en la tierra que había de durar mil años. Este otro
milenarismo, aunque no fue universalmente admitido, estuvo con todo muy
extendido en los primeros siglos de la Iglesia. Y así, milenaristas fueron San
Papías, obispo de Hierápolis; San Ireneo, obispo de Lion, Adv. Haer. (c.
32-36); San Justino mártir, Dialog. cum Tryph. (n. 80), quien dice que muchos
cristianos, aunque no todos, son del mismo parecer; el Autor de la Epístola de
Bernabé (t. 15), el de la Didascalia, Tertuliano, Adv. Martion (L. 3, c. 24),
San Victoriano, obispo Petavionense y mártir, De Fabrica Mundi; San Metodio,
Conviv. Decem Virginum (Or. 9, c. 5), y Lactancio, Divinae Institut. (Lib. 7,
c. 24), San Zenón, obispo de Verona (Lib. 2, Tract. 6) y otros.
Verdad es que otros Santos Padres no admiten el
milenarismo y aun positivamente lo rechazan y combaten, pero, en general,
atacan y combaten el milenarismo terreno y carnal o el judaizante, mas no el de
Ireneo y Papías. Y así, San Agustín (De Civitate Dei, lib. 20, c. 7),
dice: “Esta opinión (la de los milenaristas) sería
tolerable si juzgasen que los santos en aquel sábado habían de gozar de
delicias espirituales por la presencia del Señor. Pues que también nosotros
fuimos en otro tiempo de esta opinión; más como dicen que los que resucitaren
se entregarán a placeres carnales sin moderación alguna, esto no pueden creerlo
sino los carnales.” Por donde se ve que San Agustín rechaza el
milenarismo carnal.
Asimismo, San Jerónimo, acérrimo impugnador del
milenarismo judaizante, dice del otro milenarismo, en sus Comm. in Jer. (c.
19): “Y aunque no sigamos esta opinión, con todo no podemos condenarla,
porque muchos varones eclesiásticos y mártires dijeron estas cosas.” Dos
cosas son también dignas de notarse. La primera es que la Santa Iglesia nunca
ha reprobado positivamente el milenarismo de los Santos Padres y mártires de
que habla San Jerónimo. La segunda, que los milenaristas más antiguos, como
fueron San Papías y San Ireneo, transmiten esta doctrina del reino milenario no
como fruto de sus interpretaciones escriturísticas, sino como enseñanzas
recibidas de los Apóstoles y de los varones apostólicos.
Con todo, no puede negarse que en la doctrina
milenarista se mezclaron y se involucraron con frecuencia otros errores, que
motivaron la condenación de libros de autores milenaristas. Por eso, prescindiendo
de todo lo demás, trataremos solamente esta cuestión: ¿Puede o debe admitirse
entre el Anticristo y el juicio final un reino de mil años, tal cual lo
describe San Juan al principio del capítulo 20 del Apocalipsis? O, en otras
palabras: El reino de Cristo y de los santos, reino de mil años, que describe
San Juan en el Apocalipsis (20, 1-7), ¿ha de ser posterior a la muerte del
Anticristo? La respuesta más probable parece que es la afirmativa, ya se miren
las razones o indicios extrínsecos, o ya se consideren los argumentos
intrínsecos.
Vemos, en efecto, que los milenaristas más antiguos
son San Papías y San Ireneo, los cuales apelan, como dijimos, a las enseñanzas
apostólicas. Ahora bien, San Ireneo es discípulo de San Policarpo, y San
Policarpo y San Papías son discípulos de San Juan Evangelista, el autor del
Apocalipsis. ¿No es, pues, lo más natural que en el Apocalipsis se halle la
misma doctrina que enseñaban San Papías y San Ireneo?
Además, sabido es que muchos milenaristas se fundaban
en este texto del Apocalipsis y, al contrario, Eusebio de Cesárea, para
rechazar el milenarismo, puso en duda la inspiración del Apocalipsis y negó que
fuese escrito por San Juan Evangelista. A esto puede añadirse la comparación
del texto del Apocalipsis con el de Daniel ya citado (Dn. 7, 25-28). En uno y
otro texto se describe la destrucción del Anticristo (Dn. 7, 25-26; Ap. 19,
19-21). En uno y otro se predice un reino de los santos (Dn. 7, 27; Ap. 20, 4).
