27 DE SEPTIEMBRE
LOS SANTOS
COSME Y DAMIAN, MARTIRES.
Epístola – Sap; V, 16-20
Evangelio – San Lucas; VI, 17-23
¡HONOR A LOS MÉDICOS!'
"Honra al médico, pues tienes de él necesidad. A él también le ha creado
el Altísimo. El Altísimo ha criado los medicamentos; no es de prudentes
rechazarlos. "¿No endulzó Dios el agua amarga con un leño? El dió a los
hombres la ciencia de los remedios. Con ellos el médico aplaca el dolor y el boticario
hace las mezclas para que la criatura de Dios no perezca. Hijo, si estás
enfermo, no te impacientes. Ruega al Señor y él te curará. Huye del pecado y
purifica tu corazón de toda culpa. Ofrece el incienso y la oblación de flor de
harina y haz los mejores sacrificios que puedas. Y llama al médico y no le
alejes de ti, pues también él te es necesario. "Hay un tiempo en que el
suceso feliz está en sus manos, porque también él rogará al Señor para que le
conceda procurar alivio y ¡a salud a fin de prolongar la vida del enfermo".
Palabras de la Sabiduría que convenía citar en esta fiesta. Fiel al precepto
divino antes que nadie, la Iglesia honra hoy en Cosme y Damián a esta carrera de
la medicina en la que tantos otros lograron la santidad.
JESUCRISTO Y EL SUFRIMIENTO. — Sería un error grande pensar que la Iglesia, inquieta de la salvación
de las almas y convencida de que el sufrimiento es para las mismas una fuente de
inmensos méritos, se desinteresa del cuerpo de los fieles y de las miserias que
los punzan. ¿No fue Nuestro Señor Jesucristo el primero que se manifestó en el Evangelio
como médico de las almas y de los cuerpos? La mayor parte de sus milagros tuvieron
por objeto la curación de enfermedades y dolencias y hasta la resurrección de
los muertos. Si la piedad de su corazón llegaba hasta el alma de aquellos
desventurados que estaban ante El, y allí llevaba el remedio dando la gracia de
la contrición y el perdón de los pecados, no olvidaba la enfermedad física,
sino que la curaba también con el mismo poder y con la misma bondad.
LA IGLESIA Y EL SUFRIMIENTO. — Depositarios del poder de los milagros, los Apóstoles continuaron la
misión de su Maestro y el libro de los Hechos nos dice que el primer milagro de
San Pedro fué curar a un pobre hombre, cojo de nacimiento. Desde .que la Iglesia
tuvo libertad, fundó no sólo escuelas para la instrucción y educación de la
juventud, sino también hospitales para los ancianos y enfermos. Por su
doctrina, toda caridad y mansedumbre, por su ejemplo de abnegación y de
sacrificio, infundió en muchos de sus hijos el pensamiento y el deseo de
entregarse al servicio de los atribulados. En el correr de los tiempos se han
fundado numerosas Congregaciones para cuidar de los enfermos: Hermanos de San
Juan de Dios, Hermanas de San Vicente de Paúl, etc., y se cuentan por millares
en nuestras comarcas y en los países de Misiones los hospitales, los
dispensarios donde religiosos y religiosas curan, con una abnegación
indiscutible y que provoca la admiración general, todas las miserias del pobre
género humano.
JESUCRISTO EN SUS HERMANOS
DOLIENTES. — Cierto que esta actividad generosa se ejerce
por un amor desinteresado hacia
los pobres pacientes; pero también es cierto que el motivo principal es
el amor a Cristo, el cual continúa sufriendo en sus miembros desdichados. Al
curar al enfermo, el enfermero y la enfermera miran más lejos: miran al Señor
que sufre: por su amor desprecian la repugnancia natural, no hacen caso de la
fatiga que los cuidados y las vigilias les ocasionan, pasan por alto todas las dificultades
que encuentran en el enfermo o en lo que le rodea; y no piden ni remuneración
ni recompensa. Mas la recompensa la tienen segura: muchas veces la de los
hombres, pero principalmente y de modo infalible, la de Dios. El contacto con
Dios es saludable, santificante. El prójimo hace las veces de Dios. Y por eso
se sirve en el prójimo a El, y hasta El sube el cariño que se prodiga al prójimo.
