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jueves, 22 de agosto de 2019

El General B. en el Infierno


Presentación:
Los mismos protestantes que lo han destruido todo, con su loca doctrina de su libre examen, no se han atrevido a negar el infierno, cosa extraña e inexplicable, en medio de tantas ruinas, Lutero, Calvino y demás, han tenido que dejar en pie esta espantosa verdad, que sin embargo habría de serles tan inoportuna.
Tres hechos del mismo género más auténticos los unos de los otros y ocurrido en este siglo dice Monseñor de Segur, han llegado a mi conocimiento. El primero ha pasado casi en mi familia, era en Rusia Moscú, poco antes de la horrorosa campaña de 1812, mi abuelo materno el Conde, de Rotoschine gobernador militar de Moscú, estaba íntimamente relacionado con el general Conde Orloff célebre por sus reconocimientos, pero tan impío como valiente. Jesús, te suplico e imploro Tu misericordia para los pobres pecadores y te pido luz y la gracia de la conversión. No permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya.
1) Jesús, te suplico e imploro Tu misericordia para los pobres pecadores y te pido luz y la gracia de la conversión. No permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya.
2) Nos preguntemos, si en este momento nos tocaría morir. ¿Qué será de mí por toda la eternidad?
Relato:
Un día después de una buena cena, rociada por copiosos brindis el Conde Orloff y uno de sus amigos el General ―B. volteriano como él, comenzaron a burlarse horriblemente de la religión y sobre todo del infierno.
Dice Orloff ―y si por acaso, por acaso hubiese algo atrás de la cortina.
―Y bien replica el General B. ―Aquel que se vaya primero volverá a advertir al otro. ¿Esta convenido?
―Excelente idea‖ responde el Conde.
Y ambos medio achispados, se dieron formal palabra de honor, de no faltar a lo prometido. Algunas semanas después estallos una de aquellas grandes guerras que Napoleón tenía, el don de subsistar entonces. El ejército ruso entro en campaña y el General B, recibió la orden de partir inmediatamente para tomar un mando importante.
Dos o tres semanas hacia que había dejado Moscú, cuando una mañana muy temprano, estando mi abuelo dice Monseñor, se abre bruscamente la puerta de su cuarto.
Era el Conde Orloff con traje de casa, con chinelas los cabellos erizados, osca mirada, pálido como un muerto.
―Ahh, Orloff sois vos, a esta hora y vestido así, que tenéis, que ha sucedido.
―Querido mío, creo que me he vuelvo loco, acabo de ver al General B.
― ¿Al General B, ha vuelto ya?
―Oh no‖ replica Orloff, echándose sobre un canapé y poniendo ambas manos en su cabeza. No, no ha vuelto, y esto es lo que más me atemoriza.
Mi abuelo no comprendía nada y procuraba calmarlo.
―Referidme lo que os ha pasado y que quiere decir todo esto.
Entonces esforzándose por dominar su emoción, el Conde Orloff profirió lo siguiente.
―Mi querido, algún tiempo atrás, B y yo, nos juramos recíprocamente, que el primero de los dos que muriese vendría a decir al otro, si existe algo atrás de la cortina de la muerte. Esta mañana hará apenas media hora, estaba tranquilamente durmiendo en la cama, sin pensar en mi amigo ni en asomo ni en sueño, cuando de repente se abren bruscamente las cortinas de mi alcoba y veo a dos pasos de mí al General B, de pie, pálido con la mano derecha sobre su pecho diciéndome.
―Hay un infierno y estoy en él‖. Y desapareció.
―En seguida he venido a contaros este suceso, la cabeza es como que se me va. Qué cosa tan extraña yo no sé ni que pensar.
Mi abuelo lo calmo como pudo, dice Monseñor de Segur pero no era cosa fácil. Hablole de alucinaciones de pesadillas dijole que quizás dormía, que hay cosas muy extrañas inexplicables y otras vaciedades de este género que son el consuelo de los incrédulos. Después hizo enganchar sus caballos y llevar al Conde Orloff a su habitación. Diez o doce días después de este extraño incidente, un correo del ejército llegaba a mi abuelo entre otras noticias, la de la muerte del General B.
En la mañana misma del día en que el Conde Orloff lo había visto y oído a la misma hora que se le había aparecido en Moscú, el infortunado General habiendo salido para reconocer la posición del enemigo, había sido atravesado en su pecho por una bala y caía yerto.
―Hay un infierno y estoy en él.
He aquí las palabras de uno que de él, ha vuelto.
Conclusión y suplicas:
Dios es el Padre de todos los hombres, a quienes ama infinitamente. Por eso para que nos animemos a ser buenos, premia a los buenos dándoles el cielo y castiga a los malos con el infierno. Lo mismo que un buen padre premia a su hijo bueno, y debe castigar a su hijo que no se porta bien.
Dios, como es infinitamente misericordioso, perdona todo y del todo. Dios no es vengativo. No debemos sentir angustia. Debemos confiar en su Bondad. Dios perdona siempre a quien le pide perdón. Pero como también es infinitamente justo, no puede perdonar a quien no le pide perdón. Sería una monstruosidad impropia de la justicia de Dios.
La persona que se condena es porque no quiso arrepentirse. Y Dios no puede perdonar al que no quiere arrepentirse... El temor a Dios debe ser filial, no servil: más que miedo es respeto amoroso. El temor de hijo, que teme ofender, no amar lo suficiente.
Veamos con los ojos de la imaginación a Jesús clavado en la cruz y aceptemos con mucha alegría todas cruces como Jesús. Escuchemos al Señor lo que nos dice:
―Ves, esas almas que se parecen a Mi en el sufrimiento y en desprecio, también se parecerán a
Mi en la gloria; y aquellas que menos se asemejan a Mi en el sufrimiento y en el desprecio, serán menos semejantes a Mi también en la gloria‖.

Santa Faustina decía: ―Oh Jesús, qué lástima me dan los pobres pecadores. Oh Jesús, concédeles el arrepentimiento y la contrición. Recuerda Tu dolorosa Pasión. Conozco Tu misericordia infinita, no puedo soportar que perezca el alma que Te costó tanto. Oh Jesús, dame las almas (267) de los pecadores. Que Tu misericordia descanse en ellas, quítame todo, pero dame estas almas. Deseo convertirme en la hostia expiatoria por los pecadores, que el cuerpo oculte mi sacrificio, ya que Tu también ocultas Tu Sacratísimo Corazón en la Hostia, a pesar de ser la inmolación viva.

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