Las
ilusiones de los hombres ansiosos de paz de que la Cumbre de Helsinki iniciaría
el mejoramiento de las relaciones entre Washington y Moscú, se desvanecieron al
día siguiente del encuentro entre Donald Trump y Vladímir Putin.
Apenas
terminó la reunión de los dos líderes, los medios de comunicación globalizados
repitieron al unísono las palabras del senador republicano John McCain, quien
calificó el comportamiento de Trump como "una de las más vergonzosas
actuaciones de un presidente norteamericano en la historia". Inclusive uno
de los más fieles partidarios de Donald Trump, Joe Walsh, consideró los
intentos del presidente de mejorar relaciones con Rusia durante la reunión en
Helsinki como una "actitud antinorteamericana".
Resulta
que ni los líderes republicanos ni los demócratas pueden admitir que su
presidente se puso de acuerdo con Putin al no aceptar los supuestos hechos
sobre la interferencia del Kremlin en las elecciones presidenciales en EEUU en
2016. No les gustó a los representantes del 'establishment' norteamericano que
Trump no hallara ninguna razón para "que fueran especialmente los rusos
los que hackearon servidores del Partido Demócrata" y difundieron
posteriormente unos 30.000 correos electrónicos de Hillary Clinton.
Además,
la mayoría de los líderes de ambos partidos se disgustaron con la declaración
de Donald Trump de que "nuestras relaciones con Rusia nunca han sido
peores debido a muchos años de tonterías, estupidez y ahora gracias a la
'Cacería Armada de Brujas'".
Por
supuesto, el actual inquilino de la Casa Blanca sabe perfectamente que los años
de la Guerra Fría, los anteriores y posteriores a aquella época siniestra,
creada por Londres y Washington, y posteriormente por sus satélites
incondicionales occidentales, no eran simples "tonterías" o
"estupideces". Fueron el resultado de una estrategia elaborada a
largo plazo y diseñada para hacer derrumbar a la Unión Soviética y
posteriormente convertir a Rusia en un protectorado norteamericano al estilo de
Alemania y el resto de los países de la Unión Europea. Lo mismo pasó con Japón,
Corea del Norte, Canadá, Australia y ni qué decir de la mayoría de los países
de América Latina.
Precisamente
este destino le esperaba a Rusia después de la desintegración de la URSS y la
llegada al poder en la Federación de Rusia de Borís Yeltsin. Durante su
mandato, que se produjo entre 1991 a 1999, estuvo acompañado por cerca de 2.000
asesores estadounidenses. Los estrategas de Washington se relajaron al sentirse
seguros de su dominio del nuevo Estado ruso, dictando inclusive pautas para la
nueva Constitución del país.
Yeltsin
incluso aseguró a los norteamericanos en su intervención ante el Congreso
estadounidense el 17 de junio de 1992 que "seguiré adelante con las
reformas emprendidas y nadie podrá echarme del poder hasta 1996". Al
finalizar su discurso declaró que estaba "sano y que nosotros sentimos
gran responsabilidad por la reformas no solo ante el pueblo ruso sino ante los
ciudadanos norteamericanos".
Sin
embargo, el proyecto del protectorado no logró realizarse debido a la renuncia
programada por las fuerzas nacionalistas rusas de Boris Yeltsin y la puesta en
el poder de Vladímir Putin en 1999. Así los norteamericanos perdieron a quien
George H. W. Bush llamaba "el último caballo para montar" en Rusia,
es decir, Borís Yeltsin.
Putin
hizo cambiar poco a poco la política exterior rusa hasta que, 19 años después,
el 24 de julio pasado, su secretario de prensa, Dmitri Peskov, ya pudo declarar
que el presidente ruso no permitirá que alguien cruce "las líneas
rojas" de los intereses nacionales del país. La Rusia sumisa de Boris
Yeltsin dejó de existir y fue reemplazada por un nuevo país orgulloso,
soberano, pacífico sin ambiciones expansionistas y al mismo tiempo fuertemente
armado para que nadie se atreva a agredirlo.
Precisamente,
Estados Unidos trató de impedir por medio de la Guerra Fría —que en
realidad nunca ha llegado a su fin y simplemente fue interrumpida durante un
corto período— la existencia de este tipo de país. El hecho de que el actual
presidente norteamericano no haya percibido a Rusia como un 'enemigo absoluto',
sino como un fuerte competidor en la arena internacional ha irritado a lo que
se conoce como el 'Estado profundo', que domina prácticamente casi todos los 17
servicios de inteligencia existentes, a excepción de los servicios secretos
militares. De allí que empezara la 'caza de brujas' contra el presidente,
especialmente después que Donald Trump, parado al lado de Vladímir Putin en
Helsinki, se pusiera de acuerdo con su homólogo ruso sobre la actuación de los
servicios de inteligencia estadounidenses que sin tener pruebas concretas
acusaron a Moscú de intromisión en las elecciones presidenciales en EEUU.