Un vaso de agua que se ofrezca en su nombre, no quedará sin recompensa: ya desde
ahora llueven sus gracias en abundancia en aquellos que así le sirven y, en el
día del juicio, oirán con gozo que el Juez Supremo les dice: "Estuve
enfermo y me visitasteis"
LOS SANTOS MÉDICOS.—De modo que no es mucho de admirar el que se haya santificado gran multitud
de almas en el ejercicio constante de caridad fraterna. Las Letanías de los
Santos médicos enumeran 57 nombres y quedan muy incompletas aún, porque habría
que añadir los nombres de los Santos y Santas que, sin haber conseguido el diploma
o el título de doctor en medicina, con todo consagraron su vida al cuidado de
los enfermos. Se tendrían que poner también los nombres de los misioneros
martirizados que con su fe llevaron a regiones lejanas su decisión de consagrarse
a aliviar todos los padecimientos físicos. Los ángeles llevan al día la lista
de este Libro de Oro, donde leeremos en la eternidad las maravillas que la
caridad obró en las almas generosas y las que ella llevó al cabo, que son
mayores aún.
VIDA.— Sería
más fácil hacer la historia del culto de los Santos Cosme y Damián, que dar
pormenores de su vida y su muerte. La tradición nos dice que fueron hermanos,
médicos, árabes, y, en fin, que dieron su vida por Jesucristo. Comenzó su culto
en Ciro, ciudad de la Siria septentrional; en el siglo v tuvieron allí una
basílica y, en 530, el peregrino Teodosio advierte que en esa ciudad fueron
también martirizados. Su fama se propagó rápidamente y se encuentran huellas de
su culto en Cilicia, en Edesa, en Egipto. El Papa Símaco (498-514) les dedicó
un oratorio en Roma y Pulgencia un monasterio en Cerdeña, en 520. En el siglo
vin, Gregorio II instituía una Misa estacional para el jueves de la tercera
semana de Cuaresma, y la fijaba en la iglesia dedicada a estos Santos, los
cuales, en nuestros días, han sido declarados Patronos de una asociación de
médicos católicos y también de las facultades de medicina.
ORACIÓN A SAN COSME Y SAN DAMIÁN. — Extractamos del misal mozárabe una magnífica oración
para implorar la protección de San Cosme y San Damián: "Oh Dios, médico
eterno que nos curas, que hiciste a Cosme y a Damián inquebrantables en la fe,
en la valentía invencibles, para que por medio de sus heridas tuviesen remedio
las heridas humanas. Antes de su pasión, con la terapéutica de este mundo
consiguieron la salud para los pueblos; nómbralos, te lo rogamos, custodios y
médicos de nuestras enfermedades. Ellos curan todas nuestras dolencias. Gracias
a ellos la curación no tenga recaída; por ellos encuentren el remedio los cuerpos
y las almas. Pongan fin a las enfermedades secretas del alma; otorguen rápida
curación a las enfermedades sensibles. Con su intercesión limpien el pus de las
heridas. Con los dedos de su oración purifiquen las Interioridades de los
heridos. Vayan por delante de las miserias humanas para remediarlas.
Apresúrense a aliviar caritativamente las cargas que los hombres se echan
encima. Y, asimismo, nos conserven totalmente indemnes de la enfermedad del
pecado y nos guíen a la patria celestial para ser coronados en ella.
Amén."
PLEGARIA A TODOS LOS SANTOS MÉDICOS. — Terminamos con una oración a todos los
Santos médicos para encomendarnos a su benévola solicitud "¡Oh vosotros
todos, Santos y Santas de Dios ilustres en la profesión médica y en la caridad con
que cuidasteis a los enfermos indigentes, a vosotros os honra y venera la
Iglesia católica! Y, en primer lugar, tú, santísimo Lucas, Evangelista de
Nuestro Señor Jesucristo, príncipe y patrono de los médicos cristianos;
vosotros, médicos insignes, Cosme, Damián, Pantaleón, Ursino, Ciro de
Alejandría, César de Bizancio, Codrato de Corinto, Eusebio el griego, Antíoco
de Sebaste, Zenobio de Egea; y vosotras también, Santas y dulcísimas
consoladoras de los enfermos, curadoras de sus males, expertas en el arte de la
medicina: Teodosia la mártir ilustre, madre de San Procopio, mártir también, Nicerata
de Constantinopla, Hildegardis, virgen de Maguncia, Francisca Romana, a quienes
han hecho tan gloriosamente célebres vuestra caridad con los enfermos pobres y
vuestros milagros: interceded por nosotros junto a Aquel por quien vivisteis en
la fe y la caridad, y por cuyo amor ejercisteis la medicina, para que nosotros,
de aquí en adelante imitadores vuestros en la santidad cristiana y en la caridad
con que cuidasteis a los pobres enfermos, pasemos nuestra vida en la piedad y
en la paciencia y considerando los magníficos y gloriosos honorarios de la
eterna bienaventuranza que recibiremos por fin de nuestro generosísimo Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén."
No hay comentarios:
Publicar un comentario