El futuro del Seminario Mayor
estaba asegurado", Este último había
comenzado en 1857 cuando dos jóvenes que terminaron sus estudios secundarios en
los «Hermanos Lamennais» fueron considerados seminaristas mayores y empezaron
filosofía. En 1864 fue ordenado en Saint-Joseph de Ngazobil el primer sacerdote
totalmente formado en el África negra, Guillaume Jouga; era el sexto sacerdote
senegalés.
De 1869 a 1902 tuvieron lugar
en la misma capilla treinta y dos ceremonias de ordenaciones diversas
concernientes a un total de veintidós clérigos. Ocho de ellos llegaron al
sacerdocio. La perseverancia se volvía rara: con siete alumnos en 1921, el
Seminario Mayor sólo contaba con uno en 1923. Reinició sus actividades en 1930
en las saludables alturas de Popenguine que dominaban el mar. Las ordenaciones
volvieron a comenzar en 1940 con la tonsura de dos teólogos, mientras otros senegaleses,
que habían ido a estudiar a Francia, entraban en la congregación del Espíritu
Santo: los Padres Faye, Ndiaye, Crétois y Dodds'".
Sin embargo, según el deseo
inicial expresado por Monseñor Kobes: «Un Seminario Mayor debería estar bajo la
vigilancia del Obispo, separado de cualquier otra obra educativa», Monseñor Lefebvre
quiso acercar su Seminario a la capital para hacer de él «la niña de sus ojos».
Encontró el rincón ideal y
perdurable para esta obra en el «castillo de Sambam», nombre de cuentos de
hadas pero lugar muy real y acogedor, a dos kilómetros de la aldea de
Sebikhotane, en la carretera de Dakar a Thies, Desde finales de 1951 la
vivienda primitiva, rodeada, en esa pendiente de la ladera africana, de
casuarinas, mangos y buganvillas, se convirtió en el oasis de los estudiantes
de filosofía y teología de las cuatro jurisdicciones de Dakar, San Luis,
Casamance y la Guinea Francesa: el Seminario (intervicarial) Libermann había
vuelto a nacer. Pronto se levantó un nuevo edificio de habitaciones y salas de
clase, luego la capilla, bendecida en 1957, y después otras
construcciones".
El número de vocaciones era
desigual según las regiones de origen: Fadiout estaba en primer lugar en el
Vicariato, seguida de Dakar y Mont-Roland, luego Popenguine, y finalmente
Palmarin y Thies. El número de estudiantes se mantuvo fluctuante al principio:
nueve al inicio del curso 1946, diez en 1947, ocho en 1949, cuatro en 1950,
tres en 1954, cuatro en 1956, cifras a las que había que añadir seis o siete
candidatos procedentes de Casamance y Guinea. En 1959 el Seminario dobló sus
efectivos y pasó a veinticuatro alumnos en total, entre ellos diez de
Casarnance. El Seminario había logrado arrancar, convirtiéndose realmente en
«la perla de Monseñor Lefebvre».
A los antiguos Superiores y
profesores, Arthur d'Agrain hasta 1948 y luego Charles Catlin, les sucedieron
sacerdotes jóvenes, dos de ellos ex alumnos de Mortain: Francois Morvan
(1945-1946) y Maurice Fourmond (1946-1947), a los que el Padre Marcel había
enviado a estudiar teología en Roma y después reclamó para Dakar.
Otros jóvenes profesores se
sumaron y se sucedieron en esa obra bajo las órdenes del Padre Morvan (Superior
de 1953 a 1962). El Obispo «se fiaba perfectamente del joven equipo de
profesores "romanos" cuyo promedio de edad, en 1953, no pasaba de los
treinta años ", y que impartía todas las clases. En teología, Monseñor pedía
a los profesores que tuviesen un manual de referencia y les recomendaba seguir
lo más posible el orden de la Suma de Santo Tomás, «la única verdadera síntesis
de la fe y de la moral, pero sin dar otra directiva.
El Obispo estaba atento a la
disciplina y no le gustaban los cambios, aunque no era puntilloso. Sus
funciones como Delegado Apostólico lo solían mantener alejado de Dakar. Sin
embargo, nunca dejaba de estar presente para presidir los escrutinios que debían
admitir o rechazar a los candidatos a las sagradas órdenes. Estricto sobre lo
esencial, se mostraba indulgente con ciertos defectos.
En 1953 admitió, por exceso de
misericordia, a un candidato muy politizado, de lo que tuvo que arrepentirse
luego:
-¡Ah! -le dijo al Padre
Bourdelet, antiguo profesor-, no debería haberlo admitido.
-Monseñor -replicó el Padre-,
reconozca su falta, porque en este caso yo no estaba con usted para el examen,
y usted lo admitió sabiendo perfectamente que yo me opondría.
-¡Ah! -insistió el Obispo-, no
debería haberlo hecho, es verdad, me equivoqué.
Cuando se había equivocado,
tenía la humildad de reconocerlo.
Por otra parte, la veneración
que los Padres tenían por Monseñor
Lefebvre no les impedía
hablarle con una libertad familiar.
En otra ocasión, en 1954, admitió
para el sacerdocio a un seminarista que no tenía del todo el nivel intelectual
requerido, apoyándose en el ejemplo del Santo Cura de Ars. Propuso:
-¿y si lo ordeno y se lo confío
durante algunos años como vicario al Padre Perraud, que fue profesor en
Chevilly?
-¡Bueno! -respondió el Padre
Bourdelet-, si se lo confía al Padre Perraud, la cosa andará bien. Y fue un
gran acierto. Sin conocer la misión que el Párroco tenía sobre él, el joven
sacerdote reconoció:
-¡Qué suerte que tengo! Es
extraordinario estar con un Párroco como el Padre Perraud; me lo explica todo
muy bien",
Los cuidados de los Padres y la
longanimidad del Obispo dieron sus frutos. Monseñor empezó a recoger los de su
predecesor ordenando sacerdotes en la catedral, el 18 de abril de 1949, a los
Padres Hyacinthe Thiandoum (su futuro sucesor) y Francois-Xavier Dione (futuro
Obispo de Thies en 1969), que fueron los 210 y 220 sacerdotes de raza negra del
Vicariato; otros nueve los siguieron, ordenados por Monseñor Lefebvre o por su
Auxiliar, sin contar los sacerdotes ordenados en Casamance o en Guinea.
El Vicariato de Dakar tenía
tres sacerdotes indígenas, uno de ellos espiritano, a la llegada de Monseñor
Lefebvre; eran diez cuando partió; y gracias al «Seminario Mayor Liberrnann»,
los sacerdotes indígenas de Casamance pasaron de tres en 1955 a siete en 1960. Una
operación de rescate: las Hijas del Corazón de María.
La tercera obra por la que Monseñor
Lefebvre sentía gran aprecio era su congregación indígena. Habría que decir
«sus» congregaciones indígenas, porque, además de las religiosas de que vamos a
hablar, Senegal tenía a los Hermanos de San José, cuyo Noviciado, suspendido en
1956, volvió a abrir en Fatick en 1960. Pero fueron las Hijas del Corazón de
María el objeto de los desvelos paternales y constantes del Obispo. Esta
congregación autóctona había sido fundada en 1858 por Monseñor Kobes, bajo la dirección
de las Hermanas de San José de Cluny. El regular incremento del número de
profesas permitió a los Vicarios Apostólicos encargar a las Hijas del Corazón de
María el cuidado de los dispensarios y de las escuelas primarias de la Pequeña
Costa o de los puestos misionales del interior. Monseñor Jalabert había
intentado concederles la autonomía respecto de las Hermanas de Cluny, pero debió
renunciar a ello al invertirse su crecimiento. Era evidente que el sacrificio
del llamamiento a la maternidad, tan profundamente anclado entre las africanas,
y la práctica de la obediencia a otras mujeres de su edad y de su raza, era
todo un desafío, como bien lo pudo observar Monseñor Tardy en Gabón, y Monseñor
Graffin en Yaoundé con sus «Hijas de María”.
Fundadas en Camerún en 1933,
estas últimas Hermanas estaban dirigidas por las Hermanas Misioneras del
Espíritu Santo, primero bajo la dirección general de Sor Josepha Bieth, luego
de Sor Benoit en 1945 y de Sor Marie-Gabriel Lefebvre de 1948 a 1953.
En su primera visita a Yaoundé,
en 1948, Monseñor Lefebvre le comentó a su hermana las dificultades que padecía
su congregación senegalesa, independizada bajo Monseñor Le Hunsec'". ¿Qué
hacer para restaurar el aumento de vocaciones en el Vicariato, la formación y
vida regular conforme al derecho canónico, y la caridad fraterna? El Obispo
supo tomar tres medidas heroicas desde 1949: confió el noviciado a la Madre
Marie de Sainte-Anne, de las Hermanas de Cluny, dándole además el papel de Visitadora
de las comunidades; pidió a las congregaciones misioneras femeninas que
postergaran la apertura de noviciados durante algunos años; y el 11 de junio de
1951, con permiso de la Congregación de Propaganda Fide, le retiró a la Madre
africana el cargo de Superiora General para confiárselo a la Madre Marie de
Sainte-Anne. Después de eso Popenguine, que el Seminario había dejado libre,
acogió el postulantado y el noviciado, y se crearon juniorados.
El espíritu de decisión del Obispo
y su «apoyo seguro, sobrenatural y comprensivos” a la Madre Marie de
Sainte-Anne salvaron a las Hijas del Corazón de María, que en 1962 alcanzaron
la cifra de cincuenta y nueve profesas.
4. La
reactivación de la Misión
Ampliar la cristiandad e
«implantar el Reino del Señor en tierras animistas» fue la «pasión» de Monseñor
Lefebvre y «el deseo que lo atormentaba», como él mismo decía'". Es verdad
que había hermosos bastiones de catolicidad en Senegal, como la isla de
Fadiout, cuyo fervor espiritual y orden cristiano admiraba el Obispo, frutos de
la gracia divina incluso en el ámbito temporal. A Fadiout se referiría en 1979
al decir, en el sermón de sus bodas de oro sacerdotales: «Ahí vi, sí, ahí vi lo
que puede hacer la gracia de la Santa Misa”, Sin embargo, esos bastiones no le
parecían suficientes. «Hay que decir a su favor que fue él quien reactivó la
Misión de Senegal, considerada como casi muerta en la congregación», nos dijo
un antiguo misionero.
Un joven sacerdote llegado
apenas hacía un mes, que se quedó solo por un tiempo en una Misión donde no
había ninguna conversión desde hacía un año y en la que no se sentía el menor
impulso a favor de la conversión de los serer, le escribía al Obispo en la
Navidad de 1948:
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