utfidelesinveniatur

sábado, 30 de marzo de 2019

Los Sueños De San Juan Bosco Sobre El Infierno.


 
Presentación:
San Juan Bosco, nació de una familia humilde el 16 de Agosto de 1815 y falleció en 1888. Es un gigante de santidad. Fue dotado de grandes dones naturales y sobrenaturales, como los grandes santos. Tuvo el don de profecía, el don de milagros. A los 9 años Dios le manifestó su misión apostólica.
Don Bosco fue un soñador, aun sus sueños se están haciendo hoy realidad. El ayudo a la juventud más desfavorecida y aunque emprendía obras, con pocos recursos, siempre contó con la ayuda del Señor y la protección de María Santísima la Auxiliadora del mundo y jamás dejo su misión, ante las dificultades…
Quiero traer a lugar este breve episodio, es muy importante que lo tengamos en cuenta antes de hacer una confesión. Satanás el enemigo, quiere que nos confesemos mal, que callemos los pecados mortales. Para hacer una buena confesión, hay que estar arrepentidos y decir todos los pecados, al sacerdote, que es un Cristo más, tiene el poder que Jesús le dio, para perdonar los pecados. La única forma que existe para absolver los pecados es por este medio. San Juan Bosco
Un joven de quince años, en Turín, se encontraba cerca de la muerte. Llamó a Don Bosco, pero al santo no le fue posible llegar a tiempo. Otro sacerdote escuchó la confesión del joven y el chico murió. Cuando Don Bosco retornó a Turín, fue inmediatamente a ver al chico. Cuando le dijeron que el joven había muerto, el insistió en que era un "simple malentendido". Tras unos instantes de oración en la habitación del joven muerto, Don Bosco, de repente, gritó: "¡Carlos!, Sube" Para el gran asombro de todos los presentes, el chico se convulsionó, abrió los ojos y se sentó en el lecho. Viendo a Don Bosco, sus ojos se desviaron hacia el suelo.
"¡Padre, ahora estaría en el Infierno!" suspiró el joven. "Hace dos semanas estuve con una mala compañía que me indujo a pecar y en mi última confesión, tuve miedo de contarlo todo... ¡Oh, acabo de volver de un horrible sueño! Soñé que estaba situado en lo más alto de un gigantesco horno rodeado por una enorme horda de demonios. Estaban a punto de lanzarme dentro de las llamas cuando una bella Señora apareció y los detuvo. 'Aún hay una esperanza para ti, Carlos', me dijo. 'Tú aún no has sido juzgado'. En ese momento, lo escuché a usted llamándome. ¡Oh, Don Bosco, que alegría verlo otra vez! ¿Quiere confesarme, por favor?"
Después de escuchar la confesión del joven, Don Bosco le dijo: "Carlos, ahora que las puertas del Cielo están abiertas de par en par para ti, ¿deseas ir allá o permanecer aquí con nosotros?" El chico miró a lo lejos por un momento, y sus ojos se humedecieron con algunas lágrimas. "Don Bosco", dijo finalmente, "realmente estoy ansioso por ir al Cielo".
Los pacientes vieron con estupefacción como Carlos se recostaba sobre las sábanas, cerraba los ojos y se hundía una vez más en la inmovilidad de la muerte.
A continuación, nos insertaremos en un relato que goza de licencia eclesiástica. Es muy especial este sueño, quizás uno de los sueños que más profundamente afecto su percepción acerca de sus muchachos y novicios.
Le conto a sus sacerdotes y clérigos, iba añadiendo algunos detalles más, entre ellos lemoigne, testifica que el a expuesto fielmente lo que escucho de labios de Don Bosco y de cuanto le refirieron de viva voz o por escrito los numerosos testigos y sacerdotes, formando con el conjunto una sola narración, y confiesa verdaderamente que esta tarea fue ardua.