El reino de los santos en Daniel es posterior a la
muerte del Anticristo; es, pues, natural que el reino de los santos que se
describe en el Apocalipsis (20, 4-6) sea también posterior a la muerte del
Anticristo. Pero vengamos ya a las razones y argumentos intrínsecos y
examinemos el mismo texto y la mente de San Juan. Dos cosas principales dicen
el texto en cuestión:
1ª) El encadenamiento y encarcelamiento del demonio.
Vio el Ángel que ató al demonio por mil años, y lo arrojó en el abismo y cerró
y selló sobre él para que no engañe más las gentes hasta que se cumplan mil
años; después lo desatarán un poco de tiempo.
2ª) La resurrección y el reino de los santos con
Cristo. Vio las almas de los degollados por el testimonio de Jesús y por la
palabra de Dios y los que no adoraron a la bestia ni a su imagen, ni recibieron
su señal en sus frentes y en sus manos y vivieron y reinaron con Cristo mil
años.
Todo esto puede entenderse de dos modos:
1º) Unos dicen: Todo esto ya se ha cumplido. El
demonio fue encarcelado y encadenado con la Encarnación o, mejor, con la Pasión
de Cristo, porque entonces fue vencido y ya no puede dañar sino a los que se le
acercan. La resurrección primera de que aquí habla San Juan es la entrada en el
cielo de las almas que gozan de la visión beatífica y reinan con Cristo y son
reverenciados y venerados en la tierra.
2º) Otros, al contrario, dicen que nada de esto se ha
cumplido: todo se ha de cumplir después de la destrucción del Anticristo.
Porque el demonio, aunque con la Pasión de Cristo quedó vencido, no parece que
esté atado y encerrado en el abismo, como lo pinta aquí San Juan; antes, otros
textos de la Escritura nos le presentan muy suelto. Así, San Pablo dice que
nuestra lucha no es contra la carne y sangre, sino contra los principados y
potestades, contra los señores del mundo, de estas tinieblas, contra las
malicias espirituales en los aires -esto es, contra los demonios- (Ef. 6, 12);
y San Pedro pinta al diablo como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pe.
5, 8). De manera que los Príncipes de los Apóstoles no describen al diablo encerrado
y aprisionado en el infierno.
Tampoco parece que la que San Juan llama primera
resurrección haya de entenderse de la vida de gloria de las almas; porque la
palabra resurrección, anástasis, suele decirse de los cuerpos y no
suele aplicarse a las almas y menos a su entrada en la gloria. Podrá decirse
que el alma resucita o se levanta del pecado a la vida de la gracia (Ef. 5,
14); pero parece violento decir que el alma resucita al empezar su vida de
gloria, pues que sólo resucita lo que murió.
Además de esto, San Juan dice claramente que vio a los
que no adoraron a la bestia, ni a su imagen, ni recibieron su señal, y que
éstos vivieron y reinaron con Cristo mil años; pero estos que no adoraron a la
bestia, ni a su imagen son contemporáneos del Anticristo que hacía adorar su
imagen, como se dice en Ap. 13, 14; luego, si éstos reinaron mil años, estos
mil años han de empezar a contarse después de la destrucción del Anticristo.
Consideremos, por fin, la mente de San Juan: cómo
entendía San Juan este texto. En cuanto al diablo, distingue él tres periodos:
1º) Un primer período en que el diablo está en el
cielo o en el aire luchando con San Miguel hasta que es derribado en tierra,
como se describe en Ap. 12, 3-9.
2º) Un segundo período en que el diablo está en la
tierra, período que comienza a lo que parece poco antes de la aparición del
Anticristo (Ap. 12, 13-18), y que dura todo el tiempo de la persecución del
Anticristo (Ap. 13, 4; 16, 13).
3º) Por último, un tercer período en que el diablo
está encerrado en el abismo; lo cual no parece pueda ser sino después de la
destrucción del Anticristo.
