SERMÓN SOBRE LA SANTA MISA
(29-6-76)
Pronunciado por Su Excia. el arzobispo
Mons. Marcel Lefebvre,
en Ecóne, el 29 de junio de 1976, en ocasión de las
ordenaciones sacerdotales.
Mis queridos amigos, mis queridos hermanos en el sacerdocio, mis
queridos hermanos, que habéis venido de todas las regiones, de todos los
horizontes; es una gran alegría para nosotros recibiros y sentiros tan cerca
nuestro en este momento tan importante para nuestra Fraternidad y también para
la Iglesia. Pienso, en efecto, que si -peregrinos- han hecho el sacrificio de
viajar noche y día, de venir de regiones alejadas para participar en esta
ceremonia, es que tenían la convicción de que iban a asistir a una ceremonia de
Iglesia, a participar en una ceremonia que les alegraría el corazón, porque
también tendrían la certeza al volver, de que la Iglesia Católica continúa.
¡Oh! Lo sé bien, son numerosas las dificultades de esta empresa que es
considerada temeraria. Nos dicen que estamos en un impasse. ¿Por qué? Porque de Roma
nos han llegado, sobre todo desde hace tres meses, en particular después del 19
de marzo, fiesta, de San. José, abjuraciones, súplicas, órdenes, amenazas,
diciéndonos que cesemos en nuestra actividad, para decirnos que no hagamos
estas ordenaciones sacerdotales. Y han sido insistentes, estos
últimos días: desde hace doce días, especialmente, no dejamos de recibir mensajes
o enviados de Roma, ordenándonos abstenernos de hacer estas ordenaciones. Pero
si con toda objetividad, buscamos cuál es el verdadero motivo que anima a los
que nos piden no hacer estas ordenaciones, si buscamos su motivación profunda,
encontramos que es
porque ordenamos estos sacerdotes para que recen la Misa de siempre. Es porque
se sabe que esos sacerdotes serán fieles a la Misa de la Iglesia, a la Misa de
la Tradición, a la Misa de siempre, que nos presionan para que no los
ordenemos. No necesito más prueba que ésta: seis veces, en tres
semanas, seis veces nos han pedido restablecer relaciones normales con Roma, y
como testimonio de ello, recibir el nuevo rito y celebrarlo yo mismo. Se ha
llegado hasta enviarme a alguien que me ha ofrecido concelebrar conmigo en el
rito nuevo, a fin de manifestar que aceptaba de buen grado la nueva liturgia, y
que me ha dicho que, con este hecho, todo quedaba allanado entre nosotros y
Roma. Me han colocado en las manos el nuevo misal, diciéndome: "He aquí
la misa que debe celebrar y que celebrará en todas sus casas".
Me han dicho asimismo que, si en esta fecha, hoy, este 29 de junio, delante de
nuestra asamblea, celebramos una misa según el rito nuevo, todo quedaría
arreglado entre nosotros y Rema. Entonces queda claro, es notorio, que es sobre el problema de
la Misa que se desarrolla el drama entre Econe y Roma. ¿Nos equivocamos nosotros al obstinaremos en conservar el rito de
siempre? Ciertamente, hemos rezado, hemos consultado, hemos reflexionado, hemos
meditado para saber si verdaderamente somos nosotros los que nos hallamos en el
error, o si realmente no tenemos razón suficiente para no someternos al nuevo rito.
Y bien, justamente, la insistencia de aquéllos que nos son enviados desde Roma
para pedirnos cambiar de rito, nos hace reflexionar y tenemos la convicción de que
precisamente ese nuevo rito de la misa expresa una nueva fe, una fe que no es
la fe católica. Esta nueva misa es un símbolo, una imagen de una fe nueva, de una fe
modernista, pues si la Santísima Iglesia ha querido guardar, a lo
largo de los Siglos, ese precioso tesoro que nos ha dado del rito de la Santa
Misa, canonizada por San Pío V, no fue sin razón. Es porque en esa misa se
encuentra toda nuestra fe, toda la fe católica: la fe en la Santa Trinidad, la
fe en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la fe en la Redención por
Nuestro Señor Jesucristo, la fe en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que
ha corrido para la redención de nuestros pecados, la fe en la gracia
sobrenatural, que nos viene del Santo Sacrificio de la Misa, que nos viene de
la Cruz, que nos viene por todos los sacramentos. He aquí lo que creemos al celebrar el Santo
Sacrificio de la Misa de siempre.
