En el año 2012, el entonces secretario de defensa de la Federación Rusa y
candidato a la presidencia para el periodo 2012-18. Dijo este discurso que
salió publicado en el periódico Moskovskie Novosti, el cual queremos compartir
con ustedes estimados lectores por considerarlo muy apegado a la realidad que,
actualmente se está viviendo.
Sin embargo debo decir que, como sacerdote, nuestra posición ante este
discurso es APOLITICA por lo cual no aceptamos expresión DEMOCRASIA y otras
tantas que aparecen aquí. Tampoco el blog es responsable del discurso antes que
a continuación vamos a exponer, no somos partidarios de tal o cual político sea
cual fuere y, finalmente, lo publicamos porque está dentro del marco de el
estudio llamado: “Los acontecimientos mundiales a la
luz de la Sallete y Fátima” redactados también en este Blog
En esta primera parte, el candidato Vladimir Putin señala la erosión del
derecho internacional como resultado de la política injerencista de Occidente y
enuncia la interpretación rusa de la llamada «primavera árabe» como revolución
coloreada. Aborda además la catástrofe humanitaria y moral resultante del
ataque contra Libia y se interroga sobre los causas del belicismo occidental en
Siria. Finalmente pasa en revista los desafíos que enfrenta Rusia,
específicamente en Afganistán y Corea del Norte. Cinco años después de su discurso en la conferencia de
Múnich, Vladimir Putin se mantiene fiel a los mismos
principios. La Federación Rusa estima que tiene un papel que desempeñar como
garante de la estabilidad mundial, basada en el respeto del derecho
internacional.
RUSIA
Y EL MUNDO
(primera
parte)
“Ya he abordado en mis artículos los principales desafíos que Rusia enfrenta
hoy en materia de política exterior. El tema merece, sin embargo, une discusión
más detallada, y no sólo porque la política exterior sea parte integrante de
toda estrategia nacional. Los desafíos externos y la evolución del mundo que
nos rodea nos llevan a tomar decisiones de orden económico, cultural,
presupuestario y en materia de inversiones. Rusia forma parte de un vasto
mundo, tanto desde el punto de vista de la economía y la difusión de la información como en lo tocante a la cultura. No podemos ni queremos aislarnos.
Esperamos que nuestra apertura permita mejorar el bienestar y la cultura de los
ciudadanos rusos y fortalecer la confianza, que está convirtiéndose en un
recurso difícil de encontrar. Pero nos apoyaremos sistemáticamente en nuestros
propios intereses y objetivos, y no en decisiones dictadas por terceros. A Rusia sólo se le respeta y se le toma en serio cuando es
fuerte y cuando defiende sus posiciones con firmeza. Rusia
ha tenido prácticamente siempre el privilegio de poder aplicar una política
exterior independiente. Y así será en el futuro. Más aún, tengo la convicción
de que sólo es posible garantizar la seguridad mundial con el concurso de
Rusia, y no tratando de marginarla y de debilitar sus posiciones y su capacidad
de defensa. Los objetivos de nuestra política exterior revisten un carácter
estratégico, no coyuntural, y reflejan el lugar exclusivo de Rusia en el mapa
político mundial, su papel en la historia y en la evolución de la civilización.
Aplicaremos, por supuesto, una política proactiva y constructiva, tendiente
a fortalecer la seguridad global, a renunciar a la confrontación, a actuar con
eficacia ante desafíos como la proliferación del armamento nuclear, los
conflictos regionales y las crisis, el terrorismo y el tráfico de droga.
Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que Rusia disponga de los
últimos avances del progreso científico y tecnológico, y para garantizar a
nuestras empresas un lugar importante en el mercado mundial. Haremos todo lo
que esté a nuestro alcance para que la construcción del nuevo orden mundial, basado en las realidades geopolíticas contemporáneas, se desarrolle de forma progresiva, sin perturbaciones inútiles.