Y en cuanto al reino de los santos, ¿Qué piensa San
Juan? Él dice expresamente que han de reinar sobre la tierra (Ap. 5, 10). Pero
¿entiende que reinan ya ahora sobre la tierra? Compárese Ap. 6, 9-11 con Ap.
20, 4-6, y la descripción que hace de las almas de los mártires en uno y otro
texto. En el primero de ellos (6, 9-11) aparecen las almas de los mártires
debajo del altar, clamando al Señor con grandes voces y diciéndole: “¿Hasta
cuándo, Señor, ¿no juzgas y no vengas nuestra sangre de los que habitan en la
tierra?” Y se les dieron sendas estolas blancas y se les dice que
aguarden un poco de tiempo, hasta que se complete el número de los mártires.
Y ¿Quién dirá que, según la mente de San Juan, las
almas que están aquí clamando al Señor y pidiéndole juicio y venganza de los
que viven en la tierra, y aguardando a que se complete el número de los
mártires, reinan ya sobre la tierra? Si reinan ya, ¿Qué piden entonces? ¿Por
qué claman? ¿Qué aguardan? Se dirá que piden la resurrección de sus cuerpos. Se
podrá decir esto, pero no dice esto San Juan, sino que piden juicio y venganza.
Cuán diferente es el cuadro que nos presenta el
capítulo 20, 4-6. Aquí ya no piden ni claman; aquí los mártires han resucitado
y reinan con Cristo; aquí son sacerdotes de Dios y de Cristo y reinan con Él
mil años. Son sacerdotes y el sacerdote no es un alma, es un hombre, como dice
San Pablo (Heb. 8, 3).
Distingue, pues, San Juan claramente dos diversos períodos,
uno antes del Anticristo, antes que se complete el número de los mártires, en
el cual las almas de los mártires claman, piden, aguardan juicio y venganza
(Ap. 6, 9-11); y otro período, después de la destrucción del Anticristo, en que
se les da el juicio y los mártires, resucitados ya, son sacerdotes de Dios y de
Cristo y reinan con él mil años (Ap. 20, 4-6).
A esto se añade que la persecución del Anticristo es
muy diversa de la de Gog y Magog, ni pueden en modo alguno confundirse. Porque
la del Anticristo es una persecución en que el Anticristo, que es rey, hace
guerra a los santos y los vence y los conculca (Ap. 13, 7 y Dn. 7, 25), pero la
de Gog y Magog no es una persecución, es una guerra y rebelión, en la cual los
ejércitos de Gog y Magog ponen cerco al campamento de los Santos y a la ciudad
querida; pero no entran en ella, pues baja fuego del cielo, de Dios, que los
abrasa y consume.
Así que, miradas y consideradas todas estas razones,
parece más probable que el reino de mil años que predice San Juan en su
Apocalipsis ha de ponerse después de la destrucción del Anticristo. Admitido
esto, muchos puntos obscuros del Apocalipsis se esclarecen; de lo contrario,
este libro se convierte en un tejido de incoherencias inexplicables. Y no sólo
el Apocalipsis, sino muchos otros textos bíblicos se esclarecen con esta
explicación.
Afectivamente admitido este reino, se explica por qué
los Profetas con frecuencia, después de describir el juicio, hablan del reino
del Señor. Se explica, por ejemplo, por qué Zacarías (c. 14), después de
habernos descripto a las gentes que se juntan para pelear contra Jerusalén y al
Señor que baja en auxilio de Jerusalén a pelear contra ellas (que, según vimos,
es Cristo que viene a vencer y derrotar al Anticristo), después de hablarnos de
aquel día que es conocido de Dios (Zac. 14, 7 y Mt. 24, 36), y que no es día ni
noche, después sigue en el v. 9: “Y será el Señor rey sobre toda la tierra:
en aquel día, será el Señor uno, y será su nombre uno”, y describe luego la
situación y la seguridad de Jerusalén.
