utfidelesinveniatur

viernes, 29 de noviembre de 2019

UNA MIRADA RESTROSPECTIVA A NUESTRO MEXICO CRISTERO


En estos momentos históricos de nuestros días es preciso mirar a nuestro pasado histórico para tomar valor de él, pero, desde entonces acá, ese elemento esencial no ha cambiado sino en su fachada exterior, en su nombre público. Un mismo grupo director en que se suceden unos a otros los individuos cuando la guadaña de la muerte ha se gado a los primeros; un mismo fin: acabar con el orden cristiano; unas mismas doctrinas conducentes al ateísmo; una misma táctica de guerra: la hipocresía y la mentira. Todo ha permanecido igual, bajo la máscara de la Revolución Francesa, la del Babeufismo, la del socialismo utópico y radical, la de la Comuna, y ahora bajo la del comunismo. Encarnado dicho elemento durante el gran Congreso Masónico de Wilhemsbad de 1871. en la Masonería Iluminada, por obra de Bode y Knigge, dos de los primeros conspiradores, ha seguido, siempre igual, trabajando en la sombra, aunque en los últimos tiempos ya no guarda el secreto respecto a su fin mismo o sea la destrucción del orden cristiano; y es esta misma conspiración, la misma idénticamente la que ha causado todas las terribles tragedias de las revoluciones del mundo durante el "siglo de las luces", y la que en este medio siglo último, en que nos ha tocado vivir, ha ensangrentado la tierra entera con la generosa sangre de crecidísimo número de mártires.
Entendido esto, se ve que no cometo ningún anacronismo al señalar al verdugo de nuestros Mártires de Cristo Rey, con el nombre de comunismo, que ahora él usa. En efecto, el 24 de octubre de 1934, el Excmo. Sr. Delegado Apostólico en México, Dr. D. Leopoldo Ruiz y Flores, lanzaba una "Protesta mensaje" a todos los católicos mexicanos, por los crímenes de la llamada Revolución Mexicana en la que decía: "A nadie puede ocultarse ya el propósito de lo que han dado en llamar 'la Revolución'. Ya no es el llamado clericalismo lo que persiguen, ni es la Iglesia Católica, es el mismo Dios contra quien se revelan sus criaturas engañadas y sus hijos ingratos. La Revolución, apoyada en la fuerza, ha convertido en provecho de su política antirreligiosa todo problema; y para adueñarse de las conciencias, intenta acabar con toda religión y hasta borrar el nombre de Dios declarándose maestra infalible de dogma y de moral; todo con un lujo de tiranía y despotismo insoportables. Nada importan a los gobernantes los derechos más sagrados de los ciudadanos en materia de culto, de instrucción, de pensamiento, de asociación y aun de propiedad privada. . ." ¿Qué otra cosa es esto sino describir la obra, doctrina y técnica de la conspiración comunista, tal como ahora la conocemos? Que en efecto fue esa misma conspiración, encarnada en la Masonería Iluminada por Bode, como antes dije, se puede ver claramente por el hecho siguiente:
El 28 de mayo de 1926 el Gral. Calles recibía del Supremo Gran Comen dador del Rito Escocés (Masonería Iluminada), D. Luis Manuel Rojas, la medalla del Mérito Masónico, y al concedérsela decía: "La orden que tengo el honor de presidir no ha concedido jamás esta alta distinción. Ella ha sido decretada al extraordinario mérito, del cual os habéis hecho acreedor como Presidente de la República, resolviendo, en tan poco tiempo, los más graves problemas. Nosotros daremos solemnemente a conocer a los gobiernos y a las sociedades masónicas con las que estamos en relación de amistad, la recompensa que habéis merecido". ¿Por qué había de comunicar a las sociedades masónicas, el Sr. Rojas la distinción y el mérito del Gral. Calles en su gestión presidencial? Sencillamente, porque había rápida y efectivamente cumplido con la consigna de la Masonería Iluminada. En efecto, en 1924 el Consejo Supremo de la Masonería (rito escocés o iluminado) celebró una sesión solemne en Ginebra y decretó: La desromanización de la América Latina, comenzando por México. En 1926 la Tribuna de Roma publicó un artículo sensacional reproducido en toda la prensa del mundo, menos en la de México, que establecía la siguiente tesis: La masonería internacional (iluminada) acepta la responsabilidad de todo lo que pasa en México, y se dispone a movilizar todas sus fuerzas para la ejecución completa, total, del programa que ha fijado para ese país.
Otros muchos testimonios podríamos aducir, pero creo que bastan éstos para que a nadie le quede duda de que ese verdugo que causó tantos martirios en nuestra tierra y que llamaban "la Revolución", no era otro que la conspiración contra el orden cristiano, encarnada desde 1781 en la Masonería Iluminada, y conocida ahora con el disfraz de "comunismo". Veamos, para última confirmación de que fue el comunismo o la Masonería Iluminada el causante de los martirios mexicanos, algo por lo menos, de ese programa que se había fijado para este país.
El Congreso masónico de la América Latina celebrado en Buenos Aires en 1906, fue el que lo fijó, y en el número 10 del Diario Masónico de Caracas publicó las resoluciones de dicho Congreso, entre las cuales copiamos las siguientes:
Art. 5o. —La Masonería Latino Americana, combatirá por todos los medios el establecimiento y la actividad de las congregaciones religiosas, y coordinará sus esfuerzos para su expulsión de la América Latina.
