Cada Ave María golpea duro la cabeza del Demonio.
35a Rosa
108) El Beato Alano refiere que un Cardenal llamado Pedro,
del título de Santa María del Tíber, instruido por Santo domingo, su íntimo
amigo, en la devoción del Santo Rosario, se interesó por ella de tal modo que
fue su panegirista y la inculcaba a todos cuantos podía. El Cardenal fue
enviado como legado a Tierra Santa entre los cristianos cruzados que combatían
a los sarracenos, e hizo tales prosélitos en el ejército cristiano practicando
todos esta devoción para conseguir el auxilio del cielo, en un combate, con
sólo tres mil triunfaron sobre cien mil.
Ya hemos visto que los demonios temen infinitamente al
Rosario. Dice San Bernardo que la salutación angélica les quebranta y hace estremecer
a todo el infierno. El Beato Alano asegura haber conocido varias personas que
se habían entregado al diablo en cuerpo y alma y que habían renunciado al
bautismo y a Jesucristo y que, después de abrazar la devoción del Santo Rosario,
fueron libertadas de su tiranía.
36a Rosa
109) En el año 1578 una mujer de Amberes se entregó al
demonio, firmando el acta de entrega con su sangre. Algún tiempo después se
arrepintió, y como sintiera gran deseo de reparar el mal que había hecho, buscó
un confesor prudente y caritativo para conocer el medio de librarse del poder
del diablo.
Encontró efectivamente un sabio y virtuoso sacerdote que
le aconsejó buscase al Padre Enrique, director de la Cofradía del Santo Rosario
del convento de Santo Domingo, para que la inscribiese en la Cofradía y la
confesara; y así se lo pidió, pero en vez del Padre encontró al demonio bajo la
forma de un religioso que la reprendió severamente y le dijo que ninguna gracia
podía esperar de Dios, ni había modo de revocar lo que había firmado; lo cual
la afligió mucho. Pero no perdió por completo la esperanza en la misericordia
del Señor, volvió a buscar al Padre y encontró nuevamente al diablo, que la
rechazó como en la ocasión anterior; mas repitiendo por tercera vez el intento,
permitió el Señor que encontrase al Padre Enrique, a quien buscaba, el cual la
recibió con caridad, exhortándola a confiar en la bondad de Dios y hacer una
buena confesión; la admitió en la Cofradía y le ordenó que con frecuencia
rezase el Santo Rosario. Y un día, durante la Misa que el Padre celebraba por
la mencionada mujer, la Santísima Virgen obligó al diablo a devolverle la
cédula firmada; y quedó así libertada por la autoridad de María y la devoción
al Rosario.
37a Rosa
110) Un señor que tenía muchos hijos, metió a una de las
hijas en un monasterio que se encontraba a la sazón completamente desarreglado,
pues las religiosas sólo respiraban vanidad y frivolidad. El confesor, hombre
fervoroso y devoto del Santo Rosario, deseando dirigir a esta joven religiosa a
la práctica de vida más perfecta, le ordenó rezar todos los días el Rosario en
honor de la Santísima Virgen, meditando la vida, pasión y
gloria de Jesucristo. Le agradó a ella mucho esta devoción y poco a poco fue
aborreciendo el desarreglo de sus hermanas y empezaron a gustarle el silencio y
la oración, a pesar del desprecio y burlas de las otras religiosas, que
interpretaban su fervor como gazmoñería.
Habiendo ido por aquellos días a visitar el monasterio un
santo Abad, tuvo una extraña visión mientras oraba; le pareció ver una
religiosa en oración en su celda ante una Señora de admirable hermosura,
acompañada de un coro de ángeles, los cuales con flechas encendidas arrojaban a
la multitud de demonios que pretendía entrar; y estos espíritus malignos huían
a las celdas de las demás religiosas, en figura de sucios animales, para
excitarlas al pecado, en el cual muchas de ellas consentían.