1) Jesús, te suplico e imploro Tu misericordia para los pobres pecadores y te pido luz y la gracia de la conversión. No permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya.
2) Veamos ante nuestros ojos una caverna inmensa, todas llenas de fuego, con elevada temperatura. Muros, piedras, madera, carbón; todo esta blanco y brillante. Aquel fuego sobrepasa en calores millares y millares de veces al fuego de la tierra sin consumir ni reducir a cenizas nada de cuanto tocaba.
Este es el testimonio que vamos a leer a continuación.
Relato:
Don Bosco relato cuanto había visto en los sueños
Fue contado el 3 de mayo de 1868
— Debo contarles otra cosa — comenzó diciendo— que puede considerarse como consecuencia o continuación de cuanto les referí en las noches del jueves y del viernes, que me dejaron tan quebrantado que apenas si me podía tener en pie. Ustedes las pueden llamar sueños o como quieran; en suma, le pueden dar el nombre que les parezca. Les hablé de un sapo espantoso que en la noche del 17 de abril amenazaba tragarme y cómo al desaparecer, una voz me dijo: — ¿Por qué no hablas? —
Yo me volví hacia el lugar de donde había partido la voz y vi junto mi lecho a un personaje distinguido. Como hubiese entendido el motivo de aquel reproche, le pregunté:
— ¿Qué debo decir a nuestros jóvenes? — Lo que has visto y cuanto se te ha indicado en los últimos sueños y lo que deseas conocer, que te será revelado la noche próxima. Al hombre de la noche siguiente, me dijo: — ¡Levántate y vente conmigo!
Yo le contesté: —Se lo pido por caridad. Déjeme tranquilo, estoy cansado. ¡Mire! Hace varios días que sufro de dolor de muelas. Déjeme descansar. He tenido unos sueños, espantosos y estoy verdaderamente agotado. Y decía estas cosas porque la aparición de este hombre es siempre indicio de grandes agitaciones, de cansancio y de terror.
El tal me respondió: — ¡Levántate, que no hay tiempo que perder! Entonces me levanté y lo seguí.
Mientras caminábamos le pregunté: — ¿Adonde quiere llevarme ahora? —
Ven y lo verás. Y me condujo a un lugar en el cual se extendía una amplia llanura. Dirigí la mirada a mí alrededor, pero aquella región era tan grande que no se distinguían los confines de la misma. Era un vasto desierto. Cuando he aquí que diviso a mi amigo que me sale al encuentro. Respiré y dije: — ¿Dónde estoy?
—Ven conmigo y lo sabrás. —
Bien; iré contigo.
El iba delante y yo le seguía sin chistar. Entonces interrumpí el silencio preguntando a mi guía: — ¿Adónde vamos a ir ahora?
—Por aquí— me dijo.
Y penetramos por aquel camino. Era una senda hermosa, ancha, espaciosa y bien pavimentada. De un lado y de otro la flanqueaban dos magníficos setos verdes cubiertos de hermosas flores. En especial despuntaban las rosas entre las hojas por todas partes. Aquel sendero, a primera vista, parecía llano y cómodo, y yo me eché a andar por él sin sospechar nada. Pero después de caminar un trecho me di cuenta de que insensiblemente se iba haciendo cuesta abajo y aunque la marcha no parecía precipitada, yo corría con tanta facilidad que me parecía ir por el aire. Incluso noté que avanzaba casi sin mover los pies. Nuestra marcha era, pues, veloz. Pensando entonces que el volver atrás por un camino semejante hubiera sido cosa fatigosa y cansada, dije a mi amigo:
— ¿Cómo haremos para regresar al Oratorio?
—No te preocupes —me dijo—, el Señor es omnipotente y querrá que vuelvas a él. El que te conduce y te enseña a proseguir adelante, sabrá también llevarte hacia atrás.
Vi que me seguían por el mismo sendero todos los jóvenes del Oratorio y otros numerosísimos compañeros a los cuales yo jamás había visto.



No hay comentarios:

Publicar un comentario