Sermón
del glorioso Doctor San Agustín, sobre la fiesta sacratísima, y alegría
inefable del Nacimiento de nuestro Redentor. Nos enseña como en esta fiesta
divina hemos de prometer y pagar al Señor, apartándonos de los pecados, y
siguiendo las virtudes.
Procure
defenderle con gran fortaleza, y no pierda cosa, que no tiene reparación después
de perdida, no pierda por un momento de delectación, una hermosura tan grande de
su cuerpo, ni consienta una fealdad tan torpe en su alma, por la codicia de una
tan breve y vana figuración; en fin no se deje vencer de una flaqueza tan baja.
Si el que este bien alcanza me creyere, permanecerá con él, y si no él sentirá
un daño que no tiene reparación.
También
quiero hablar con los que sois casados, y lo
primero que os amonesto, es que viváis castamente; y acordaos de que la
gloriosa Isabel que tan largos años había vivido castamente con su marido, y
ambos delante del Señor habían guardado entera fidelidad, merecieron al tiempo
y edad en que se contaban por muertos tener un hijo, que con su santidad
honrase a sus padres, y con su predicación convirtiese muchas gentes.
Asimismo
vuelvo a hablar con vosotras las viudas: guardad con perfecta castidad vuestra
viudez, no seáis parleras, antes esperad con silencio santo al Señor que prometió
recibir al huérfano y la viuda. La viuda que el Señor recibe, es la que siempre
se ocupa en orar, hacer limosnas, y guardar perfecta humildad, y si no tiene
facultad para hacer limosnas, a lo menos esté siempre aparejada su voluntad con
caridad y limpios pensamientos; y en fin digo en especial a todas las mujeres, no
seáis maldicientes, ni juradoras, ni prontas para hablar. ¿Acaso me diréis que
soy muy pesado e importuno en esto que os digo. Sabed que no puedo callar lo que os digo, y más
temo al que me manda hablar, que no al que se queja de lo que digo. Y el que conoce
que se halla con culpa enmiéndese luego, y el que no se halla en culpa guarde
estos consejos, para los que conociere que los han menester. Con los que tenéis
en la Santa Iglesia estado de penitentes, quiero también hablar , amonestándoos
de parte del Señor, que para que recibáis fruto de vuestra penitencia, es menester
que perseveréis en ella con lágrimas y dolor de corazón, y que lloréis
sabiamente; y si me preguntáis qué cosa es sabiamente llorar, es no llorar
pidiendo a Dios bienes temporales, sino perdón de vuestros pecados, y el premio
de la bienaventuranza: el que así llora, sabiamente llora, tales lágrimas como
estas no caen en tierra, antes se cumple en ellas lo que el Señor nos prometió
por boca del Profeta Real, diciendo: pusiste Señor mis lágrimas delante de tus ojos. Ya
es razón de que sepáis amar a Dios, y de que hayáis pasado del temor al puro
amor, según nos testifica el Santo Evangelio que hizo aquella mujer pecadora,
de la cual se escribe, a la que mucho es perdonado mucho ama. Mucho, pues, debéis
todos amar al Señor que ha tenido por bien traeros a estado de verdadera penitencia,
esperando con paciencia vuestra enmienda, y no castigando con rigor vuestras
culpas. Con vosotros pobres que vais mendigando por las puertas, y vivís con las
limosnas que los cristianos os dan, quiero también hablar: y digo que os consoléis,
y otra vez digo que os consoléis, porque vuestra tristeza será convertida en
gozo, y vuestro dolor se mudará en alegría. Pero es preciso que tengáis
paciencia con la pobreza, y no os enojéis, ni os parezca grave el mendigar, ni
os quejéis en vuestro corazón de Dios, como si os hiciera agravio; porque sin
ninguna duda es justo y piadoso en todas sus obras, y si permitió que
sufrieseis en la tierra esta breve pena de la pobreza, fue para daros las
riquezas eternas en el cielo; y al rico dio las riquezas, para que socorriendo
con ellas la necesidad del pobre, mereciese alcanzar perdón de sus pecados, y
pasar a las del cielo; por tanto los pobres tened paciencia, y esperanza en el
Señor. Quiero también hablar con vosotros los que estáis en servicio de los
Señores del mundo, sean estos los que fueren, es justo que les tengáis
obediencia, y que los améis, no con muestras fingidas de amor, sino que dentro
del corazón tengáis lo mismo que por fuera les mostráis; porque Dios los ha
puesto en aquel grado, superiores á vosotros, para que ellos os manden, y
vosotros les sirváis, y juntad con el buen servicio la intención sana para con
Dios, que sin duda no os faltará la paga de su parte; y si vosotros sois
buenos, también lo seréis en el servicio de los señores malos, porque las almas
de los hombres, en la estimación de Dios no se diferencian por la nobleza, sino
por las obras, ni por el linaje de que vienen, sino por las obras que hacen.
Con
todos he querido hablar hoy porque el Señor nació hoy por todos, y después
murió por todos; por tanto, amados hermanos míos, guardad bien lo que os he
dicho, porque yo goce del fruto que se cogiere de vosotros, y al fin todos
seáis puestos en los graneros soberanos por manos del Señor que vive y reina para
siempre jamás. Amén.
Homilía
del venerable Beda, sobre el Evangelio que se canta en el alba de la noche de
Navidad ( i ) , escríbelo San Lucas en el cap. 2. v. 15. Dice así: en aquel tiempo los
pastores hablaban los unos con los otros, diciendo: pasemos hasta Belén , y
veamos esta palabra que es hecha, la cual hizo el Señor y nos la mostró, etc
Nacido
que fue en Belén el Señor y Salvador nuestro, como la historia del Santo
Evangelio lo testifica, el Ángel del Señor apareció con grande resplandor a los
pastores que en aquella región estaban velando, y guardando las velas de la
noche sobre su ganado, dándoles la noticia de que el sol de justicia había ya
nacido al mundo.
Y esto
les anunció, no solo con viva voz celestial, más aun con el resplandor
admirable que solo en tal embajada se debía mostrar. No hallamos en todo el
discurso del viejo Testamento, aunque apareciesen muchas veces los Ángeles a
los Santos Padres, que jamás les apareciesen con resplandor. Justamente estaba
guardado este privilegio para esta fiesta sacratísima cuando había nacido en las
tinieblas la nueva luz, que es el Señor misericordioso y lleno de misericordias
para los que son rectos de corazón. Mas porque embajada de tan gran misterio no
convenía que con la autoridad de solo un Ángel se tratase, cuando ya el primero
hubo dado noticia del nuevo Nacimiento del Redentor, luego le acompañó gran
multitud de compañías celestiales, cantando gloria á Dios, y predicando paz
para los hombres; que fue mostrar claramente que la merced que de este
Nacimiento bienaventurado nos vendría, sería tan grande, que los hombres se
convertirían a la paz de una fe, de una esperanza, y de un amor, y a la gloria
de las alabanzas divinas. El misterio secreto que en estos pastores se
encierra, es el que denotan los Doctores Santos, y Conductores de las almas de
los fieles católicos. La noche cuya vela ellos guardaban sobre su ganado, nos
denota los peligros grandes que a las ovejas se ofrecen en las tentaciones; y
los buenos pastores jamás cesan de guardar sus ovejas de estos peligros. Y justamente,
nacido el Señor, velan los pastores sobre su ganado, pues ven nacido aquel
Señor, que de sí mismo dice: yo soy buen pastor, el buen pastor pone su vida
por sus ovejas.
Nazaret
quiere decir flor, ó cosa limpia, Nombres son que justamente convienen a Chisto
nuestro Redentor humanado por nosotros: porque siendo limpio de toda culpa,
recibió la naturaleza del hombre, y después salió como flor y principio de
frutos espirituales para todos los que en él creen, dándoles ejemplos para que
fuesen justos y bienaventurados, y ayudándolos para esto con el don sagrado de
su gracia.
Salió,
pues, la vara de la raíz de Jesé, y subió el Nazareo de su raíz, cuando la
Virgen sin mansilla nació del linaje de David, que por otro nombre se llama Jesé:
y de sus entrañas sacratísimas el soberano Señor tomó en la ciudad de Nazaret
nuestra carne verdadera, limpia de todo defecto y culpa. Que había de nacer en
Bethlem, también estaba profetizado por el Profeta Miqueas cuando dijo: y tú Bethlem tierra
llamada Efrata, pequeño lugar eres en las grandezas de Judá, mas de tí saldrá
el que será Señor de Israel. Y fue conveniente que naciese en Bethlem,
lugar de la Tribu de Judá, así porque la estirpe real de David venia de allí,
como también porque el nombre del lugar era conforme al misterio; porque
Bethlem quiere decir casa de pan. El Señor por su boca nos dijo, yo soy pan
vivo que descendí del cielo; y porque él vino del cielo a la tierra por darnos
parte de los manjares del cielo, y saciar nuestras almas con el don de la
eterna dulcedumbre, con razón se llamó casa de pan el lugar en donde nació.
Otra razón podemos dar por la cual lo ordenó así la Divina Providencia: es á
saber, dispuso que su Majestad no naciese en la misma ciudad en donde fue
concebido, para que sus enemigos, y los que habían de procurar su muerte siendo
niño, más fácilmente se engañasen para no efectuar su malicia. Sabía muy bien
la sabiduría eterna, cómo, luego que fuese nacido, Herodes había de procurar
matarle: y así determinó nacer en aquella ciudad de David donde la Reina de los
Ángeles , y su santo esposo Joseph eran huéspedes, y no tenían casa propia: antes
bien cumplido el misterio Sacratísimo de su Nacimiento, y vistas las maravillas,
y testimonios que allí se habían de ver de su grandeza, él con sus padres
juntamente se fuesen a Egipto: y con esto se remedió, no solo que Herodes no le
hallase, sino también que no tuviese disposición de conocer a sus parientes, ni
de hacerles daño, porque no hallaría camino de saber quiénes eran y no es razón
que se nos pase sin ser muy admirada la gran misericordia y amor que el Señor
nos tuvo, el cual no solo quiso hacerse hombre por nuestra redención, sino que
quiso nacer en tal sazón de tiempo, que fuese escrito como tributario, junto
con los otros hombres: vistióse de nuestra humanidad, por vestirnos de su
divinidad: descendió del cielo a la tierra, por levantarnos de la tierra al
cielo: pagó el tributo al César, por darnos la gracia de la libertad perdurable
sirvió el Hijo de Dios hecho hombre a un Rey que no conocía el misterio que
aquí se encerraba, y todo por darnos ejemplo de humildad. Muéstranos cuan
obligados estamos a servirnos con amor y humildad unos a otros: pues él tuvo
por bien pagar servicio a un Rey que no sabía qué cosa era verdadera caridad; y
mostró aquí el mismo Señor con el ejemplo, lo que después nos había de enseñar
con las palabras del Príncipe de los Apóstoles, que dice: seréis súbditos a toda criatura humana por Dios, a al Rey como al más excelente de todos, o a sus
Ministros como a hombres enviados por él.
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