Art. 6o.—Los masones promoverán el triunfo de los hombres políticos que quieran defender sus ideales (los de la Masonería) votando la separación de la Iglesia y del Estado, la expulsión de las Congregaciones, el matrimonio civil, el divorcio, la educación laica, la laicización de los hospitales. Art. 10o. —La Masonería luchará por el retiro de todos los representantes de los gobiernos ante el Vaticano; dichos gobiernos no deberán reconocer al Papado como un poder internacional, etc.
La ejecución de este programa, o el intento de llevarlo a cabo contra la resistencia del pueblo mexicano, fue la causa inmediata de los martirios. Y digo bien de los martirios, porque como se ve, este programa es contra Dios, la fe cristiana y la Iglesia Católica, y los que no quisieron consentir en eso y por ello fueron llevados a los tormentos y a la muerte, son verdaderos mártires in odium fidei.
Hay tres libros, que no deben faltar en ningún hogar decente y católico mexicano: La Santa Biblia o por lo menos el Santo Evangelio de Jesucristo; una historia de la Aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe; y un libro reciente, aparecido en 1947, con el título de "El Clamor de la Sangre", que no es, sino una parte del gran Martirologio Católico, de las víctimas del comunismo en lo referente a nuestra Patria. En este libro, perfectamente documentado y escrito en forma de efemérides, se estampan los nombres gloriosos de nuestros mártires, y algunos detalles (los que se han podido conocer hasta ahora) de esa epopeya cristiana, solamente superada por la de las doce persecuciones en la Primitiva Iglesia, que sólo lograron, como sabemos, llenar el cielo de santos, y la tierra entera de fieles servidores de Jesucristo.
Sería una indignidad, una especie de felonía incalificable, que desconociéramos, o al menos olvidáramos, esos nombres augustos de nuestros hermanos empurpurados con su generosa sangre, derramada por defender los derechos de Jesucristo Rey, frente a la impía conspiración contra el orden cristiano.
Suélese celebrar con manifestaciones de alegría y de honor, las Bodas de plata, o sean los veinticinco años de algún suceso notable en nuestra vida o en la vida de nuestros hermanos y nuestras sociedades.
Hoy, en este año de 2019, se cumplen 93 años del inicio de la epopeya cristiana que he llamado: El Nuevo Martirologio Católico; inicio, que por una especial bendición de Dios para nuestra Patria, tuvo lugar en ella, y que había de continuarse, casi sin interrupción, en otros pueblos de la Cristiandad actual: España, Polonia, Hungría, Checoeslovaquia. Italia, Albania, China, etc., durante estos veinticinco años, en que la conspiración contra el orden cristiano, pensaba ya llegar, bajo el nombre de comunismo, no sólo a las fronteras de la victoria, sino a la misma victoria. De todos esos martirios de las naciones católicas, tengo el propósito de recordar con la ayuda de Dios, las gloriosas gestas. No puedo olvidar que, como católicos, las fronteras geográficas, la diferencia de raza, costumbres o lenguas, son nada para nosotros, todos hermanos, hijos de un mismo Padre; todos miembros de un solo Cuerpo Místico, el cuerpo de una sola cabeza que es Jesucristo; que es la Santa Iglesia Católica; ni puedo olvidar el consolador dogma católico de la Comunión de los Santos. Los dolores de cualquiera de los miembros de este gran Cuerpo Místico son nuestros propios dolores, pero la gloria y grandeza de uno de ellos tan sólo, es nuestra grandeza y nuestra gloria.
Pero evidentemente por haber sido el principio de la epopeya, hace exactamente veinticinco años, la tragedia sublime de nuestra Patria, tengo que comenzar por ella, y hablar de las gestas de nuestros mártires mexicanos en primer lugar. Pretendo así, contribuir al regocijo propio de unas Bodas de Plata. Y a nadie extrañará, ni siquiera a los padres, hermanos, viudas, hijos y parientes de los que perecieron en aquella hecatombe, que hable de regocijo, al recordar tan gloriosas muertes. ¿Qué valen todos los tormentos y todas las muertes de este mundo pasajero y deleznable, comparados con los timbres de gloria, que por ellos alcanzaron nuestros mártires, y que ahora en la morada eterna de los justos, "los hacen brillar como estrellas por perpetuas eternidades", según dice la Sagrada Escritura? Y, ¿por qué no hemos de regocijarnos de esto? No han faltado mártires en la historia de la Iglesia Católica, y también los encontraremos entre los nuestros, que al recibir los golpes mortales de sus verdugos les daban las gracias más vehementes, porque por ellos les abrían inmediatamente la patria feliz de la bienaventuranza. Con ellos, pues, nos regocijaremos también al recordar sus martirios, y si, como es evidente, ellos si-ven al mismo tiempo de oprobio para sus verdugos, prescindamos de las personas muchísimas de ellas engañadas, para reservar toda nuestra repugnancia y toda nuestra reprobación a esa conspiración contra el orden cristiano, a ese comunismo monstruoso, que encarna, como decía Pío XI, a las fuerzas del mal, que es el ateísmo militante, y que engañó vilmente a los unos y a otros los cubrió de gloria inmarcesible, entre nuestros hermanos. Antes de seguir adelante creo pertinentes algunas observaciones. Y la primera es acerca del mismo nombre de Mártires, con que frecuentemente calificaré a los que sucumbieron en la tragedia. No es mi ánimo, ni mucho me nos, prevenir el juicio de la Iglesia Católica docente, la única autorizada para declarar, e infaliblemente, la realidad de un verdadero martirio. Uso ese nombre en el sentido vulgar que le damos, no como ya digno de los honores del culto cristiano; en el mismo sentido que le daba nada menos que S. S. el Papa Pío XI de feliz memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario