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jueves, 17 de diciembre de 2020

La Parusía. Padre Juan Rovira. Mártir de la Guerra civil Española.

 


Duración del Reino de los Santos

 

Hemos visto que, según la predicción de Daniel (7, 26-27), inmediatamente después de la muerte del Anticristo no se acabará el mundo, sino que seguirá la Iglesia, compuesta de judíos y gentiles y extendida por toda la tierra, y los santos ejercerán el poder y la soberanía y a ellos servirán y obedecerán todos los reyes del orbe. Esta interpretación del texto de Daniel no es universalmente reconocida, pero sí la más común y autorizada y más conforme a las palabras del profeta.

Pero, ¿Cuánto tiempo ha de durar este reino de los santos en la tierra? Esto es ya objeto de discusión; del texto daniélico no puede sacarse nada, pues, aunque Daniel dice que su reino será sempiterno, es porque nos presenta este reino de los santos en la tierra continuándose con el del cielo, el reino de los santos anterior al juicio final, continuándose con el de después del juicio. Mas ahora hablamos solamente del reino de los santos en la tierra, del reino de los santos anterior al Juicio Final: y éste, claro está que no ha de ser eterno. Pero ¿Cuánto tiempo ha de durar?

Algunos intérpretes, aun de los que admiten el reino de los santos en la tierra, dicen como Tirini, a Lapide y otros que este reino ha de durar breve tiempo; otros no hablan de su duración; otros suponen o afirman que durará largo tiempo; y esto último parece más conforme con la mente de Daniel, pues que nos presenta un reino en la tierra, debajo del cielo, y lo contrapone a los otros cuatro reinos anti teocráticos figurados por las cuatro bestias, que son, según la interpretación común de los Santos Padres y de los buenos intérpretes, el reino o imperio babilónico, el medo-persa, el griego y el romano.

Pero, en fin, Daniel nada nos dice de la duración de este reino de los santos en la tierra. Y, por consiguiente, de las palabras de Daniel no podemos sacar cuánto durará, si breve, si largo tiempo. Si, pues, hay otro texto en la Sagrada Escritura que nos determine de algún modo la duración del reino de los santos, la sabremos, si no, no la sabremos.

En este punto los milenaristas, fundándose en el Apocalipsis (20, 1-9), admitieron después de la muerte del Anticristo un reino de Cristo y de los Santos en la tierra que había de durar mil años. Pero los milenaristas eran de dos clases. El milenarismo herético y judaizante, cuyo fundador fue Cerinto, de los que admitían un reino de Cristo terreno con placeres y deleites materiales y sensuales, o asimismo un reino judaizante en el que se restablecería la circuncisión y los sacrificios, ritos y ceremonias de la ley mosaica.

El otro milenarismo admitía un reino espiritual de Cristo y de los santos en la tierra que había de durar mil años. Este otro milenarismo, aunque no fue universalmente admitido, estuvo con todo muy extendido en los primeros siglos de la Iglesia. Y así, milenaristas fueron San Papías, obispo de Hierápolis; San Ireneo, obispo de Lion, Adv. Haer. (c. 32-36); San Justino mártir, Dialog. cum Tryph. (n. 80), quien dice que muchos cristianos, aunque no todos, son del mismo parecer; el Autor de la Epístola de Bernabé (t. 15), el de la Didascalia, Tertuliano, Adv. Martion (L. 3, c. 24), San Victoriano, obispo Petavionense y mártir, De Fabrica Mundi; San Metodio, Conviv. Decem Virginum (Or. 9, c. 5), y Lactancio, Divinae Institut. (Lib. 7, c. 24), San Zenón, obispo de Verona (Lib. 2, Tract. 6) y otros.

Verdad es que otros Santos Padres no admiten el milenarismo y aun positivamente lo rechazan y combaten, pero, en general, atacan y combaten el milenarismo terreno y carnal o el judaizante, mas no el de Ireneo y Papías. Y así, San Agustín (De Civitate Dei, lib. 20, c. 7), dice: “Esta opinión (la de los milenaristas) sería tolerable si juzgasen que los santos en aquel sábado habían de gozar de delicias espirituales por la presencia del Señor. Pues que también nosotros fuimos en otro tiempo de esta opinión; más como dicen que los que resucitaren se entregarán a placeres carnales sin moderación alguna, esto no pueden creerlo sino los carnales.” Por donde se ve que San Agustín rechaza el milenarismo carnal.