Esta Misa es una lección de fe, indispensable para nosotros en esta
época en que nuestra fe es atacada por todas partes. Nosotros tenemos necesidad
de esta MISA verdadera, de esta Misa de siempre, de este Sacrificio de Nuestro
Señor, para llenar realmente nuestras almas del Espíritu Santo y de la fuerza
de Nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, es evidente que este rito nuevo supone -si
puedo así decirlo- otra concepción de la religión católica, otra religión. No
es más el sacerdote quien ofrece el Santo Sacrificio de la Misa, es la
asamblea. Esto es todo un programa. Además, es también la asamblea quien
reemplaza la autoridad en la Iglesia: es la asamblea episcopal la que reemplaza
el poder de los obispos, es el consejo presbiteral quien reemplaza el poder de
los obispos en la diócesis, es el número quien manda ahora en la Santa Iglesia.
Y ello está expresado en la misa precisamente en que la asamblea reemplaza al
sacerdote, a tal punto que ahora, algunos sacerdotes no quieren celebrar la
Santa Misa cuando no hay asamblea. (Véase
expresado el mismo pensamiento en el estudio titulado “La misa nueva es válida
o invalida contenido en este mismo blog)Es la noción protestante de la misa
la que se introduce lentamente en la Santa Iglesia y esto condice con la
mentalidad del hombre moderno, con la mentalidad modernista; le es absolutamente
acorde (como dijo un compañero en el
sacerdocio, hablando del hombre actual: “Todos somos liberales porque hemos
nacido bajo este siglo liberal que emana de la revolución francesa, llevamos
algo de liberalismo en nosotros”) Pues el ideal democrático es el ideal
fundamental del hombre moderno ( de ese hombre liberal); para él, el poder se
halla en la asamblea, la autoridad en los hombres, en la masa y no en Dios.
Nosotros creemos que Dios es todopoderoso, que Dios posee toda autoridad, que
toda autoridad proviene de Dios:
"OMNIS POTESTAS A DEO". (Que es el verdadero principio del católico,
que la autoridad viene de Dios y nadie más) Nosotros no creemos que la
autoridad venga del pueblo, que la autoridad venga de la base, como lo quiere
la mentalidad del hombre moderno. Ahora bien, la nueva misa no es más que la expresión de
esta idea de que la autoridad se halla en la base y no en Dios. La gracia de la cual van a
participar estos jóvenes sacerdotes no es la gracia santificante, en la cual Nuestro Señor Jesucristo
nos hace participar por la gracia del
Bautismo; es
la gracia de unión, esta gracia de unión única de Nuestro Señor Jesucristo.
Es ésta la gracia de la cual van a participar, pues es por su gracia de unión a
la divinidad de Dios, a la divinidad del Verbo, que Nuestro Señor Jesucristo se
ha hecho sacerdote, que Nuestro Señor Jesucristo es Rey, que Nuestro Señor
Jesucristo es Juez, que Nuestro Señor Jesucristo debe ser adorado por todos los
hombres. Por la gracia de unión, gracia sublime, gracia que jamás ningún ser de aquí abajo
ha podido concebir, esta gracia de la divinidad misma, descendiendo en una
humanidad que es la de Nuestro Señor Jesucristo ungiendo de cierta manera como
el aceite que cae sobre la cabeza y consagra a aquél que lo recibe.
La humanidad de Nuestro Señor Jesucristo estaba penetrada por la divinidad del
Verbo de Dios y es así que Él ha sido hecho sacerdote, que ha sido hecho mediador
entre Dios y los hombres, y es de esta gracia que van a participar estos
sacerdotes, es ella la que los colocará por encima del pueblo de Dios. Ellos
también serán intermediarios entre Dios y su pueblo. No serán solamente los representantes del
pueblo de Dios, ni serán solamente los presidentes de la asamblea. Serán
sacerdotes para toda la eternidad. Marcados por ese carácter para toda la
eternidad. Nadie tiene derecho a no respetarlos. Aun si ellos no respetasen ese
carácter, lo tienen siempre, lo tendrán siempre. He aquí lo que creemos, he aquí cuál es nuestra fe, y esto es lo que
constituye nuestro Santo Sacrificio de la Misa, no como lo quiere la mentalidad
del hombre moderno. Los fieles participan,
ciertamente, en esta ofrenda con todo su corazón, con toda su alma, pero no son
ellos quienes la ofrecen.
La prueba: el sacerdote, cuando está solo, ofrece el Sacrificio de la
Misa, de igual valor y en la misma forma que si hubiera miles de personas que
lo rodearan; su sacrificio tiene un valor infinito pues no es otro que el
Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo. Esto es lo que nosotros creemos, y es por eso que
pensamos que no podemos aceptar este rito nuevo que es obra de otra ideología,
de una ideología nueva. Se ha creído atraer al mundo tomando sus
ideas. Se ha creído atraer hacia la Iglesia a aquéllos que no creen, tomando
sus ideas, tomando las ideas del hombre moderno, que es un hombre liberal, un
hombre modernista, un hombre que acepta la pluralidad de religiones, pero que
no acepta el Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo. Eso lo he escuchado
por dos veces de los enviados de la Santa Sede, que me han dicho que el Reinado
Social de Nuestro Señor Jesucristo no era ya posible en nuestro tiempo, que era
necesario aceptar definitivamente el pluralismo de religiones, que la Encíclica "Quas primas" sobre el reinado
de Nuestro Señor Jesucristo, esa encíclica tan hermosa escrita por el Papa Pío
XI, no sería escrita hoy por el Papa, Eso es lo que me han dicho los enviados
oficiales de la Santa Sede. y bien, nosotros no somos de esa religión, no aceptamos esa nueva religión. Nosotros
pertenecemos a la religión de siempre, a la religión católica; no pertenecemos
a esta religión universal, como hoy se la llama. Ésa no es la religión católica. Nosotros no pertenecemos a esta
religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus
catecismos, su biblia su biblia ecuménica. No los aceptamos, no
aceptamos la biblia ecuménica. No hay biblia ecuménica, hay una Biblia de Dios,
la Biblia del Espíritu Santo, que ha sido escrita bajo la influencia del
Espíritu Santo.
Es la palabra de Dios y no tenemos derecho a mezclarla con la palabra
de los hombres. No puede existir una biblia ecuménica, y no hay más que una
palabra: la palabra del Espíritu Santo. Nosotros no aceptamos los catecismos
que no afirman más nuestro Credo. Y así con lo demás, no podemos aceptar todas
esas cosas. Es contrario a nuestra fe, lo lamentamos infinitamente, esto nos
significa un dolor inmenso, inmenso: el pensar que tenemos dificultades con
Roma por causa de nuestra fe. ¿Cómo es esto posible? Es algo que sobrepasa
nuestra imaginación, que jamás hubiéramos podido pensar, que jamás hubiéramos
podido creer, sobre todo en nuestra infancia, cuando todo era uniforme, cuando
do la Iglesia creía en su unidad general, cuando tenía la misma fe, los mismos
sacramentos, el mismo Sacrificio de la Misa, el mismo catecismo. De pronto, todo
está dividido, destrozado.
He dicho a los que han venido de Roma: los cristianos están desgarrados
en su familia, en su hogar entre sus hijos, están desgarrados en su corazón debido
a esta división de la Iglesia, de esta nueva religión que se enseña y se
practica. Los sacerdotes mueren prematuramente, destrozados' en su corazón y en
su alma por pensar que no saben qué hacer: o someterse a la obediencia y perder
en algún modo la fe de su infancia y su juventud, y renunciar a las promesas
que han hecho en el momento de sus votos sacerdotales, prestando el juramento anti-modernista;
o tener la impresión de separarse del que es nuestro Padre, el Papa, de aquél que
es el Sucesor de Pedro. ¡Qué desgarramiento para los sacerdotes! , Los
sacerdotes, muchos sacerdotes, han muerto prematuramente de dolor. Sacerdotes
son alejados de sus parroquias, perseguidos porque dicen la Misa de siempre.
Estamos en una situación verdaderamente dramática. Entonces, tenemos que elegir
entre una apariencia -diría yo- de obediencia -pues el Santo Padre no puede
pedirnos abandonar nuestra fe, le. es absolutamente imposible y la conservación
de nuestra fe. Y bien, nosotros elegimos no abandonar nuestra fe. Pues, en eso
no podemos equivocarnos. La Iglesia no puede estar en el error, en aquello que
ha enseñado durante dos mil años. Es absolutamente imposible. Y es por eso que
estamos apegados a esta tradición que está expresada de una manera admirable y de una manera definitiva,
como bien lo ha dicho el Papa San Pío V, en el Santo Sacrificio de la Misa. Mañana,
puede ser, nuestra condena a causa de las ordenaciones de hoy aparecerá en los
diarios, es muy probable. Probablemente seré golpeado por una suspensión: estos
jóvenes sacerdotes estarán golpeados por una írregularídad que, en principio,
debería ímpedírles decir la Santa Misa. Es posible. Y bien, recurro a San Pío V
que ha dicho en su bula a perpetuidad, que jamás, nunca se podrá censurar a un
sacerdote por decir esta Santa Misa. ¿Por qué? Porque esta Misa está
canonizada, él la ha canonizado definitivamente. Un Papa no puede levantar una
canonización. El Papa puede crear un nuevo rito; pero no puede levantar una
canonización. No puede prohibir una Misa canonizada, esto no es posible. Pues
esta Santa
Misa ha sido canonizada por San Pío V. y es por eso que podemos decirla
con toda tranquilidad, con toda seguridad y además estar seguros de que
diciendo esta Misa, profesamos nuestra fe, mantenemos nuestra fe y mantenemos
la fe de nuestros fieles. Es la mejor manera de mantenerla y por eso es que
vamos a realizar en algunos instantes estas ordenaciones. Es verdad, hubiéramos
deseado tener una bendición de la Santa Sede como antes se tenían bendiciones
de Roma, para los recién ordenados. Pero pensamos que el Buen Dios está allí,
que lo ve todo, y que Él también bendice esta ceremonia que hacemos y que un
día Él extraerá los frutos que Él desea y que Él nos ayudará, en todo caso, a
mantener nuestra fe y a mantener la Iglesia. Pedimos sobre todo a la Santísima
Virgen y a San Pedro y San Pablo, hoy. Pedimos a la Santísima Virgen que es la
Madre del Sacerdocio, que obtenga para estos jóvenes la verdadera gracia del
sacerdocio, que obtenga para ellos el Espíritu Santo, que ha sido dado, por su
intermedio, a los Apóstoles el día de Pentecostés. Y pedimos a San Pedro y a
San Pablo, mantener en nosotros esta feen Pedro. ¡Oh!, si, tenemos la fe en Pedro,
tenemos la fe en el Sucesor de Pedro.
