utfidelesinveniatur

jueves, 13 de diciembre de 2018

DIOS NOS AMA. Dom Godofredo Belorgey


"Se humilló a sí mismo hasta la muerte y muerte de cruz"

¿Quién podrá decir algún atisbo de esos divinos coloquios entre él Padre y el Hijo, cuyo solo recuerdo nos arroba enteramente, ayudándonos a orar, es decir, a hablar de corazón a corazón con nuestro Padre del Cielo, tan amante y tan amado? De esta manera el amor del Padre nos afinca en una confianza que se hace más solida y firme de día en día, y nos da, al mismo tiempo, confianza absoluta en el porvenir. Entonces creemos verdaderamente en la Providencia, porque experimentamos más y más los delicados cuidados con que nos previene.
Las palabras de Jesús en el Evangelio, a propósito de la bondad del Padreo nos arrebatan.
Maestro bueno, —le dice un joven rico.— Porque me llamas bueno? —le responde Jesús—. Nadie es bueno, sino solo Dios 64. .No es verdad que dos pájaros se venden por un cuarto y, no obstante, ni uno de ellos caerá en tierra sin que lo disponga vuestro Padre? Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No tenéis, pues, que temer: valéis vosotros más que muchos pájaros” Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni tienen graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. Pues no valéis vosotros mucho mas sin comparación que ellas?... Contemplad los lirios del campo como crecen y florecen: ellos no labran ni tampoco hilan. Sin embargo, yo os digo, que ni
Salomón en medio de toda su gloria se vistió con tanto primor como uno de estos lirios. Pues si a una hierba del campo, —que hoy es y florece, y mañana se echa en el homo,— Dios así la viste !cuanto mas a vosotros, hombres de poca fe! No os acongojéis, pues, que bien sabe vuestro Padre las necesidades que tenéis (de alimento, de bebida, de vestidos...)
El alma que ha llegado a este grado de abandono, no duda ya de Dios, y tiene la convicción de que Dios tampoco duda de ella. Este es uno de los elementos esenciales del caminito de Santa Teresa del Nino Jesús: La santidad...consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad, y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre 67. Cuando llegan esos momentos de angustia, que de vez en cuando nos asaltan, el primer movimiento es ponerse en la presencia de Dios y repetir pausadamente al Padre Amado: Dios mío, Vos lo sabéis todo —y en este todo no se exceptúa nada,— Vos lo podéis todo—con una sola palabra vuestra puede cambiar todo,— Vos me amáis !con un amor que esta sobre todo! Con frecuencia, esto solo basta para que vuelva la paz. Dios nos acaricia y anima, ni más ni menos que una madre a su hijo, con lo cual renace la confianza, el amor crece gradualmente y sin cesar, y nos vamos adentrando mas y mas en los secretos de la familiaridad divina, con relaciones pletóricas del respeto y de la adoración, del amor y de la confianza que Jesús sentía por su Padre.
III. — EL PADRE ME AMA
Desasidos ya de todo apego a las cosas creadas, no tenemos más que un deseo, que no es otro que el de revelar estas sublimidades a nuestros hermanos, el de abandonar esta tierra de destierro, para vivir en el cielo, cara a cara con el Padre y con toda la Familia divina. Con todo, los que ya han descubierto el secreto del amor al Padre, permanecen en un abandono completo: No deseo mas morir que vivir; si el Padre me da a escoger, no escogeré nada, no quiero más que lo que El quiere. Amo y me complazco en lo que El haga68. Esperan únicamente la hora de Dios, y cuando todo esté consumado, pondrán con toda confianza su espíritu en las manos del Padre, cuyo amor es lo único que han buscado hasta el fin, hasta el extremo.
! Que vidas más bellas estas! Esta debía ser la vida de todos los cristianos.
¿No es esta la que se nos brinda a nosotros, hijos privilegiados de Dios?
CAPITULO II: EL HIJO NOS AMA