Conoció el Abad por esta visión el mal espíritu de este
monasterio, creyó morir de pena, llamó a la joven religiosa y la exhortó a la
perseverancia. Reflexionando sobre la excelencia del Santo Rosario, resolvió
reformar a estas religiosas con tal devoción; adquirió para ello hermosos Rosarios
que regaló a todas las religiosas persuadiéndolas de que lo rezasen todos los
días y prometiéndoles, si así lo hacían, no violentarlas para que se
reformasen. Recibieron complacidas los Rosarios y prometieron rezarlo con esa
condición. ¡Cosa admirable!: poco a poco dejaron sus vanidades, se dieron al
recogimiento y al silencio y en menos de un año pidieron ellas mismas la
reforma. El Rosario pudo en sus corazones más de lo que hubiera conseguido el
Abad con sus exhortaciones y su autoridad.
38a Rosa
111) Una condesa española, instruida por Santo Domingo en
la devoción del Rosario, lo rezaba diariamente con maravilloso adelanto en la
virtud. Como aspiraba a la vida de perfección, pidió cierto día a un Prelado y
célebre predicador algunas prácticas de perfección.
Este Prelado le dijo que antes era preciso le declarase el
estado de su alma y sus ejercicios de piedad, y ella contestó que el principal
era el Rosario, que rezaba todos los días, meditando los misterios gozosos,
dolorosos y gloriosos con gran fruto espiritual para su alma. El Obispo, entusiasmado
al oír explicar las raras enseñanzas encerradas en los misterios, le dijo:
"Hace
veinte años que soy doctor en teología, he leído muchas y
excelentes prácticas de devoción, pero no he conocido nada más fructífero ni
más conforme al cristianismo. Quiero imitaros;
predicaré el Rosario." Y así lo hizo, y con tal
éxito, que al poco tiempo pudo ver un gran cambio de costumbres en su diócesis:
muchas conversiones, restituciones y reconciliaciones; el libertinaje, el lujo
y el juego cesaron; comenzaron a florecer la paz en las familias, la devoción y
la caridad. Cambio tanto más admirable cuanto que este Obispo había trabajado
mucho para
conseguirlo y hasta entonces ineficazmente.
Para inculcar mejor la devoción al Rosario, llevaba
siempre uno muy hermoso, y enseñándolo al auditorio decía: "Sabed,
hermanos míos, que el Rosario de la Santísima Virgen es tan excelente que yo
soy vuestro Obispo, doctor en teología y en ambos derechos, me glorío de llevarlo
siempre como el más ilustre signo de mi episcopado y doctorado."
39a Rosa
112) El rector de una parroquia de Dinamarca contaba
frecuentemente, para mayor gloria de Dios y con gran gozo de su alma, que había
obtenido en su parroquia un resultado análogo al de este Obispo en su diócesis.
"Había predicado -decía- sin éxito alguno las
materias más urgentes y más provechosas. No había fruto alguno. Al fin me
resolví a predicar el Santo Rosario y expliqué su excelencia y su
práctica, y puedo asegurar que, desde que mi pueblo gustó
esta devoción, he visto un cambio evidente en seis meses.
Tan cierto es que esta divina oración tiene especial poder
para mover los corazones e inspirarles horror al pecado y amor a la
virtud."
La Santísima Virgen dijo un día al Beato Alano: "Así
como Dios ha escogido la salutación angélica para la Encarnación de su Verbo y
para la Redención de los hombres, así quienes deseen reformar las costumbres de
los pueblos y regenerarlos en Jesucristo deben honrarme y dirigirme la misma
salutación. Yo soy -añadió- el camino por el cual vino Dios a los hombres, y
es necesario que después de Jesucristo obtengan la gracia
y las virtudes por mi mediación."
113) Yo, que esto escribo, he aprendido por experiencia
propia la fuerza de esta oración para convertir los corazones más endurecidos.
