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martes, 9 de abril de 2019

LA PASION DE JESUCRISTO SEGÚN SANTO TOMAS DE AQUINO


CAIDA DE JESÚS RUMBO AL CALVARIO
(Recomiendo encarecidamente lean en la Biblia el salmo 22, el cual no pongo aquí porque no se pudo escanear. Es un salmo puramente mesiánico donde se narran las angustias de Nuestro Señor en la CRUZ)
El sentido mesiánico de este final del salmo es evidente. Una cosa hay en él que no es clara, la relación entre los sufrimientos del salmista y este sentido mesiánico en que vemos a las naciones convertidas a Yavé, y el pueblo nuevo; a quien se publicará la justicia de Dios.  
Así aparece de qué manera los profetas y los justos del Antiguo Testamento, sufriendo por la causa de Dios, vinieron a ser tipos de aquel Varón de dolores que murió en la cruz para dar testimonio de la verdad, Pero no sólo los justos individualmente considerados, también la ciudad de Jerusalén o el pueblo israelita, como pueblo de Yavé y el único que a Dios reconocía y adoraba en medio de las naciones gentílicas, se nos ofrece en los Salmos como paciente por la causa de Dios, oigamos m otra vez al salmista, que dice :

¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado del todo?
¿Por qué arde tu furor contra Las ovejas de tu pastizal?..
Acuérdate de tu comunidad, que desde el principio hiciste tuya, la que redimiste para hacerla tu tribu propia:
Del monte Sión, en que pusiste tu morada.
Recorre con tus pies estas completas ruinas:
El enemigo lo destruyó todo en el santuario,
 Rugían tus enemigos en et lagar de tus asambleas,
y pusieron ante tí sus enseñas por trofeos.
Prendieron fuego a tu santuario
Y profanaron, arrasándola, la morada de tu nombre.
Se decían: Destruyámoslos a todos,
Incendiemos todos los santuarios de Dios en La tierra.

En esta desolación del santuario por los enemigos del pueblo, que lo son también de Dios, el salmista, recordando los antiguos prodigios en favor de Israel, eleva la voz al Señor, diciendo:

Mira tú alabanza;
Esta la desdichada tierra llena de violencias.
Que no se vea confuso el afligido,
Y el pobre y el menesteroso alaben tu nombre.
Álzate, ¡oh Dios!, y defiende tu causa. (Salmo 44)
Finalmente para terminar con este apartado del Antiguo Testamento es necesario leer el proto Evangelio del profeta Isaías, por ejemplo el cap. 53 en cuya visión el profeta no da crédito a lo que le pasara al siervo de Yavé, al ungido del Señor. Y otros pasajes más en donde ustedes pueden avivar en sus almas el verdadero espíritu de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

LA PASIÓN PREDICHA EN LOS EVANGELIOS

La revelación de este misterio en el Nuevo Testamento es también gradual.   San Mateo (1,21) dice: “el ángel a José que el niño concebido por María será llamado Jesús, porque El salvará al pueblo de sus pecados; pero no declara de qué modo será esto. En San Lucas, en la anunciación, el ángel se inspira en los vaticinios mesiánicos sobre el Hijo de David. Luego los ángeles que anuncian su nacimiento hablan también del Salvador, pero sin más declaración. Es el bendito Simeón el que comienza a revelar el misterio, cuando dice a la Madre que el niño será blanco de contradicción y que su alma será atravesada por cuchillo de dolor. Cuando Jesús empieza su vida pública, el Precursor lo presenta al pueble como juez que tiene el bieldo en sus manos para limpiar su era, separando el grano de la paja. En San Juan, el Bautista señala a Jesús como
el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo; pero tampoco nos declara cómo ha de realizar esa obra. Después de la confesión de San Pedro, el Salvador comienza a revelar su destino: que sufrirá mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas; que será muerto y que resucitara al tercer día; pero nada nos dice
sobre los fines de esta pasión (Mt. 16,21). El segundo anuncio no añade más luz al pasado (Mt. 17,22), como tampoco el tercero (20, I8s). Ni nos dice nada la parábola de los viñadores, que tan claro habla de la muerte del Hijo heredero y de la reprobación de los, judíos (Mt, 21.2358). Es en
la última cena donde Jesús empieza a descubrir a los discípulos el misterio de su pasión, al decir que su cuerpo es entregado por ellos (Lc. 22, I9) Y que su sangre será derramada por muchos para remisión de los pera pecados
(Mt. 26,29). En San Juan, Jesús habla a Nicodemo de cómo es preciso que el Hijo del hombre sea levantado en alto, Para que todo el que creyere en El alcance la vida eterna (3,145). A los judíos les dice que, cuando, levanten en alto al Hijo del hombre, conocerán quién es El (8,28). En otra ocasión les asegura que El, de su voluntad, entrega su vida para
recobrarla luego (Jon, I7s). En el día de Ramos, oyendo que algunos gentiles querían hablarle, declara llegada la hora de su glorificación, pero que antes deberá morir, como el grano sepultado en la tierra (12,205s). En el sermón de la última cena, Jesús habla de su glorificación, mirando la muerte a través de la resurrección (13,31ss).

LA PASIÓN, EXPLICADA POR LOS APÓSTOLES

El día de Pentecostés, los apóstoles recibieron el Espíritu Santo y en El, el conocimiento de los misterios del reino de Dios, que estaban encargados de pregonar por el mundo. Las Actos de los Apóstoles contienen muchos discursos que no son otra cosa que la afirmación substancial del Evangelio, a saber, que Jesús de Nazaret es el Mesías prometido a
Israel y en quien Dios ha puesto para la salud del mundo. Oigamos, pues, a Pedro, que en el día mismo de Pentecostés proclama ante el pueblo; Jesús de Nazaret, varón aprobado por Dios obro entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por El en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, entregado; según los designios de la
presciencia de Dios, le alzasteis, en la cruz
y le disteis muerte por mano de los infieles; pero Dios; rotas las ataduras, de la muerte, le resucitó, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella ... Exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, le derramó según vosotros veis y oís ... Tenga, pues, por cierto toda la casa
de Israel que Dios le ha hecho Señor
y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado. Y preguntando el pueble sobre lo que, tenían que hacer, responde el Apóstol: Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del. Espíritu Santo (Act, 2,22-38).



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