El
discurso de Donald Trump en Riad ha suscitado una oleada de posicionamientos
contra el terrorismo y en contra del islam político. El mundo árabe está
expresando su sed de laicismo precisamente en el mismo momento en que esa
tendencia se tergiversa en Europa para utilizarla contra las religiones. Ante
esa bocanada de libertad, los británicos están organizando el bando del islam
político alrededor de Qatar, Irán, Turquía y la Hermandad Musulmana.
Durante
la colonización y a lo largo de la guerra fría, las potencias imperialistas utilizaron
las religiones para ahogar toda oposición a su propia dominación. Un ejemplo
flagrante es el caso de Francia, que adoptó en 1905 una importante ley
implantando el carácter laico de sus instituciones… y decidió de inmediato no
aplicarla en los territorios colonizados.
Hoy se
sabe que las «primaveras árabes» eran una iniciativa británica tendiente a
poner a la Hermandad Musulmana en el poder para afianzar así la dominación
anglo-sajona sobre el «Medio Oriente ampliado» [también designado a menudo como
«Gran Medio Oriente»].
Desde
hace 16 años, los occidentales vienen acusando a los musulmanes –con razón– de
no «limpiar la casa» y de tolerar a los terroristas. Pero hoy resulta evidente
que esos terroristas cuentan con el apoyo de los propios occidentales, que los
utilizan para someter a los musulmanes mediante el «islam político». Para
Londres, Washington y París el terrorismo constituye una preocupación sólo
cuando rebasa los límites del «Medio Oriente ampliado» y nunca critican el
«islam político», o al menos se abstienen de hacerlo cuando lo practican los
sunnitas.
Al
pronunciar su discurso de Riad, el 21 de mayo de 2017, la intención del
presidente Trump era poner fin al terrorismo que arrasa la región y que ahora
se extiende a Occidente. Lo que dijo Trump tuvo el efecto de un electroshock.
Su alocución fue interpretada como una luz verde para acabar con ese sistema.
Lo que
durante los últimos siglos pareció siempre impensable se hace así bruscamente
realidad. Al aceptar poner fin a su relación con la Hermandad Musulmana, Arabia
Saudita arremete contra quienes siguen colaborando con los británicos y
principalmente contra Qatar. Riad ha desatado una tempestad que conlleva toda
una carga de innumerables frustraciones. Por espíritu de venganza beduina, se
cortaron las relaciones diplomáticas y se organizó un bloqueo económico contra
la población qatarí. Mientras tanto, en los Emiratos Árabes Unidos se ha
instaurado una pena de 15 años de cárcel contra cualquier persona que
simplemente exprese compasión por los habitantes del ahora aborrecido Qatar.
Se ha
iniciado así un gigantesco desplazamiento de fuerzas y replanteo de las
alianzas que hasta ahora existían. Si prosigue ese movimiento, la región se
organizará alrededor de una división diferente. La cuestión de la lucha contra
el imperialismo cederá su lugar a la de la lucha contra el clericalismo.
Los
europeos vivieron lo mismo durante 400 años, desde el siglo XVI hasta el siglo
XIX. Pero no fue ese el caso de los estadounidenses, ya que su país fue fundado
precisamente por los puritanos, que llegaron al norte de América huyendo de
esas luchas. La lucha contra el cristianismo político fue primeramente un
combate contra la pretensión del clero de la Iglesia católica de gobernar a sus
fieles, incluso hasta en la cama. Esa lucha sólo terminó en tiempos del papa
Pablo VI, quien abandonó la tiara pontifical. Aquella triple corona debía
simbolizar que el papa estaba por encima de reyes y emperadores.
Al
igual que el cristianismo original, donde no había sacerdotes (los sacerdotes
cristianos no aparecieron hasta el siglo III), el islam original y el sunnismo
carecen de clérigos. Sólo el chiismo cuenta con una estructura similar a la del
catolicismo y el cristianismo ortodoxo. De hecho, el islam político está representado
actualmente por la Hermandad Musulmana y por el gobierno del jeque Hassan
Rohani (el título de jeque indica que el presidente iraní Rohani es miembro del
clero chiita).
