EN MITAD DEL CORAZÓN
Las
adiciones hechas últimamente al Código Penal Federal no tienen otro objeto que
apretar reciamente la mordaza que la revolución ha querido ajustar a todas las
bocas que pueden gritarle a los cuatro vientos sus miserias, sus fístulas y sus
crímenes. De una manera especial la prensa periódica va a recibir de acuerdo
con esas modificaciones, un golpe muy rudo. Porque en lo sucesivo la prensa
confesional no podrá emitir su opinión acerca de la actitud del gobierno en
asuntos de interés general. Y esto, claro está, es ponerle una mordaza a la
prensa y, sobre todo, a la conciencia y a la opinión pública. Porque no nos
hagamos la ilusión. La conciencia en nuestro país es confesional, es decir, es
intensamente religiosa pese a quien pasare. La conciencia es la retaguardia de
la opinión. Y la opinión no es, no puede ser más que un reflejo más o menos
vivo de la conciencia. Y a pesar de todos los esfuerzos y de todos los sofismas
hechos para desgajar el árbol de la vida, individual y colectiva, la política y
la religión ambas continúan estrechamente unidas cuando menos en lo que se
refiere a la esencia de los principios y a las bases hondas de donde arrancan
el pensamiento y las actitudes integrales de los pueblos.
La
revolución, es decir, el gobierno actual, se propone, según parece, cerrar
apretadamente todos los labios de los creyentes; se propone amarrar todas las
plumas de los católicos; se propone ahogar todos los pensamientos y colocarse
en una posición de Júpiter[1]
de manera que ante él, solamente los laicos, solamente los que han expulsado de
su conciencia y de si opinión a Dios pueden decir su palabra respecto a los
actos del gobierno.
Resalta
de nuevo y por centésima vez la contradicción: los revolucionarios proclaman y
han proclamado hacia todos los rumbos la muerte, la extinción de la fuerza
moral de los católicos y de su influjo sobre el pueblo. Si así es ¿para qué
amordazar a la prensa confesional? Para atar de pies y manos a los más
irreductibles enemigos de la revolución. Esto es todo.
Porque
de sobra se sabe que si hay quien no capitule ni capitulará frente a las
banderas de la revolución es la prensa católica, es el pensamiento católico.
Todos los demás, llámense portaestandartes del pensamiento en las escuelas o en
la prensa, encuentran siempre motivos serios para arriar su bandera delante de
los fuertes, entregados a las orgías de canibalismo donde hoy se asfixia y
naufraga la libertad en nuestra patria. Solamente el catolicismo encuentra y
encontrará siempre motivos lógicos para mantenerse erguido y de frente delante
de los desfogues y de las intemperancias salvajes de la revolución. Más aún:
solamente el Catolicismo tienen en cada conciencia: en la individual y en la
colectiva, en nuestro país, un fuerte y recio dominio interior.
De
manera que una prensa católica vigorosa y de alcance nacional, tarde o temprano
tendrá o tendría que juntar todas las miradas de chispas de pensamiento que
arden aún bajo el rescoldo inmenso de nuestras catástrofes echar a andar como
si fueran diez millones de antorchas encendidas y apretadas por un solo enorme
puño, una opinión pujante y viva que desquiciara inevitablemente la revolución.
Por esto, por más que se trata de un alarde de fuerza incontestable, al
adicionar el Código Penal con eso que se puede llamar la ley de la mordaza,
como en España se llamó la del Candado a una ley parecida, es preciso subrayar,
recalcar este hecho: la revolución tiembla delante del porvenir, de su porvenir
y de su suerte.
Hoy
como ayer, la revolución abre desmesuradamente sus ojos inyectados de sangre y
de barbarie ante la pensa, sobre todo, ante la prensa periódica. Por instinto
sabe que la prensa periódica ha venido a ser a la vuelta de los años, la
institución más altamente democrática que existe. Porque la prensa periódica
podrá alguna vez tergiversar sus destinos propios, pero su esencia misma es la
democracia del pensamiento, por ser la democracia de la palabra. Dios ha sido y
es el primer demócrata: abrió su mano y echó a soplar el viento para todos los
pulmones. Trazó con sus radiantes pinceles los crepúsculos las auroras y todos
los días se hartan nuestros ojos con la policromía de cuadros vivos y
palpitantes que todavía no han sido soñados ni por Velázquez ni por Rubens. El
aire, el sol, el mar, son permanentes testimonios de la democracia de Dios. la
imprenta, como el sol, como el agua, como el viento, cruza hoy, por encima de
todas las frentes y de todos los caminos y lleva a la cabaña, a los palacios, a
los talleres y a los gabinetes de los sabios, el aliento oxigenante de la
palabra que lleva sobre el invisible plumaje de sus alas rápidas, como el
relámpago, el cabrilleo radiante del pensamiento.
Antiguamente
los grandes pensamientos de los grandes maestros no salían de los límites
estrechos de una escuela, solamente los iniciados podrían quedar extasiados
frente a la corriente de luz que fluía de los labios de los oráculos de una
escuela. Hoy la prensa periódica, como riego de sol, como lluvia que va a todas
partes, arroja el pan del pensamiento a todos los caminos y a todos los
talleres. La prensa ha venido a ser por esto, una institución democrática por
su esencia, por su naturaleza. Se la podrá matar o se la podrá amarrar: pero
habrá que preguntarse por qué se la mata y por qué se la amarra. Y la respuesta
la encontramos en los mismos hechos: la matan y la amarran los que tienen que
la democracia los arrojaría hacia abajo.
Para
descubrir a un déspota, a un tirano, a un violador empedernido de la
democracia, no hay más que buscar en sus manos para averiguar si lleva señales
de perseguidor de la prensa periódica. Porque si se han manchado las manos con
atentados a la prensa periódica, decimos a ojo cerrado: es un tirano y se halla
indiscutiblemente en el polo donde viven y vegetan los irreconciliables
enemigos de la democracia.
El
golpe que de una manera especial se le asesta a la prensa periódica, en las
adiciones al Código Penal Federal, es un golpe que se le da en la mitad del
corazón a la democracia. Porque nadie puede herir a la prensa periódica sin
herir a la democracia.
[1] Júpiter. Mitología griega. Identificado con el Zeus
de los griegos, es el jefe del panteón romano, de la luz divina y del rayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario