III.
Del tiempo de la pasión (a.3)
El argumento de este artículo sobre el tiempo de la
pasión de Cristo implica en la exégesis evangélica una dificultad que no ha
logrado hasta el presente solución cierta. Veamos ante todo qué disponía la ley
sobre la celebración de la Pascua. Esta fiesta era doble: la de los Ácimos y la
de la Pascua propiamente dicha. La primera duraba una semana y la segunda se
limitaba al día primero de esa semana y era día solemnísimo. De la primera
leemos en Ex. 22,:r:S: Guardarás la fiesta de los Ácimos, comiendo pan ácimo siete
días en el mes de Abib, pues en, ese mes salisteis de Egipto. El
Levítico concreta más: El mes primero, el día catorce del mes, entre dos luces, es
la Pascua de Yavé. Durante siete días comeréis pan sin levadura. El primer día
convocaréis asamblea santa y no haréis ningún trabajo servil (Lev, 23,6s).
De la Pascua leemos en el Éxodo 12,2ss: El día diez del mes primero tome cada uno,
según las casas paternas una res menor por cada casa. LA reservaréis hasta el
día catorce de este mes, y todo Israel la inmolará entre dos luces. Comerán la
carne esa misma noche; la comerán asada al fuego, con panes ácimos y lechugas
silvestres. Este día será para vosotros memorable y lo celebraréis solemnemente
en honor de Yavé de generación en generación. Esto dicen los textos
sagrados; pero no hay duda que el tiempo había introducido muchos detalles en
la interpretación y en la práctica de esta doble fiesta, que no constan en los
textos sagrados ni es seguro que del todo respondan a lo, que nos dicen los
textos posteriores de los rabinos, Para la recta inteligencia de los pasajes
citados, notemos que entre los hebreos el día se, contaba desde la puesta del
sol hasta la siguiente. Esto no era obstáculo a que la continuación de la
actividad humana durante algunas horas después de la puesta del sol indujese a
mirar esas horas como una confirmación del día que ya había legalmente
terminado. Según esto, la fiesta abarcaba cuatro momentos:
1. La reparación remota de la víctima pascual
cordero o cabrito, que debía separarse del rebaño el día, del de Nisán. No
todos tenían rebaño, y no sabemos si los que debían comprar el cordero tendrían
que hacerlo el mismo día o más tarde.
2. El
sacrificio del cordero al atardecer del 14, lo que en Jerusalén era costumbre
que se hiciera en el templo. Es natural que tal operación se adelantara cuanto
exigía el número de los corderos que se hubieran de sacrificar, que, a causa de
la afluencia de peregrinos, no serían pocos.
Por eso dice Filón que la operación comenzaba
después de mediodía.
Luego de sacrificar la víctima, cada uno la llevaba
a su casa para prepararía. A esta obra añadía la doctrina farisea otra. El
padre de familia debía inspeccionar todos los rincones para recoger y consumir
por el fuego todos los residuos de pan fermentado que hubiera en casa.
3. o El
banquete pascual con pan ácimo y lechugas, ya entrada la noche, y, por tanto,
el día 15 de Nisán.
4. ° El día de Pascua y primero de los Ácimos, que
seguía a la noche del banquete pascual y era el mismo día, 15, día solemnísimo.
Según esto, veamos ahora los textos evangélicos.
San Mateo dice así: El día primero de los Ácimos se acercaron los discípulos
a Jesús Y le dijeron: a Dónde quieres que preparemos para comer la Pascuas
Jesús les da sus instrucciones y, llegada la tarde, se sentó a la mesa con los
Doce. Durante esta última comida el Maestro les anuncié los sucesos de la noche
e instituyó la Eucaristía (26,17ss).
San Marcos añade un detalle a San Mateo: El primer día de los
Ácimos, cuando se sacrificaba la Pascua, dijéronle los discípulos:
¿Dónde quieres que vayamos para que preparemos la Pascua y la comas.
En lo demás se ajusta al relato de San Mateo (Mc.
14,12ss).
San Lucas, en otro estilo, confirma los dos
anteriores: Llegó, pues, el día de los Ácimos, en que habían de sacrificar la
Pascua, Y envió a Pedro ya Juan, diciendo: Id y preparadnos la Pascua, para que
la comamos (22,7SS). Nos hallamos, pues, en el día 14 de Nisán, el día de
parasceve o preparación de banquete pascual para el día 15, que era día santo y
excluía todo trabajo.
Veamos ahora cómo habla San Juan: Antes del día de la Pascua, viendo Jesús que
llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre... Y, comenzada la cena, como
el diablo hubiera puesto en el corazón del Iscariote de Judas, etc. (13,1).
Y prosigue todo el relato de la última cena, pero sin hacer mención del
banquete pascual. En el curso de la conversación, Jesús dice a Judas: Lo que
has de hacer, hazlo pronto... Esto entendieron los discípulos de que, como
Judas tenía la bolsa, le decía Jesús: Compra lo que necesitamos para La fiesta.
Esto indicaría que no había comenzado aún, pues las tiendas estaban abiertas
(13,29). Y esto lo confirma en textos siguientes.
2) Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al
pretorio. Era muy de mañana. Ellos no entraron en el pretorio por no
contaminarse para poder comer la Pascua (lo. 1-8,28).
3) Cuando Pilato se sentó en su tribunal para dar
sentencia contra Jesús, era el día de La Pascua, preparación de La Pascua,
alrededor de La hora de sexta (19,14).
4) Lo mismo repite luego: Los judíos, como era día
de la Parasceve, para que no quedasen en la cruz Los cuerpos en día de sábado,
por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilato que les rompiesen las piernas
y los quitasen. (19,31).
Luego Jesús, que había celebrado la Pascua la noche
anterior a su muerte, no la celebró cuando los judíos. Con esto que nos dice
San Juan concuerden otros textos de los sinópticos:
1) Al otro día (de la muerte de Jesús) que era el
siguiente a la pascua, fueron los judíos y pidieron a Pialo guardia para el
sepulcro de Jesús (Mt. 27,62).
2) San Marcos dice que Simón de Cirene, el padre de
Alejandro y Rufo, venía del campo cuando los soldados le forzaron a tomar la
cruz de Jesús (15,21).
3) Muerto Jesús, llegada ya La tarde, porque era la
Parasceve, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea (15,42).
4) Ese mismo día estaban las tiendas abiertas,
puesto que José fue y compro una sábana para envolver el cuerpo del Salvador,
(15,4°).
Todo esto confirma el relato de San Juan, de donde
parece seguirse una de dos cosas. Puesto que, según los Sinópticos, el Señor
celebró la Pascua, o lo hizo una fecha antes, o los judíos lo hicieron una
fecha después. Una y otra solución resulta inaceptable. El Señor podía hacerlo,
pues lo era de la ley; pero el modo de hablar de los evangelistas excluye tal
suposición. Que las autoridades hayan retrasado la fiesta es inconcebible, ni
el evangelista indica nada de esto. Luego las dos partes siguieron la ley,
celebrando la Pascua a su debido tiempo.
¿Luego la ley admitía que la Pascua se celebrase en
los días distintos, a voluntad de los fieles? Tampoco es admisible. La única
solución que cabe es ésta: la ley señala la norma general, pero no puede concretar
cuándo llegaban los días señalados. Los judíos, como hoy los
musulmanes, seguían un calendario lunar; pero la ciencia de los doctores de
Israel no había llegado a redactar un calendario. Siglos más adelante, la
Iglesia acudía a los sabios de Alejandría para señalar la fecha de Pascua, y el
patriarca lo comunicaba luego al papa ya los otros patriarcas. Lo que hoy
pueden hacer los niños de la escuela, no sabían hacer lo los doctores de la
Sinagoga. Había que proceder de una manera empírica.
Cuando se veía aparecer la luna nueva, entonces
comenzaba el mes, y desde entonces se comenzaba a contar los días señalados por
la ley en orden a las fiestas. Y esto, por causas meteorológicas o por defecto de
observación, no ocurría lo mismo en un lugar que en otro. Era natural que esto
engendrase cierta laxitud práctica en la aplicación de le ley, no obstante el
rigor teórico de la interpretación. Y los fieles que de diversas provincias
concurrían a Jerusalén trayendo una cuenta diferente, podrían seguir su propio
modo de contar para la celebración de la fiesta. El P. Lagrange refiere muchos
casos análogos en la celebración de la Pascua musulmana en Palestina (Marc.
P.36, 2S). Esto traía consigo una ventaja para los servidores del templo, que
se dividían un trabajo, el cual debía ser para ellos muy gravoso si hubieran de
sacrificar en un día y en pocas horas las víctimas de todos los concurrentes a
la Pascua. Hemos de advertir que la ley del Éxodo no presupone el templo, sino
que cada uno sacrifica el cordero en su casa. Cuando esto se hace en el templo
por los sacrificadores oficiales y pare tan grande muchedumbre," es
natural que sean necesarias muchas adaptaciones.
También existe alguna divergencia en los
evangelistas sobre el horario de la pasión. Dice San Juan (19,14) que La
pronunciación de La sentencia contra Jesús tuvo lugar alrededor de la hora
sexta, o sea, del mediodía. Pero San Marcos dice que era la hora de tercia
cuando le crucificaron (15,2'5) y los tres Sinópticos a una, que era la hora de
sexta cuando las tinieblas cubrieron la tierra hasta la hora de nona, en que el
Señor expiró (Mt. 27,4Ss; Mc. Is, 33s; Le. 23, 44). Para resolver esta dificultad,
téngase en cuenta que entonces no existía en Jerusalén reloj público que diera
las horas, con sus medias y cuartos, ni los particulares llevaban reloj
consigo. Para señalar la hora debían mirar al sol y por el calcular la hora, lo
que no se presta a mucha precisión, o servirse de relojes solares. Además, La
hora que señalan, los evangelistas tenían tres de la nuestra y carecía de
medias y cuartos, lo que no permitía grande precisión en la cuenta del tiempo.
Esto es suficiente para explicar la discordancia entre San Marcos y San Juan.
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