A) LA HUMILDAD
Sobre esta virtud dice Ntro. Señor
Jesucristo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” San Cipriano:
“La humildad es el fundamento de la vida cristiana.” San Bernardo: “La humildad
es el fundamento y guarda de las virtudes.” Y así de la misma manera opinan
todos los santos. San Gregorio en una parte de sus escritos la llama madre y
maestra de todas las virtudes. Para que comprendan mejor lo que dicen los
santos sobre esta virtud pondré un ejemplo.
En los árboles es muy propia, y declara
mucho las propiedades y condiciones de la humildad: porque así como la flor,
que es la parte más hermosa del árbol, se sustente en la raíz, y cortada se
seca; así la virtud, cualquiera que sea, si no persevera en la raíz de la
humildad, se seca y pierde luego. Mas: así como para que el árbol crezca y dure
y lleve fruto, es menester arraigarse, decir, estar estrechamente a la raíz, y
cuanto ésta estuviere más profunda, el árbol dará más fruto; del misma manera
sucede con las virtudes con relación a la humildad; ellas se consolidaran,
crecerán y darán más fruto cuanto más profunda este la humildad en ellas.
Finalmente así como la raíz está debajo de la tierra, y se huella y se pisa, y
no tiene en sí hermosura ni olor, pero de ahí recibe el árbol la vida: así el
humilde esta como enterrado, es hollado y tenido en nada, sino que esta como
abandonado al rincón; sin embargo esto es lo que lo hace crecer más y lo
conserva.
1) Grados de la humildad.
a) Primer grado.
Sobre este asunto San Jerónimo nos dice algo
muy interesante: “ Muchos siguen la sombra y la apariencia de humildad; fácil
cosa es traer la cabeza inclinada, los ojos bajos, hablar con voz humilde,
suspirar muchas veces, y a cada palabra llamarse miserable; pero si a esos los
tocáis con una palabra, aunque sea muy liviana, luego veréis cuán lejos están
de la verdadera humildad: cesen todas las palabras fingidas, vayan fuera todas
las hipocresías: que el verdadero humilde, en la paciencia y el sufrimiento se echa
de ver, en esto se echa de ver al verdadero humilde.”
La humildad es una virtud, con la cual, el
hombre considerando y viendo sus defectos y miserias, se tiene en poco a sí
mismo. Por lo tanto no está la humildad en palabras ni en cosas exteriores, sino en lo íntimo del corazón, en un sentir bajísimo de
sí mismo, y en desear ser tenido de los otros en baja reputación, que nazca de
un profundísimo conocimiento de sí mismo.
San Bernardo, con el fin de facilitarnos el
conocimiento de nosotros mismos, nos dice: “Estas
tres cosas ten siempre delante de los ojos; qué fuiste, qué eres y que serás.
Ten siempre delante de tus ojos que fuiste antes de tu generación, que es una materia
sucia, hedionda que no se puede decir; qué eres ahora, un vaso de estiércol ;
que serás de aquí a unos cuantos años, manjar de gusanos.”
b) Segundo grado de humildad.
San
Buenaventura tratando este segundo grado afirma: “Es
desear tenido por los demás en poco; desear que no os conozcan ni os estimen y
que no hagan caso de vos.”
Pero suele suceder al contrario: “Todos naturalmente, nos holgamos que
los demás se conformen con nuestro parecer y sientan lo mismo que nosotros
sentimos.” San Gregorio nos dice con
sutileza sobre este segundo grado ampliando aún más lo dicho por San
Buenaventura más arriba: “Muchos con la
boca dicen mal de sí, y que son unos tales y cuales; y no lo creen ellos así,
porque cuando otro les dice aquellas mismas cosas, y aún menores, no lo pueden
sufrir. Y esos tales cuando dicen mal de sí, no lo dicen con verdad, porque no
lo sienten en el corazón...por lo tanto solamente se humillan con la boca y exteriormente;
mas en el corazón no tienen humildad; quieren parecer humildes, pero no lo
quieren ser, no se sentirían tanto cuando otro los reprende y les avisa de
alguna falta, y no se excusarían ni volverían tanto por sí, ni se turbarían
como se turban.”
Este segundo grado de la humildad por ser en
si práctico más que teórico se hace más difícil su ejercicio. Para conocer si
uno avanza o no en el los santos nos han dejado cuatro grados o escalones si se
meditan con atención y buena disposición ellos nos indicaran cuan tan lejos o
cerca estamos de alcanzar este segundo grado de la humildad:
1) El
primer escalón es no desear ser honrado y estimado de los hombres, antes huir
de todo lo que dice honra y estima. (Ejemplo de fray Gil)
2) El
segundo, dice San Anselmo, es sufrir con paciencia ser despreciado de otros (ejemplo
del arroyo traído por San Lorenzo Justiniano)
3) En
el tercero el alma no se debe holgar ni alegrarse cuando es alabada y estimada
por los hombres. A este propósito dice San Agustín: “Aunque es fácil cosa carecer de alabanza y no
se nos da nada de no ser alabados y honrados, cuando eso se nos ofrece; pero no
holgarse uno cuando le alaban y estiman, y no alegrarse o engreírse en eso es
muy difícil.”
4) En
el cuarto escalón el alma desea fervientemente ser despreciado y tenido en poco
de los hombres y que se alegren en lo íntimo de sus corazones con las
deshonras, injurias y menosprecios que de los hombre reciba. Dice San Bernardo:
“El verdadero
humilde desea ser tenido de los otros en poco, no por humilde, sino por vil, y
se goza en ello.”
c) Tercer grado de Humildad
Cuando el alma teniendo grandes virtudes y
dones de Dios y estando en gran estima, no se ensoberbece en nada ni se
atribuye a sí cosa alguna, sino que todo lo atribuye a su misma fuente, que es
Dios, del cual procede todo bien y todo don perfecto.
“Grande y rara
virtud es que obre uno grandes cosas y que él no se tenga por grande, sino por
pequeño; que todos lo tengan por santo y por varón admirable, y que él solo se
tenga en poco. En más tengo esto que todas las demás virtudes.”
Este grado de humildad consiste en saber
distinguir entre el oro que nos viene de Dios, de sus dones y beneficios, y
entre el lodo y miseria que somos nosotros, y que todo esto sea prácticamente
en lo cual el punto principal de este tercer grado.
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