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viernes, 23 de agosto de 2019

TRES SERMONES SOBRE LOS ANGELES. SAB BERNARDO ABAD

SAN MIGUEL ANCANGEL

5. Pero no quisiera ignoraseis, hermanos, de qué modo se baja, o por decir mejor, se cae en estos caminos. El primer escalón para bajar a ellos, como ahora me ocurre, es el disimulo de la propia flaqueza, de la propia iniquidad e inutilidad, cuando, perdonándose el hombre a sí mismo, lisonjeándose a sí mismo, persuadiéndose ser algo, no siendo nada, a sí mismo se seduce.
    El segundo grado es la ignorancia de sí mismo, porque después de haber cosido en el grado primero el despreciable vestido de las hojas, para ponérselo, ¿qué falta ya, sino  vean sus llagas, y más habiéndolas cubierto con el mero fin de no poderlas ver? De donde se sigue que, aunque otro se las descubra, defienda porfiadamente que no son llagas, dejando ir su corazón a palabras de malicia, para buscar excusas a sus pecados.
    El tercer grado está muy vecino, o por decir mejor, contiguo a la presunción; porque ¿qué cosa mala dudará ejecutar quien osa defender la maldad? Difícilmente parará aquí, siendo como es lugar tan tenebroso y resbaladizo y no faltando el ángel malo, que le persigue y empuja. Así el cuarto grado o más bien, el cuarto precipicio, es el desprecio, verificándose lo que dice la Escritura: Cuando el impío llega a lo profundo de los pecados, todo lo desprecia. De ahí en adelante más y mas se estrecha y cierra sobre él la boca del pozo donde ha caído, para que no salga; pues a esa alma el desprecio la lleva a la impenitencia, y la impenitencia se confirma con la obstinación. Este es ya aquel pecado que ni en este siglo ni en el futuro se perdona: porque el corazón duro y empedernido no teme a Dios ni respeta a los hombres. El que así en todos sus caminos se junta al diablo, manifiestamente hácese un espíritu con el. Verdad que los caminos de los hombres, que mas arriba mostramos, son aquellos de los cuales dice San Pablo: No os acometan otras tentaciones que las ordinarias y humanas; siendo propio de la humana flaqueza pecar alguna vez. Mas quién ignora que los caminos del diablo son ajenos a la naturaleza del hombre? Solo que en algunos parece haberse trocado la misma costumbre de pecar en naturaleza. Pero, aunque sea de algunos hombres, no es del hombre, sino de diablos, el perseverar en pecado.

    6. Y ¿cuáles son los caminos de los ángeles santos? Aquellos de que habló el Unigénito de Dios; diciendo: Veréis a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre. El ascenso, pues, y el descenso son sus caminos: el ascenso por sí; el descenso, o más bien condescendencia, por nosotros. De modo que aquellos bienaventurados espíritus suben por la contemplación de Dios y bajan por la compasión que tienen de ti, para guardarte en todos tus caminos, Suben al rostro de Dios, bajan a cumplir su voluntad, porque a sus ángeles mandó te guardasen. Mas ni aun bajando pierden la vista de la gloria, pues siempre miran la cara del Padre.

    7. Supongo querréis también oír algo acerca de los caminos del Señor. Mucha presunción parecerá si prometo mostrároslos. Mas se lee de Él mismo: Que nos enseñará  sus caminos. Porque ¿a quién otro se creería? Enseñó, pues, sus caminos, cuando abrió los labios del profeta para que dijese: Todos los caminos del Señor son misericordia y verdad. Así viene a cada uno de los hombres, así viene a todos en general, en misericordia y verdad, Donde hubiere pues, gran presunción en su misericordia, pero olvido de la verdad, no pensemos que está allí Dios; como tampoco donde hay mucho terror en la memoria de la verdad y ningún consuelo en el recuerdo de su misericordia. Porque ni alcanza la verdad el que no conoce la misericordia donde verdaderamente la hay; ni puede haber verdadera misericordia sin la verdad. Por tanto, en donde la verdad y la misericordia se encuentran, la paz y la justicia se besan, no pudiendo faltar aquel Señor que ha escogido la paz  por lugar propio. ¡Cuánto hemos oído y sabido, pues nuestros Padres nos lo han anunciado, sobre esta feliz unión de la misericordia y de la verdad! Tu misericordia y tu verdad me recibieron, dice el salmista. y en otro lugar: Tu misericordia está delante de mis ojos y yo me he complacido en tu verdad. Y el mismo Señor dice de sí: Mi misericordia y mi verdad están con el.

