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viernes, 24 de agosto de 2018

MEMORIAS DE UN SACERDOTE CRISTERO


UN ARZOBISPO CRISTERO
El Fondo Aurelio R. Acevedo8
Los documentos que conforman el Fondo Aurelio R. Acevedo, entre los que se encuentra la Colección Padre José Adolfo Arroyo, fueron donados en junio de 1985 al Archivo Histórico de la unam –mediante contrato– por los hijos de este combatiente cristero. Se trata de 69 cajas archivadoras que equivalen a 10.73 metros lineales cuyos años extremos son 1920 y 1973. Contiene además 1 895 fotografías con temas referidos a las cuestiones religiosas y del movimiento cristero. Las imágenes se encuentran en negativos, en positivos en blanco y negro, y sepia, en tarjetas postales, esquelas, fotomontajes, botones, cintillas, cianotipos y positivos. Asimismo se contienen revistas y folletos, periódicos, algunas cintas magnetofónicas y bibliografía y folletería con temática religiosa y cristera, y la biblioteca particular de Aurelio Acevedo, donados también junto con los otros documentos del fondo.9
Dos son las partes medulares del Fondo Aurelio Acevedo: la sección Militante Cristero y la de Editor e Impresor; o sea, testimonios de acciones concretas, de organización, de propaganda y de comunicación entre los mismos cristeros, de administración de recursos, por un lado; y testimonios de sobrevivientes, relatos, memorias, versiones de quienes participaron en el movimiento, por el otro.
Precisamente dentro del Fondo Aurelio R. Acevedo, la colección de documentos del padre José Adolfo Arroyo merece una mención específica, pues contiene correspondencia personal, agendas, diarios y memorias que muestran la trayectoria del personaje en sus diversas actividades, sobre todo, por supuesto, las religiosas y, en este caso específico, las relacionadas con el conflicto cristero. Los documentos del padre Arroyo formaban parte del Fondo Aurelio R. Acevedo cuando ingresó al ahunam, esto seguramente por la constante colaboración y afinidad entre los dos personajes que, más allá de la amistad, llegaba al parentesco, como señala el propio Arroyo en algún pasaje de las memorias.
Los documentos que conforman este grupo se conservaron como colección porque constituyen un cuerpo independiente dentro del fondo y, de hecho, al parecer así se le habían integrado; además, la personalidad del padre Arroyo, como participante en el conflicto y como cercano a Aurelio Acevedo, dio la pauta para mantener sus documentos con cierta independencia respecto a los demás, o sea, como una colección en sí misma.
Esta colección documental es sumamente rica en información en torno al movimiento cristero, sobre todo en los estados de Jalisco y Zacatecas. Se conserva en ocho expedientes resguardados en dos cajas archivadoras, con documentos tales como el Álbum de la Junta Regional de Autoridades Administrativas y Judiciales, celebrada en Valparaíso a fin de establecer los criterios de gobierno para pueblos y ciudades tomados por los cristeros; notas personales, cartas, diarios y agendas y, por supuesto, las memorias que son objeto de esta edición. También incluye algunos documentos del Juzgado de etras y de la Presidencia Municipal de Huejuquilla el Alto, Jalisco, cuando este pueblo se hallaba en poder de los cristeros.
Las memorias de un sacerdote de Zacatecas Las memorias son escritos compuestos por recuerdos de vivencias y experiencias de alguien a lo largo de su vida. Suelen ubicarse dentro del común denominador de autobiografías y de manera genérica dentro del género de la biografía, aunque la memoria –como el mismo término pudiera indicarnos– es algo menos formal, es decir, se construye a partir de recuerdos, de evocaciones que buscan en muchos de los casos el placer por el recuerdo o el autoelogio en aras de la edificación de una imagen a menudo ilusoria, aunque no por ello falsa. En ocasiones, las memorias pretenden hacer la alabanza y justificación no del autor y de sí mismo sino de hechos o acciones, movimientos sociales, políticos, bélicos u otros en los que participaron y que conviene conservar y poner en alto a través del tiempo. Este último, considero, sería el caso de las memorias a que nos remitimos en la presente publicación.
La memoria, como género literario, es muy favorecida en momentos críticos, sobre todo por aquellos que de alguna manera participaron de ellos y se sienten con la obligación moral de dejar un testimonio acerca no necesariamente de su participación, pero sí de un acontecer enmarcado en un contexto lo más general y amplio posible.