He encontrado algunos en los que las más terribles verdades predicadas en una
misión no habían hecho impresión alguna; y en cambio, habiendo adquirido, por
consejo mío, la costumbre de rezar diariamente el Santo Rosario, se convirtieron
y se dieron a Dios.
He podido observar la enorme diferencia de costumbres
entre pueblos y pueblos de las parroquias donde di misiones pues mientras unos,
por haber abandonado la práctica del Rosario, habían vuelto a caer en las malas
costumbres, otros, por haberla conservado, conservaban también la gracia de
Dios y adelantaban todos los días en la vida cristiana.
40a Rosa
114) El Beato Alano de la Roche, el Padre Juan Dumont, el
Padre Thomas, las crónicas de Santo Domingo y otros autores, que fueron muchos
de ellos testigos oculares, refieren un gran número de conversiones milagrosas
de pecadores y pecadoras después de veinte, treinta o cuarenta años en el mayor
desorden, nada había podido convertirlos, y que se convirtieron por esta
maravillosa devoción. Por temor a extenderme demasiado, no las referiré.
Tampoco he de referirme a las que yo mismo he visto; todas
las omito por diversas razones.
Caros lectores, si practicáis y predicáis esta devoción,
aprenderéis por propia experiencia, y experimentaréis felizmente, el efecto
maravilloso de las promesas hechas por la Santísima Virgen a Santo Domingo, al
Beato Alano de la Roche y a cuantos hagan florecer esta devoción que le es tan
grata, que instruye a los pueblos en las virtudes de su Hijo y en las suyas,
inicia en la oración mental y conduce a la imitación de Jesucristo, a la
frecuencia de los sacramentos, a la práctica sólida de las virtudes y toda
clase de buenas obras; a ganar preciosas indulgencias que los pueblos ignoran
porque los predicadores de esta devoción apenas han hablado de ellas, contentándose
con hacer del Rosario un sermón a la moderna, aunque sólo cause muchas veces
admiración y ninguna instrucción.
115) En fin, me contento con deciros con el Beato Alano de
la Roche que el Rosario es manantial y depósito de toda clase de bienes:
1) P Peccatoribus praestat poenitentiam;
2) S Sitientibus stillat satietatem;
3) A Alligatis adducit absolutionem;
4) L Lugentibus largitur laetitiam;
5) T Tentatis tradit tranquillitatem;
6) E Egenis expellit egestatem;
7) R Religiosis reddit reformationem;
8) I Ignorantibus inducit intelligentiam;
9) V Vivis vincit vastitatem;
10) M Mortuis mittit misericordiam per modum suffragii
(2).
"Volo -dijo un día la Santísima Virgen al Beato
Alano- ut psaltae mei in vita et in morte, et post mortem, habeant
benedictionem, gratiae plenitudinem ac libertatem, immunesque sint a caecitate,
obduratione, inopia ac servitute."
"Quiero que los devotos de mi Rosario obtengan la
gracia y bendición de mi Hijo durante su vida, en la hora de la muerte y
después de ella. Quiero que se vean libres de todas las esclavitudes y sean
reyes verdaderos, con la corona en la cabeza y el cetro en la mano, y alcancen
la gloria eterna. Amén."
(1) Oh dignísima Madre de la Sabiduría, acerca de cuya
salutación, de qué forma debe rezarse, ya queda instruido este pueblo, te ruego
para la salud de los fieles aquí presentes que obligues a estos tus enemigos a
que abiertamente confiesen aquí la verdad completa y sincera.
(2) Los pecadores obtienen el perdón, Las almas sedientas
se sacian, Los que están atados ven sus lazos deshechos, Los que lloran hallan
alegría, Los que son tentados hallan tranquilidad,
Los pobres son socorridos, Los religiosos son reformados,
Los ignorantes son instruidos, Los vivos vencen la decadencia espiritual, Los
muertos alcanzan la misericordia por vía de sufragios.
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