2 6 DE ENERO
SAN POLICARPO,
OBISPO Y
MARTIR
Epístola – 1º San Juan; III, 10-16
Evangelio – San Lucas; XXI, 9-19
En
medio de las dulzuras que saborea en la contemplación del Verbo humanado, Juan
el Discípulo Amado ve venir a su discípulo Policarpo, resplandeciente con la
gloria del martirio. El anciano acaba de contestar en el anfiteatro al Pro cónsul
que le anima a renegar de Cristo: "Hace ochenta y seis años que le sirvo,
y nunca me hizo mal alguno; ¿qué digo mal? antes me colmó de bienes. ¿Cómo podría
yo maldecir a mi Rey que me ha salvado?" Después de pasar por el fuego y
la espada llegó a los pies del Salvador, para gozar eternamente de la dicha de
su presencia, en pago de los trabajos sufridos por conservar en su redil la fe
y la caridad, y en recompensa de su muerte sangrienta. Como su maestro San
Juan, se opuso con energía a los intentos de los herejes. Fiel a sus consignas,
no quiso que el corruptor de la fe de Cristo recibiese el saludo de sus labios;
al heresiarca Marción dijóle que le reconocía por primogénito de Satanás.
Enérgico adversario de la orgullosa secta que se avergonzaba de la Encarnación
de un Dios, escribió en su Epístola a los Filipenses: "Quien no confiese la venida de Cristo en carne, es un
Anticristo." Era, pues conveniente, que tan valeroso testigo fuera llamado
al honor de permanecer junto a la cuna donde el Hijo de Dios se nos muestra en
toda su ternura, y revestido de una carne semejante a la nuestra. Policarpo fue
fiel hasta la muerte; por eso, aparece ahora coronado, en estos días que son el
aniversario de la venida de su Rey a nosotros Tomemos algunos detalles sobre su
vida, del libro de San Jerónimo: De Scriptoribus ecclesiasticis. Policarpo, discípulo de S. Juan, que le
ordenó Obispo de Esmirna, fué Jefe
de toda el Asia, por haber conocido y tenido como maestros a algunos de los Apóstoles y de los que habían visto al
Señor. Algunas dificultades sobre la celebración de la Pascua le trajeron a Roma (hacia el año 194) bajo el
imperio de Antonino Pío, cuando
gobernaba la Iglesia Aniceto. Allí
devolvió la fe a muchos fieles que se habían dejado engañar por las falacias de Marción y de
Valentín. Al encontrarse un día
con Marción, le dijo este heresiarca: "¿Me conoces?" Respondióle
Policarpo: "Te reconozco por primogénito de Satanás". Poco tiempo
después, bajo el reinado de Marco Antonino y de Lucio Aurelio Cómodo, en la cuarta persecución
después de la de Nerón, fue
condenado ante el tribunal del Procónsul de Esmirna, y entregado al fuego entre
los clamores de todo el pueblo reunido en el anfiteatro. Escribió una carta muy
práctica a los de Filipo, carta que
se lee todavía en las Iglesias de Asia.
Oh
Policarpo, hiciste verdadero el significado de tu nombre, porque durante los
largos años pasados en su servicio, produjiste muchos frutos para el
Salvador. Estos frutos fueron las numerosas almas conquistadas por tus
trabajos, las virtudes que adornaron tu existencia, y, por fin, tu misma vida
que entregaste al Señor. ¡Qué dicha la tuya, pues recibiste las lecciones del
discípulo, que descansó sobre el pecho de Jesús! En el día de hoy, después de
más de sesenta años de separación vas a juntarte con el maestro que estará
deseoso de volverte a ver. Juntos adoraréis al divino Niño cuya sencillez imitasteis;
El fue vuestro único amor, pedidle para nosotros la gracia de serle fieles
hasta la muerte. Cultiva aún, oh Policarpo, desde lo alto del cielo, el campo
de la Iglesia fecundado con tus trabajos, y regado con tu sangre. Devuelve la
fe y la unidad al seno de las Iglesias del Asia, plantadas por tus manos
venerables. Apresura por tu intercesión el fin del Islamismo, cuyo éxito y
permanencia sólo fue posible gracias a las lamentables consecuencias del cisma
bizantino. No olvides a Francia a la que enviaste Apóstoles insignes, mártires
como tú. Bendice paternalmente a la Iglesia de Lyon, que te venera como a su
fundador mediante tu discípulo Potino, y que tan gloriosa parte toma en el
Apostolado de los Gentiles, por su obra de la Propagación de la Fe. Vigila por
la conservación de la pureza de la fe; líbranos del contacto con los
seductores. También tú quisiste "ver a Pedro" para rendir
homenaje a la Cátedra Apostólica, y para eso viniste a Roma a tratar con su
Pontífice de los intereses de tu Iglesia de Esmirna. Protege los derechos de esta
augusta Sede, de donde nace para nuestros pastores la única misión legítima. Haz
que podamos pasar los últimos días de este tiempo de Navidad en profundo
recogimiento y en amor de nuestro Rey recién nacido. Haz que ese amor unido a la
pureza de nuestros corazones nos obtenga piedad y misericordia, y que al fin de
nuestra peregrinación nos alcance la corona de la gloria.
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