En el caso del movimiento cristero existen varios ejemplos de esa necesidad, llamémosla así, de dejar un testimonio a manera de memoria. De ese modo, en el David, que ya hemos mencionado, se publican algunas memorias, entre las que destacan las del doctor José Gutiérrez Gutiérrez,10 teniente coronel del Estado Mayor cristero; las del coronel Exequiel Mendoza Barragán, cristero que actuó en Michoacán, específicamente en la zona de Coalcomán;11 los recuerdos del capitán Isidro Topete Estrella, cristero de Ejutla, Jalisco;12 los del señor Felipe Topete Santana, presbítero de San Luis Potosí, o las memorias de la coronela cristera queretana Agripina Montes, publicadas también en el David, que, como hemos visto, se convirtió en el foro de manifestación y desahogo de los cristeros una vez acabada la rebelión. Varias son, pues, las memorias de aquellos viejos combatientes, y quisiera por último mencionar las de don José de la Luz León, cristero poblano que posteriormente encontramos como fundador del Partido Acción Nacional en el estado de Puebla.13
En el fondo documental de Aurelio R. Acevedo se conservan varias versiones de las memorias del padre Arroyo que ahora publicamos. Se trata de una pormenorizada relación de sucesos que giran en torno a la vida del padre José Adolfo Arroyo y que, por la época en que se suscitan, adquiere relevancia en tanto testimonio de la formación de los grupos católicos en las regiones de Valparaíso, Zacatecas y los Altos de Jalisco, especialmente en Huejuquilla el Alto, donde no sólo se inicia el movimiento cristero sino que permanecerá entre sus principales bastiones.
El texto que ahora publicamos abarca el periodo que va de 1925 a 1928 y está escrito a manera de diario, basado precisamente en las agendas y memorándums que durante su vida elaboró el padre Arroyo (en las cuales consignaba los sucesos relevantes del día), es decir, en sus diarios personales.
En algún momento este texto, escrito para su publicación por entregas, muy probablemente en el David, de Aurelio Acevedo, se preparó editorialmente, se revisó la ortografía, la redacción, se le cortaron algunos párrafos y se le agregaron otros, en fin,
tarea editorial muy probablemente realizada por Acevedo.
En las memorias del padre Arroyo podemos ver el inicio de la persecución religiosa, el cierre de los templos en julio de 1926 y cómo se van formando los grupos que posteriormente habrán de engrosar las tropas de los cristeros como fruto de su acendrado catolicismo y su consecuente rechazo al régimen que consideran opresor y perseguidor de su religión. Veremos el inicio del levantamiento armado y breves semblanzas de su desarrollo hasta diciembre de 1928, en que Calles entrega el poder a Portes Gil.
Veremos también la actitud de aquellos personajes católicos de la región que, sin atreverse a formar parte del movimiento armado, se organizaron y unieron en aras de objetivos específicos como la búsqueda de libertad de los sacerdotes encarcelados, caso del mismo padre Arroyo. Resulta además interesante observar, a través de la lectura, las formas de pensamiento, los grados de compromiso, la acción y la injerencia de los sectores femenino y juvenil en torno a los temas y acciones que preocupan a la población en general.
Se trata también de un testimonio de cómo se desarrolló la vida en las comunidades de la región durante la crítica etapa de la persecución religiosa por parte del gobierno y la reacción de los sectores católicos que sentían la necesidad de hacer algo ante tal situación.
Una fotografía instantánea, literaria, de todas esas pequeñas cosas que en su momento constituyen el motor de la historia de una comunidad, de un pueblo, de una Nación.
En fin, considero que el texto que se publica es un testimonio que nos lleva a los diversos aspectos de una sociedad en conflicto y las formas en que se prepara para afrontarlo y, en su caso, hacerlo suyo. Es una pieza de microhistoria en donde la comunidad puede verse a través de los ojos del sacerdote, actor más que principal de los pueblos y sus cotidianidades.
Este texto, en relación con los otros documentos que conforman la colección del padre Arroyo, como son las agendas y los diarios, definitivamente, da material suficiente para una microhistoria de Huejuquilla el Alto, Jalisco y de

8 El Fondo Aurelio R. Acevedo es uno de los seis fondos con temática cristera que se conservan en el Archivo Histórico de la UNAM. Para mayor información acerca de los demás fondos documentales con esa temática véase Gustavo Villanueva, “Los fondos cristeros del Archivo Histórico de la UNAM”, en Los cristeros. Conferencias del Ciclo de Primavera de 1996, México, Centro de Estudios de Historia de México, CONDUMEX, 1996, pp. 113-131.
9 A principios de 2009 el Archivo Histórico de la UNAM entregó al donador, Cristóbal Acevedo, hijo de don Aurelio, una versión en microfilme de todos y cada uno de los documentos que conforman este fondo, así como una digitalizada de sus imágenes, y una copia de los diversos instrumentos para su consulta elaborados en el AHUNAM.
10 Se inicia su publicación en David, año 1, 2.a época, mayo, 1953, núm. 10; en los números posteriores se continúa publicando fragmentos.
11 David, núm. 127, febrero de 1963.
12 David, núm. 161, diciembre de 1965.
13 Memorias inéditas de las que conservo un ejemplar en fotocopia en mi archivo personal.



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