La selección de Mohamad bin Salman, hijo del rey
saudí, Salman bin Abdulaziz Al Saud, como nuevo heredero al trono es importante
de analizar pues no es un simple cambio, sino que adquiere un significado duro
en la inestable situación de la región.
En primer lugar, cabe señalar que el nuevo heredero
es quien ha dirigido y estimulado la agresión a Yemen lo que implica por una
parte ratificar su mandato y, por otro, aceptar las demandas en cuanto a
mejorar sustancialmente el presupuesto para financiar a las tropas que combaten
en esa guerra. Cabe señalar que no solo mantiene su puesto al frente del
Ministerio de Defensa, sino que también ha sido designado como viceprimer
ministro del reino árabe.
En segundo lugar, el mes de abril, el rey Salman
nombró al hermano de Mohamad, el príncipe Jaled bin Salman bin Abdulaziz Al
Saud, como nuevo embajador saudí en Estados Unidos, el cual fue sido piloto en
las Fuerzas Aéreas y participó directamente en la agresión a Yemen. También,
nombró a otro hijo suyo, Abdulaziz bin Salman bin Abdulaziz Al Saud, como
ministro de Asuntos de la Energía del país, ratificando que se concentra el
poder familiar junto con abrir los lazos con Washington para futuros negocios
de armamento y recepción de órdenes, que ya se dieron con la visita
geoestratégica de Donald Trump.
En tercer lugar, Mohamad era el segundo en la línea
de sucesión del país árabe después de su primo, Mohamad bin Nayef bin Abdulaziz
Al Saud, lo que implica un reforzamiento claro de su padre en la Administración
para marcar la línea dura de su mandato y dejar la opción de nombrarlo pronto
como el nuevo rey. Respecto al sustituido, Bin Nayef, se conoce que ha
manifestado su lealtad a Mohamad, sin conflictos por haber sido despojado de su
cargo.
Esta decisión del rey saudí permite predecir que la
tensión en la zona se incrementará paralelamente a las amenazas de la OTAN a
Rusia, a Irán, a Venezuela y otras naciones insubordinadas a la hegemonía
imperial, puesto que la idea es generar nuevos conflictos o agudizar los
existentes con el fin de incrementar el mercado de armas, a la vez que se
maneja al pueblo con el miedo a una confrontación, lo que permite el mejor
dominio de la población y reprimir de modo directo sin consecuencias.
La elección indica que el poder debe concentrarse
en gente absolutamente fiel a los principios del reino, los que están
vinculados al terrorismo de Daesh y Al Qaeda como política no pública aunque
real, así como a la alianza con los tradicionales enemigos de la nación
palestina como son el régimen israelí y estadounidense. No se puede olvidar que
es una monarquía y la política la decide el rey sin tomar en cuenta el parecer
de los ciudadanos sino basado en su propia convicción de lo que es bueno o malo
para su feudo.
En términos estratégicos se confirma que Mohamad
bin Zayed Al Nahyan, el príncipe heredero de los Emiratos Árabes Unidos (EAU),
está como mentor de Bin Salman, según revelaban medios de comunicación
develando un plan para hacer que el príncipe heredero adjunto saudí, Mohamad,
accediera al trono antes del final de este año, asesorado para que pueda obtener el apoyo de Estados
Unidos a través una campaña mediática intensa que lo convierta en héroe nacional. La estrategia que propondría Al Nahyan Bin
Salman sería, presuntamente, acabar con el gobierno del wahabismo y tendría que
abrir un fuerte canal de comunicación con Israel. El año pasado se reveló que
tanto Riad y el régimen de Tel Aviv, sin relaciones diplomáticas formales,
cohonestaron todos los esfuerzos para impedir la firma del Acuerdo Nuclear de
la República Iraní con la Casa Blanca.
Algunos analistas sostienen que el agravio al
príncipe heredero Mohamad bin Nayef daría lugar a una lucha por el poder
interno afectando al rey Salman, ya que la actual restructuración es un paso
directo para aumentar la influencia de esta rama del árbol genealógico de los
Al Saud. Informes muestran que ya han
tenido lugar llamamientos a las protestas a nivel nacional, además del
despliegue de las fuerzas de seguridad en las calles centrales de la capitalina
ciudad de Riad, lo que señalaría la manifestación de movimientos opositores en
el reino.
Esta puede ser una coyuntura favorable para que los
opositores al régimen puedan salir a las calles, aunque con el riesgo de muerte
inminente al protestar por la política unívoca del rey y la falta de garantías
democráticas mínimas. Es una posibilidad.
Lo evidente es que las tensiones se agravarán en la
zona dada la continuación de la línea intransigente de la Casa Al Saud y la
región deberá soportar alianzas públicas entre regímenes dictatoriales. Sin
embargo, el avance de las fuerzas sirias e iraquíes y la defensa sólida de
Yemen, por dar ejemplos, hacen predecir también que el polo multicolor de la
democracia será restaurada pronto en términos históricos, aunque difíciles de
precisar en sus consecuencias.
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