Una
alianza clerical está formándose en este momento, con ayuda del Reino Unido.
Esa alianza podría constituir un bloque conformado por Irán, Qatar, Turquía,
Idlib (en el noroeste de Siria) y Gaza, bloque que se convertiría en protector
de la Hermandad Musulmana y, por tanto, en defensor del uso del terrorismo.
En
sólo 2 semanas, la prensa árabe, que hasta ahora había considerado
favorablemente a la Hermandad Musulmana como una poderosa sociedad secreta y al
yihadismo como un compromiso legítimo, ha dado un brusco giro de 180 grados.
Todos los medios árabes denuncian ahora el hecho que la Hermandad Musulmana
pretende controlar la vida de la gente y se pronuncian contra la locura
criminal del yihadismo.
Ese
tsunami de comentarios, los siglos de frustración que en ellos se expresan, su
violencia misma, hace imposible todo regreso a la situación anterior –lo cual
no quiere decir que la alianza Irán-Qatar-Turquía-Hamas logre realmente
concretarse. La ola revolucionaria se produce en pleno mes de ramadán. Las
reuniones entre amigos y los encuentros familiares que caracterizan este mes
sagrado para los musulmanes, y que deberían ser de celebración consensual,
están convirtiéndose a veces en ocasiones para el cuestionamiento de lo que
hasta ahora parecían ser las bases mismas del islam.
Si se
mantuviese la división a favor o en contra del clericalismo, asistiríamos a una
recomposición general del paisaje político.
Por
ejemplo, los Guardianes de la Revolución iraníes, que se crearon en contra del
imperialismo anglosajón, han acumulado rencores contra el clero iraní. Muchos
de ellos aún recuerdan que, durante la guerra que Irak impuso a Irán, los
mollahs y los ayatolas se las arreglaban para evitar que sus hijos tuvieran que
ir a la guerra, mientras que los Guardianes de la Revolución sacrificaban sus
vidas en el campo de batalla. Sin embargo, debilitados durante el primer
mandato de Rohani, parece poco probable que los Guardianes de la Revolución se
atrevan a levantarse contra el poder civil y religioso.
Pero
el Hezbollah libanés tiene como líder al sayyed Hassan Nasrallah (el título de
sayyed indica que Nasrallah es descendiente directo del profeta Mahoma), una
personalidad que promueve la separación entre la esfera pública y la esfera
privada. Aunque ejerce simultáneamente una función religiosa y otra política,
Hassan Nasrallah ha estado siempre en contra de la confusión entre ambas
funciones, aunque lo ha hecho aceptando a la vez el principio enunciado por
Platón del Velayat-e faqih (o sea, el principio del gobierno por un sabio).
Parece por tanto poco probable que el Hezbollah libanés siga al gobierno de
Rohani.
En
espera de las definiciones que no deben tardar, ya se ven importantes
movimientos en toda la región:
- En
Libia, la Hermandad Musulmana abandonó Trípoli, permitiendo incluso que una
milicia pusiera en libertad a Saif al-Islam Kadhafi y que el general Haftar
ampliara su propia influencia.
- En
Egipto, el general-presidente al-Sissi logró que los demás gobernantes del
Golfo redactaran una lista de terroristas.
- En
Palestina, la dirección política del Hamas huyó a Irán.
- En
Siria, los yihadistas han cesado la lucha contra la República Árabe Siria y
están a la espera de instrucciones.
- En
Irak, el ejército redobla sus embates contra la Hermandad Musulmana y la Orden
de los Naqchbandis.
- En
Arabia Saudita, la Liga Islámica Mundial excluyó de su consejo de
administración al predicador-estrella de la Hermandad Musulmana y propagandista
de las primaveras árabes, el jeque Qaradawi.
-
Mientras tanto, Turquía y Pakistán han iniciado el envío de decenas de miles de
soldados a Qatar, que ya sólo logra alimentarse gracias a la ayuda de Irán.
Una
nueva era parece estar comenzando en la región.
Thierry
Meyssan
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