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martes, 11 de julio de 2017

NACIMIENTO, GRANDEZA, DECADENCIA Y RUINA DE LA NACION MEXICANA

Rene Capistran Garza

El territorio era extenso, en gran parte montañoso y abrupto.
Mal comunicado y escasamente poblado. Y se contaba con suficientes recursos naturales para subsistir.
Las fuerzas armadas de la tiranía no constituían propiamente un ejército. Su origen eran las hordas constitucionalistas con grandes vicios y defectos, y todavía en ese tiempo, con escasa o nula capacidad técnica y moral. Sus efectivos, que absorbían la mayor parte del presupuesto, eran sin embargo notoriamente insuficientes para dominar tan extenso territorio ocupando y protegiendo las poblaciones y vías de comunicación la dirección por la Liga del movimiento armado, desde la Ciudad de Méjico, y por personas de escasa capacidad militar y política fue des acertada, ineficaz y causa de no pocos disgustos y divisiones entre los combatientes, y entre éstos y sus apoyos en las poblaciones.
René Capistrán, un joven que se había distinguido como orador y como Presidente de la A.C.J.M., fue nombrado Jefe Civil del movimiento armado y representante de la Liga en los Estados Unidos, con la misión de obtener apoyo moral y financiero. Fue también acreditado por la Liga y el Comité Episcopal para que hiciese en ese mismo país 11 amplias y activas gestiones cerca del Episcopado y de los católicos norteamericanos, encaminadas a obtener de ellos firme apoyo moral y económico a la acción de la Liga".
Con olvido de los antecedentes históricos y desconocimiento de la realidad de la situación, se forjaron la ilusión del reconocimiento de la beligerancia por parte del Departamento de Estado de los Estados Unidos, permitiendo la adquisición de elementos de guerra, y privando de ellos a la tiranía callista. Así también lograr el financiamiento del movimiento armado por el Episcopado y los católicos del mismo país. Ambas ilusiones terminaron con un rotundo fracaso.
Con mucho optimismo informaba Capistrán Garza a la Liga de sus relaciones y tratos con el Departamento de Estado, que se dice nunca existieron, pidiendo la promesa formal de reconocer la beligerancia al ser tomada Ciudad Juárez u otra ciudad fronteriza, condición exigida por las personas dispuestas a financiar el movimiento armado.
"En Washington trató con el Departamento de Estado, el día siguiente de que un memorándum mío había sido presentado en una reunión del Gabinete por uno de sus miembros. En mi conversación expuse la parte del programa que los afecta: Artículo veintisiete. Hablé sobre todo lo que era necesario hablar. Pedí la promesa formal de reconocer la beligerancia al ser tomada una plaza en la frontera, pues esa promesa es la única condición que exigen las personas que financiaron el movimiento. Pedí también se privara a nuestro competidor de los elementos que necesita y se permitiera a nosotros la libre adquisición de ellos.  
René Capistrán Garza, de acuerdo con el Comité Directivo de la Liga, ingenuamente trataban de ocultar o silenciar el sentido de cruzada del movimiento armado para "no lastimar a la opinión pública norteamericana en el sentido de que se trataba de una guerra religiosa". Al mismo Episcopado y católicos angloamericanos sólo se les pedía su apoyo moral y financiero para una campaña de defensa civil.
" ... EI Señor Capistrán en sus trámites para conseguir fondos para la campaña armada cristera, falseó la verdad al asegurar que la Liga llevaba adelante una campaña de defensa civil y nada más, cuando la realidad era que la lucha armada de los católicos se había iniciado ya.
"Proyecto elaborado de acuerdo con los directores de la Liga para presentar ante la opinión pública internacional, una institución que no planteaba ante los jefes del Gobierno de los Estados Unidos un conflicto religioso en Méjico, sino de carácter político-social con el fin de no lastimar la opinión pública norteamericana, en el sentido de que se trataba de una guerra religiosa."
El Padre Wilfrid Parsons, S. J. decía a Mons. Díaz Barreto: "Siempre me aseguró (Capistrán) que el objeto de su misión era conseguir fondos a fin de que la Liga pudiera llevar adelante su defensa civil... Con la promesa de que el dinero se destinaba a fines civiles y no militares, obtuve cartas de recomendación del cardenal Hayes y otras personas."
A pesar de todas estas cautelas, en general muy influenciados los católicos angloamericanos por el condenado error del liberalismo y americanismo, y muy identificados con su gobierno judeo-masónico-calvinista, que les proporcionaba grandes satisfacciones y comodidades de orden material y económico, René Capistrán Garza no obtuvo del Episcopado y los católicos más que lamentaciones de unos por la situación de Méjico, y abierta reprobación de otros a la que consideraban rebelión de los católicos contra las autoridades constituidas. Como tampoco obtuvo absolutamente nada del Departamento de Estado.
René Capistrán Garza y sus compañeros iniciaron en la diócesis de Corpus Christi, Texas, la gira para obtener el apoyo moral y financiero de la jerarquía católica de los Estados Unidos.
La respuesta del obispo de esa diócesis a la exposición y solicitud de ayuda económica para la defensa de la Iglesia en Méjico, fue el siguiente telegrama: "Nada se puede hacer. No tienen simpatías los mejicanos en esta diócesis.
"De Corpus Christi se dirigieron a Galveston. La misma exposición, la misma petición.... y la respuesta inmediata por parte del obispo, contenida en un billete de diez dólares que sacó de su billetera y entregó a Capistrán Garza, dando por terminada la entrevista, "Houston, Dalias, Little Rock no dieron mejor resultado: veinte, treinta, cincuenta dólares que no alcanzaban a cubrir los gastos mismos de la gira, "La entrevista con el arzobispo de San Luis tuvo características especiales .. , Después de que René expuso la situación legal de la Iglesia en Méjico ... su ilustrísima se indignó ... Magnífico arranque que por un momento hizo concebir esperanzas ... Un billetito de cien dólares ... fue el exponente práctico de tanta fortaleza moral.
"Easi San Luis, Indianapolis, Dayton, Columbus, Pittsburg, Altoona, Harrisgurgh, todas estas sedes episcopales fueron visitadas con un resultado desastroso: ninguno de los Ilustrísimos. Sres. visitados llegaron a tener la generosidad del arzobispado de San Luis Missouri.
"Pero no se detuvieron en esa ciudad cosmopolita (Nueva York), sino que siguieron hasta Boston, pues les aseguraron que allí encontrarían recursos suficientes para resolver con facilidad el problema de la libertad religiosa en Méjico, por residir en esta importante población muchos millonarios, algunos de ellos católicos, y el cardenal O 'Connell, dignatario de gran prestigio que podría influir fácilmente a favor de los católicos mejicanos.
"Su Eminencia los recibió afablemente y, tras de examinar las credenciales de Capistrán Garza, escuchó sin interrupción la exposición que le hicieron, al término de la cual los exhortó a sufrir con paciencia las pruebas que Dios les estaba mandando, palabras suyas que podían transmitir a quienes los habían comisionado. Y por lo que personalmente se refería a René, que se quitara de cosas y que se buscara un empleo, para lo cual, si René lo deseaba, le daría una carta de recomendación para los Caballeros de Colón.
"Y así terminó aquella gira. A la petición que el Comité Episcopal Mejicano y la Liga Defensora de la Libertad Religiosa formalmente hicieron al venerable episcopado americano, se había contestado con una rotunda negativa.  
La misma rotunda negatíva de apoyo financiero se obtuvo de la National Catholic Welfare Conference (Conferencia Nacional para el Bienestar Católico) y de los millonarios yanquis.
Entonces volvió la Liga a recurrir a los obispos en demanda de apoyo financiero. Don Miguel Palomar y Vizcarra, Vicepresidente de la misma escribía al Arzobispo de Durango y Presidente de la Comisión de bispos Mejicanos Residentes en Roma: "Ya sabe usted que las personas adineradas no tienen remedio, y que el dinero es necesario para obtener la victoria... Se ha llegado al supremo momento de que las alhajas de la Iglesia se vendan para salvar a la Iglesia y a la patria... Tengo la certeza de que entre quienes (en el Episcopado) son nuestros amigos, hay (prelados) quienes están resueltos a dar ese paso definitivo, redentor: ¿Qué importa que el día de la victoria haya cálices de palo? Pero el caso es que sería de temerse que se espere la autorización de allá (de la Santa Sede). Por la familia cristiana, por Méjico, por la Virgen Santa de Guadalupe, por Cristo Rey, que venga volando esa autorización, y quede la Iglesia en la miseria, pero con el tesoro inestimable, de valor infinito, de su libertad. De Roma vendrá el remedio."
Desde la heroica y prolongada guerra que el Ejército Nacional y el pueblo habían sostenido para evitar la laicización del Estado, la jerarquía católica en general no había estado a la altura de la situación en cuanto se refiere al apoyo financiero que entonces había podido y debido dar ampliamente a esa noble causa que tan de cerca le atañía. En 1927 la Iglesia ya había sido despojada de sus bienes; pero algo o mucho se podían hacer. Había diócesis muy pobres; pero había otras con posibilidades.
Mons. Manríquez y Zárate, Obispo de Huejutla escribía: "Méjico se hunde, porque nosotros, los sacerdotes, los abanderados de la causa de Dios, hemos sido también indiferentes a las lágrimas de nuestro pueblo y no hemos venido prontamente en auxilio de los buenos mejicanos que han luchado y luchan valerosamente por la causa de la libertad. Es muy cierto que estamos pobres, que hemos sido despojados ya de nuestros bienes por la avaricia insaciable del jacobinismo mejicano; pero todavía la Iglesia, pobre y desvalida, tiene en sus manos unas cuantas monedas. ¿Por qué no entregarlas a los soldados de la libertad? ¿Por qué no desprendemos de nuestras mismas alhajas y muebles para salvar la causa de la civilización? ¿Por qué no alentar con nuestras palabras y ejemplos a tantos acaudalados ambiciosos para quienes nuestra conducta sería un argumento decisivo para excitar su largueza y generosidad? Si hay causa justa y santa alguna vez para agotar los tesoros de la Iglesia ésta es sin duda la causa de la libertad de la Iglesia. La Iglesia sin libertad no puede ser ni se concibe, como no se concibe un hombre sin alma o un entendimiento sin luz. Es necesario que la Iglesia exista antes de todo. No puede la Iglesia ejercitar su ministerio, si ella no existe, y no existirá donde carezca de libertad para ejercer su celo. Luego todos los arbitrios de que ella disponga para conseguir su fin deberían emplearse en asegurar su existencia ante todo, y en recuperar aquella libertad que es de todo punto indispensable para el ejercicio de su ministerio. Nadie puede impedir la vida de la Iglesia, sin contrariar la voluntad de Jesucristo; luego no existe ley humana alguna ni puede existir, que se oponga a esta ley de la conservación o que ponga trabas a la lucha para la conquista de la libertad.
"Pero era necesario consultar a Roma, y Mons. Mora y del Río, heroico Arzobispo Primado de Méjico, pensaba muy cuerdamente ... Que era preferible que la Silla Apostólica diera una orden afirmativa, pues si el Santo Padre, cosa que no creemos, solamente nos da autorización para emplear en esto dichos fondos, se produce una división en el Episcopado, ya se ha anunciado que en dicho caso algunos se negarían a proporcionar cantidad alguna a la Liga, e insistían en que entre los Prelados no faltan quienes no tengan confianza en el levantamiento armado, o quienes no quieran desprenderse de algunos bienes o contraer compromisos, como quizá fuera necesario hacerla. Mons. González Valencia, Presidente de la Comisión de Obispos Mejicanos Residentes en Roma, y por cuyo conducto se transmitió la consulta a la Santa Sede, coincidía con Mons. Mora y del Rio: “... Para disponer patrimonio... es necesario (mandato o) permiso Soberano Pontífice. En primer caso (orden) obedecerán voluntariamente; en el segundo, cada uno obrará de acuerdo propia conciencia. Urge, pues, mandato."

Pero la Santa Sede contestó: “... Que no consulten, sino que allá los Prelados se reúnan, deliberen, determinen y obren como estimen conveniente según las circunstancias; que dispongan de lo que puedan... " y en diciembre de 1927, probablemente influenciada Roma por Mons. Pascual Díaz Barreta, Mons. Pietro Fumasoni Biondi, Delegado Apostólico en Washington, y encargado de los negocios de la Delegación Apostólica en Méjico, comunicó al mismo Mons. Pascual Díaz Barreta, Secretario del Comité Episcopal e intermediario oficial entre dicho delegado y los prelados mejicanos: "Deben los Obispos no solo abstenerse de apoyar la acción armada, sino también deben permanecer fuera y sobre todo partido político."
Los traidores

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