Asimismo, San Jerónimo, acérrimo impugnador del milenarismo judaizante, dice del otro milenarismo, en sus Comm. in Jer. (c. 19): “Y aunque no sigamos esta opinión, con todo no podemos condenarla, porque muchos varones eclesiásticos y mártires dijeron estas cosas.” Dos cosas son también dignas de notarse. La primera es que la Santa Iglesia nunca ha reprobado positivamente el milenarismo de los Santos Padres y mártires de que habla San Jerónimo. La segunda, que los milenaristas más antiguos, como fueron San Papías y San Ireneo, transmiten esta doctrina del reino milenario no como fruto de sus interpretaciones escriturísticas, sino como enseñanzas recibidas de los Apóstoles y de los varones apostólicos.

Con todo, no puede negarse que en la doctrina milenarista se mezclaron y se involucraron con frecuencia otros errores, que motivaron la condenación de libros de autores milenaristas. Por eso, prescindiendo de todo lo demás, trataremos solamente esta cuestión: ¿Puede o debe admitirse entre el Anticristo y el juicio final un reino de mil años, tal cual lo describe San Juan al principio del capítulo 20 del Apocalipsis? O, en otras palabras: El reino de Cristo y de los santos, reino de mil años, que describe San Juan en el Apocalipsis (20, 1-7), ¿ha de ser posterior a la muerte del Anticristo? La respuesta más probable parece que es la afirmativa, ya se miren las razones o indicios extrínsecos, o ya se consideren los argumentos intrínsecos.

Vemos, en efecto, que los milenaristas más antiguos son San Papías y San Ireneo, los cuales apelan, como dijimos, a las enseñanzas apostólicas. Ahora bien, San Ireneo es discípulo de San Policarpo, y San Policarpo y San Papías son discípulos de San Juan Evangelista, el autor del Apocalipsis. ¿No es, pues, lo más natural que en el Apocalipsis se halle la misma doctrina que enseñaban San Papías y San Ireneo?

Además, sabido es que muchos milenaristas se fundaban en este texto del Apocalipsis y, al contrario, Eusebio de Cesárea, para rechazar el milenarismo, puso en duda la inspiración del Apocalipsis y negó que fuese escrito por San Juan Evangelista. A esto puede añadirse la comparación del texto del Apocalipsis con el de Daniel ya citado (Dn. 7, 25-28). En uno y otro texto se describe la destrucción del Anticristo (Dn. 7, 25-26; Ap. 19, 19-21). En uno y otro se predice un reino de los santos (Dn. 7, 27; Ap. 20, 4).

El reino de los santos en Daniel es posterior a la muerte del Anticristo; es, pues, natural que el reino de los santos que se describe en el Apocalipsis (20, 4-6) sea también posterior a la muerte del Anticristo. Pero vengamos ya a las razones y argumentos intrínsecos y examinemos el mismo texto y la mente de San Juan. Dos cosas principales dicen el texto en cuestión:

1ª) El encadenamiento y encarcelamiento del demonio. Vio el Ángel que ató al demonio por mil años, y lo arrojó en el abismo y cerró y selló sobre él para que no engañe más las gentes hasta que se cumplan mil años; después lo desatarán un poco de tiempo.

2ª) La resurrección y el reino de los santos con Cristo. Vio las almas de los degollados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios y los que no adoraron a la bestia ni a su imagen, ni recibieron su señal en sus frentes y en sus manos y vivieron y reinaron con Cristo mil años.

Todo esto puede entenderse de dos modos:

1º) Unos dicen: Todo esto ya se ha cumplido. El demonio fue encarcelado y encadenado con la Encarnación o, mejor, con la Pasión de Cristo, porque entonces fue vencido y ya no puede dañar sino a los que se le acercan. La resurrección primera de que aquí habla San Juan es la entrada en el cielo de las almas que gozan de la visión beatífica y reinan con Cristo y son reverenciados y venerados en la tierra.

2º) Otros, al contrario, dicen que nada de esto se ha cumplido: todo se ha de cumplir después de la destrucción del Anticristo. Porque el demonio, aunque con la Pasión de Cristo quedó vencido, no parece que esté atado y encerrado en el abismo, como lo pinta aquí San Juan; antes, otros textos de la Escritura nos le presentan muy suelto. Así, San Pablo dice que nuestra lucha no es contra la carne y sangre, sino contra los principados y potestades, contra los señores del mundo, de estas tinieblas, contra las malicias espirituales en los aires -esto es, contra los demonios- (Ef. 6, 12); y San Pedro pinta al diablo como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pe. 5, 8). De manera que los Príncipes de los Apóstoles no describen al diablo encerrado y aprisionado en el infierno.