    8. Considera también las venidas manifiestas del Señor y verás como en la que ya precedió tienes un Salvador misericordioso, y en la prometida para el fin del mundo esperas un veraz remunerador. Quizá de esto mismo se dijo: Porque Dios ama la misericordia y la verdad, dará el Señor la gracia y la gloria. Aun en su primera venida se acordó de su misericordia y verdad, para con el pueblo de Israel; y en la última, aunque ha de juzgar al mundo según la equidad y a todos los pueblos según la verdad, mas el juicio futuro no se hará sin alguna misericordia, a no ser acaso con aquellos que no hubieren hecho ninguna misericordia. Estos son, pues, los caminos de la eternidad, de los que tienes escrito en el profeta: Encorváronse los collados del mundo para ceder el paso al Eterno. Muy fácil me sería probar esta verdad, pues dice la Escritura: La misericordia del Señor permanece desde siempre y hasta siempre sobre los que le temen. Y también: La verdad del Señor permanece eternamente. Por estos caminos fueron encorvadas las montañas del mundo, que son los ángeles soberbios, príncipes este mundo tenebroso, que no conocieron el camino de la verdad y misericordia ni se acordaron de sus sendas. Porque, ¿qué tiene que ver con la verdad ese espíritu mentiroso y padre de la mentira? En fin, tienes claramente escrito de él que no permaneció en la verdad. Pero qué lejos haya estado de él la misericordia, aun la miseria misma que él nos causó lo testifica. ¿Cuándo pudo ser jamás misericordioso el que desde el principio fue homicida? Últimamente, el que es malo para sí, ¿para quién será bueno? ¡Qué pésimo es para sí mismo, pues nunca se duele de su propia iniquidad nunca se compunge de su propia condenación! Sin duda su engañosa presunción le sacó del camino de la verdad, cerrándole el camino de la misericordia su cruel obstinación. Por donde de si mismo ni de Dios puede jamás conseguir misericordia. Así es como fueron allanadas por los caminos del Eterno aquellas hinchadas montañas cuando desde los caminos rectos del Señor cayeron por entre sus ruinas y torcidos precipicios de su maldad y soberbia. ¡Con cuánta más prudencia y provecho suyo se encorvaron y humillaron otros collados para dar libre paso al Eterno! ¡Porque no fueron encorvados por estar apartados de su rectitud, sino que los mismos caminos del Eterno los encorvaron. ¿No es ver ya encorvados los collados del mundo, cuando los grandes y poderosos se inclinan con devota sujeción al Señor y adoran sus huellas? ¿Acaso no se encorvan cuando vuelven de la perniciosa altura de su vanidad y crueldad a las sendas humildes de la misericordia y de la verdad?

    9. Por estos caminos del Señor no sólo dirigen sus pasos los espíritus angélicos, sino también los de los hombres elegidos. Y ciertamente el primer grado para el hombre miserable que sale del abismo de sus vicios es aquella misericordia con que se apiada del hijo de su madre, que es su propia alma, agradando con ello a Dios. El que así procede imita a aquella maravillosa obra de la divina misericordia en el negocio de nuestra redención; compungido y traspasado de dolor con Aquel que antes fue por él punzado, muriendo él mismo de alguna manera por su salvación,  sin perdonarse a sí mismo.
    Tal es la primera misericordia que recibe en su corazón al hombre que torna de sus extravíos y que se forma en el secreto de sus entrañas. Quédale proseguir por el camino real, hasta llegar a la verdad; de suerte que, como muchas veces os lo exhortamos, la compunción del corazón vaya con la confesión de la boca, siendo preciso creer para alcanzar la justicia, y hacer la confesión con la boca para la salvación. Y ya convertido de corazón, ha de hacerse pequeño en sus ojos, como dice la Verdad: Si no os convirtiereis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. No quiera, pues, disimular, lo que ya no puede ignorar, o sea, que está reducido a la nada. No se avergüence de manifestar a la luz de la verdad lo que no sin mucho afecto de compasión verá en lo oculto de su interior. Así entra el hombre en los caminos de la misericordia y verdad, que son caminos de Dios, caminos de vida; el fruto de estos caminos es la salvación eterna del viador.



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