La vida de amor, a la que el Padre convida a todos y a cada uno de sus hijos, se presenta como un ideal, digno de ser el objeto de nuestros más ardientes deseos. Pero no debemos extraviarnos de que no sea la Persona del Padre la que más nos cautiva. El mismo, en su inmenso amor, nos ha dado a su Hijo con el fin especialísimo de llevamos a Él. Nadie viene a Jesús si el Padre no le trae, como tampoco nadie va al Padre sino por Cristo. Así esta ordenado en el plan divino.
El Padre nos prueba su amor especialmente, dándonos a su Hijo; luego parece que se esconde, invitándonos a que nos dirijamos al Verbo encarnado. Este, para conducimos con más seguridad al Padre, pone todo su empeño en ganarse la confianza de todos los hombres en general y de cada uno de ellos en particular, descubriéndoles entonces los secretos de su amor. Va más allá; continúa cada día enseñándonos como nuestra amistad débese mostrar cada vez mas llena de delicadeza y de generosidad: nada es difícil para aquel que ha descubierto a Jesús viviente en el Tabernáculo.
I. — EL AMOR DEL VERBO ENCARNADO A TODOS LOS HOMBRES
I. El amor del Verbo encamado a todos los hombres.
Hemos recordado, en el capitulo precedente, como la segunda Persona de la Santísima Trinidad, por el amor que profesa al Padre y también por el que nos tiene a nosotros, acepto el encamarse, para reparar el pecado de Adán. !Entre los beneficios que el Verbo, al hacerse hombre, nos reporto, fue el principal el que pudiésemos vislumbrar con más facilidad el amor que Dios nos tiene. Sin la Encarnación nos hubiera sido muy difícil sospechar siquiera la grandeza de este misterio, que queda, por decirlo así, muy lejos y hasta fuera de nuestros alcances. Pero después que Cristo hubo nacido en Belén, el Amor infinito se nos presenta en un Corazón de carne, cuyas maravillas podemos contemplar, con respeto sí, pero con entera libertad.
!Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor! !Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones! !Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad! Así se expresa la Iglesia para decirnos la inmensidad y la plenitud del amor de Cristo. El Divino Corazón es, en efecto, el Corazón de un Hombre Dios, que ama infinitamente como Dios y perfectamente como hombre.
El amor de Jesús posee, al mismo tiempo, todas .las perfecciones divinas y todas las delicadezas humanas. Abramos el Evangelio y descubriremos como en su trato con los hombres se muestra infinitamente tierno y divinamente fuerte.
Parece como que, para cumplir su misión, Cristo se haya esforzado por ganarse la confianza de los hombres. Vemos que inventa mil delicadezas para atraerse sus corazones. No se presenta delante de ellos como un amo majestuoso y altanero, sino como un amigo lleno de compasión, profundamente dulce y humilde; y para revelarles la ternura y la delicadeza de su amor, recurre a imágenes y comparaciones, tan conmovedoras por su inspiración, como sencillas por su léxico, al alcance de todos.
Jesús es el Buen Pastor; conoce por su nombre a cada una de sus ovejas: elige para ellas los pastos mas nutritivos; esta intranquilo por las ausentes, parte inmediatamente en busca de la pobre descarriada, y, para evitarle la fatiga del camino, carga con ella sobre sus hombros y la vuelve arrepentida al rebano.
Jesús es el Padre de familia que colma de caricias a todos sus hijos, a pesar de sus ingratitudes. Vive en la intimidad con el que permanece en casa, a pesar de que conoce la mezquindad de su corazón. Se pasa el día suspirando por el prodigo, y cuando le distingue en lontananza, al regresar avergonzado y contrito, corre a su encuentro, le abraza y, olvidando sus ofensas, le restablece gozoso en todos sus derechos.
