LA IGLESIA DESPUES DEL
CONCILIO
(6-7-77)
Discurso de su Excia. Rvma. Monseñor Marcel Lefebvre, Arzobispo, Superior General
de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, pronunciado en Roma, el 6 de julio de
1977.
En esta conferencia, se exponen los argumentos principales de la
posición que él ha asumido. Por esto recomendamos a todos los que quieren
conocer objetivamente los motivos de la actitud de Monseñor Lefebvre, leer con
detenimiento esta magnífica alocución que se presta también para ser estudiada
y comentada en grupos. Se han suprimido algunos párrafos del discurso, pero se
reproduce con fidelidad el pensamiento del ilustre arzobispo disertante, Los
subtítulos son nuestros.
Lo primero que quiero decir es que si he venido y he aceptado la
invitación de la princesa Pallavicini y de los amigos no es para hacer, para
provocar, un desafío a nuestro Santo Padre, ni por un espíritu contestario
agresivo, en los confines de la Santa Sede. Al contrario, vine porque me honro
de estar entre aquéllos que guardan el mayor respeto por la Santa Sede, por el
Sucesor de Pedro, por Roma, por aquello que Roma puede representar para
nosotros, los católicos. No tenemos, no podemos tener, ninguna intención de
presentar una actitud violenta contra lo que aquí es tan caro, demasiado caro,
a nuestros corazones. Es precisamente porque amamos al sucesor de Pedro, porque
amamos a Roma, la verdadera Roma católica, es por esto que hacemos sentir
nuestra voz. La hacemos sentir precisamente por la gloria de la Iglesia Romana.
Por todo lo que hizo su verdadera grandeza, su verdadera nobleza.
No se puede concebir la Iglesia Católica sino como continuidad, como
tradición, como heredera de su pasado. No se puede comprender una Iglesia
Católica que rompa con su pasado, con su tradición, y es precisamente por la
imposibilidad de concebir una cosa semejante, que me encuentro en una situación
un poco extraña: la de un obispo suspendido por haber fundado un seminario en
Suiza, seminario erigido legalmente canónicamente, seminario que recorre muchas
vocaciones. A ocho años de su fundación tenemos numerosas casas en los Estados
Unidos, una en el Canadá, en Inglaterra, en Francia, en Suiza, en Alemania y
también en Italia, aquí en Albano. ¿Cómo puede ser, que haciendo lo mismo que
hice por 50 años de mi vida, con las congratulaciones, los alientos de los
Papas, en particular del Papa Pío XII que me honraba con su amistad, me encuentre
hoy siendo tenido casi por enemigo de la Iglesia? ¿Cómo es posible esto, cómo se
puede concebirlo? Tuve la ocasión de decirlo al Papa en la última audiencia que
tuve el 11 de septiembre. Le dije: no llego a comprender por qué motivo,
imprevístamente, después de haber formado seminaristas por toda mi vida como
los formo hoy, mientras antes del Concilio recibí todos los honores, excluido
sólo el cardenalato, ahora, después del Concilio, haciendo lo mismo, me encuentro
suspendido a dívinís, casi considerado un cismático, casi para ser excomulgado
como un enemigo de la Iglesia. No creo que cosa semejante sea posible ni
concebible.
Hay algo cambiado en la Iglesia, algo que fue cambiado por los hombres
de Iglesia, en la historia de la Iglesia. Pienso sinceramente que es la
Providencia la que dirige todas las cosas, pues sin haberlo querido, sin haber
tenido ni siquiera tal deseo, me encuentro hoy entre vosotros en esta ciudad
de Roma, y estoy persuadido de que el Buen Dios lo ha querido por el bien de la
Iglesia, por la continuidad de la Iglesia Católica, a fin de que la Iglesia
Católica persevere y continúe.
Lo que antes estaba bien, no puede
estar mal ahora
No quiero volver a los orígenes lejanos de este cambio y mutación de
nuestra religión, porque tendría que volver al Renacimiento, a la Revolución
francesa, tendría que reseñar la historia de todo el liberalismo del siglo XIX
y de todas las condenas que los Papas han pronunciado contra esto, en
particular los Papas Gregario XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X. Quiero volver
sólo a 1960 o mejor a 1958. En aquella época algo sucedió en la Iglesia. ¿Qué
cosa? Es imposible conocer los hechos a fondo; personalmente no, no se puede
concebir la Iglesia Católica sino como
continuidad, como tradición, como heredera de su pasado. No se puede comprender
una Iglesia Católica que rompa con su pasado, con su tradición, y es precisamente
por la imposibilidad de concebir una cosa semejante, que me encuentro en una situación
un poco extraña: la de un obispo suspendido por haber fundado un seminario en
Suiza, seminario erigido legalmente canónicamente, seminario que recorre muchas
vocaciones. A ocho años de su fundación tenemos numerosas casas en los Estados
Unidos, una en el Canadá, en Inglaterra, en Francia, en Suiza, en Alemania y
también en Italia, aquí en Albano. ¿Cómo puede ser, que haciendo lo mismo que
hice por 50 años de mi vida, con las congratulaciones, los
¿Qué pasó en el Concilio?