Así se explica por qué Joel (c. 3), después de haber
descripto el juicio de Dios contra las gentes, esto es contra el Anticristo y
sus reyes, después de describir las señales próximas de la Parusía, el sol y la
luna que se oscurecen y las estrellas que niegan su luz, luego, en los versos
siguientes, pinta la santidad de Jerusalén y su prosperidad: “Y el
Señor bramará desde Sión, y desde Jerusalén dará su voz: y se conmoverán los
cielos y la tierra, más el Señor será la esperanza de su pueblo y la fortaleza
de los hijos de Israel. Y sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios que habito
en Sion, el monte de mi santidad: y Jerusalén será santa, y los extraños no
pasarán más por ella” (Jl. 3, 15-18). Y así podrían traerse otros
ejemplos.
Podría, sí, objetarse a todo lo dicho que el reino que
Daniel predice después del Anticristo (Dn. 7, 27) no puede ser el que predice
San Juan (Ap. 20, 4), porque el de Daniel es perpetuo; más el del Apocalipsis
ha de durar un tiempo definido de mil años (ora se haya de ver en éste un
número exacto o bien un número redondo).
Pero, en realidad, no hay oposición entre los dos
textos. Porque el reino de los santos que describe Daniel es perpetuo, según
dijimos, porque dura en la tierra hasta el fin del mundo y porque se continúa
después en el cielo eternamente. Y en este sentido es también perpetuo el reino
de los santos que pinta San Juan en su Apocalipsis. Mas éste dice que el reino
durará mil años; porque en realidad, durante este tiempo, el demonio estará
encarcelado y encadenado y los santos reinarán pacífica y universalmente en
toda la tierra.
Después sobrevendrá la seducción de las gentes y la
sublevación de Gog y Magog, durante la cual los santos conservarán su poder y
soberanía, puesto que no serán vencidos; pero su reino ya no será entonces
pacífico ni universal como antes; hasta que, castigadas con fuego del cielo las
tropas rebeldes de Gog y Magog, se restablecerá en su primitivo esplendor el
reino de los santos hasta el fin del mundo o hasta el tiempo que Dios sabe.
Puesto que el fin del mundo no ha de seguir
inmediatamente a la rebelión de Gog y Magog, ya que, después de ésta, dice
Ezequiel, los israelitas pasarán siete años sin gastar otra leña que la de las
armas de los ejércitos de Gog y Magog. Cuánto tiempo haya pues de transcurrir
entre esta rebelión y el fin de los tiempos, es cosa que sólo Dios sabe.
[1] Enciclopedia Espasa-Calpe, Artículo “Parusía”, tomado
de: https://radiocristiandad.org/2013/01/16/p-jose-rovira-s-j-parusia/#more-24433 - Texto publicado en 2018 por la editorial Vórtice en
el libro “El que vuelve”: http://www.vorticelibros.com.ar/libro.php?id=156 - http://millenarismus.blogspot.com/2018/06/el-que-vuelve.html - Este texto fue revisado, corregido, editado y publicado
por Miles Christi el 25/10/2020: https://gloria.tv/post/mAbBjmCqrZjr2vPsFz2vKCGZG
[2] Sobre el Padre
Rovira: http://millenarismus.blogspot.com/2016/02/p-juan-rovira-sj.html
[3] “Y el reino y
el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dados al
pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios
le servirán y le obedecerán” (Dn. 7, 27). Cornelio a Lapide
comenta: “Digo que es cierto que vendrá este reinado de Cristo y de los
santos, y que no será solamente espiritual como el que ha tenido siempre en la
tierra, cuando sufrieron persecuciones y el martirio, sino será corporal y
glorioso, pues reinarán gloriosamente con Cristo para siempre. Sin embargo,
Cristo y los santos comenzarán este reino en la tierra, tras la muerte del
Anticristo. Entonces, destruido el reino del Anticristo, la Iglesia reinará en
toda la tierra y de los judíos y de los gentiles se hará un solo redil con un
solo pastor, ya que no dice ‘‘arriba’’ sino ‘‘bajo el cielo’’, es decir toda la
tierra, todo el espacio que se halla bajo el cielo. Luego, un poco después,
este reino será confirmado y glorificado por toda la eternidad.” (Commentaria
In Danielem Prophetam 7, 27)
http://reader.digitale-sammlungen.de/en/fs1/object/goToPage/bsb10624768.html?pageNo=90
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