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viernes, 5 de octubre de 2018

EJERCICIO DE PERFECCION Y VIRTUDES CRISTIANAS


CAPÍTULO VII
Que las tentaciones hacen al hombre diligente y fervoroso.

Traen también consigo otro bien y provecho muy grande las tentaciones, que hacen al hombre diligente y cuidadoso, y que ande con fervor y espíritu, como quien anda siempre a punto de pelear; así como la larga paz hace a los hombres flojos, descuidados y para poco; y la guerra y ejercicio de armas los hace fuertes, robustos y valerosos; y por eso Catón, en el Senado romano, dio aquel parecer: Conviene a los romanos que Cartago esté en pié, porque el ocio no los traiga a otros mayores males. Y ¡ay, dice, de Roma cuando faltare Cartago! Lo mismo respondieron los lacedemonios, porque afirmando su rey que había de destruir y asolar una ciudad, que les daba mucho en que entender a cada paso, dijeron los gobernadores y senadores que en ninguna manera consentirían que se quebrase la piedra de amolar en que se aguzaban y avivaban las fuerzas y virtud de los mancebos lacedemonios (2). A la ciudad que muchas veces les hacía tocar al arma, llamaban piedra de amolar; porque por ella la juventud se ejercitaba en las armas y se descubrían los aceros y valor de cada uno; y el no tener peleas y conquistas juzgaban por gran detrimento.
Pues así, el no tener tentaciones suele hacer a los hombres remisos y descuidados; y el tenerlas, diligentes y fervorosos. Ándase uno mano sobre mano; no hay quien le haga tomar la disciplina, ni el cilicio; en la oración, está bostezando; en la obediencia, con flojedad; anda buscando entretenimientos: viénele una tentación vehemente, en que es menester Dios y ayuda, y con eso se anima, y cobra brío y fervor para la mortificación y para la oración. Aun allá dicen: si queréis saber orar, entrad en la mar. La necesidad y peligro enseñan a orar y hacen acudir a Dios deveras.
Y así dice San Crisóstomo, que para esto permite Dios las tentaciones para nuestro mayor bien y provecho espiritual: *Cuando ve, que vamos caminando hacia la tibieza, y que apartándonos de su trato y familiaridad, hacemos poco caso de las cosas espirituales, nos deja un poco de su mano, para que así castigados, volvamos a su majestad con más cuidado.* Y en otra parte dice: *Cuando el demonio nos acomete y procura espantar con sus tentaciones, aquello nos es de provecho: porque entonces conocemos lo que somos, y acudimos á Dios con mayor cuidado.
De manera, que las tentaciones, no sólo no son impedimento ni estorbo para caminar en el camino de la virtud; antes son medio y ayuda para eso. Y así el Apóstol San Pablo no llamó á la tentación cuchillo ni lanza, sino estímulo y aguijón (2); porque así como el aguijón no mata ni daña, sino aviva y despierta y hace caminar más aprisa, así la tentación no hace daño sino mucho provecho, porque aviva y despierta para mejor caminar. Y este provecho suele ser general para todos, aunque estén muy aprovechados; porque así como el caballo, aunque sea bueno y fuerte , ha menester espuela, y entonces corre mejor cuando la siente; así los siervos de Dios corren mejor y más ligeramente en el servicio de Dios, cuando sienten estos estímulos y aguijones de las tentaciones, y entonces andan más humildes y recatados.
Dice San Gregorio (3): La pretensión del demonio con la tentación, es mala; mas la del Señor es buena.
Como la sanguijuela, cuando chupa la sangre del enfermo, lo que pretende es hartarse de ella y bebérsela toda, si pudiese: pero el médico pretende con ella sacar la mala sangre y dar salud al enfermo. Y cuando dan un botón de fuego á un enfermo, lo que pretende el fuego es abrasar; pero el cirujano no pretende sino sanar: el fuego querría pasar á lo sano; el cirujano sólo á lo enfermo, y n o le deja pasar adelante.
Así el demonio con la tentación pretende destruir la virtud y el merecimiento y gloria nuestra; pero el Señor pretende y obra maravillosamente todo lo contrario por ese mismo medio. Y así las piedras que el demonio arroja contra nosotros para descalabrarnos y matarnos, las toma él para labrarnos de ellas una muy hermosa y preciosísima corona, como leemos del glorioso San Esteban (1), que estaba rodeado de perseguidores y cercado de piedras que le tiraban, y ve abiertos los cielos y allí á Jesucristo, como que estaba recogiendo aquellas piedras, para de ellas fabricarle una corona de pedrería de gloria.
Añade Gerson (2) aquí otra cosa de mucho consuelo, y dice que es doctrina común de los doctores y Santos, que aunque uno, cuando es molestado de tentaciones, haga algunas faltas y le parezca que tuvo alguna negligencia y descuido y que se mezcló alguna culpa venial; con todo eso," por otra parte la paciencia que tiene en aquel trabajo y la conformidad con la voluntad de Dios, y la resistencia que hace peleando contra la tentación, y las diligencias y medios que pone para alcanzar victoria, no solamente quitan y purgan todas esas faltas y negligencias, sino hacen que crezca y se adelante en merecimiento de mayor gracia y de mayor gloria, conforme á aquello del Apóstol: Saca Dios bien de la tentación (1), y hace que quedemos de ella medrados y aventajados. El ama ó madre, para q u e el niño sepa andar, apártale un poco de sí, y luégo llámale; él tiembla, y no osa ir; ella le deja, aunque caiga algunas veces, teniendo aquel por menos daño que el no saber andar : de esa manera se ha Dios con nosotros: *Yo, como ama de Efraín (2).* No tiene Dios en nada esas caídas y faltas que á vos os parece que hacéis, en comparación del provecho que de las tentaciones se sigue.
De la santa virgen Gertrudis cuenta Blosio (3), que afligiéndose y reprendiéndose ella mucho por un defecto pequeño que tenía, deseó y pidió á Dios que se le quitase del todo. Y respondióle el Señor con mucha blandura y suavidad: ¿Para qué quieres que yo sea privado de grande honra, y tú de grande premio? Porque cada vez que reconociendo este defecto, ú otro semejante, propones de evitarle de ahí adelante, ganas grande premio; y cada vez que procura uno vencer sus defectos por mi amor, me honra á mí tanto, cuanto un soldado á su rey, cuando por él pelea varonilmente en la guerra contra sus enemigos y los procura vencer.


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