Pero como muy bien lo ha dicho el Papa Pío IX en su Constitución
Dogmática sobre el Pontífice Romano: el Papa ha recibido el Espíritu Santo, no
para hacer verdades nuevas, sino para mantener la fe de siempre. Ésa es la
significación dogmática de la infalibilidad pontificia hecha en el Primer Concilio
Vaticano por el Papa Pío IX. Y es por ello que estamos persuadidos de que manteniendo
las tradiciones, manifestamos nuestro amor, nuestra docilidad y nuestra obediencia
hacia el Sucesor de Pedro.
*BREVE
COLOFON.
Como el amable lector vera Mons. Lefebvre insiste
una y otra vez en demostrarnos con hechos fehacientes que la denominada
“Iglesia Oficial” ya es contraria totalmente a la Iglesia de Siempre. Ya en
1850 y aun tiempo atrás los enemigos acérrimos de la Iglesia Católica y arto
conocidos se reunieron en Suiza en la ciudad de Sion para cambiar de táctica en
cuanto al ataque diabólico contra la Iglesia de Jesucristo. En esa reunión
secreta acordaron infiltrarla mandando gente bien formada por ellos en sus
sectas masónicas, estos serian ordenados sacerdotes, luego párrocos, Obispos
y…finalmente Papas. Quien sea instruido en estos menesteres sabrá que en el
conclave donde fue elegido San Pío X como Papa fue a causa del veto que el
representante del Emperador del imperio Austro-Húngaro mando vetar al Cardenal
Rampolla elegido antes que San Pio X, al morir dicho cardenal se encontró entre
sus pertenencias una cedula que demostraba su pertenencia a la masonería. Aun
mas San Pío X como queriendo no desterrar esta herejía nefasta sino restarle
fuerza fundo el famoso Sodalicium Pianum, cuyo fin era investigar a los
candidatos al episcopado sobre si eran de esta secta y profesaban estas ideas
modernistas, gracias a esta estratagema logro parar la consagración de muchos
obispos acordes con la ideología modernista y masona, pero era mucho para él.
Su Santidad Pío XII trato en lo posible de contener este diabólico
modernismo que, como un rio intespetuoso, quería volcarse contra la iglesia y
arrasarla, si posible fuera desde sus cimientos. Razón por la cual no convocó
al Concilio, pero murió sabiendo que a su muerte sobrevendrían otros personajes
arto conocidos y convocarían a un Concilio en donde todo tiene menos de
ecuménico según lo interpreta la Iglesia de siempre y de católico. De este
nefasto Concilio nos vienen todos los males que padecemos y de los cuales Mons.
Lefebvre nos advirtió hasta el cansancio en sus escritos, alocuciones,
sermones, platicas espirituales y otras cosas que tuvo a mano con el afán de
descubrir a los judas, por desgracia hoy lo fundado por él lo TRICIONO y se
abrazo con estos enemigos acérrimos de la Iglesia bimilenaria. Estos escritos
de Monseñor nos dan pie para comentar con más detalle la detestable acción
llevada a cabo por los que hoy ocupan la Fraternidad y ver hasta qué grado son
responsables de su infame acción y, por este hecho, hasta que grado la Santa
Misa es licita pues no dudamos de su valides, pero si queda la duda de la
licitud en virtud de su unión de facto con la herejía modernista…es para
reflexionar, que opinan? Sobre este tema e solo una opinión en ningún momento
trato de imponer este análisis como “dogmatico” u obligatorio, solo es una
invitación a meditar un poco y cada quien es libre de sacar su conclusión
siempre y cuando se ajuste al escrito de Mons. Lefebvre y no al colofón que
este servidor escribe.
*R.P Arturo Vargas
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