Jesús es la madre llena de ternura para sus hijos chiquitos. Del mismo modo que la gallina cobija bajo las alas sus pollitos, así quisiera El guardar en su Corazón todas las almas, para preservarlas del mal. Sabemos cuán expresiva era para Santa Teresa del Nino Jesús esta imagen tan sencilla: He llorado —dice a su hermana—, pensando que Dios ha querido valerse de esta comparación evangélica para que creamos en su ternura paternal. Es lo que ha hecho conmigo durante toda mi vida; me ha escondido completamente bajo sus alas69.
Jesús es el Esposo que promete a las almas vigilantes nupcias misteriosas, alegrías eternas.
Todas estas figuras, y otras muchas, son la expresión de una sublime realidad que Cristo ha procurado poner de manifiesto también por medio de sus actos. Es verdaderamente conmovedor poder comprobar hasta qué punto Jesús se ha inclinado sobre todas las miserias, durante su vida mortal.
Diríase que estas tienen un derecho especial para arrebatar su amor. No hay pobre, no hay enfermo, no hay niño, que no haya conmovido su Corazón; y lo que es más admirable todavía, ya puede ser el pecador mas enfangado en el cenagal mas horrendo, su piedad, y más que su piedad su ternura, le atraen hacia él.
El publicano vuelve justificado; la samaritana recibe el Don de Dios; la mujer adultera, salta de gozo, al oír la voz que perdona; el paralitico recobra a un mismo tiempo la pureza del alma y el vigor del cuerpo; la salvación desciende sobre la casa de Zaqueo; y, finalmente, la Magdalena, la pecadora, escucha a través de sus sollozos, estas palabras divinas: Te son perdonados tus pecados: Vete en paz 70.
Es necesario entrar dentro de nosotros mismos, ante tales muestras de delicadeza, que despiertan las fibras más sensibles de nuestros corazones.
Pero, para comprender bien el amor de Jesús, no se puede separar de su ternura la generosidad que es su compañera inseparable y sobrepuja a todo lo imaginable. Cristo nos amo y se entrego por nosotros y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz —factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis 77—. Amo a los hombres hasta el punto de sufrir y derramar toda su sangre por su salvación.
Si queremos penetrar en lo intimo de los sufrimientos de Jesús, no hemos, de perder de vista que el amor es el principio y fundamento de todos ellos. En efecto, Dios es caridad; por consiguiente, todo lo que hace, por amor lo hace: esta es su ley que se ha impuesto a Si mismo Jesús —el Dios encamado, ha sufrido, pues, por amor."El amor es el que ha dado a sus sufrimientos su extensión, su duración, su profundidad insondable y su universalidad. Cuando se dirigía a su Pasión, Jesús revelo a sus Apóstoles el sentimiento mas intimo de su Corazón, el que resume toda su vida: Quia diligo... sic facio.
Ciertamente que un solo suspiro, una sola lagrima del Verbo encamado, eran suficientes, en estricta justicia, para rescatar al mundo, porque este suspiro, esta lagrima, procedían de un Hombre-Dios, y tenían, por lo mismo, un valor infinito. Pero el que ama no tiene por ley la estricta justicia, deja hablar al amor. Esta es la razón porque Jesús quiso pagar de una manera sobreabundante; hasta tal punto, que puede decirse de El, que toda su vida fue un prolongado sufrimiento redentor: Tota vita Christi fuit crux et martyrium73. Podemos imaginamos siquiera lo que sería el sufrimiento de uno que viese, de una vez, la masa horrible de los pecados del mundo, y cada uno de ellos al detalle al mismo tiempo que contemplaba, por otra parte, la Santidad perfecta de un Dios absolutamente incompatible con el pecado? Pues Cristo tenía continuamente delante esta doble visión, lo que le ocasionaba un sufrimiento moral que debía llegar al paroxismo en su hora, en el huerto de la agonía y en lo más alto de la cruz.
Pero sería desconocer el amor de Jesús y no comprender bien sus sufrimientos, el limitarlos a su Pasión.


No hay comentarios:

Publicar un comentario