No quiero volver a los orígenes lejanos de este cambio y mutación de nuestra religión, porque
tendría que volver al Renacimiento, a la Revolución francesa, tendría que reseñar
la historia de todo el liberalismo del siglo XIX y de todas las condenas que
los Papas han pronunciado contra esto, en particular los Papas Gregario XVI,
Pío IX, León XIII, San Pío X. Quiero volver sólo a 1960 o mejor a 1958. En
aquella época algo sucedió en la Iglesia. ¿Qué cosa? Es imposible conocer los
hechos a fondo; personalmente nolos conozco, pero estos cambios los hemos percibido
desde 1958, después del cónclave que eligió a Juan XXIII. El cardenal Roncallí,
patriarca de Venecia, cuando partió al cónclave, y no estaba electo todavía,
escribió entonces al obispo de Bérgamo: "El Papa que será electo, sea de Bérgamo o no deberá cambiar mucho en la Iglesia. Deberá
haber un nuevo Pentecostés". En toda su carta se siente el
deseo de cambiar de un modo profundo la Iglesia y pienso que se le Ocurrió a él
denominar al Concilio, Concilio del aggiornamento. Aggiornamento: es una
palabra muy peligrosa que puede ser usada en buen sentido, pero puede también
llevar a consecuencias imprevisibles. Aggiornamento de la Iglesia ¿hasta qué
punto? ¿En qué campos? Debo contaros un pequeño incidente acaecido en 1962,
cuando fui miembro de la Comisión Central preparatoria del Concilio Teníamos
nuestras reuniones en el Vaticano pero la última fue dramática. En los fascículos
dados a la Comisión Central había dos sobre el mismo tema: uno venía del
cardenal Bea, presidente de la Comisión para la unídad, y el otro del cardenal
Ottaviani, presidente de la Comisión teologica. Cuando los leímos, cuando yo
mismo leí estos dos esquemas, dije: "Es muy
extraño, son dos puntos de vista sobre el mismo tema, completamente distintos
sobre la libertad religiosa y la actitud de la Iglesia frente a las otras religiosa”.
Ved la diferencia. Fue la última sesión de la Comisión central y
pudimos advertir claramente, proyectarse ante nosotros, en la vigilia del
Concilio, toda la lucha que se desenvolvió durante el Concilio. Quiero decir
que estas cosas ya estaban preparadas antes del Concilio. El cardenal Bea no
hizo, ciertamente, su esquema "De libertate religiosa" sin ponerse de
acuerdo con otros cardenales. Esto es muy importante y
muy grave porque se infiere que el Concilio del aggiornamento fue preparado de antemano,
Y por esto es que todos los esquemas del Concilio, ya redactados, fueron reescritos,
las comisiones reorganizadas y su objetó la lista de los miembros de las comísiones
preparatorias del Concilio que, sin ímponerlas, proponía el cardenal
Ottaviani.. Así nos encontramos en el Concilio en una situación realmente
penosa y comprendimos que aquéllos que eran conservadores, que permanecían
fieles a los principios de siempre, a la tradición de siempre, no eran
escuchados más, no eran sostenidos más por la autoridad, sobre todo cuando
después de la elección de Pablo VI, fueron nombrados los cuatro moderadores del
Concilio: los cardenales Dopfner, Suenens, Lercaro y Agagianian. Esta nómina
indicaba claramente que el viento soplaba a favor de los cardenales liberales.
Un grupo, el "Coetus Internationalis Patrus", del cual formé
parte, decidió resistir y de acuerdo con un cierto número de cardenales romanos
-los cardenales fieles a la doctrina romana de la Iglesia Católica, que iría defenderse,
pero, debo decirlo, no fuimos escuchados. Ya en tiempos del Papa Juan XXIII, a
estos cardenales, los cardenales de la Curia Romana, se les rogó no intervenir más
en el Concilio, y esto es muy, pero muy grave.
No hay comentarios:
Publicar un comentario