Tampoco parece que la que San Juan llama primera resurrección haya de entenderse de la vida de gloria de las almas; porque la palabra resurrección, anástasis, suele decirse de los cuerpos y no suele aplicarse a las almas y menos a su entrada en la gloria. Podrá decirse que el alma resucita o se levanta del pecado a la vida de la gracia (Ef. 5, 14); pero parece violento decir que el alma resucita al empezar su vida de gloria, pues que sólo resucita lo que murió.

Además de esto, San Juan dice claramente que vio a los que no adoraron a la bestia, ni a su imagen, ni recibieron su señal, y que éstos vivieron y reinaron con Cristo mil años; pero estos que no adoraron a la bestia, ni a su imagen son contemporáneos del Anticristo que hacía adorar su imagen, como se dice en Ap. 13, 14; luego, si éstos reinaron mil años, estos mil años han de empezar a contarse después de la destrucción del Anticristo.

Consideremos, por fin, la mente de San Juan: cómo entendía San Juan este texto. En cuanto al diablo, distingue él tres periodos:

1º) Un primer período en que el diablo está en el cielo o en el aire luchando con San Miguel hasta que es derribado en tierra, como se describe en Ap. 12, 3-9.

2º) Un segundo período en que el diablo está en la tierra, período que comienza a lo que parece poco antes de la aparición del Anticristo (Ap. 12, 13-18), y que dura todo el tiempo de la persecución del Anticristo (Ap. 13, 4; 16, 13).

3º) Por último, un tercer período en que el diablo está encerrado en el abismo; lo cual no parece pueda ser sino después de la destrucción del Anticristo.

Y en cuanto al reino de los santos, ¿Qué piensa San Juan? Él dice expresamente que han de reinar sobre la tierra (Ap. 5, 10). Pero ¿entiende que reinan ya ahora sobre la tierra? Compárese Ap. 6, 9-11 con Ap. 20, 4-6, y la descripción que hace de las almas de los mártires en uno y otro texto. En el primero de ellos (6, 9-11) aparecen las almas de los mártires debajo del altar, clamando al Señor con grandes voces y diciéndole: “¿Hasta cuándo, Señor, ¿no juzgas y no vengas nuestra sangre de los que habitan en la tierra?” Y se les dieron sendas estolas blancas y se les dice que aguarden un poco de tiempo, hasta que se complete el número de los mártires.

Y ¿Quién dirá que, según la mente de San Juan, las almas que están aquí clamando al Señor y pidiéndole juicio y venganza de los que viven en la tierra, y aguardando a que se complete el número de los mártires, reinan ya sobre la tierra? Si reinan ya, ¿Qué piden entonces? ¿Por qué claman? ¿Qué aguardan? Se dirá que piden la resurrección de sus cuerpos. Se podrá decir esto, pero no dice esto San Juan, sino que piden juicio y venganza.

Cuán diferente es el cuadro que nos presenta el capítulo 20, 4-6. Aquí ya no piden ni claman; aquí los mártires han resucitado y reinan con Cristo; aquí son sacerdotes de Dios y de Cristo y reinan con Él mil años. Son sacerdotes y el sacerdote no es un alma, es un hombre, como dice San Pablo (Heb. 8, 3).

Distingue, pues, San Juan claramente dos diversos períodos, uno antes del Anticristo, antes que se complete el número de los mártires, en el cual las almas de los mártires claman, piden, aguardan juicio y venganza (Ap. 6, 9-11); y otro período, después de la destrucción del Anticristo, en que se les da el juicio y los mártires, resucitados ya, son sacerdotes de Dios y de Cristo y reinan con él mil años (Ap. 20, 4-6).

A esto se añade que la persecución del Anticristo es muy diversa de la de Gog y Magog, ni pueden en modo alguno confundirse. Porque la del Anticristo es una persecución en que el Anticristo, que es rey, hace guerra a los santos y los vence y los conculca (Ap. 13, 7 y Dn. 7, 25), pero la de Gog y Magog no es una persecución, es una guerra y rebelión, en la cual los ejércitos de Gog y Magog ponen cerco al campamento de los Santos y a la ciudad querida; pero no entran en ella, pues baja fuego del cielo, de Dios, que los abrasa y consume.

Así que, miradas y consideradas todas estas razones, parece más probable que el reino de mil años que predice San Juan en su Apocalipsis ha de ponerse después de la destrucción del Anticristo. Admitido esto, muchos puntos obscuros del Apocalipsis se esclarecen; de lo contrario, este libro se convierte en un tejido de incoherencias inexplicables. Y no sólo el Apocalipsis, sino muchos otros textos bíblicos se esclarecen con esta explicación.

Afectivamente admitido este reino, se explica por qué los Profetas con frecuencia, después de describir el juicio, hablan del reino del Señor. Se explica, por ejemplo, por qué Zacarías (c. 14), después de habernos descripto a las gentes que se juntan para pelear contra Jerusalén y al Señor que baja en auxilio de Jerusalén a pelear contra ellas (que, según vimos, es Cristo que viene a vencer y derrotar al Anticristo), después de hablarnos de aquel día que es conocido de Dios (Zac. 14, 7 y Mt. 24, 36), y que no es día ni noche, después sigue en el v. 9: “Y será el Señor rey sobre toda la tierra: en aquel día, será el Señor uno, y será su nombre uno”, y describe luego la situación y la seguridad de Jerusalén.

Así se explica por qué Joel (c. 3), después de haber descripto el juicio de Dios contra las gentes, esto es contra el Anticristo y sus reyes, después de describir las señales próximas de la Parusía, el sol y la luna que se oscurecen y las estrellas que niegan su luz, luego, en los versos siguientes, pinta la santidad de Jerusalén y su prosperidad: “Y el Señor bramará desde Sión, y desde Jerusalén dará su voz: y se conmoverán los cielos y la tierra, más el Señor será la esperanza de su pueblo y la fortaleza de los hijos de Israel. Y sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios que habito en Sion, el monte de mi santidad: y Jerusalén será santa, y los extraños no pasarán más por ella” (Jl. 3, 15-18). Y así podrían traerse otros ejemplos.

Podría, sí, objetarse a todo lo dicho que el reino que Daniel predice después del Anticristo (Dn. 7, 27) no puede ser el que predice San Juan (Ap. 20, 4), porque el de Daniel es perpetuo; más el del Apocalipsis ha de durar un tiempo definido de mil años (ora se haya de ver en éste un número exacto o bien un número redondo).

Pero, en realidad, no hay oposición entre los dos textos. Porque el reino de los santos que describe Daniel es perpetuo, según dijimos, porque dura en la tierra hasta el fin del mundo y porque se continúa después en el cielo eternamente. Y en este sentido es también perpetuo el reino de los santos que pinta San Juan en su Apocalipsis. Mas éste dice que el reino durará mil años; porque en realidad, durante este tiempo, el demonio estará encarcelado y encadenado y los santos reinarán pacífica y universalmente en toda la tierra.

Después sobrevendrá la seducción de las gentes y la sublevación de Gog y Magog, durante la cual los santos conservarán su poder y soberanía, puesto que no serán vencidos; pero su reino ya no será entonces pacífico ni universal como antes; hasta que, castigadas con fuego del cielo las tropas rebeldes de Gog y Magog, se restablecerá en su primitivo esplendor el reino de los santos hasta el fin del mundo o hasta el tiempo que Dios sabe.

Puesto que el fin del mundo no ha de seguir inmediatamente a la rebelión de Gog y Magog, ya que, después de ésta, dice Ezequiel, los israelitas pasarán siete años sin gastar otra leña que la de las armas de los ejércitos de Gog y Magog. Cuánto tiempo haya pues de transcurrir entre esta rebelión y el fin de los tiempos, es cosa que sólo Dios sabe.

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[1] Enciclopedia Espasa-Calpe, Artículo “Parusía”, tomado de: https://radiocristiandad.org/2013/01/16/p-jose-rovira-s-j-parusia/#more-24433 - Texto publicado en 2018 por la editorial Vórtice en el libro “El que vuelve”: http://www.vorticelibros.com.ar/libro.php?id=156 - http://millenarismus.blogspot.com/2018/06/el-que-vuelve.html - Este texto fue revisado, corregido, editado y publicado por Miles Christi el 25/10/2020: https://gloria.tv/post/mAbBjmCqrZjr2vPsFz2vKCGZG

[2] Sobre el Padre Rovira: http://millenarismus.blogspot.com/2016/02/p-juan-rovira-sj.html 

[3] “Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán” (Dn. 7, 27). Cornelio a Lapide comenta: “Digo que es cierto que vendrá este reinado de Cristo y de los santos, y que no será solamente espiritual como el que ha tenido siempre en la tierra, cuando sufrieron persecuciones y el martirio, sino será corporal y glorioso, pues reinarán gloriosamente con Cristo para siempre. Sin embargo, Cristo y los santos comenzarán este reino en la tierra, tras la muerte del Anticristo. Entonces, destruido el reino del Anticristo, la Iglesia reinará en toda la tierra y de los judíos y de los gentiles se hará un solo redil con un solo pastor, ya que no dice ‘‘arriba’’ sino ‘‘bajo el cielo’’, es decir toda la tierra, todo el espacio que se halla bajo el cielo. Luego, un poco después, este reino será confirmado y glorificado por toda la eternidad.” (Commentaria In Danielem Prophetam 7, 27)

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