A)La confianza erosionada
Pienso, al igual que antes, que entre las bases principales se encuentra el
derecho fundamental de todos los Estados a la seguridad, la inadmisibilidad de
uso excesivo de la fuerza y el respeto al pie de la letra de los principios
fundamentales del derecho internacional. El desprecio por esas reglas
desestabiliza las relaciones internacionales. Y es precisamente a través de ese
prisma que vemos ciertos aspectos del comportamiento de Estados Unidos y de la
OTAN, que no se inscriben en la lógica del desarrollo contemporáneo y que se
basan en estereotipos de la política de bloques. Todo el mundo sabe a qué me
refiero. Se trata de la expansión de la OTAN, que se traduce esencialmente en el despliegue de nuevos medios de
infraestructura militar, así como de los proyectos de la propia OTAN (por
iniciativa de los estadounidenses) para la instalación del escudo antimisiles
(ABM) en Europa. No abordaría yo ese tema si esos planes no estuviesen
desarrollándose muy cerca de las fronteras rusas, si no afectaran nuestra
seguridad y si no contribuyeran a la inestabilidad del mundo. Nuestra
argumentación es harto conocida. No vale la pena exponerla nuevamente. Pero,
por desgracia, nuestros socios occidentales, que se niegan a escucharla, no la
están teniendo en cuenta.
Es preocupante ver que, en momentos en que nuestras “nuevas” relaciones con
la OTAN no han alcanzado aún su forma definitiva, la alianza atlántica ya está cometiendo actos que en
ningún modo contribuyen al establecimiento de un clima de confianza. Esa práctica afecta de por sí el calendario internacional, impide definir
una agenda positiva en las relaciones internacionales y frena los cambios
estructurales. Una serie de conflictos armados, desatados bajo el pretexto de objetivos
humanitarios, socava el principio secular de soberanía nacional. Otro vacío,
moral y jurídico, está apareciendo en las relaciones internacionales.
Se dice a menudo que los derechos humanos están por encima de la soberanía
nacional. Es innegable, de la misma manera que los crímenes contra la humanidad
deben ser sancionados por la Corte Penal Internacional. Pero cuando se usan
esas disposiciones para violar la soberanía nacional, cuando los derechos
humanos se defienden desde el extranjero de forma selectiva y esos mismos
derechos se violan durante ese proceso de “defensa”, incluyendo el sagrado
derecho a la vida, ya no se trata de una causa noble sino de pura y simple
demagogia.
Es importante que la ONU y el Consejo de Seguridad puedan oponerse eficazmente al dictado de ciertos países y a
la arbitrariedad en la escena internacional. Nadie tiene derecho a atribuirse
las prerrogativas y poderes de la ONU, sobre todo en lo tocante al uso de la
fuerza contra Estados soberanos. Me
refiero ante todo a la OTAN, que trata de arrogarse competencias que no
corresponden a una “alianza de defensa”.
Todo ello es extremadamente grave. Recordamos inútiles exhortaciones al respeto
de las normas jurídicas y de la más elemental decencia humana provenientes de
Estados que fueron víctimas de operaciones “humanitarias” y de bombardeos
realizados en nombre de la “democracia”. Pero no fueron escuchados y no se
quiso escucharlos. Parece que la OTAN y, en primer lugar, Estados Unidos tienen
su propia percepción de la seguridad, muy diferente a la nuestra. Los
estadounidenses están obsesionados por la idea de garantizarse a sí mismos una
invulnerabilidad absoluta, lo cual es utópico e irrealizable, tanto en el plano
técnico como en el geopolítico. Ese es precisamente el fondo del problema. La
invulnerabilidad absoluta de uno implicaría la vulnerabilidad absoluta de todos
los demás. Es imposible aceptar esa perspectiva. Sin embargo, por razones bien
conocidas, muchos países prefieren no hablar de ello abiertamente. Rusia
siempre llamará las cosas por su nombre, y lo hará abiertamente. Quisiera
señalar nuevamente que la violación de los principios de unidad y del carácter
inalienable de la seguridad, a pesar de los numerosos compromisos contraídos
según esos principios, puede engendrar amenazas muy graves. A fin de cuentas,
ello incumbe también a los Estados que, por diversas razones, dan origen a
tales violaciones.
CONTINUARA...
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