Trump
aseveró en Helsinki, con respecto a la necesidad de mejorar las relaciones con
Rusia, que es "mejor tomar el riesgo político en los intereses del mundo
que poner el mundo en riesgo por intereses políticos". Esta declaración
provocó una histeria que superó todos los límites de lo tolerante y lo
aceptable respecto al presidente norteamericano.
Donald
Trump fue acusado de traición al ponerse de lado del "dictador ruso"
y de su "país hostil". Líderes republicanos como Marco Rubio, Bob
Corker, Jeff Flake, Lindsey Graham y Paul Ryan desaprobaron las declaraciones
del presidente e inclusive uno de sus fieles partidarios, Newt Gingrich,
solicitó que Trump aclarase sus comentarios hechos al lado de Putin.
Nadie
en Estados Unidos se tomó el tiempo de pensar sobre la posibilidad de que
existieran intereses comunes entre EEUU y Rusia que ambos mandatarios lograron
a discernir. Sucede que ambos presidentes coinciden en rechazar al actual
neoliberalismo que impone limitaciones externas sobre la soberanía de países
que no están de acuerdo con los valores liberales. De allí viene la necesidad
de la "guerra perpetua" porque los países que no aceptan los valores
liberales, según el filósofo alemán Carl Schmitt (1888-1985), se convierten
para los liberales de contrincantes en "enemigos absolutos" que deben
ser destruidos o transformados.
Noticia relacionada: ¿Qué
buscan las fuerzas políticas que humillan a Trump por su encuentro con Putin?
Precisamente
para imponer los valores liberales, Norteamérica mantiene actualmente, según el
jefe del Estado Mayor Conjunto, general Joseph Dunford, 300.000 militares en 177 países de los 193 miembros de
las Naciones Unidas. Faltan 16 naciones más para dominar el mundo
completamente. Trump, por el momento, se autoproclama partidario del orden
internacional, del pluralismo normativo y del no intervencionismo, dando
preferencia a la negociación, a pesar de su frecuente retórica belicista
orientada para el consumo interno estadounidense.
En el
otro extremo del mundo, Vladímir Putin declaró recientemente en la reunión con
los embajadores rusos que la política exterior del país debe estar más
orientada hacia la economía frente al creciente proteccionismo internacional
cuando el principio de competencia es reemplazado por la ideología coyuntural y
las presiones políticas y la libertad comercial es politizada. Putin coincide
con Trump en el rechazo al intervencionismo, pero, a diferencia del sistema
norteamericano, en Rusia no existen fuerzas cuyos intereses personales están
encima de los intereses nacionales.
Ya en
2017, en la entrevista al periódico Le Figaro, Putin explicó cómo funciona el
sistema norteamericano diciendo que "los presidentes norteamericanos
vienen y se van pero la política del país no cambia porque la burocracia posee
un poder fuerte. Un hombre es elegido y viene con sus propias ideas, pero un
día se le acercan personas bien vestidas con trajes negros portando maletines
que le explican al presidente que es lo que tiene que hacer. Y a partir de
aquel encuentro todo cambia abruptamente. Así pasa con cada
administración". Donald Trump no constituye una excepción y el quehacer
político norteamericano lo demuestra diariamente.
La
premisa del 'Estado profundo' es mantener a Rusia y China en calidad de
enemigos de Norteamérica creando y diseminando permanentemente 'noticias
falsas' e imponiendo sanciones que ya están perjudicando al mismo Estado
norteamericano, pero beneficiando al complejo militar-industrial. China está
contestando simétricamente a cada presión o sanción norteamericana y Rusia por
fin se dio cuenta que no hay que esperar nada bueno de Washington al menos a plazo
mediano.
Debido
a esta situación, el Banco Central de Rusia ya se deshizo del 85% de los Bonos
del Tesoro estadounidense manteniendo por el momento solo 14.900 millones de
dólares en bonos. Por mucha simpatía que pueden sentir los presidentes
mutuamente, los intereses políticos siempre prevalecen. La reciente congelación
de los Bonos del Tesoro por un valor de 22.000 millones de dólares que adquirió
Kazajistán y que representan el 17% del PBI del país ha sido una señal para
Rusia cuyos dirigentes entendieron inmediatamente.
Las
cartas ya están puestas sobre la mesa: el 'Estado profundo' no está interesado
en mejorar las relaciones con Rusia y los políticos norteamericanos están bajo
la fuerte presión de la rusofobia cuando un simple comentario positivo sobre
Rusia convierte inmediatamente a su autor en un 'agente de Kremlin'.
LA
OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON CON LA DEL BLOG
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